Entre el laxismo y el rigorismo: los cismas de Novato y Novaciano

Por la Prof. Andrea Greco

Ante el revuelo levantado por la Exhortación apostólica Amoris Laetitia quiero detenerme en un aspecto que se deriva de la lectura del n. 296. En este párrafo el Papa se cita a sí mismo cuando expresa:

“Dos lógicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar […] El camino de la Iglesia, desde el concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración […] El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero […] Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita”[1].

 

A continuación aclara a qué se refiere con integrar a todos:

“Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren” (n. 297).

Cuando leo estos párrafos de la Exhortación y el artículo - comentario de la misma, hecho por el P. Antonio Spadaro, amigo y consejero de Francisco, encuentro correlación directa:

“Con la humildad de su realismo, la Exhortación “Amoris lætitia” se sitúa dentro de la gran tradición de la Iglesia, remontándose de hecho a una antigua tradición romana de misericordia eclesial hacia los pecadores. La Iglesia de Roma, que desde el siglo II había inaugurado la práctica de la penitencia por los pecados cometidos después del bautismo, estuvo a punto de provocar, en el siglo III, un cisma por parte de la Iglesia del Norte de África, guiada por San Cipriano, porque ésta no aceptaba la reconciliación con los “lapsi”, es decir, los apóstatas durante las persecuciones, que de hecho eran mucho más numerosos que los mártires. (…) la Iglesia de Roma siempre ha rechazado una “Iglesia de puros” prefiriendo el “reticulum mixtum”, a saber: la “red compuesta” por justos y pecadores de la que habla San Agustín en  el “Psalmus contra partem Donati". La pastoral del “todo o nada” les parece más segura a los teólogos “tucioristas”[2], pero lleva inevitablemente a una “Iglesia de puros". Valorando ante todo la perfección moral como un fin en sí misma, desgraciadamente se corre el riesgo de tapar de hecho muchos comportamientos hipócritas y farisaicos”[3].

Por estas razones parece especialmente oportuno estudiar esta cuestión de los lapsi o caídos, ya que se quiere identificar con aquellos “rigoristas” o cismáticos novacianos a los que eleven sus críticas ante las posturas actuales de la Iglesia, en particular las presentadas en las discusiones sinodales y las reacciones ante la Amoris Laetitia.

El problema de los lapsi

            Escribe el historiador francés, Daniel-Rops que por admirable que se nos presente esta Iglesia primitiva de los primeros siglos del cristianismo, no conviene idealizarla y cerrar los ojos sobre las dificultades que encontró. “Pues el hombre sigue siendo el hombre, incluso cuando el Espíritu de Dios está muy cerca de su alma, y en aquella turbulenta atmósfera fue menester no menos que una sabiduría sobrenatural para dirigir con firmeza la barca de Pedro a través de innumerables escollos”[4].

Las dificultades dependían de muchas causas. Por ello es que hubo discusiones doctrinales, tácticas y psicológicas. Es comprensible que el mantenimiento de una unidad sin fisura en un grupo humano de pequeñas dimensiones, resultó relativamente fácil; pero esto se hizo cada vez más difícil y complejo cuando la Iglesia se fue convirtiendo en una gran entidad extendida por un espacio inmenso y que abarcaba a todas clases. Así empezaron los roces y fricciones.

Este problema se produjo cuando empezaron durante el Imperio Romano las feroces persecuciones contra los cristianos. El emperador Decio estaba convencido de que la fidelidad al culto de Roma y de Augusto era el fundamento del Imperio así es que tomó la decisión de restablecer el culto para lo cual, en el año 250, publicó un edicto contra el cristianismo, presentado como enemigo de la religión oficial. Todos debían comparecer y ofrecer sacrificios a los dioses, de no hacerlo serían castigados con la confiscación de bienes, amenazas, tormentos y hasta con la muerte. Escribe el P. Alfredo Sáenz que:

“Lo peor del decreto de Decio era la facilitación del gesto de apostasía: bastaba con arrojar un gra­nito de incienso al fuego en honor de los dioses, para dar suficiente prueba de adhesión a la religión pagana oficial. Parece que en caso de duda se le pedía al sospechoso que pronunciase una fórmula blasfema en repudio de Cristo. Luego se le obliga­ba a participar en un banquete, donde debía co­mer carne de víctimas inmoladas y beber vino con­sagrado a los ídolos. Una especie de remedo de la comunión cristiana. Luego se le entregaba un certificado, fechado y firmado. Esta persecución se caracterizó por la lentitud de sus procedimientos, con un calculado recurso a la seducción y a las torturas. A veces se dejaba que el acusado perma­neciese durante varios meses en un calabozo, de modo que pudiera reflexionar. Los católicos bien formados entendieron claramente que lo que se les exigía -el grano de incienso y la comida ritual- constituía una negación de su fe. Pero el período de relativa paz precedente había ablandado a mu­chos de ellos. Ser cristiano en tiempos de paz no costaba demasiado, pero ahora resultaba heroico. De ahí que en esta persecución, que llegó a todas las regiones del Imperio, aunque no en todas con el mismo rigor, si bien no pocos se comportaron de manera heroica, como Orígenes, que torturado a pesar de su vejez, resistió a todos los tormentos, fueron numerosos los que defeccionaron, tanto obispos como fieles cristianos”[5].

Este Edicto general contra los cristianos de Decio fue la base jurídica para la persecución. Por éllos procónsules o gobernado­res provinciales quedaban facultados para exigir de todos los súbditos del Imperio lo que se les imponía. Esto era el reconocimiento de la religión del Estado, sea ofreciendo alguna libación o sacri­ficio, sea participando en los banquetes sagrados, aunque sólo fuera quemando un grano de incienso. Lo que importaba era que dieran una muestra exterior de adhesión al culto pagano. Los que habían cumplido con este requisito, recibían del magistrado un billete de confirmación, y su nombre era incluido en las listas oficiales.

El edicto comenzó a aplicarse en todo el Imperio con extra­ordinario rigor, lo cual es una característica de estas últimas perse­cuciones. Escribe Llorca que “en la persecución se buscaba con preferencia a los obis­pos y demás dirigentes, algunos de los más significados, y por eso mismo más perseguidos, se ocultaron, procurando, desde sus escon­drijos, animar a todos a la fortaleza y perseverancia. Entre éstos se distinguieron San Cipriano de Cartago, San Gregorio Tauma­turgo y San Dionisio de Alejandría” [6].

El cristianismo obtuvo finalmente la victoria pero después de una larga y dura batalla. Dice Dawson que “la Iglesia creció bajo la sombra del hacha y la vara del verdugo. Y todo cristiano vivía en el peligro de la tortura y de la muerte”[7]. La idea del martirio está omnipresente en la vida del cristianismo primitivo pero no era sólo un temor, sino también un ideal y una esperanza. Sin embargo, hubo cristianos que a la vista de los tormentos y grandes castigos cayeron en la apostasía, por eso se los llamó lapsi que quiere decir caídos:

“No debemos pensar que ante las persecuciones todos mostraron la misma fortaleza. Fueron mu­chos los que vacilaron y desertaron. Ni fue sólo el miedo la causa de tales defecciones. Hubo obispos que pensaron poder preservar, junto con la propia vida, el porvenir de su comunidad, a costa de una traición que juzgaban sólo aparente. Ya lo hemos señalado, pero reiterémoslo ahora, que entre los renegados, a los que llamaban lapsi, caídos, los hubo de tres clases: los sacrificati, que habían consentido en ofrecer un sacrificio a los dioses; los thurificati, que sólo habían aceptado quemar incienso ante imágenes divinas, en especial ante la del Emperador, con lo cual algunos magistrados se daban por satisfechos; y, por fin, aquellos, más astutos, que a fuerza de dinero o por sus relaciones lograban que, borrasen sus nombres de los registros de los sospechosos o se les extendiese certificados -libelli- fal­sos de sacrificio, de donde el nombre de libellatici que se les daba”[8].

