InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Apologética católica

22.08.15

¿Acaso uno puede elegir nacer de nuevo?

Una de las preguntas habituales que suelen hacer los evangélicos a los católicos a los que intentan convencer de salir de la Iglesia para unirse a ellos es: ¿Has nacido de nuevo?

Apelan entonces al diálogo entre Jesús y Nicodemo (Jn 3,1-21), en el que el Señor dice que es necesario nacer del Espíritu para entrar en el Reino de los cielos. Ahora bien, cuando hacen esa pregunta, da la sensación de que le están pidiendo a la otra persona que nazca de nuevo como si tal cosa dependiera sustancialmente de su voluntad.

Ante lo cual, cabe preguntar, ¿acaso uno puede elegir nacer de nuevo?, ¿desde cuándo el nacimiento depende de la voluntad propia?

¿Elegimos en su día nacer de nuestras madres? No, ¿verdad? ¿entonces cómo elegiremos nacer del Espíritu? Y el que ha nacido, ¿puede presumir de ello como si fuera atribuible a él tal nacimiento? ¿o echar en cara a los que no han nacido de nuevo el que no lo hayan hecho?

El nuevo nacimiento nos es dado por el bautismo (por eso habla Cristo del agua y del espíritu en Jn 3,5), que es la puerta de entrada al Reino de Dios. Y es puro don. En el caso de los bebés, la voluntad del crío no juega papel alguno, lo que refuerza aún más, si ello fuera posible, la gratuidad del don. En el caso de los adultos, la voluntad libre que lleva a profesar la fe bautismal está absolutamente movida por la gracia de Dios.

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19.08.15

Que nos echen por fariseos, rigoristas y mala gente

Pues sí, señores míos, resulta que aquellos que osamos defender la fe de la Iglesia somos acusados constantemente de ser una panda de fariseos, rigoristas, personas sin corazón a las que gusta ver sufrir a los demás bajo el peso de leyes y normas asfixiantes.

Basta decir sí y amén a esto…:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

Familiaris consortio, 84

… para caer bajo esa acusación. Por supuesto, eso implica que San Juan Pablo II, y con él todos los papas y concilios ecuménicos, especialmente el de Trento, donde se ratificaron las palabras de Cristo sobre el matrimonio y el adulterio, así como las de San Pablo sobre la imposibilidad de comulgar en pecado mortal, eran igualmente fariseos, rigoristas, etc.

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14.08.15

Están robando al rebaño de Cristo el evangelio de la salvación

El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. No hay ninguna otra criatura -en el reino animal y en el vegetal- que haya sido creada así. La dignidad de todo ser humano nace precisamente de ese hecho. Dios ama a todos los hombres.

El hombre pecó y por el pecado entró la muerte en el mundo. La relación entre el hombre y Dios fue dañada gravemente por el pecado. Dios siguió amando a los hombres. Tanto los amó, y los ama, que envió a su Hijo para restaurar esa relación, expiando por los pecados de todos. Dios envió su Espíritu Santo para dar al hombre la capacidad de vencer al pecado y vivir en santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Cristo fundó su Iglesia para predicar el evangelio en todo el mundo, hacer discípulos y ser instrumento de salvación.

¿Saben la diferencia entre el primer párrafo y el segundo? Que el primero se predica en nuestra Iglesia y el segundo cada vez se esconde más.

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6.08.15

Excomunión y acceso a la comunión: breve lección a los medios ignorantes y manipuladores

Como cabía esperar, cualquier declaración del Papa sobre la situación de los divorciados vueltos a casar sería interpretada por los medios de comunicación como la puerta abierta al reconocimiento del adulterio -esa es la palabra que Cristo usa para referirse a quienes están en esa situación- y el acceso a la comunión de esas personas. El Papa dijo que los divorciados vueltos a casar no están excomulgados y los medios dan por hecho que les está permitiendo tomar la Eucaristía. Pues bien, no es así.

Doy por hecho que la mayor parte de los medios de comunicación seculares ignoran que existe una diferencia fundamental entre estar excomulgado y no poder comulgar. Luego están los medios de información religiosa perversos y manipuladores, que aun sabiendo la diferencia, hacen como si no existiera para torcer así el sentido de las palabras del Santo Padre.

Ciertamente todos los excomulgados no pueden comulgar, pero muchos de los que no pueden comulgar, sea de forma temporal o de forma “continua", no están excomulgados.

La excomunión supone literalmente la expulsión del bautizado de la Iglesia. Es la pena medicinal más “dura” y se aplica solo a determinados pecados o delitos. Entre ellos, el de la herejía, el cisma, el aborto y otros. El excomulgado queda fuera absolutamente de la vida eclesial, de tal forma que si muere en ese estado, ni siquiera podría recibir las exequias cristianas.

Como bien explica el P. Pedro María Reyes Vizcaíno:

Por lo demás, no sería legítimo afirmar la excomunión no es una institución evangélica: el Señor, en Mt 18, 17, establece la posibilidad de que la Iglesia expulse de su seno a quienes cometen pecados especialmente graves. Los primeros cristianos ya la practicaron. San Pedro, en Hch 8, 21, expulsó de la Iglesia a Simón el Mago, por pretender comprar el poder de administrar el sacramento de la confirmación: cometió el delito de simonía, que por este episodio tiene tal nombre. San Pablo, en I Cor 5, 4-5 también expulsó de la Iglesia a un delincuente, en este caso a un incestuoso. En esta ocasión, además, el texto de la epístola deja claro que la finalidad de la pena es medicinal: a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor. Sin rodeos San Pablo exige a los corintios que apliquen la pena: “¡echad de entre vosotros al malvado!” (I Cor 5, 13).

Es doctrina católica, concretamente dogma de fe, que la comisión de un pecado mortal hace que el fiel no pueda recibir el sacramento de la comunión si no se ha confesado y ha sido absuelto del mismo.

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27.07.15

Los milagros estorban a quienes profesan una fe falsa

Los milagros estorban a quienes quieren hacer del cristianismo un humanismo buenista donde el hombre tiene capacidad natural de obrar bien y lo sobrenatural pasa a ser considerado como algo mítico, un simple adorno literario.

Por ejemplo, por más que se empeñen, la clave de la lectura del evangelio de ayer no es solo que debamos compartir con los necesitados el pan y los peces que nos sobran -lo cual es obvio para cualquier cristiano-, sino que Dios saca comida para alimentar a una muchedumbre de donde solo había cinco panes y dos peces.

Pretender una lectura meramente sociológica/asistencial de ese pasaje del evangelio, negando su consideración milagrosa, es como pretender que el maná que recibió Israel durante su peregrinaje por el desierto eran las sobras que les llegaban de Egipto o del otro lado del Jordán.

No era magia. Era designio sobrenatural de Dios. Y Dios no es un mago, no es un ilusionista. Es quien de la nada crea todo lo que existe en el universo.

Muchos son los que dicen que una fe que necesita de milagros para existir, en realidad no es fe. Sin duda la fe es un don de Dios que no requiere de la contemplación de sucesos sobrenaturales, pero tan cierto es eso como que no existe fe cristiana que no acepte la realidad de esos sucesos. En otras palabras, tan verdad es esto:

Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Jn 20,29

Como esto:

Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis».

Jn 4,48

Y esto:

Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis…

Hch 2,22

Creemos sin ver y creemos porque vemos. Pero quien no cree, ni aunque vea creerá, a menos que el Señor obre en su corazón el mayor de los milagros, que es el de la conversión.

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