InfoCatólica / Que no te la cuenten / Categoría: Santa Misa - Liturgia

13.12.17

La Misa tridentina en tres minutos

Un video sencillo y femonemal

Subtitulación castellana del video “Tridentine Mass Promo” producido por Two Sense Films y para uso exclusivo de NSC.
Producción personal bajo el permiso expreso de Two Sense Films: “This can be posted on church websites, blogs, Facebooks, etc., to help promote the Tridentine Mass. It was filmed at Incarnation Catholic Church in Tampa, FL.”

Executive Producer: Father Philip Clement

vimeo.com/58589884


 

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31.10.17

Sermón: "Y el Verbo se hizo Rey. De catolicismo vegetante a catolicismo militante"

Para oír el sermón hacer clic aquí

La Iglesia celebra hoy, según el calendario de la “forma extraordinaria”, la solemnidad de Cristo Rey. No se trata de una fiesta litúrgica más, de una devoción más, sino de un misterio crucial queintegra el conjunto de la doctrina católica.

Cristo es Rey; más aún es Rey de reyes y Señor de señores; en esto creemos los católicos, en esto cree la Iglesia. Y lo es no por voto democrático, por plebiscito o por mayoría absoluta, sino por eterno designio del Padre que, desde todos los siglos, quiso darle esta prerrogativa.

No es siquiera un rey electivo, ni ha recibido la corona por medio de la ley sálica. No: su realeza “no es de este mundo”, como respondió claramente a Pilato (cfr. Jn 18,36):

- «¿Luego tú eres Rey?» - preguntó el procurador romano preocupado.

«Tú lo has dicho. Yo soy Rey: para esto he nacido y para esto he venido al mundo»” (cfr. Jn 18,37).

La conversación no transcurre en un lugar cualquiera. No está platicando el Señor en parábolas ni en metáforas; no está hablando frente a las turbas o ante los pobres y enfermos, sino ante el mismo procurador romano, la encarnación imperial en Judea. Su declaración, pues, se trata de una confesión solemne, jurídica, hasta provocadora: “Yo soy rey. Para esto he venido al mundo”.

Desde entonces existirán dos gritos antagónicos que entrecrucen la historia a favor y en contra de este Verbo hecho Rey:

El “no queremos que este reine sobre nosotros” (Lc 19,15) y el de San Pablo: “es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25).

Dos gritos y dos cosmovisiones que resuenan en las cronologías. Pero, ¿hasta dónde llega Su realeza?¿hasta dónde Su poder?

Y aquí comienzan las dificultades y se dividen las aguas.

Algunos, errados, dirían que el Verbo eterno quiso encarnarse para reinar sólo dentro de nuestros corazones, en la esfera personal, doméstica y familiar, de allí que dijera: “Mi reino está dentro de vosotros” (Lc 7,21).

Y es verdad; esto es el principio, pero nada más: Cristo quiere reinar en nuestras inteligencias, voluntades, afectos y criterios; y estando nuestras almas en gracia poseemos una participación en la vida divina. Pero no es el único ambiente donde el Verbo quiso reinar. El Señor no fue un hippie vagabundo que se enfrentó a los fariseos sólo para que las almas se hicieran devotas. Había recibido“todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18) y no sólo en las almas…, de allí que su reinado debía -¡debe!- extenderse también al ámbito político, social y público. Pues “no porque los hombres estén en la sociedad se independizan de ese Cristo al cual están sujetos en su vida individual”, según decía bellamente Pío XI (Quas primas).

Esta lucha, la lucha del Verbo hecho Rey del alma o de las sociedades, se ha dado siempre a lo largo de la historia. Cuando el Señor reina sólo en el interior del hombre, puede ser que haya cristianismo (que es la base y el inicio) pero sólo eso; solamente cuando reina en las sociedades hay Cristiandad¸ por mal que les pese a los verbicidas modernos.