Como bien dice Dawson, “el mártir era el acabado cristiano: era el campeón y el héroe de la nueva sociedad en su lucha con la antigua, y aun los cristianos que habían defeccionado al momento de la prueba –los lapsi (caídos)– veían en los mártires a sus salvadores y protectores”[9].

O sea que si bien los mártires fueron muchísimos, también lo fueron las apostasías. Como señala Bernardino Llorca, con astucia para sus fines “los magistrados romanos preferían hacer renegados o apóstatas a mártires, y por lo mismo empleaban toda dase de medios para ello: palabras, halagos; se echaba mano de todo lo imaginable para hacer vacilar en la fe”[10]. Entre los cristianos fieles y perseverantes produjo esto un efecto tristísimo, por lo cual se explica la diversidad de calificativos que aplicaron a estos apóstatas y el horror con que los miraban. Entre los diferentes tipos de lapsi (sacrificati, thurificati o libellatici) había algunas sutiles diferencias particularmente con los últimos porque:

“Como en realidad no habían ofrecido ni sacrificio ni incienso, estos cristianos quedaban con la conciencia más o menos tranquila. Naturalmente, aunque haya algún matiz y circunstancia que dis­minuyen su gravedad, el pecado de apostasía era fundamentalmente el mismo, y por esto la Iglesia aplicó las mismas penas contra los sacrificados e incensados como contra los libeláticos, que fue el calificativo que se dio a estos apóstatas. Mas, por otra parte, como las apariencias de esta conducta eran tan seductoras, la plaga de los libeláticos fue verdaderamente grande y dio origen más tarde a grandes discusiones y contiendas”[11].

El Cisma de Novaciano

Ante el problema de la conducta de los lapsi surgirán las diferencias acerca de cómo proceder cuando, pasada la persecución, estos pedían volver a la fe cristiana. Como enseña Llorca: “Al terminar la persecución de Decio eran muchos los apóstatas, sobre todo los libeláticos, que pedían su readmisión en la comunidad cristiana, con lo que se planteaba un nuevo problema para la Iglesia”[12].

En Roma, el Papa San Cornelio tomó una serie de disposiciones acerca de las condiciones penitenciales que debían cumplir los lapsi para ser readmitidos. Contra el Papa se levantó el presbítero Novaciano (quien en realidad estaba muy ofuscado por la elección de Cornelio como Pontífice) reclamando rigor:

“La base doctrinal la formaba el extremo rigorismo en la cuestión de los lapsi, fueran sacrificados, fueran libeláticos. En ningún caso se les podía, según él, conceder perdón, como tampoco tenía poder la Iglesia para perdonar los otros pecados capitales gravísimos. Según Novaciano, la Iglesia debía mantenerse pura, y se mancillaba con la admisión en su seno de aquellos pecadores, que debían ser excluidos de su seno para siempre. Esta idea de suma limpieza en los miembros de la Iglesia (ellos se llamaban puros) fascinaba a muchos, por lo cual Novaciano tenía muchos adeptos. Así se explica la tenaz oposición que encontró el papa Cornelio, quien se mantenía firme en su decisión de conceder el perdón a los apóstatas después de la debida penitencia. El cisma se fue afianzando más, y con este carácter de rigorismo exagerado se mantuvo varios siglos”[13].

En una antigua historia de la Iglesia leemos que San Cornelio reunió un concilio en Roma que aprobó lo dispuesto en Cartago y excomulgó a Novaciano que acusaba de “sobrado indulgentes los decretos del concilio de Roma”[14]. Novaciano siguió adelante con su cisma si bien con el tiempo se fue desacreditando “más y más el cruel error de los novacianos”[15].

 

El cisma de Novaciano, alteró a la Iglesia en el siglo III, como escribe Dawson, “Novaciano declaróse campeón de la intransigencia. Después de muchas discusiones, el Concilio de Roma arrojó de la Iglesia a Novaciano, quien fundó una contra-iglesia, a la cual suministraron adeptos, ante todo, el África, país de los ardores excesivos, e incluso las Galias y el Asia Menor”[16]. Novaciano murió bajo la persecución de Valeriano y su secta le sobrevivió en Oriente hasta el comienzo del siglo IV, entroncando con el cisma de los donatistas.

A este cisma novaciano es al que se refiere explícitamente el P. Spadaro en la cita que mencionábamos al comienzo y de modo indirecto los n. 296 y 297 de la Exhortación papal. Sin embargo, el problema es más complejo ya que el cisma de Novaciano fue contemporáneo a otro cisma el de Novato y Felicísimo.

El cisma de Novato

La cuestión planteada era verdaderamente delicada. San Cipriano, obispo en Cartago al norte de África tuvo una destacadísima actuación en dirimir este asunto. Como escribe Dawson la discusión versaba acerca de:

“¿Cabía condenar sin apelación a esa pobre gente cuyos nervios no habían sido lo bastante sólidos para arrostrar los más horribles suplicios? El mismo San Cipriano excusaba la falta de quienes habían cedido simplemente al miedo. Y efectivamente, eran sin duda menos peligrosos para el porvenir de la Iglesia que ciertos falsos confesores, ciertos profesionales del martirio que, con sólo haber recibido algunos golpes, se abroquelaban con ellos para amonestar a toda la jerarquía y para vivir en una fructuosa pereza. Durante la misma persecución se estableció el uso de que los auténticos confesores de la fe, los mártires a punto de ser llevados al suplicio, o aquellos a quienes la casualidad había hecho escapar de él, intercedieran en favor de sus hermanos más débiles y les entregasen unos certificados que, absolviéndolos, los reintegraban a las comunidades”[17].

Pedro Ribadeneyra al hablar de San Cipriano describe a Novato como amigo de novedades, avaro, arrogante e hinchado y como una llama de fuego para abrasar en sus sediciones al mundo y como un torbellino y tempestad para dar al través con la fe[18]. Novato y Felicísimo adoptaron la costumbre de perdonar inmediatamente a los lapsi sin exigirles penitencia pública para obtener el perdón:

“En África se fue introduciendo la costum­bre de que los confesores, valiéndose del ascendiente que les daban sus sufrimientos por la fe, les daban fácilmente los llamados billetes de paz (libelli pacis), con los cuales debían ser dispensados de la penitencia pública impuesta por su pecado y ser admitidos luego a reconciliación”[19].

Al frente de este movimiento se pusieron Novato y Felicísimo, contrincantes de San Cipriano, promoviendo con ello gran confusión en las conciencias. Esta práctica, por conmovedora que pareciera, era también peligrosa, pues abarataba demasiado la apostasía. Equiparaba a la apostasía con un pecado cualquiera. En el año 251-252 cuando cesó la persecución San Cipriano reunió un Concilio en Cartago, donde se estableció la penitencia que debían cumplir los lapsi. Como era de suponer, no se contentaron con esto Novato y Felicísimo. Se declararon en rebeldía e iniciaroncon esto un cisma local, cisma de Felicísimo, que duró bastante tiempo[20]. Felicísimo se presentó ante el Concilio, se le oyó, después de lo cual Novato, el propio Felicísimo y sus seguidores fueron excomulgados[21].

Lo curioso, entonces fue que el mismo problema suscitó dos reacciones completamente opuestas contra la Iglesia en sus mejores hombres: la extrema indulgencia de Novato y Felicísimo en Cartago, frente a San Cipriano, y el rigorismo exagerado de Novaciano en Roma, frente al papa Cornelio. Ambos cismas se unieron y Novato y Novaciano hicieron un acuerdo: La extrema indulgencia se unía con el extremo rigor en la lucha contra los representantes de la ortodoxia.

La postura de la Iglesia

Faltaría pues para concluir saber cuál fue en definitiva la postura de la Iglesia, representada en este caso por San Cipriano, Obispo de Cartago y San Cornelio, Papa y Obispo de Roma.

