(93) Sigue el Bestiario teológico, con nuevas criaturas

 1.- No guarda el cuco a su polluelo en casa propia, sino en nidada extraña, y a todos sus hijos desvalida y dispersa por el bosque, sin hogar y en nido ajeno, en que despoja de alimento a otros, y vive solo y sin hermanos. No así el cristiano, que nace por el Bautismo en casa propia, y en ella va a “perseverar en la comunión de vida” (Hch 2, 42). Pues congrega el Espíritu de Cristo a los que nacieron de nuevo, y los mantiene a salvo en su Morada santa, que es la Iglesia, y allí los guarda de todo mal. Y es para “congregar en la unidad a todos los hijos de Dios que están dispersos” (Jn 11, 52). Que así reúne por ello el Defensor del nido a todos los polluelos, expulsa a los extraños que quieren despojarla de Alimento, y les conduce a salvo a la morada eterna, con sus hermanos.

 
2.- No se ha de camuflar el bautizado, cual camaleón comemoscas, indiferente y apático, para pasar desapercibido y no ser visto por el mundo. No se ha de mimetizar con deseos de agradarle, ni autoinfligirse los colores y formas de la aprobación de masas; porque el auxilio del Redentor le ha liberado de las cadenas del siglo, conforme a la Palabra de Dios, que clama: “Mientras fuimos niños, vivíamos esclavizados por los elementos del mundo” (Gal 4, 3, Col 2, 8.29)
 

3.- Sobre lo máximo y lo mínimo se extiende la providencia de Dios. Vive tranquilo en su Hijo, perseverando filialmente en la oración, sabiendo que “ni un solo gorrión caerá al suelo sin que lo disponga vuestro Padre” (Mt 10, 29)

4.- Salta de júbilo el carnero, y los picos de las sierras se estremecen de gozo celestial, cuando un pecador se convierte por la gracia, conforme a la Escritura: “dieron saltos los montes como carneros” (Sal 114-115, 4)

 

5.- Tu Defensor te mueve a estar en vela, a permanecer en guardia,  a estar atento y vigilante en la oración, por la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que vence. Son muchedumbre y trulla los enemigos de su ley, que quieren quebrantarla, y con ella a los hijos de Dios, que miran por ella en Nombre de Cristo. Y son muchos los que odian su Palabra, que “abren sus bocas como león rapaz y rugiente” ( Sal 22, 14).

Nos guarde el Señor de los enemigos de su ley, leones ávidos de desgarrar, (…) que acechan en sus escondrijos” (Sal 17, 12) . Velen pues los cristianos en gracia de Dios, defensores de la ley natural,  porque los muchos leones que quieren desgarrarla obedecen a uno solo y oscuro, del que dice la Escritura: “Sed sobrios y estad siempre alerta, porque nuestro enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar. “ (1 Pe 5, 8)

 

y 6.- Tu Defensor te abre los ojos. Quiere que observes las cosas desde lo alto, y arrepentido de tu apego al suelo, confieses al Señor: “pegada al polvo está mi alma” (Sal 119, 25), y vieja, como el mundo caído, y sin fuerzas. Mas he aquí que esta pura contrición, ardiente fruto de la gracia, va quemando tu deterioro, y en el auxilio de lo alto te renueva, y de frescura de altas cumbres y sangre alada te hace joven, como las águilas.  

Y así, a imagen del Hombre Celestial, se goza sólo en todo cuanto viene de lo alto, y entiende, conforme a la Escritura, que dice: «Nadie debe apropiarse de nada, que no haya recibido de lo alto”  (Jn 3, 27). Manifieste por eso al Señor el cristiano, con obras y palabras, que “Fuera de Ti, en nada me complazco sobre la tierra” (Sal 73, 25). No sea su bien estar apegado al suelo, sino “estar apegado a Dios” (Sal 73, 28).

Defiende al cristiano en gracia el Espíritu de Cristo, asemejándolo a las águilas, para que habite en “su santuario alto como los cielos” (Sal 78, 69), morador de las primicias celestiales, a imagen del Águila de Sión; y no con pies de paja, sino a ras de cielo, con las plantas bien asentadas en la realidad, para transfigurarla con el poder que viene de lo alto.

Vuele alto el cristiano, sostenido por la eficacia de la gracia, con la mirada fija en Cristo, que “rescata tu vida del sepulcro, y te corona de gracia y de misericordia, colma de bienes tu vida, renueva tu juventud a hechura del águila” (Sal 103, 5).
 

4 comentarios

  
Maribel
Que gozada de lectura.
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A.G.:
Gracias, me alegra mucho le haya gustado. Gloria Dios.
22/07/15 7:57 AM
  
Carmen A.
Es hermoso pensar en las águilas ¿Quien no querría ser águila? Pero hoy, por este hermoso trópico hace un día lluvioso y el pinar cercano está envuelto en nubes. Hay un montón de pajaritos que suben y bajan agradeciendo a su Creador que haya bajado las nubes a su alcance. Hoy se sienten tan importantes como las majestuosas águilas. Vuelan y vuelan sin cansarse...Como para Dios somos más importantes que muchos pájaros, nos acercará las nubes hasta donde podamos llegar.
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A.G.:
En efecto, Carmen, ¿quién no querría ser águila? Pero es muy bella la idea de aves más sencillas y pequeñas agradeciendo al Creador. El Señor nos acerca las nubes, para que podamos llegar. Me gustó mucho esta idea.
23/07/15 7:30 PM
  
Roblete
Volar alto es el anhelo de todo corazón humano. Sólo en Dios podemos verlo cumplido pues son vanas todas las demás promesas. Jesucristo se abajó para rescatarnos y sin Él nos quedamos arrastrándonos en el lodazal de nuestras miserias. Qué hermosura admirar la Encarnación de Nuestro Señor y abandonarse a su misericordia.
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A.G.:
Roblete, qué buen comentario.
Sólo en Dios cumplimos el sueño de volar alto, desde luego. Lo demás es silencio.
25/07/15 9:59 AM
  
Luis Fernando
Si se trata de volar... recordemos lo que escribió San Agustín:

“Cualquier otra carga te oprime y te abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquiera otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas, parece que le alivias el peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás como vuela”
San Agustín, Serm. 126, 12.


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A.G.:
Vaya texto. Le quitas peso y lo hundes. Le quitas la cruz y lo mismo.
25/07/15 5:41 PM

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