 

*          *          *

 

Así sucedió al principio: había cristianos pero no había aún Cristiandad. Fue poco a poco que, la fuerza de Evangelio, fue impregnando el orden social hasta llegar a la Edad Media, ese tiempo en que –al decir de León XIII- “la filosofía del Evangelio gobernaba los estados” (Immortale Dei). Sin embargo, con el transcurrir de la historia, la ruptura protestante y las crisis de la Iglesia llevaron a los católicos a abandonar la esfera pública para comenzar a vivir un catolicismo privado, un “catolicismo de sacristía”; algo reservado a las “acciones privadas de los hombres que no ofendan a la moral o al orden público”, como dice nuestra Constitución Nacional.

Y así, del grito de San Pablo (“¡es necesario que Cristo reine!”) de un catolicismo militante, se pasó a un catolicismo vegetante, que sólo cuida su jardín –en el mejor de los casos. Este es el gran mal que nos aqueja en el presente; es el catolicismo liberal, que hace de las componendas, los encuentros, el caminar juntos, nuevos dogmas que, transgredidos, son penados en la hoguera de la inquisición de lo eclesialmente correcto.

Es lo mismo que sucedió con los judíos y el profeta Elías en el Monte Carmelo quien, luego de llamar a quienes adoraban a Yahvé pero en privado, dijo:

“¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él”. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra…  (1 Reyes 18,21).

 

Porque la tibieza es la temperatura que nos hizo vomitar a Cristo incluso de nuestro interior. Destronado de la política, de la economía, del arte, de las familias, fue también luego, destronado de nuestras almas:

“En estos últimos siglos…quisieron la naturaleza sin la gracia: ‘Cristo sí y la Iglesia no’ (Revolución protestante)… Después Dios sí y Cristo no (Revolución liberal)… Al fin, el grito impío: Dios ha muerto (Revolución comunista)” (Pío XII, 12/10/1952):

Y, finalmente, como en la Revolución Francesa, Cristo fue destronado.

 

*          *          *

 

Nos encontramos en el marco de las primeras comuniones de un colegio. Y es nuestro deber recordar estas cosas, no sólo para educar a los niños, ni siquiera para recordar esto a sus padres, sino para que estas verdades que ahora oímos, se hagan fuego en las almas de estos pequeños al punto que, los hijos de estos niños, intenten darle a Jesucristo el lugar que es debido.

Es esta la idea que tenemos aquí; porque éste intenta ser un colegio católico; no un colegio católico “sociedad anónima” que lucra con su nombre. Por eso no debemos buscar tener un colegio con Misa, sino al revés, una Misa con colegio, donde lo más importante sea Dios y todo el resto, añadidura. Porque aquí, como decía Santa Juana de Arco, Dios debe ser “le premier servi”, el primero servido.

Y esto es imposible sin la ayuda de los padres. Por eso, para que Cristo reine en las almas de estos niños y para que luego ellos o sus hijos puedan seguir siendo un eslabón en una cadena que implica resistir y avanzar, hace falta recordar que, “sin exasperar”, eduquemos niños para el Cielo.

Que los padres vayan a Misa y frecuenten los sacramentos, que recen el Rosario y den testimonio público de su Fe. Que sus hijos los vean confesar y comulgar; que los vean convertirse, pero sobre todo, que los vean como católicos militantes.

Pidamos entonces cambiar nuestro catolicismo de vegetante en militante, venciendo el respeto humano y trabajando y educando hasta que Cristo reine de nuevo en nuestra sociedad, haciendo nuestras las palabras de la gran Isabel la católica, que, ante el temor de las batallas interiores y exteriores, repetía:

“Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y no saber luchar.
Tengo miedo, Señor,
de tener miedo
y poderte negar.

Yo te pido, Señor,

que en Tu grandeza

no te olvides de mí;

y me des con Tu amor

la fortaleza

para morir por Ti”.

 

P. Javier Olivera Ravasi

29/10/2017

 

 


 

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14.10.17

Matrimonio clásico y amistad católica. Sermón de una misa de esponsales

 

Sermón   

 

Decía Charles Peguy que “Homero es nuevo cada mañana y el diario de hoy ha envejecido ya”. Eso es lo que sucede con los clásicos: no pasan de moda; no envejecen.