San Cornelio siguiendo la actuación del Obispo de Cartago, reunió un Concilio en Roma donde fueron condenados Novato, Novaciano y sus secuaces. Pero además la Iglesia, por iniciativa de San Cipriano, trazó la vía media entre el rigor excesivo y la peligrosa indulgencia, en el concilio de Cartago y también en el de Roma: los lapsi que se arrepintiesen sinceramente de su traición serían sometidos a duras penitencias canónicas, después de las cuales se les daría la absolución[22]. Misericordia, pues, para todo pecado, pero luego de una justa y severa penitencia pública:

“Condenados los cismáticos, se trató en el Concilio de los caídos: se alegaron por una y por otra parte varios textos de la Escritura; y se tomó el temperamento de no quitarles del todo la esperanza de la reconciliación: no fuese que desesperados viviesen después como gentiles, o se uniesen a los herejes y cismáticos. Pero para sostener al mismo tiempo la santa severidad del evangelio, no se les concedió muy fácilmente la comunión, sino alargando la penitencia, implorando con arrepentimiento la divina misericordia, y examinando las causas, los afectos y las necesidades de cada uno en particular”[23].

San Cipriano intervino con la mayor suavidad, pero juntamente con la energía dispensable. En el sínodo de Cartago tomó las siguientes medidas: a los sacrificatti se les impuso penitencia perpetua, y solamente se les concedía perdón en la hora o muerte. A los libellaticci, solamente penitencia temporal, limitando notablemente la concesión de los billetes de paz[24]. Un caso aparte era el de los sacerdotes y Obispos caídos en apostasía, en cualquiera de sus formas, a quienes se concedía el perdón con las mismas penitencias que el resto de los cristianos pero no se les devolvía el poder de ejercicio sacerdotal. En Roma el Papa San Cornelio tomó medidas similares a las dispuestas en Cartago.

Para formarse idea cabal de cómo se instaba a estos cristianos caídos en apostasía a pedir misericordia para volver al redil vale la pena detenerse en alguno de los párrafos del Tratado de lapsi, escrito por San Cipriano.

1º- San Cipriano resalta la gravedad de la falta cometida por los lapsi:

“A las primeras palabras de amenaza del enemigo, inmediatamente la mayor parte de los hermanos traicionó su fe y no esperó a que le derribara el ímpetu de la persecución, sino que se derribaron ellos mismos con voluntaria caída”. (VII)

“No esperaron, al menos, a ser detenidos para subir a sacrificar, ni a ser interrogados para negar su fe. Muchos fueron vencidos antes de la batalla, derribados sin combate, y no se dejaron a sí mismos el consuelo de parecer que sacrificaban a los ídolos a la fuerza. De buena gana corrieron al foro, espontáneamente se precipitaron a la muerte, como si fuera ello cosa que de tiempo estaban deseando, como si aprovecharan ocasión que se les ofrecía, que de buena gana hubieran ellos buscado”. (VIII)

2º- El amor a sí mismo y a las riquezas materiales como principal causa de la caída.

“No debemos, hermanos, disimular la verdad ni callar lo que dio ocasión y fue causa de nuestra herida. A muchos engañó su amor ciego a la hacienda, y no podían estar preparados ni expeditos para la retirada aquellos a quienes ataban, como con trabas, sus riquezas. Éstas fueron las ataduras de los que se quedaron; éstas, las cadenas con que se retardó el valor, quedó oprimida la fe, atada la mente, cerrada el alma, de suerte que quienes estaban pegados a lo terreno vinieron a ser presa y comida de la serpiente, que, según sentencia de Dios, se alimenta de tierra”. (XI)

3º- Fustiga la falsa idea de misericordia que todo lo perdona, dejando al pecador en su pecado, llamándola “nuevo género de estrago” que afloja “la disciplina de la comunión”.

“¿Qué heridas pueden mostrar los vencidos, qué llagas de las abiertas entrañas, qué torturas en los miembros, cuando no cayó la fe tras la lucha, sino que la perfidia previno todo combate? Ni excusa tampoco al derrotado la necesidad de su crimen, cuando el crimen es de la voluntad. Y no es que pretenda, al hablar así, sobrecargar la culpa de los hermanos, sino que quiero más bien instigarlos a la súplica de la satisfacción. Pues, como está escrito: Los que os llaman felices, os llevan a un error y turban el camino de vuestros pies (Is. 3, 12); el que pasa blandamente la mano sobre el pecador, con halagos de adulación, no hace sino fomentar el pecado, y no reprime así los delitos, sino que los alimenta; mas el que con más fuertes consejos reprende y juntamente instruye a su hermano, le pone en camino de su salvación. A los que yo amo—dice el Señor—, los reprendo y castigo (Apoc. 3, 19). De este modo, conviene también que el sacerdote del Señor no engañe con ilusorios obsequios, sino que provea de saludables remedios. Imperito médico es el que con mano indulgente va rozando los hinchados senos de las llagas, y mientras conserva el veneno encerrado allá en los profundos rincones, lo amontona más y más. Es preciso abrir la herida y cortarla, y, una vez eliminada toda la podre, hay que aplicarle enérgico remedio. Que vocifere y grite y se queje el enfermo, que no resiste al dolor; luego, al sentirse sano, nos dará las gracias”. (XIV)

“Y es que ha surgido, hermanos amadísimos, un nuevo género de estrago, y como si hubiera sido poca la furia de la tormenta de la persecución, se ha juntado, para colmo de desdicha, bajo capa de misericordia, un mal engañoso y una blandura perniciosa. Contra el vigor del Evangelio, contra la ley del Señor y de Dios, por temeridad de unos cuantos, se afloja en favor de incautos la disciplina de la comunión y se concede una paz inválida y falsa, peligrosa para los que la dan y sin provecho alguno para los que la reciben. No soportan la espera de su salud ni quieren la verdadera medicina que ha de venirles de la satisfacción de su culpa. La penitencia está excluida de sus pechos, se les ha ido de la memoria el más grave y extremo delito. Se tapan las heridas de los que están a punto de muerte, y una llaga mortal, que está clavada en las más hondas y ocultas entrañas, se cubre con simulado dolor. Apenas vueltos de las aras del diablo, se acercan al sacramento del Señor con sucias manos que apestan de olor a grasa de los sacrificios; mientras están todavía poco menos que eructando los mortíferos manjares de los ídolos, y sus gargantas exhalan aún su crimen y despiden olor de aquellos funestos contactos, se precipitan sobre el cuerpo del Señor, cuando la Escritura divina les sale al encuentro y les dice a gritos: Todo el que estuviere limpio, comerá la carne, y toda alma que comiere de la carne del sacrificio saludable que es del Señor y tuviere sobre sí su inmundicia, esa alma perecerá de su pueblo (Lev. 7, 20). Y el Apóstol, igualmente, protesta y dice: No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios: no podéis comulgar en la mesa del Sentir y en la mesa de los demonios (1 Cor. 10, 21). Y él mismo amenaza a los contumaces y los denuncia diciendo: Quienquiera comiere el pan y bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Cor. 11, 27)”. (XV)

4º- En vez de expiar sus culpas agregan un nuevo pecado: “se hace violencia a su cuerpo y a su sangre, y más ofender ahora al Señor”.

“Saltando por encima de todo esto y despreciándolo todo, antes de expiar sus culpas, antes de hacer pública confesión de su crimen, antes de limpiar su conciencia con el sacrificio e imposición de manos del sacerdote, antes de aplacar la ofensa del Señor indignado y amenazante, se hace violencia a su cuerpo y a su sangre, y más ofenden ahora al Señor con sus manos y boca que antes cuando le negaron. Tienen por paz esa que algunos van vendiendo con falaces palabras. Ésa no es paz, sino guerra, y no se une a la Iglesia el que se separa del Evangelio”. (XVI)

5º- Sólo el Señor otorga la misericordia si alguno “temerariamente piensa que puede otorgar a todo el mundo el perdón de los pecados” daña a los caídos.

