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22.03.16

Una carta necesaria a la que le falta una firma

Los obispos de Alcalá de Henares y Getafe han firmado una carta sobre la “Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad Autónoma de Madrid” aprobada recientemente en el parlamento autónomo madrileño. 

El texto episcopal está firmemente fundado sobre el magisterio de la Iglesia, con alusiones a la reciente encíclica Laudato Si del papa Francisco. Los obispos recuerdan el deber de todo católico de alzar la voz contra leyes inicuas:

Como en otras ocasiones, los católicos, además de nuestro testimonio, hemos de emerger y hacernos presentes en todos los ámbitos de la vida social. Para ello os animamos a profundizar en la formación humana y cristiana y, de manera especial, os urgimos al conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia.

Es por ello que resulta muy chocante, por no utilizar un término más contundente, la no adhesión de Mons. Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, a este texto. Damos por hecho que esa ausencia es voluntaria. No cabe pensar que los dos obispos sufragáneos de la archidiócesis de la capital de España no han ofrecido a su arzobispo sumarse a la redacción y la firma texto. Dado que el mismo es impecable desde el punto de vista de la fe católica, ¿qué ha movido a Mons. Osoro a mirar para otro lado? 

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21.03.16

Jesucristo. No hay otro nombre dado a los hombres. Punto final

Ni Buda, ni Mahoma, ni Sai Baba, ni Moisés, ni San Pedro o San Pablo (1ª Cor 1,13), ni cualquier otro

Hch 4,10-12
…quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.  Él es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Y

Fil 2,5-11
Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre.

No le den ustedes más vueltas. No hay otro Salvador aparte de Cristo. La razón es obvia. Solo Dios puede salvarnos. Y ningún otro ser humano, ningún otro fundador de religión, es Dios encarnado. Solo Jesucristo es el Verbo de Dios hecho carne. Puede que haya, de hecho hay, semillas de la verdad en algunas religiones no cristianas. Pero solo en la fe cristiana, y más concretamente en la fe católica, tenemos la semilla germinada, la vid que nos salva. Y es por ello que Cristo mismo ordena a su Iglesia:

Mc 16,15-16
 Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.

Predicar el evangelio no es una opción. Es una obligación:

1 Co 9,16-17
Porque si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, pues es un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no evangelizara! Si lo hiciera por propia iniciativa, tendría recompensa; pero si lo hago por mandato, cumplo una misión encomendada.

Sin embargo, llevamos décadas escuchando que los católicos no debemos hacer proselitismo. Según el diccionario de la RAE, proselitismo es el “celo de ganar prosélitos". Y prosélito se define en ese mismo diccionario como “Persona incorporada a una religión” y “Partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina". Por alguna extraña razón -o no tan extraña- ese verbo y ese sustantivo se ven como algo negativo. Como si se tratara de imponer la fe que nos salva por la fuerza. Lo cual es absurdo. Nadie puede convertirse si Dios no lo concede. No hay ejército, no hay violencia humana alguna, del tipo que sea, capaz de suscitar en el corazón de los hombres el amor por Cristo crucificado y resucitado.

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19.03.16

Ecumenismo: Pelillos a la mar...

El P. Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, cree llegado el momento de dar un paso de calidad en el ecumenismo. Le parece que el V Aniversario de la Reforma supone una gran oportunidad para ahondar en ese camino hacia la unidad. Y en su quinta de predicación de Cuaresma, afirma dos cosas:

las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma mediante la cual se produce la justificación del pecador.

Y:

Las formulaciones doctrinales y dogmáticas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en ‘consignas’, etiquetas que indican una pertenencia.

No negaré que el asunto de las indulgencias -más bien su mal uso- y la justificación fueron fundamentales para que se produjera la separación. Y no negaré que a veces el dogma puede ser usado como una consigna y no como reflejo de la verdad revelada. Ahora bien, permítanme ustedes que reformule las palabras del religioso capuchino desde otra perspectica histórica:

… las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y de buena parte de las iglesias orientales fueron la divinidad y humanidad de Cristo.

Y:

Las formulaciones trinitarias y cristológicas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en ‘consignas’, etiquetas que indican una pertenencia.

Para el P. Cantalamessa “en el diálogo ecuménico con las Iglesias protestantes pesa mucho el papel de frenado de las fórmulas". Conclusión. Dejemos las fórmulas a un lado y unámonos todos en Cristo. Pero si eso lo decimos de los protestantes, ¿por qué no decirlo de los Testigos de Jehová? ¿por qué no de los adventistas? ¿por que no…? Por ejemplo, los Testigos de Jehová creen que Cristo no es Dios pero sí nuestro Salvador. ¿No habrá que centrarse en lo que nos une con ellos en vez de lo que nos separa?

