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16.09.25

El Rosario cambia nuestras vidas

A finales de agosto del año 2022, Saulo Medina -hermano de Fray Nelson- y un servidor de ustedes rezamos un Rosario por whatsapp. Aquel fue el primero de una ininterrumpida serie de rosarios a lo largo de estos tres años. 

En este vídeo damos testimonio de las gracias que el Señor nos ha concedido por la intercesión de nuestra Madre.

Paz y bien,
Luis Fernando Pérez Bustamante
Apóstoles de su gracia

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PD: Es evidente que tengo que mejorar la calidad de la grabación. Estamos empezando y todavía no domino el medio. 

11.09.25

El transatlántico

El viejo transatlántico llevaba tanto tiempo surcando los mares que parecía haberse fundido con ellos. Había sobrevivido a galernas descomunales, a tormentas que habrían hecho zozobrar a cualquier otra nave, y siempre había logrado mantenerse a flote. Pero un día, cuando nada hacía presagiar el desastre, un estruendo estremeció las entrañas del océano. Las aguas se abrieron como desgarradas por un cuchillo invisible, y de aquel desgarrón brotó un abismo de fuego que devoraba cuanto se acercaba.

Lo lógico habría sido virar en dirección contraria, poner rumbo hacia aguas seguras. Sin embargo, el capitán, con gesto desafiante, ordenó dirigirse de frente hacia aquel infierno marino. «Hay que ser audaces, atrevidos, intrépidos», proclamó. Parte de la tripulación lo vitoreó con entusiasmo; el resto, con el rostro desencajado por el miedo, permaneció en silencio. En el pasaje, unos pocos alcanzaron a comprender el peligro y trataron de alertar a los demás, pero solo recibieron burlas y desprecio: «Confiamos en nuestro capitán. Por algo está al mando. Si no os gusta, saltad al agua y nadad en dirección contraria».

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15.07.25

Querido Beltrán

Querido Beltrán, tan pequeño, tan amado por tus seres queridos, y ya en el cielo. Anteayer pasaste de estar rodeado de los que te amaban a estar rodeado de ángeles y santos. A la vez que tu madre, desesperada, te vio marchar, la Madre de Dios, madre tuya y nuestra, te recibía en sus brazos. Ella, María, también sufrió cuando vio a su Hijo morir. Pero ahora ya sabes, Beltrán, porqué murió el Hijo de María. Para que tú hoy puedas estar junto a Él en el cielo.

Beltrán, con apenas tres añitos de vida ya has entrado en la vida eterna. Tú ya sabes mucho más de Dios que yo, que todos los que aquí peregrinamos hacia donde, si se nos concede el don de la perseveracia final, tú ya estás. Tú ya ves a al Señor cara a cara. Y ves también a toda la corte celestial, de la que ya eres parte. 

Pequeño, tu muerte, aun siendo muy dolorosa, aun siendo trágica, ya está produciendo frutos. Cuando tu obispo, Mons. José Ignacio Munilla, fue a dar la bendición tras rezar Vísperas con tu familia y cuatrocientas personas, tu madre pidió hablar, lo que le fue concedido, y dio el mayor testimonio cristiano que todos los allí presentes, incluido D. José Ignacio, han oído en sus vidas. Ella dijo “que nadie piense que Dios es malo. Dios es infinitamente bueno y misericordioso. Y me dio a Beltrán y fue un milagro su vida".

Chiquitín, el testimonio del amor de Dios brillando en medio del dolor de tus seres queridos traerá, sin la menor duda, frutos de conversión. Tu muerte salvará almas. Y nada hay más maravilloso que ser instrumento de la salvación de los elegidos por el Señor.

Ruega por nosotros, Beltrán. Ruega por quienes tanto te amaron en tu breve paso por esta vida terrenal. Nada puede arrancarles el dolor que hoy tienen y que van a arrastrar el resto de sus vidas. Pero es seguro que van a recibir el consuelo que solo Dios da. Tus papás cuidaron de ti. Cuida ahora de ellos hasta que se encuentren contigo. Y ya que estás allí, dale un beso y un abrazo enorme al Señor de parte nuestra. Y otro con sumo cariño y devoción a su Madre, nuestra Madre.