“Sólo el Señor puede otorgar misericordia. Perdón de pecados que contra Él se cometieron, sólo Él puede concederlo, que llevó sobre sí nuestros pecados, que por nosotros sufrió dolor, a quien Dios entregó por nuestros pecados. El hombre no puede ser mayor que Dios y no puede el siervo remitir y condonar por propia indulgencia lo que con delito más grave se cometió contra su Señor, no sea que se le impute también al caído por crimen el ignorar que está predicho: Maldito el hombre que su esperanza pone en otro hombre (Jer. 17, 5)”. (XVII)

“Por lo demás, si alguno, con precipitada prisa, piensa temerariamente que puede otorgar a todo el mundo el perdón de los pecados, o se atreve a rescindir los mandamientos del Señor, sepa que no sólo nada aprovecha a los caídos, sino que más bien les daña. Es provocar la ira no observar la sentencia y pensar que no debe ante todo suplicar de la misericordia del Señor, sino, despreciando al Señor, presumir de la propia facilidad”. (XVIII)

6º- El mismo principio evangélico que hace al martirio es valioso, hace a la apostasía enormemente grave.

“En el Evangelio habla el Señor y dice: El que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos, y al que me negare, yo también le negaré (Lc. 12, 8). Si no niega al que niega, tampoco confiesa al que confiesa. No puede el Evangelio mantenerse en una parte firme y vacilar en otra. O tienen valor ambas partes, o ambas han de perder la fuerza de verdad. Si los que niegan no son reos de crimen alguno, tampoco los que confiesan reciben premio alguno de su valor. Ahora bien, si la fe que venciere es coronada, preciso es que la perfidia vencida reciba su castigo”. (XX)

7º- La verdadera misericordia es mostrar al pecador la necesidad de arrepentirse de su pecado y purgarlo.

“Si se ruega de todo corazón, si se gime con sinceros lamentos y lágrimas de penitencia, si con justas y continuas obras se dobla al Señor para el perdón, no hay duda que puede alcanzarse misericordia de Aquel que prometió su misericordia diciendo: Cuando te hubieres convertido y gimieres, entonces te salvarás y sabrás dónde estuviste (Is. 30, 15). Y en otro lugar: No quiero la muerte del que muere, sino que se convierta y viva (Ecl. 33, 11). Y el profeta Joel, por aviso del Señor mismo, declara la piedad del Señor diciendo: Volved –dice– al  Señor Dios vuestro, porque es misericordioso y piadoso y paciente y de mucha compasión y que puede revocar la sentencia pronunciada contra la maldad (Joel 2, 13). Él puede conceder indulgencia, Él puede revocar su propia sentencia. Al penitente, al operante, al rogante, puede clementemente perdonarle, puede aceptar cuanto por los tales pidieren los mártires e hicieren los sacerdotes”. (XXXVI)[25]

En conclusión, el camino de la misericordia no era, en el caso que hemos estudiado, el del perdón unilateral de los pecados, sino el de instar al pecador al sacrificio y la penitencia pública ya que público había sido el pecado. Instar al pecador a pedir la misericordia al Señor, único que puede darla, y reformar la vida en cumplimiento de las máximas del Evangelio. La historia de la Iglesia, por tanto no estuvo recorrida por dos lógicas: marginar e integrar; sino por tres: ante la lógica del rigor y la marginación, así como ante la lógica del laxismo y la integración a como dé lugar, se alzó la lógica del Evangelio.

Prof. Andrea Greco 

 


[1] Amoris Laetitia, n. 296, nota al pie 326: Homilía en la Eucaristía celebrada con los nuevos cardenales (15 febrero 2015): AAS 107 (215), 257.

[2] Sistema moral según el cual en la duda de conciencia entre dos opiniones conflictivas hay que seguir siempre la opinión en favor de la ley, ya que éste es el camino más seguro, aunque las razones en favor de la propia libertad sean más fuertes e incluso probabilísimas.

[3] Antonio Spadaro S.I., «AmorisLaetitia» Struttura e significatodell’Esortazioneapostolica post-sinodale di Papa Francesco, p. 126. http://www.laciviltacattolica.it/articoli_download/extra/SPADARO-AMORIS_LAETITIA.pdf

[4] Daniel-Rops. La Iglesia de los Apóstoles y de los mártires, Barcelona, Luis de Caralt, 1955, cap. VII, p. 348.

[5] Alfredo Sáenz. La Nave y las tempestades, Buenos Aires, Gladius, 2009, t. I, p. 84-85.

[6] Bernardino Llorca. Historia de la Iglesia Católica, Madrid, B.A.C., 1964, t. I, 273-274.

[7] Christopher Dawson. Historia de la Cultura Cristiana, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 100.

[8] Alfredo Sáenz. La Nave…, Op. Cit., p. 116-117.

[9] Christopher Dawson. Historia de la…, Op. Cit., p. 100.

[10] Bernardino Llorca. Historia…, Op. Cit., p. 273.

[11] Bernardino Llorca. Historia…, Ibidem,  p. 273-274.

[12] Bernardino Llorca. Historia…, Ibidem,  p. 278.

[13] Bernardino Llorca. Historia…, Ibidem, p. 279.

[14] Félix Amat de Palau y Pont. Tratado de la Iglesia de Jesucristo ó Historia eclesiástica, Volumen 4, Madrid, Benito García y Cía, 1806, p. 43.

[15] Félix Amat de Palau y Pont. Tratado…, Ibidem, p. 45.

[16] Daniel-Rops. La Iglesia de los…, Op. Cit., p. 384.

[17] Daniel-Rops. La Iglesia de los…, Ibidem, p. 383.

[18] Pedro de Ribadeneyra. Flos Sanctorum de las Vidas de los Santos, Ed. Juan Piferrer, 1734 t. 3, p. 24-29.

[19] Bernardino Llorca. Historia…, Op. Cit.,  p. 278.

[20] Bernardino Llorca. Historia…, Ibidem, p. 278-279.

[21] Félix Amat de Palau y Pont. Tratado…, Op. Cit., p. 41.

[22] Daniel-Rops. La Iglesia de los…, Op. Cit., p. 384.

[23] Félix Amat de Palau y Pont. Tratado…, Op. Cit., p. 41.

[24] Bernardino Llorca. Historia…, Op. Cit., p. 278-279.

[25] San Cipriano, Tratado de lapsi, http://fundacionsanvicenteferrer.blogspot.com.ar/2011/06/el-tratado-de-lapsis-de-san-cipriano.html

 

 

44 comentarios

  
Néstor
Muy oportuno el "post".

Saludos cordiales.
21/04/16 1:05 PM
  
Néstor
Me muero con la foto !!:)

Saludos cordiales.
21/04/16 1:05 PM
  
antonio
Excelente la verdadera misericordia, estar apegados a los bienes de esté mundo, no pensar en las almas, "El que no me confesare adelante de los hombres, no lo confesaré a mi padre celestial que está en los cielos"Tremenda setencia!!!!!!!!Ahora hay mártires que confiesan a Dios, en Siria, tantos lugares, China etcLa EUCARISTIA,la falta de FE!!!!!!!!
Concedamos que en esté momento hay un laxismo, total,para hablar humananmente, un relajo total, en las comunidades Cristianas, no martiriales.Los Modernistas, no todos,,recuerdo siempre al LOCO, Italo Zampa, Iglesia, pobrisima, el vivia en un lugar muy porbre,no volaba una mosca por respeto al Santisimo, el habito, con su ponchito a pie por las noches recorriendo, la zona, con su habito, muy enfermo, en las grandes epocas de la iglesia, las ceremonias erán larguisimas, en se las pasaba horas en el confesionario, SOLO!!!! etc
Muere y hacen una Iglesia, muy moderna, teléfono, sacerdote sin habito, teléfono, no está en la parroquia, auto etc
Que Voto de pobreza!!!!!!

