(85) Como pingüino en maratón
AVISO: Es necesario en este post distinguir la ironía de la afirmación formal. Absténganse neojansenistas.
0.- Dios cuando quiere no espera la decisión de nuestra voluntad, antes bien la prepara y suscita, habilitándola con eficacia plenamente humana.
El 100% de la gracia hace posible el 100% de la libertad.
“Si alguno pretende que Dios espera nuestra voluntad para purificarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice “es preparada la voluntad por el Señor” (Prov 8, 35, LXX), y al apóstol que saludablemente predica: “Dios es el que obra en nosotros el querer y el obrar, según su beneplácito” (Filip 2, 13) (II Concilio de Orange, cn.4)
1.- No eres tú quien te distingues. Es el Alfarero, que te modela según su plan, que es plena y libremente tuyo.
2.- Al cristiano carnal que pretenda estatua y placa en la Ciudad Celeste, habrá que recordarle la doctrina católica sobre el auxilio divino.
3.- Tus proyectos de vida interior son infalibles, irrefutables y supercristianos. El problema es que son TUS proyectos, y te dio sordera selectiva el idearlos. Que con ninguna oreja te enteraste de Dios.
4.- Deja ya tanta ansiedad de pingüino en maratón, y déjate volar y guiar por el Viento Santo.
5.- A menudo tu Santo Defensor ha de expropiarte tu vida cristiana, para que dejes de obcecarte en planes propios y comiences a deleitarte en el Plan de Dios. Y no lo hace sin darte sufrimiento curativo, y triaca a base de dolor, para neutralizar tanta toxina, tanto protagonismo carnal.
6.- Que el auxilio divino espere. Que soy libre, y he de decidir yo solo si lo acepto o no. Depende primero de míííí.
7.- Érase una voluntad superlativa,
érase una voluntad presuntuosa y escriba,
érase una voluntad tan altanera
que su propia sanadora era.
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9.- Érase un hombre a su propia voluntad pegado.
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P.D.- Gran don de Dios es que nuestra voluntad sea sana y fortalecida en orden al acto, y sea movida al sí más libre. Que el socorro divino mueve la voluntad a moverse por sí misma, y reencontrar su potencia, levántándola de tan grande caída, vivificándola para todo trabajo sobrenatural, que Dios conceda.
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