Esto mismo es lo que pensó la civilización occidental, hoy casi desaparecida y sólo languideciente en algunos “bolsones del autoritarismo” que se empecinan por proclamar a Jesucristo. Herederos como somos de la tradición greco-romana y católica, es imposible no guardar reminiscencia de aquellos textos, de aquellas ideas que acuñaron la cultura cristiana y hasta le dieron forma.

Nos encontramos dentro del marco de un matrimonio católico, coronación del noviazgo cristiano y promesa de futuras gracias para los contrayentes, si se mantienen fieles. Se trata de un antiguo rito –hoy casi en desuso– que crucifica a los esposos convirtiéndolos en amigos bajo el mismo yugo de la cruz, esa que es “escándalo para los judíos y necedad para los gentiles” (1Cor 1,23).

Esos amigos que por amor a Dios y por amor al otro se están crucificando se aman con amor de amistad, es decir, poseen ya esa virtud indispensable para todo hombre, pues, como decía Aristóteles, “la soledad, o es para los dioses o para las bestias, pero no para los hombres”. Es que es parte de su naturaleza política el querer tener amigos; pues uno se realiza en la pólis. Y como es virtud, es imposible alcanzar la santidad sin ella, es decir, sin amigos, de allí que “no hay ninguna persona normal que –aunque tuviese todos los bienes– no quisiese tener amigos”.

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27.09.17

Sermón sobre la superficialidad

Para oír el sermón, hacer clic AQUÍ.

Hay un mal argentino que, no por ser argentino resulta exclusivo de nuestra nacionalidad. Y es la superficialidad. Por eso, al menos cada tanto, conviene predicar sobre el tema.

Pero: ¿a qué nos referimos? A ese vicio tan contrario a la humildad que, en vez de poner sus raíces en lo esencial, en el humus del espíritu se vuelve hacia la terra, hacia lo terreno e insignificante de la planicie.

Estamos hablando acecra de ese error habitual que nos impide ir a la esencia de las cosas para quedarnos en las apariencias, tanto de lo humano como de lo divino.

La superficialidad es ese hábito de quedarse en el fenómeno, en lo que brilla o reluce, dirían los griegos, tan típico de la cultura moderna, carente de interioridad y -por eso mismo- amiga de los budismos y orientalismos de moda que muestran una pseudo profundidad.

El superficial percibe sólo lo aparente, no nutriéndose de la realidad, sino de su cáscara.

Algunos dicen que, al igual que el sanguíneo, el superficial

 

no penetra hasta lo profundo, ni ve el todo. Más bien se contenta con la superficie o con una parte del todo. Amigo de trabajos fáciles, vistosos, que no exigen demasiada labor, resulta casi imposible de convencer de este defecto suyo: de que es superficial”.

 

Porque el superficial todo lo juzga superficialmente: incluso cuando le dicen que es superficial…

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11.09.17

Laudes en Narnia. Un monacato juvenil

Hace algunos años, siendo aún seminarista, tuve la gracia de participar de una “misión popular” en el sur italiano. Con varios laicos, nos acercábamos a las casas a proclamar el Evangelio haciendo un verdadero y santo proselitismo cristiano.

Invitábamos a la Santa Misa, a frecuentar los sacramentos, en fin: a la conversión, que de eso se trata…

Un domingo, durante la tarde, recuerdo la frustración que sentimos por ver que eran pocos los jóvenes que se acercaban a la Misa. Estábamos decepcionados, sin embargo, el párroco, un joven sacerdote que hacía poco había descubierto el atractivo de la sotana, nos decía:

- “Tengan paciencia. A la misa vendrán pocos, pero en las Vísperas cantadas se llenará”.

Mi mentalidad, por entonces demasiado “jesuítica”, me hacía ver con desconfianza eso de que los laicos jugaran a ser monjes.

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