El cura "protestante" de La Solana
Manuel Infante es el párroco de la parroquia de San Juan Bautista de la Concepción en La Solana, Ciudad Real. Acaba de pronunciar una charla sobre la participación de las mujeres en la Biblia en la sede de la Asociación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural. Entre las cosas que dijo están los típicos tópicos sobre el machismo en la cultura hebrea, la Iglesia, etc. Ahora bien, la cosa llega a mayores cuando el cura se pronuncia sobre el sacerdocio femenino. Entonces va y suelta lo siguiente:
No he encontrado razones teológicas profundas para pensar que una mujer no tiene cualidades o capacidad para ser sacerdote.
En esa simple frase se dan dos circunstancias que sirven para asegurar, sin temor a equivocarnos gravemente, que este sacerdote no ha acabado de entender bien lo que es el catolicismo o lo entiende pero lo rechaza:
1- Pone en práctica el libre examen. Es decir, “yo examino la Revelación y llego a mis propias conclusiones personales".
2- Se opone públicamente al magisterio de la Iglesia, que sobre el tema del sacerdocio femenino se ha pronunciado ya de forma infalible y definitiva.
Dejemos las cosas claras. Ambos puntos son propios del protestantismo, no del catolicismo. Esto no es discutible. Es así. Como que el sol sale por el este y se pone por el oeste, el catolicismo rechaza el libre examen y acepta la autoridad del magisterio sobre todo aquello que pertenece al depósito de la fe, mientras que en el protestantismo el libre examen figura en su ADN desde su “concepción”. De hecho, conforma todo su desarrollo doctrinal y “eclesial” posterior.

Le van a acusar de todos los males habidos y por haber, pero lo que el cardenal Rouco
Los obispos de la provincia eclesiástica de Madrid han salido en defensa de Mons. Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares.
Todos sabemos que hay un grupo no pequeño de católicos para los que términos como “pecado", “conversión personal", “gracia santificante", etc, deberían desaparecer del lenguaje de la Iglesia. Viven tan empapados de la secularización mundana que lo que debería sonar a música celestial en sus oídos, resulta un sonido chirriante.
Hay que crucificarle. Al paredón con él. Un pelotón de fusilamiento y “pim, pam, pum". Y que no quede ni el anillo ni el báculo. Fuera, largo, echémosle del pueblo, que nosotros somos gente muy honrada y muy decente y él un miserable. Y si el resto de obispos le apoya, vayamos a por ellos. ¿Qué se habrán creído esos señores? ¿de verdad piensan que en nuestra España se puede decir que la práctica de la homosexualidad y el adulterio son pecado? ¿y hacerlo ni más ni menos por la televisión pública que pagamos con nuestro dinero todos los españoles? Nada, nada. A por ellos, que son pocos y cobardes. Echémosles a las mazmorras del desprecio social.








