InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Categoría: Florilegio de Avisos

23.10.20

(445) Hacia la arena inmensa

Lo temporal no tiene un fin temporal.

 

Apoyado en la Inmaculada Concepción, no temer serpiente ni brecha alguna hacia el abismo.

 

Estar atento a las gracias recibidas y despreocuparse de todo lo demás

 

No apoyarse en juicio propio y mortificar el apetito de opinión, para que la inteligencia quede también sometida.

 

Tener el corazón apercibido de plegaria y sacramento y no bajar el listón de la penitencia.

 

Los más se equivocan por el pecado y los menos aciertan por gracia.

 

Aferrarse a la verdad católica y que se hunda el mundo si quiere.

 

Mirar que sólo complacer al Rey de Reyes sea cosa que importe.

 

Aumentarán las tribulaciones hasta completarse el número de los escogidos. No pasará nada que no haya sido ya permitido.

 

La arena inmensa de la Apostasía sofocará los pulmones del mundo caído.

 

No caminar aquí y allá sino alrededor del torrente, para ayudar a los que piden auxilio y devolverles al suelo firme, donde se yerguen columna y fundamento.

 

Tenga el católico por seguro que el ardimiento del mundo no sucederá sin remuneración.

 

Las paredes del mundo caerán derretidas por el esplendor del Juicio, y entonces todo se sabrá.

 

Cristo separará buenos y malos, y como nuevo Atlas, sostendrá sobre sus hombros la Tierra Nueva.

 

 

 

 

14.10.20

(444) No es tiempo de grises

No la imposible fraternidad caída, ni la moderna y revolucionaria, sino la sobrenatural, la que Cristo consiguió con su Sangre, para nosotros, expertos en cainismo y venganza. No la falsa fraternidad decimonónica, ni la de los adoradores de becerros. Sino la otra, la que fue lavada con agua y sangre y no probó vinagre, la de los que han muerto a sus concupiscencias y sangran a hechura del Crucificado. La de la Comunión de los Santos. La de los hijos de Dios, por gracia y sólo por gracia hermanados.

 

No temas, que hay roca suficiente en la Iglesia para hacerte un refugio, y Dios es bueno.

 

No es tiempo de escala de grises sino de la Inmaculada Concepción, que pisa la serpiente. No es tiempo de escala de grises sino de la escala de Jacob. No es tiempo de tablas de náufrago a la medida de cada uno, sino del Arca de Noé, que es nuestra Iglesia, en crisis o no. No es tiempo de grises sino de estar en vela; marque el creyente con punta de plomo, si hace falta, la línea de la templanza, que existe el gris pero no lo queremos en esta traza. Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto y nadie se queje de nada.

 

Traditio. Pavesas y lascas de murícidos, en muros de casas, de iglesias, de antiguos edificios. De luz, de claridad de ornato de piedra, de mina excavada en la gracia.

 

Te conservó la vida para Él, para que completaras su cruz y conquistaras la herida redentora a base de plegaria, para que fueras hijo adoptivo y no sólo criatura. No hay filiación gratuita sin muerte de cruz. Que no te engañe este mundo caído. Nadie es hijo si no muere y renace con el Hijo.

 

No hay forma de silenciar la voz esplendorosa que atraviesa milenios, que pronuncia tu nombre con sal y claridad, y te llama, para que tengas palmas en las manos y huesos en los pies, con que entregarte contento a los clavos. No dudes, eres carne de Cristo si estás en gracia, y no te mereció la vida para desperdiciarla.

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6.09.19

(381) No es primacía, sino soberanía

Para la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo no guardarse la vida, para no perderla querenciando herejías o destemplándose. Quien pretenda ganarse perdiendo doctrina, perderá ambas, conforme a la Palabra de Dios, que advierte:

«quicumque quaesierit animam suam salvare perdet illam et qui perdiderit illam vivificabit eam», quien trate de guardar su vida la perderá, y quien la pierda la conservara (Luc 17, 33). Antes bien plantarle rostro al error y así arrostrar disgustos y tribulaciones si fuera menester.

 

No guarda forma de ocaso sino de renacimiento: se muere en las aguas del bautismo para nacer en la cruz, y así tener futuro, confesión tras confesión.

 

No darle a Dios la primacía, que es noción relacional, un mero privilegio entre pares; sino en verdad la mayor, la supremacía, la preeminencia y la soberanía, que es la virtud del superior jerárquico. Porque la Causa Primera es soberana, no un tú a tú, sino el todo frente a la nada.