Por otra parte, hasta donde yo sé, los protestantes siguen aceptando como principios fundamentales de su fe los lemas Sola Fide y Sola Scriptura -acompañado del libre examen-. Eso significa, entre otras cosas, que su doctrina de la justificación sigue siendo solafideísta y que desechan el papel de la Tradición y la idea de que hay un Magisterio eclesial que marca la verdadera interpretación de la Revelación. Por supuesto, niegan que el Obispo de Roma sea Sucesor de Pedro e infalible. No es una cuestión de cómo se formulan esas doctrinas. Es cuestión de lo que esas doctinas implican en la vida cristiana.

En realidad, lo que subyace de las palabras del predicador de la Casa Pontificia es la idea de que el dogma, aunque pudo ser de utilidad en su momento, hoy es un lastre para la unidad. Y si es un lastre para la unidad y la unidad es algo querido por Dios, entonces es un lastre para el cristianismo en general, sea cual sea su configuración. Eso, señores míos, ni siquiera es una tesis protestante clásica. Es la tesis del protestantismo liberal y su hermano de sangre el modernismo católico.

En ese camino ecuménico al que quieren llevarnos con consignas emotivas -¿cómo no querer la unidad?, ¿cómo no querer la igualdad y la fraternidad entre hermanos separados?- los conversos son un problema. Tanto los que han dejado el catolicismo para hacerse protestantes como los que dejamos el protestantismo para hacernos católicos, somos un estorbo. Igual con los conversos desde o hacia el cristianismo ortodoxo.

El P. Cantalemessa alaba  "las muchas iniciativas mediante las cuales los creyentes de distintas Iglesias se encuentran para rezar y proclamar juntos el Evangelio, sin intenciones de proselitismo y en plena fidelidad cada uno a su propia Iglesia“. Conmovedor. 

A Dios gracias, yo no regresé a la Iglesia por la acción proselitista de ningún católico. De hecho, si hubiera tenido que esperar a que algún católico hicera tal cosa, hoy seguiría siendo protestante o quizás ortodoxo. La Iglesia Católica lleva décadas renunciando, de hecho, a considerarse como la Iglesia de Cristo. Sí, en la letra del Magisterio todavía figura esa doctrina, pero la realidad es que a la inmensa mayoría de los católicos se les ha inculcado la idea de que para salvarse da igual ser católico, que protestante, que ortodoxo. Es más, como acaba de recordar Benedicto XVI, escribiendo como teólogo privado, esa idea va más allá incluso de la propia fe cristiana:

Si es verdad que los grandes misioneros del siglo XVI estaban convencidos de que quien no estaba bautizado estaba perdido para siempre –y esto explica su compromiso misionero–, después del concilio Vaticano II dicha convicción ha sido abandonada definitivamente en la Iglesia católica.

De esto deriva una doble y profunda crisis. Por una parte, esto parece eliminar cualquier tipo de motivación por un futuro compromiso misionero. ¿Por qué se debería intentar convencer a las personas de que acepten la fe cristiana cuando pueden salvarse también sin ella?

Si ni siquiera creemos que es necesaria la fe cristiana para salvarse, ¿cómo va a tener importancia que dicha fe sea la católica, la protestante o la ortodoxa?

Comprenderán ustedes que empiece a preguntarme a qué me convertí hace quince años cuando regresé a la Iglesia. Porque la fe católica a la que creí convertirme, la fe de los padres de la Iglesia, de los santos y doctores de la Iglesia, hoy existe apenas en el papel. Ni se predica desde nuestros púlpitos, ni apenas se defiende activamente en la arena pública, ni parece que para muchos sea otra cosa que un estorbo para la unidad de los cristianos y, quién sabe, si de todos los hombres. Esa fe todavía existe -cuesta sepultar en medio siglo algo levantado por Dios en veinte-, pero estamos en pleno proceso de enterramiento

Tras leer lo que acabo de escribir, ¿creen ustedes que estoy en contra del ecumenismo? Ni por un casual. Por ejemplo, me siento mucho más en comunión con John Piper, protagonista del siguiente vídeo, que con la multitud de “predicadores” católicos que jamás predicarán lo que predica ese pastor bautista:

La musiquita del vídeo es innecesaria, pero el contenido merece la pena. Y difícilmente escucharán ustedes, hermanos católicos, lo que predica Matt Chandler, discípulo de Piper, en este vídeo. No lo escucharán ni con gritos ni sin gritos:

Como ven ustedes, no es cuestión de formulaciones. Es cuestión de cristianismo auténtico o cristianismo aguado, mundano

Santidad o muerte.

Luis Fernando Pérez Bustamante

De los pocos católicos que sí predica la necesidad de la conversión.