Que Dios lo bendiga y lo haga con la IGlesia.
21/04/16 1:39 PM
  
Palas Atenea
Oportunísimo, padre. Efectivamente no es fácil encontrar el punto medio en una cuestión tan espinosa. Pero, a mi modo de ver, hay una diferencia fundamental entre la iglesia primitiva y la actual: la penitencia.
Entonces la penitencia era proporcional al pecado pero hoy ha desaparecido. Ya no hay penitentes. "Si con justas obras se dobla al Señor para el perdón, no hay duda que alcanzara misericordia".
En cambio hoy la misericordia es gratis et amore con lo cual el apóstata, lo mismo que el adúltero no tienen que dar muestra ninguna de arrepentimiento. Novaciano era un fundamentalista inmisericorde pero Novato se pasaba de liberal. El que ambos se unieran después es rocambolesco.

21/04/16 1:49 PM
  
Palas Atenea
Por otra parte es de suponer que este mismo problema se estará dando actualmente en Oriente porque, si la conversión al Islam ayuda a salvar la vida, muchos se convertirán. Ya lo hicieron los norteafricanos cuando las invasiones islámicas y muchos de los cristianos que quedaron atrapados en el Califato de Córdoba. La idea idílica y mentirosa de que los mozárabes vivían felizmente en "La España de las Tres Culturas" no se sostiene, de los mozárabes no ha quedado más que su liturgia porque vivían en condiciones de siervos de la gleba y aculturizados totalmente.
21/04/16 1:56 PM
  
aiya_meldor
Magnífico, no puedo decir más.
21/04/16 4:59 PM
  
Pablo
Excelente artículo.
Lo que pasa es que el problema de los divorciados arrejuntados es, yo lo veo así, diferente. Pues al no haber propósito de enmienda ninguno (insisten en seguir en su pecado) también es cuestionable que exista arrepentimiento.
Se puede perdonar un asesinato, una vida de pecado, violencia, robo... y hasta la apostasía. Pero después de una conversión de espíritu y por tanto de vida.
¿Perdonaría la Iglesia a un lapsi que después de confesarse fuese al banquete pagano? Creo que no. Y ese es la diferencia (que no es poca). Ahora se ve que se puede perseverar en el pecado que la Iglesia, en lugar de reprender con la verdad, ha decidido cubrir las llagas del pecado con la alegría del amor.
21/04/16 5:16 PM
  
Juan de los Palotes
Excelente post, muchas gracias!
Padre, quería preguntarle si el tiempo penitencial establecido (a perpetuidad o temporal, según el caso) tiene vinculación con las Indulgencias. ¿Fueron las indulgencias formas de liberar a los penitentes de las penas temporales por sus pecados pasados? ¿Un penitente a perpetuidad podía ver terminado su tiempo mediante una Indulgencia Plenaria?
Atención, para que nadie vea segundas intenciones en la pregunta: me refiero a los pecados PASADOS, como por ejemplo a la apostasía en un momento de debilidad. No al estado actual o continuado, como podría ser el adulterio.
Le agradecería su Ud o cualquier otra persona me aclara.
Gracias!
21/04/16 5:26 PM
  
Almudena 1
Ni la Misericordia es gratis ni la Misericordia tiene un precio. Sólo Dios perdona nuestros pecados porque solo El los cargó, nadie es dueño de regalar Misericordia ni de cobrarla. Creo que las prácticas penitenciales de La Iglesia Primitiva eran excesivas, Cristo no actuó así tampoco. Pedro apostató, su lagrimas y su arrepentimiento hicieron que Nuestro Señor le confiara después Su Iglesia, no lo mantuvo penitenciando meses. Al buen ladrón le prometió ese mismo día El Paraíso, y todos los demás casos que conocemos por Los Evangelios. Lo que sí está claro es que para alcanzar Su Misericordia es necesario el arrepentimiento, no un remordimiento no, un verdadero arrepentimiento y lo que ello conlleva. ¡Qué responsabilidad más grande tenéis los sacerdotes! Rezo por vosotros.
21/04/16 5:32 PM
  
Menka
"sino el de instar al pecador al sacrificio y la penitencia pública ya que público había sido el pecado."

Evidentemente, el Papa juzgó como Dios manda y como debe ser.
21/04/16 6:13 PM
  
Hermenegildo
Spadaro acusa a San Cipriano de heterodoxia cuando dice: "La Iglesia de Roma, que desde el siglo II había inaugurado la práctica de la penitencia por los pecados cometidos después del bautismo, estuvo a punto de provocar, en el siglo III, un cisma por parte de la Iglesia del Norte de África, guiada por San Cipriano, porque ésta no aceptaba la reconciliación con los “lapsi”, es decir, los apóstatas durante las persecuciones, que de hecho eran mucho más numerosos que los mártires".

Sin embargo, como afirma el prof. Greco, "la Iglesia, por iniciativa de San Cipriano, trazó la vía media entre el rigor excesivo y la peligrosa indulgencia, en el concilio de Cartago y también en el de Roma": Además, los cristianos del Norte de África que cayeron en la heterodoxia no pecaron de rigoristas, sino de todo lo contrario, como prueba el cisma de Novato.
21/04/16 6:33 PM
  
Palas Atenea
Almudena 1: ¿Crees que Pedro no penitenció hasta la cruz de la Colina Vaticana? Dimas fue el vendimiador de última hora. Se puede vendimiar desde la primera hora o desde la última, pero si empiezas tu trabajo y te sientas a media mañana no te darán la soldada.
A lo que lleva el arrepentimiento, si no es en el último suspiro, es a un cambio de vida y ese cambio de vida lleva la penitencia incorporada.
21/04/16 6:46 PM
  
Ranniel
Bien dicho, Gloria a Dios por la claridad que nos dan ustedes en este portal simplemente católico.
21/04/16 7:18 PM
  
Gramgus
La cuestión, creo, es simple, sin arrepentimiento no se te perdonan los pecados a pesar de ir a confesarte, eso esta claro.
Por el otro lado, las penitencias y sobretodo el interés del pecador en cumplirlas son un clarisimo acto de arrepentimiento, de querer enmendar el pecado con el bien, y mientras mayor sea la penitencia, mayor acto de contricion.
21/04/16 8:42 PM
  
Luis Fernando
Qué nivel hay en este portal, oiga...

:D
21/04/16 8:42 PM
  
Andrea
Hermenegildo: si bien no es claro en el punto el texto de Spadaro creo, es mi opinión, que no procura acusar a San Cipriano, que lo que quiso decir es que: en la Iglesia de África conducida por San Cipriano en el siglo III hubo un cisma... Lo que sí es claro que oculta el cisma laxista de Novato.
Igualmente como vemos en realidad allí más bien el cisma fue el de Novato y en Roma el de Novaciano. Pero ambos fueron concomitantes.
21/04/16 8:55 PM
  
Martin Ellingham
Lo voy a leer. Lo de las idealizaciones parece promisorio.

Me permito sugerirle que confronte las distintas idealizaciones románticas de otras etapas de la historia de la Iglesia, que suelen ser base de usos ideológicos, no exclusivos de progres.

Saludos.
21/04/16 11:34 PM
  
Almudena 1
No Palas, no, no lo creo. Lo de Pedro fue Amor, puro amor arrepentido, no penitencia impuesta. Penitenció si, pero no en el sentido de la penitencia de la que hablamos, El Amor da, no le quitan.
22/04/16 12:01 AM
  
Gramgus
Palas Atenea:
La verdad es que concuerdo en que las Penitencias son demasiado suaves normalmente.
Me ha pasado que espero que el sacerdote me de una que realmente me sea una forma de enmendarme, algo que me cueste, y poco mas, si le digo que soy un asesino serial, me dice que rece un misterio del rosario.
No se, lo que digo es que me quedo con sabor a poco, esperando más, hasta desilusionado.
22/04/16 2:37 AM
  
Esteban de Alemania
Así que, al proponer una falsa alternativa entre "dos lógicas" que supuestamente "recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar", se crea la cortina de humo necesaria para distraer de que se está obviando y ocultando la única lógica que debe guiar a la Iglesia y que por ello fué clarísimamente reafirmada por los anteriores pontificados: la lógica del Evangelio.