 

No arrejuntar el propio anhelo con la voluntad de Dios, sino antes bien apercibirse de lo hondo y someterse al Salvador del mundo. Conforme al niéguese a sí mismo (Lc 9, 23).

 

No demandarle al Señor derechos ni mercedes, sino antes bien regalos y crucifixiones, como si fueran migajas o mendrugos de ese pan que hurtan los perros, y pordiosean lazarillos.

 

Pedir a Dios Nuestro Señor la fe para el que no la tiene, y que se vaya a confesar y a recibir la gracia.

 

Y andar pidiendo por quien se encuentra al paso, encomendando al conocido, al que se cruza, al que se espera y al que nos es desconocido. No hay que dejar de hacerlo, porque probablemente nadie lo hará.

 
Rogar por tanta, tanta gente alejada de Dios que encuentras en el tren, en la compra, en el paseo, por las calles, por las plazas, en el trabajo, en todos los rincones del mundo de ahora y de siempre, pero sobre todo de ahora.
 

La voluntad, para elegir el bien libremente, natural o sobrenatural, no puede moverse por sí sola. Dependemos de Dios que mueva, natural o sobrenaturalmente.

 

Sufrir por Cristo dolor y vergüenza.

 

David Glez.Alonso Gracián

 

29.08.19

(380) Toda esta oscuridad

El Hijo todo lo hace pensando, primero, en su Padre, incluso nuestra justificación. La Madre todo lo hace pensando, primero, en su Hijo, incluso nuestra protección. María nos guarda para Él.

 

Recién se ora salió el sol y maduraron los membrillos. El Hortelano trabaja y su Madre también.

 

Recuerda que Cristo es viviente en María. Nunca, en el apostolado, se separe al Señor del seno materno.

 

La mañana es más fresca y gozosa en torno al Sagrario.

 

El tiempo de Sagrario alimentó la mañana y se deshizo en claridades.

 

Suele el santo rosario ser capricho de repeticiones, como la terca obstinación de cuando niños. Una insistencia inoportuna y sin remedio, como del hijo a su madre.

 

Madre, toda esta oscuridad, como de seno en que se guardan cosas, hasta el día del desvelamiento. En que entender será un regalo, y ver lo entendido un premio. No a hechura estricta del derecho, como si el don se debiera; sino según el grado de merced. Como en la oscuridad el pordiosero, a tientas, recibe y entrega.

 

Tradición significa maternidad de María: que el católico es accipiens, recipiente del legado; y al mismo tiempo tradens, quien lo entrega, intacto y sin mancha, a las generaciones venideras.

 
La Madre guarda dentro cosas que nadie sabe, ni la Tradición. Tiene primicias de sabiduría que sólo Dios conoce. Pero es en el Paraíso que todos los frutos se habrán de abrir y conocer, porque hay Hortelano y no estará solo. Hijo, no tienen vino, volverá a decir la Madre. Y toda sed de misterio tendrá su mosto.
 
 
(Ilustración de portada: Nuestra Señora de la Cristiandad. Acrílico por Alonso Gracián).
 

29.05.19

(359) Empresa vana

No transitar caminos ajenos, sino los heredados, las avenidas del acervo, los senderos recibidos de generación en generación.

 

Ir mal creyendo ir bien, ¿hay algo peor?

 

A veces la luz causa pena y aprieta porque se anda confuso, cabeza a pájaros y tenebroso. Hay que estar en gracia para ver claro.

 

Empresa vana es ir buscando plenitudes fuera del redil de Cristo.

 

El semipelagiano a la intemperie, cuando llueve gracia sobre gracia, siempre lleva paraguas, no sea que alguna gota, en la calle o en la plaza, le cale sin su previo consentimiento.

 

Algunos se inventaron una falsa fe itinerante, desenfocada y movidatan aburrida y soporífera como un temario de educación en valores.

 

La mente moderna es giróvaga.

 

Atajos de laberinto, empresa vana.

 

Todos los senderos del voluntarista siempre llevan al propio domicilio.

 

Nos lo dice el Bautista: «No debe el hombre apropiarse nada que no le venga de lo Alto» (Jn 3, 27). 

Sólo debemos, por la oración, hacer nuestra una cosa: «Poned toda vuestra esperanza en la gracia» (1 Pe 1, 13). Porque «La gracia y la verdad nos vienen por Jesucristo» (Jn 1, 17).