InfoCatólica / Que no te la cuenten / Categorías: De pluma ajena, Enrique de Zwart

22.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro (FINAL y texto completo)

4. El origen del cambio de disciplina en las iglesias orientales

 

        Naturalmente, todo lo hasta ahora visto contrasta con la práctica habitual de la disciplina vigente en la Iglesia de oriente. Ahora bien, cuestionar alegremente los textos a partir de la práctica actual no es cosa seria, amén de constituir un anacronismo retrospectivo cuya ingenuidad sería difícil de exagerar; menos serio aún sería tratar de modificar los datos o cercenar la información para justificar dicha práctica –cosa que ha ocurrido y ocurre, desde ya–. Tampoco constituye una manera de argumentar seria el ampararse en que siempre hubo transgresiones y debilidades, para apoyar la disciplina oriental, justificar su engarce con la tradición, como así también proponer una eventual extensión universal de la misma. En cuanto a la disciplina oriental los puntos a tener en cuenta son otros.

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20.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro. La recepción de la disciplina apostólica de la continencia en los primeros seis siglos de la Iglesia (4-4)

        Otro texto antiguo interesante, de carácter jurídico y que depone a favor de la conciencia y responsabilidad arriba mencionadas, lo constituye la antigua recopilación normativa que se diera a conocer como «Sentencias de los Apóstoles», donde se citan las deliberaciones de los apóstoles que habrían inspirado las primeras medidas disciplinares y las primeras reglamentaciones litúrgicas de la Iglesia naciente. Por supuesto, se trata de una ficción literaria, y jamás nadie dudó de que así fuera; pero aún cuando, en hipótesis, alguien los hubiera atribuido ingenuamente a los apóstoles, el problema de la autoría última del escrito carece de toda relevancia para nuestro asunto: lo que cuenta es el decisivo valor testimonial del texto, ya que pone de manera explícita en boca de los apóstoles la tradición que se considera de ellos recibida y a la cual se procura mantenerse fieles; se trata, pues, de una práctica consolidada que reclama en su respaldo la autoridad de los apóstoles. Nos encontramos, nada más y nada menos, que en el año 300, y la Iglesia estaba recién saliendo de las catacumbas, por así decirlo. Pues bien, en ese contexto, y con referencia explícita a los candidatos al episcopado, leemos que 

Pedro dijo [Πέτρος εἶπεν]: «… sería bueno que sea sin-mujer [καλὸν μὲν εἶναι ἀγυναικός] y, si no, que venga de una sola  mujer [ἀπὸ μιᾶς γυναικός]»[1].

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13.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro. La recepción de la disciplina apostólica de la continencia en los primeros seis siglos de la Iglesia (3-4)

Seguimos publicando el excelente texto del P. Dr. Christian Ferraro, escrito para nuestro sitio.

Vale completamente la pena no sólo por lo que dice sino por haberse tomado el trabajo de cotejar y traducir las citas que aquí nos trae para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

3. La recepción de la disciplina apostólica de la continencia en los primeros seis siglos de la Iglesia

 

        Presentaremos ahora una serie de textos, seleccionados entre tantos posibles, a partir de los cuales consta con evidencia palmaria cómo la disciplina de la continencia consagrada, más allá de eventuales transgresiones ocasionadas por la humana fragilidad, es cosa prevista y procurada, promovida y defendida, amada con sencillez por los fieles y asimilada responsablemente por los pastores con serena naturalidad.

        A partir de estos textos emerge también con claridad que la conexión que se estableciera en los primeros siglos entre la instauración de la disciplina celibataria y la obligación a la continencia perpetua de los casados una sola vez es directa, y prácticamente obvia: no tenía sentido alguno que se casasen aquellos que desearan acceder al ministerio, si luego hubieren debido estar de todos modos obligados a la continencia perpetua, justamente en razón del ministerio. Es así también desde esa obligación a la continencia que se impone, con lógica inapelable, la clara normativa de la prohibición de acceder al matrimonio para aquellos que ya hubieran sido ordenados. Este punto es clarísimo y no aferrarlo significa, lisa y llanamente, no haber entendido nada de nada.

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11.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro (2-4)

     

   § 3. Estamos ahora en condiciones de considerar más detalladamente los textos paulinos a partir de los cuales se plantea el problema:

 

        Texto 1 – 1Tim 3,2-4 [los obispos]

2Es, pues, necesario (δεῖ) que el obispo sea irreprensible (ἀνεπίλημπτον), varón de una sola mujer(μιᾶς γυναικὸς ἄνδρα), sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, 3ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, 4que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad [con todo decoro].

        Texto 2 – 1Tim 3,8-10.12 [los diáconos]

8También los diáconos deben ser dignos, sin doblez (μὴ διλόγους – nos encanta esta expresión, vaya a saber porqué), no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; 9que guarden el misterio de la fe con una conciencia pura (ἐν καθαρᾷ συνειδήσει). 10Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprochables(ἀνέγκλητοι), serán diáconos. […] 12Los diáconos sean varones de una sola mujer (ἔστωσαν μιᾶς γυναικὸς ἄνδρες) y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.

        Texto 3 – Tit 1,5-8 [los presbíteros]

5El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené. 6Si [hay] alguno, sea irreprochable (ἀνέγκλητος), varón de una sola mujer (μιᾶς γυναικὸς ἀνήρ), cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje  ni de rebeldía. 7En efecto, es necesario (δεῖ) que el obispo, como administrador de Dios, sea irreprochable (ἀνέγκλητον); no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios, 8sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso (ὅσιον), dueño de sí (ἐγκρατῆ).

        No pertenece a los objetivos del presente estudio entrar en el problema de la diferenciación interna del sacramento del orden en la Iglesia de los orígenes. Ciertamente resulta incuestionable la diferenciación entre el diaconado y el episcopado-presbiterado,

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9.11.19

Celibato y continencia. Por el P. Dr. Christian Ferraro (1-4)

El Padre Christian Ferraro es sacerdote católico, especialista en Santo Tomás de Aquino y Cornelio Fabro y ex profesor de Metafísica de la Pontificia Universidad Lateranense.

A raíz de la reciente discusión en el Sínodo del Amazonía acerca de la ordenación sacerdotal de hombres casados, ha realizado este estupendo trabajo que ahora comenzamos a publicar en cuatro entregas para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE


Celibato y continencia

P. Dr. Christian Ferraro

 

 

Con los tapones de punta: advertencias previas contrarias a toda corrección política

 

        No espere el paciente lector encontrar en el presente escrito consideraciones acerca de la importancia y excelencia de la castidad consagrada, de su enorme utilidad para la vida espiritual, de su función de signo trascendente y demás cosas que todo católico medianamente formado más o menos conoce o intuye. El presente escrito es de carácter estrictamente exegético e histórico, y no propiamente espiritual, en el sentido de la espiritualidad católica. Por eso mismo el escrito no es apologético ni polémico y no pretende abrir disputa ni, menos aún, debate alguno; tampoco se reduce al menudeo de una discusión con los evangelistas o protestantes en general, ni procura contrarrestar los delirios de quienes sostienen que el Señor no contrajo matrimonio porque las circunstancias de la vida no se lo habrían permitido o salir al cruce de las trasnochadas fabulaciones de quienes hipotizan morbosamente alguna historia secreta con la Magdalena.

    

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