Incluso mas allá de Amoris Laetitia, yo veo una constante de este pontificado en eso de habitualmente crear falsas dicotomías, identificando la práctica tradicional de la Iglesia, cargándola de adjetivos peyorativos, con una de las supuestas alternativas y a la vez "proponiendo" una nueva y opuesta forma de proceder, acogedora y misericordiosa, que por fin sería la de Jesús, nunca realizada todavía hasta ahora por la Iglesia Católica.
22/04/16 9:04 AM
  
Palas Atenea
Almudena: Lo que propones es o la anulación de la penitencia o la penitencia opcional para aquellos que quieran cumplirla. Jesús eligió a Pedro para que apacentara sus ovejas y sus corderos, labor que le iba a llevar a toda una vida de grandes sacrificios: dejó a su familia, se dedicó a la predicación del Reino de Dios y acabó en un cruz romana. Pedro podía haberlo hecho o no, como lo hizo ya demostró con creces su arrepentimiento con penitencia incluida. Ahora bien, si no tienes amor la penitencia no vale, dices, si no tienes amor lo que no vale es la absolución.




22/04/16 9:59 AM
  
Palas Atenea
Tengo que reconocer que a mi ese amor indefinido que hoy gusta tanto me pone de malhumor. ¿Por qué el amor ha de ser vaporoso? El amor suele tener consecuencias y, según cuales sean, adquiere densidad. Jesús vio en Dimas un arrepentimiento verdadero porque era Jesús, pero el cura de mi parroquia no tiene esa posibilidad. Absuelve bajo la condición de que el arrepentimiento sea verdadero, a ser posible de contrición, pero si el pecador es un mentiroso esa absolución no vale. A Dios no se le puede engañar. Admitir a los lapsi otra vez en la Iglesia es conforme a doctrina, al fin y al cabo Pedro negó a Cristo por miedo, pero la respuesta de estos tendría que ser visible como fue la de Pedro. Esperar a que pase la persecución, volver a la Iglesia y ponerse a vender telas en el mercado como si nada hubiese pasado y sin incrementar la caridad, la fe o algo que haga ver a sus hermanos su arrepentimiento no parece de mucho fuste. El fundamento (ganore) que en tiempos pasados era la piedra filosofal del euskaldun es visible a lo largo de la vida de las personas y de ello dependía el crédito personal. A mi abuelo le prestaba dinero un amigo con un apretón de manos, pero él siempre lo devolvió, si no lo hubiera hecho se hubiese convertido en un "ganorabako" sin ningún crédito social. Los lapsi tendrían que arrastrar toda su vida el estigma de su apostasía, que ya era penitencia en sí, y tendrían que hacerlo con humildad. Y no sería raro el caso de que algunos de ellos murieran en una segunda persecución lo que borraría del todo la acción primera.
22/04/16 10:55 AM
  
Palas Atenea
Para este tema recomiendo la lectura de la novela "Silencio" de Shûsakû Endo y el drama de los kakure kirishitan.
22/04/16 11:18 AM
  
Rafa
En la Antigüedad las penitencias eran extremadamente duras y públicas. De hecho, en los primeros siglos del Cristianismo muchos retrasaban el bautismo hasta el lecho de muerte por esa razón. Por eso no debe extrañar tampoco que a los libellatici (cuya actuación conllevaba no sólo la renuncia a la fe sino también el escándalo ante los que habían soportado la persecución y sus familias) se les exigiera una penitencia que hoy consideraríamos excesiva pero que en la época era normal. Basta leer p.e. la Regla de San Fructuoso o la Regla Común, apenas dos siglos después, para ver el grado de dureza y rigor para con los monjes. Y los Concilios visigodos andan a la par en cuestiones que afectan a todo el pueblo. Eso sí eran tiempos recios. Sólo poco a poco, y por efecto del monacato irlandés, se fue imponiendo la penitencia privada. Pero aún así nada que ver con lo de ahora y menos aún con la barra libre que quieren algunos.
Por cierto, el tema de los libellatici tuvo repercusión también en España.
Saludos.
22/04/16 9:21 PM
  
Juan Andrés
Palas Atenea es un desperdicio escribiendo sólo comentarios...
22/04/16 9:39 PM
  
Palas Atenea
En los s. XVI-XVII hubo territorios insulares-Gran Bretaña y Japón-donde quedaron atrapadas bolsas de católicos-porque se trataba de católicos-algunos de los cuales murieron mártires (Los 26 de la Colina de Nagasaki el 5 de febrero de 1597 y los 40 Mártires de Inglaterra y Gales entre 1535 y 1679, por ser los más famosos, aunque hubo muchos más). Los apóstatas fueron muchos pero no se conoce que la Iglesia los tratara como lapsi o de ninguna otra manera.
Para los católicos ingleses el jurar la Ley de Supremacía les colocaba fuera de la Iglesia porque la tal ley obligaba a reconocer al rey de Inglaterra como cabeza de la Iglesia,situación de herejes forzosos. En el caso de los kirishitan japoneses se les obligaba a pisar el fumi-e (tablillas de madera o barro con la efigie de Jesús o de la Virgen María). Al estar el Japón cerrado a los occidentales más de trescientos años la Iglesia no supo que allí quedaran kakune kirishitan (cristianos ocultos) y, por lo tanto, la apostasía no se conoció.
Si algunos historiadores tienen razón lo más probable es que William Shakespeare fuera un cripto-católico porque está probado que su padre, su madre y una hija suya se mantuvieron fieles al catolicismo-recusantes se les llamaba porque no juraban la Ley de Supremacía.-y de él se sabe que era anglicano porque acudía a los oficios con el Libro de Oración Común, pero si no hubiera hecho eso su carrera como autor de teatro habría sido imposible. Pudo hacer lo mismo que los japoneses que pisaron el fumi-e pero no abandonaron su religión.
La esposa del Dr. Takashi Nagai-Midori Miroyama- que resultó pulverizada por la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki, no era propiamente conversa, como su marido, sino descendiente de los kirishitan de Nagasaki.
Es decir, esta situación de apostasía forzosa o martirio se ha repetido en la historia y sigue hoy presente en Oriente.
22/04/16 11:09 PM
  
Francisco de México
Padre,

excelente post.

Quizás esté equivocado y veo "moros con tranchete", pero me parece que lo que se debate en la discusión de los divorciados y en concubinato es la divinidad de la Segunda Persona, si realmente creemos que Jesús es Dios, me explico:

El Hijo abiertamente rechazó el divorcio, si creemos que no es correcto y que hay que corregirlo porque debemos ser mas misericordiosos que Jesús y que el divorcio es "bueno" o al menos "aceptable", pues estamos concluyendo que Jesús se equivocó y, como Dios no puede equivocarse, llegaríamos a la farisaica idea que no sería realmente un ser divino... sino a lo sumo un gran ser humano, cuando mucho, un "hermano mayor", pero solo eso.

Los que quieren corregir a Jesús en cuestiones de caridad, me temo que quieren ser iguales a Dios (o superiores) y, por lo tanto buscan ser "misericor-dioses"
23/04/16 12:27 PM
  
Miriam de Argentina
Verdaderamente...¡gracias!!. Excelente lo suyo padre!. Muy claro!
23/04/16 1:22 PM
  
Luis
En la carta LVII de san Cipriano se puede ver cómo ante la inminencia de una nueva persecución, el obispo mandó ser más indulgente en los casos de apostasía, para que así los lapsis pudieran tener la paz y la Eucaristía en la persecución que se avecinaba. Así con la fuerza del sacramento los reconciliados podrían confesar lo que antes negaron. Por supuesto tenían que estar arrepentidos. San Cipriano contempla la posibilidad de que algunos mientan. No importa, el juicio será de Dios.