 

11.03.16

Respuesta a las aclaraciones del P. Chus Villarroel

El P. Chus Villarroel, OP, ha tenido a bien aclarar en el semanario Alfa y Omega su postura tras la polémica causada por algunas afirmaciones en su entrevista al semanario. Como él dice, “en varios blogs” fue discutida su posición. Me figuro que también habría leído mi artículo comentando sus afirmaciones. Aunque quizá no lo haya leído. En todo caso no contesta a los argumentos que expuse en contra de algunas frases de su entrevista, por ejemplo:

“¿Pero qué importancia tiene tu pecado cuando vives en compañía de Aquel que ha muerto gratuitamente por ese pecado?"… “Tú sabes que ese pecado está clavado en la Cruz de Cristo, y lavado por su sangre. Si no, entramos en el escrúpulo, en hacer todo lo que pueda por librarme de esto que odio, en las cautelas".

¿Será que no ve modo de defender la ortodoxia de ésas y otras frases igualmente reprobables, fundamentándolas en la Escritura, la Tradición y el Magisterio apostólico, como lo exige, por ejemplo, el Concilio Vaticano II (Dei Verbum 10)?

Recuerdo brevemente la doctrina católica sobre la relación entre gracia, salvación y pecado. Y después analizo el segundo artículo que el sacerdote dominico ha publicado tratando de precisar su doctrina (ver Alfa y Omega).

Todos, sin excepción, somos pecadores. Desde la caída de Adán, el hombre tiene tendencia al pecado. Dicha tendencia no es absoluta -pues no todo lo que hace el hombre caído es pecado (canon VII sobre la justificación de Trento)-, pero sí muy acusada.

Por la fe y el bautismo recibimos una nueva naturaleza, una nueva vida en Cristo. Recibimos la gracia para andar conforme a la voluntad de Dios. Somos hijos de Dios en el segundo Adán, que es Cristo (Jn 1,12; 1 Cor 15,45). Como quiera que aún en esa nueva vida volvemos a pecar (1 Jn 1,8), Dios da la gracia del arrepentimiento, que se realiza plenamente en  el sacramento de la confesión (1 Jn 1,9; Jn 20,23). Por él se nos concede el perdón y la penitencia por nuestros pecados. Como dijo San Pablo: 

… he predicado primero a los judíos de Damasco, luego a los de Jerusalén y de toda Judea, y por último a los gentiles, que se arrepientan y se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de penitencia. (Hch 26,20)

La gracia de Dios nos va fortaleciendo más y más para no pecar. Cuanto más crecemos en la gracia, más amamos a Dios y más fuertes nos guarda ese amor de ofenderle. Al límite, los santos son ya psicológica y moralmente incapaces casi de pecar. Así lo enseña la Escritura:

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla. (1ª Cor 10,13)

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10.03.16

Sor Patrocinio no podía caer en el Olvido

Si les digo que tengo la convicción de que Sor Patrocinio es una de las hijas más preciosas de la Iglesia en España, seguramente se pregunten si no me habrá dado un pasmo. Efectivamente, ¿cuántos de ustedes han oído hablar una concepcionista franciscana española del siglo XIX que fue mística, profeta, estigmatizada, visionaria, fundadora?

Semejante alma fue tan bella por obra del Alfafero divino como ha sido desconocida para los católicos de hoy en día. Pero el Señor sabe cuándo y cómo ha de brillar aquello que nace de sus manos para mayor gloria suya. Y para dar a conocer el derroche de sus gracias sobre aquella mujer, que había elegido para adornar de santidad el camino de la Iglesia en España durante prácticamente todo el s. XIX (1811-1891), se ha valido de Javier Paredes, historiador católico, que honra con su trabajo tanto su vocación profesional como su don bautismal.

Don Javier nos ha regalado el libro “Las llagas de la monja". Miren, yo podría hacer una reseña larga, cuidada, con citas de la obra acá y allá. Pero no dejaría de ser una reseña más. Casi es mejor que les copie el mensaje que envié a Javier el pasado 1 de marzo:

“Sor Patrocinio me tiene prendado".

Con eso digo todo. Si en algo estiman ustedes mi opinión, compren el libro. Y si quieren dar un gran regalo a alguien a quien estimen, compren otro ejemplar.

A esto hay que añadir que con el libro del profesor Paredes no solo conocemos la vida de Sor Patrocinio, sino mucha de las claves de la historia de España, no solo del siglo XIX, sino de lo que ocurriría después. Al leer “Las llagas de la monja” vemos persecución religiosa, vermos odio a la Iglesia, vemos superiores religiosos tibios, vemos mártires que, incomprensiblemente, no han alcanzando el reconocimiento de su martirio ni siquiera en forma de beatificación. Mucho antes de que los “rojos” derramaran sangre de católicos en este país, lo habían hecho los liberales, que tan buena fama tienen hoy en muchos círculos católicos aburguesados. Si algo odian los enemigos de la Iglesia es a los santos que demuestran con su vida que lo sobrenatural no solo existe, sino que puede llenar una vida entera. Ese es el caso de esta hija de San Clemente (Cuenca). Por eso buena parte de su vida fue llevada de acá para allá, intentando que tanta santidad no prendiera fuerte en otras almas, especialmente la de la reina Isabel II. 

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