El tema que ahora da tanto revuelo es que parece que el Papa esté siendo demasiado indulgente con los casados por segunda vez. Lo cual no es del todo cierto, ya que yo no veo por ninguna parte que haya cambiado la doctrina con respecto a los adúlteros. Tanto en este tema como en otros que plantea, es posible que estemos pidiendo para todo soluciones claras. No sé si las queremos para vivir más cómodos, para quitarnos problemas de encima o qué. Lo cierto es que el matrimonio sufre una auténtica persecución a la que muchos han cedido. Para vivir hoy el matrimonio hay que recuperar el sentido primitivo de Iglesia como comunidad de creyentes, donde se dé el espíritu de Jesucristo resucitado. Es necesaria una liturgia viva, una recuperación de la asamblea de los creyentes que celebre la Eucaristía como una exultación de los que han sido salvados del poder del pecado y han sido conducidos a la vida eterna por Cristo. No comulgamos porque seamos buenos (no como los adúlteros!), comulgamos porque hemos sido salvados. Es necesaria y urgente una reeducación en la fe para laicos, curas, monjas, obispos y paganos.

Todo esto es para decir que lo que el Papa propone es más sencillo que lo que queremos leer y no está escrito. Se trata de acoger a los pobres en la Iglesia, a los que han fallado, a los que han destruído su vida, a los que no supieron ser unos buenos matrimonios burgueses. Se trata de no dividir entre puros e impuros. Yo conozco algunos santos que viven el Evangelio, que se dejan humillar por la injusticia; se da en ellos el amor en la dimensión del amor al enemigo. Pero a los puros no los conozco, conozco a los duchados y a los salvados. Los primeros exigen y los segundos dan gracias y alaban al Señor porque es bueno. Así la Iglesia del futuro, en un tiempo en que Occidente ha apostatado, o será Iglesia de salvados o no será. Bienaventurados los pobres y ay de vosotros los ricos.
23/04/16 9:17 PM
  
Ricardo de Argentina
O tempora, o mores! Me han impactado enormemente los 7 puntos del Tratado de San Cipriano. Son la antítesis del pensamiento débil que se ha impuesto en la Iglesia de hoy. ¡Qué reciedumbre! ¡Qué claridad! Pero sobre todo, ¡qué caridad!.
Hoy en cambio, so capa de una malentendida misericordia carente en absoluto de caridad, se alienta al pecador a persistir en su pecado, poniendo su alma en gravísimo peligro de condenación.
23/04/16 11:43 PM
  
Palas Atenea
Luis: La categoría de pobre o rico no coincide con la de justo y pecador. Últimamente están muriendo personas famosas y ricas cuyas vidas han sido un desastre y yo me moriré sin saber si hubiera recurrido a un paraíso fiscal de haber tenido ocasión de hacerlo. A mayor riqueza mayor ocasión de pecar. Así que cuando hablamos de pecadores tendremos que tenerles en cuenta a ellos también. A veces los conceptos no quedan demasiado claros. Si dices ¡ay, de vosotros los ricos! no sé si los están metiendo dentro de la categoría de pecadores irredentos o de justos por el mero hecho de ser ricos.
La cuestión de los divorciados vueltos a casar afecta en gran medida a gente de la burguesía o de la clase alta y si no mira las revistas del corazón y lo comprobarás. En buena medida son ellos los que marcan tendencia y por eso estamos en la que estamos.
Todos los pecados relacionados con el sexo: adulterio, matrimonio de homosexuales y aborto están muy extendidos entre los ricos, así que a ellos les afecta en mayor medida una mayor permisividad en esos temas. Digamos que se agazapan detrás de los pobres para conseguir lo que quieren pero, una vez establecida misericordia para todos, tampoco se la podemos negar.
23/04/16 11:44 PM
  
Luis
Palas, hay pobres en todas las clases sociales. Pobre es el que se ve necesitado del amor de Dios y así se hace presente su misericordia en medio de todos los hombres. Es pobre el que grita al Señor y el Señor lo escucha. Pobre, la buena tierra en que cayó la semilla y dió ciento (el que escucha y guarda la palabra). Rico el que está sobrado. Los hay ricos de haberlo recibido todo dentro de la Iglesia y pretenden hacer un gueto.

La doctrina moral sirve para mostrar el bien, también para denunciar la injusticia, pero nunca para juzgar lo que corresponde a Dios. En principio hay que tener en cuenta que el Espíritu Santo defiende su Iglesia. Si el Papa no ha cambiado la doctrina, no ha llamado al mal bien, no hay por qué alarmarse de que llame a prestar especial compasión y acercamiento pastoral a los pobres que pueda haber entre los recasados.
24/04/16 1:59 PM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Excelente post, Padre, y muy oportuno. Muchísimas gracias y que Dios lo bendiga siempre.

En todo de acuerdo con Esteban de Alemania que dice: "Incluso mas allá de Amoris Laetitia, yo veo una constante de este pontificado en eso de habitualmente crear falsas dicotomías, identificando la práctica tradicional de la Iglesia, cargándola de adjetivos peyorativos, con una de las supuestas alternativas y a la vez "proponiendo" una nueva y opuesta forma de proceder, acogedora y misericordiosa, que por fin sería la de Jesús, nunca realizada todavía hasta ahora por la Iglesia Católica". Una actitud que me molesta y me duele mucho.

Después de leer este artículo y en atención a la poca o casi nula penitencia que hoy en día se nos da al confesarnos optaré por un camino penitencial voluntario, para no llevarme sorpresas negativas en lo futuro.

Bendiciones.
24/04/16 9:12 PM
  
Palas Atenea
Luis: Pues entonces no entiendo la última frase: ¡ay de vosotros los ricos! ¿quiénes son los ricos según tú?
24/04/16 10:01 PM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Palas Atenea:
Dices: "La cuestión de los divorciados vueltos a casar afecta en gran medida a gente de la burguesía o de la clase alta y si no mira las revistas del corazón y lo comprobarás. En buena medida son ellos los que marcan tendencia y por eso estamos en la que estamos.
Todos los pecados relacionados con el sexo: adulterio, matrimonio de homosexuales y aborto están muy extendidos entre los ricos, así que a ellos les afecta en mayor medida una mayor permisividad en esos temas. Digamos que se agazapan detrás de los pobres para conseguir lo que quieren pero, una vez establecida misericordia para todos, tampoco se la podemos negar.".

Por favor, ¿qué tiene que ver la riqueza o pobreza material, la pertenencia a determinada clase social, con el tema que se está tratando en este post? La verdad que me cuesta entender la facilidad con la que se estigmatiza a las personas por pertenecer a una determinada clase social. Por favor, lee con atención el párrafo que he transcrito para que comprendas lo ofensivo que puede ser para cualquier persona a la que Dios ha hecho nacer en determinada familia, en determinado grupo social. Yo conozco personas con comportamientos morales buenos y malos en grupos sociales y económicos diversos. Lázaro, Marta y María, entrañables amigos de Jesús, en cuya casa siempre el Señor se detenía eran personas distinguidas socialmente y con una posición económica sólida. Hay que ser más cuidadosa y prudente a la hora de referirse a actitudes moralmente reprobables y adjudicárselas a quienes a nosotros nos venga en gana. ¿Qué quieres decir con "Digamos que se agazapan detrás de los pobres para conseguir lo que quieren pero, una vez establecida misericordia para todos, tampoco se la podemos negar."? La verdad no entiendo lo que eso significa.

Dios te bendiga.
24/04/16 10:05 PM
  
Luis
Para escribir sobre el sentido de la palabra "rico" en el Evangelio, supongo que se podría escribir mucho, pero intentaré escribir poco, porque también dice Jesucristo que el que tenga oídos que oiga.

Rico aparece en el Evangelio como contraposición de pobre. Los pobres lo han dejado todo por seguir a Cristo (casas, hijos, padres, negocios de pesca, etc.), pero sobretodo tiene la acepción del Shemá (escucha) que vemos en la parábola del sembrador y en otras partes.

El rico viene definido en el encuentro con el jóven que tiene muchos bienes. Para Israel los bienes eran una muestra de la bendición de Dios sobre los justos. Así el jóven rico cumple desde pequeño los mandamientos. Jesucristo le hace ver su realidad denunciándolo: si es verdad eso que dices, cumple el Shemá, ama a Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, es decir, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme. El jóven ante esta exigencia ve que no puede cumplir el primer mandamiento, por lo tanto no puede cumplir ninguno y se va triste. "Que difícil es que los que tienen muchos bienes..." Esto escandaliza a los discípulos y dicen ¿quién se podrá salvar?. Para el hombre es imposible ser bueno, pero para Dios todo es posible.

Los ricos son los fariseos, herederos fieles de la tradición, a los que Cristo insulta llamándoles hipócritas, témino griego del mundo del teatro que significa el que lleva una máscara, el que finge lo que no es. Esto para los tradicionalistas fariseos era una gran ofensa porque se les equiparaba con los impíos y con los invasores (Imperio Romano). Quedaban denunciados en su doblez.

Aterrizando esta palabra en nosotros. El eterno peligro de los que recibimos la bendición de Dios, es apropiárnosla, hacernos ricos. Entonces dejamos de ser ese angustiado, ese pobre que grita "¡Señor, ten piedad de mí, sálvame!", entonces dejamos de ser cristianos y nos hacemos dioses, conocedores del bien y del mal y jueces de todo.

Entonces nuestro corazón se pervierte y podemos caer en la tentación de recibir la carta, exhortación o encíclica papal, y buscando al anticristo apedrear a un justo. Se nos ciegan los ojos y no podemos encontrar la "Buena Noticia". Dios siempre se ha servido de "lo que no vale para confundir a lo que vale". La piedra que desecharon los arquitectos en piedra angular la ha convertido. Benedicto siempre ha dicho que era un pecador, Francisco, también. Santa Teresa decía sin parar que era ruín, no lo decía por falsa humildad, lo decía porque se conocía.

Hay que pedirle a Dios que nos dé la verdadera y santa humildad de Cristo, que nos salve del gran enemigo que es nuestra sobervia. Sólo el que se conoce un poco puede entender sin escandalizarse: "Aunque vuestros pecados sean como la grana, Yo los blanquearé". Por eso el Evangelio es para los pobres, por eso la bienaventuranza es para ellos. Los demás sólo podemos repetir incesantemente "Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador".
25/04/16 4:17 AM
  
Palas Atenea
Los ricos en Israel no eran los fariseos porque estos constituían un grupo religioso en el que había ricos y pobres; por otro lado también había terratenientes y grandes comerciantes que no eran fariseos. Los fariseos presumían de ser justos, no de ser ricos. En cuanto al joven que se acercó a Jesús ¿de dónde sacas que fuese un fariseo?
25/04/16 2:15 PM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
El llamado de Jesús a seguirlo no es igual para todos. En el caso del joven rico que había cumplido con los mandamientos, pero no quiso vender todo lo que tenía, dárselo a los pobres y seguirlo a Jesús, lo estaba llamando a un seguimiento total. No es que el joven no hubiera cumplido con los mandamientos, es que no fue capaz de dar un paso más, renunciando a sus proyectos y aceptar un seguimiento a Jesús como Él le estaba proponiendo.

Bendiciones.
25/04/16 2:51 PM
  
Luis María
En tiempos de Jesús, había en Israel cuatro sectas (grupos o tendencias) judaicas:

Fariseos, la principal. Era la que dominaba la escritura y su interpretación. Tenían multitud de preceptos. Creían en la resurrección.

Saduceos. No creían en la resurrección.

Celotas. Judaísmo militante y militar. Buscaban un reino mesiánico que les liberara del opresor romano.

Esenios. Ahora se sabe más de ellos gracias a Qumram. Consideraban que los fariseos se habían corrompido. Tendían a vivir con todo en común.
También creían en la resurrección.

El joven pregunta: Maestro, qué he de hacer para tener vida eterna? Luego Jesús le repasa los mandamientos y el otro le dice que ya los cumple. Cuadra más que con los otros grupos con los fariseos.

Hablo de ricos en un sentido amplio, que es el que tiene en el evangelio. Porque también se contrapone con pobres de espíritu. Los fariseos eran la secta más influyente y poderosa de Israel. Jesús se mete mucho con ellos, aunque tenía muchos amigos que lo eran (Nicodemo, José de Arimatea). Hay muchos personajes en el Evangelio que es difícil saber con precisión a qué tendencia pertenecían, pero el joven rico da bastantes datos en su corto diálogo.
25/04/16 4:31 PM
  
Palas Atenea
Si todo el Pueblo de Israel estuviera incluido en esos cuatro grupos podrías deducir eso, pero resulta que la mayor parte de los judíos no pertenecía a ninguno de ellos, los apóstoles, por ejemplo. El joven era rico y punto. Cumplir la Ley Mosaica era preceptivo para todos los judíos.
No es que sea muy aconsejable recomendar a nadie que estudie lo que llaman el Jesús Histórico, pero si hay malos entendidos más vale deshacerlos. La Casa de Hillel (Beit Hilel) era muy distinta de la de Shamai (Beit Shamai), unos fariseos se unieron con los zelotas en las guerras judías y otros no, unos fariseos pertenecían al Sanedrín y otros apenas si tenían un puñado de seguidores y se ganaban la vida con oficios varios. Los fariseos de Hillel ganaron la batalla dialéctica a los de Shamai y fueron los que se encargaron de reglamentar el judaísmo y negociar con los romanos después de la destrucción del Templo.
El Evangelio no da ninguna pista para suponer que el joven rico fuera fariseo, ninguna.
En numerosas parábolas Jesús habla de los ricos, sobre todo terratenientes que poseían viñedos, trigales, olivos, etc...y estos ricos no tenían porqué pertenecer a grupo religioso alguno, como tampoco los pescadores del Mar de Galilea, los artesanos-como San José-o los mercaderes. No hay que confundir grupos religiosos con el Pueblo Judío en general. En tiempos de Jesús los pobres eran los enfermos o lisiados, las viudas y huérfanos y los jornaleros; todos aquellos que eran autónomos y pagaban contribución a través de los publicanos o recaudadores no se consideraban pobres. Ni siquiera todas las prostitutas eran pobres, dependían de si ejercían la prostitución en las calles o en los palacios, como ahora. Por eso digo que una cosa son los grupos religiosos, otra los grupos sociales y otra, muy distinta los pecadores. La pecadora pública que derramó el perfume sobre los pies de Jesús no podía ser pobre y eso si lo puedes deducir por el comentario de Judas. Puedes hacer todas la combinaciones posibles, lo que no puedes en meterlos en compartimentos estancos.
25/04/16 9:20 PM
  
Luis María
Beatriz, las palabras de Jesús son: es más facil que entre un camello por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos. El amor a los bienes es peligrosísimo porque nos aparta de Dios, no le dejamos actuar porque tenemos bienes y nuestro corazón puesto en ellos. No es la única lectura que habla de esto:

El que no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hijas, y hasta su propia vida no puede ser discípulo mío.

Acumulaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay carcoma...

Mirad las aves del cielo, no siembran ni cosechan, vuestro Padre las alimenta.

Ninguno puede servir a dos señores

Etc.

El hombre que no experimenta que Dios provee, no puede ser cristiano. El joven rico se cree justo, pero se da cuenta de que no lo es, por eso se va triste. Justo es el que se ajusta a la voluntad de Dios.

Lo siento por el blog. Meparece que nos hemos salido un pelín del tema.
26/04/16 12:19 AM
  
@tención
Antonio ahora ya no hay voto de pobreza sino de MISERIA espiritual, porque combaten no el pecado sino a la misma VERDAD.
28/05/16 4:38 PM
  
@tención
Seguro Martín llama idealizaciones románticas a los dogmas de vaticano primero jeje
se te ven los cuernitos...
28/05/16 4:45 PM
  
@tención
Esteban de Alemania eso es síntesis Hegeliana que busca conciliar los opuestos.
Luis la liturgia habla de pobres de sí msimos.
28/05/16 4:54 PM

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