Descansa en paz,

Luis Fernando Pérez Bustamante
Apóstoles de su gracia

14.07.25

Hacia el fin de una nación llamada España

Sí, España va camino de su desaparición. No soy alarmista ni profeta de calamidades. Me limito a examinar los datos y a extraer las conclusiones que cualquier otra persona puede y debe extraer. Un pueblo sin hijos acaba muriendo, y este ya no los tiene. Es más, en un futuro cercano tendrá todavía menos.

Hemos pasado de 600 000 nacimientos anuales a 300 000, y es obvio que, cuando esos 300 000 de hoy lleguen a la edad de procrear, tendrán muchos menos de los que se tienen ahora. Y esos, a su vez, tendrán todavía menos. ¿Tengo que explicarles lo que eso va a suponer?

Hay quien piensa que la inmigración va a solucionar el abismo demográfico. De hecho, de esos 300 000 nacimientos, un tercio tiene al menos un padre no nacido en España. Sin inmigrantes el desplome sería más profundo y más rápido. Esa ayuda externa a la natalidad se da -y se seguirá dando- a cambio de un aumento brutal de la conflictividad social, tal y como estamos viendo estos días en el país. 

Además, los mismos que hoy vienen aquí porque el nivel de vida es mejor que en sus países de origen se marcharán cuando la situación se haga insostenible. Y a eso vamos. No podrán pagarse las pensiones, ni el coste de la sanidad pública, ni el de la atención a los ancianos que necesitan ayuda. No sabemos cuándo va a pasar eso, pero va a pasar. Lo saben, pero callan para no “alarmar”. Engañan a la gente; llevan haciendo eso décadas.

Estoy convencido -aunque esto es mera especulación- de que España y el resto de Europa pasarán de tener una edad de jubilación a fijar una edad de eutanasia obligatoria. Es decir, a partir de esa edad, quien enferme puede darse por muerto, porque no se va a cubrir su tratamiento; a cambio se le ofrecerá una “dulce muerte”. ¿Creen que exagero? Hablemos dentro de veinte años, si es que sigo vivo para entonces. Ya hoy se seda a los abuelos en cuanto uno se descuida, y cada vez son más las familias que lo piden.

De hecho, todos esos que, por las razones que sean, hoy no tienen hijos o sólo tienen uno -y son legión-, ¿quién cree que les va a atender cuando lleguen a la ancianidad? ¿El Estado? ¿En serio? ¿De verdad?

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10.07.25

Evangelización, conversión, santificación, paciencia

Dios tiene mucha paciencia con los pecadores. No solo les ofrece el perdón y les perdona cuando ellos lo piden, sino que también sabe esperar a que su gracia produzca los frutos de la liberación del pecado y de la santidad. ¿Quién mejor que Él conoce el tiempo que necesita cada alma para verse libre de vicios, situaciones de pecado, necias autojustificaciones, etc.? ¿Acaso es igual Juan que Antonio? ¿O Margarita que Sonia?

De hecho, ¿no lo vemos en nuestras propias vidas? ¿Acaso no hemos arrastrado —o arrastramos— situaciones de pecado que parecen enquistadas? Por más propósito de enmienda que hagamos, caemos una y otra vez. Y cada vez que caemos y pedimos perdón, Dios nos perdona. Por pura gracia, acaba dándonos la libertad para dejar atrás esos pecados que parecen eternos. No desesperemos. Pidamos esa gracia. Y, como dice la Escritura, si pedimos algo conforme a la voluntad de Dios, el Señor nos lo concederá. ¿Cómo no va a darnos el verdadero arrepentimiento —el que produce un cambio de vida— y la santidad, si precisamente eso es lo que le pedimos?

Hablaba estos días con un buen sacerdote a quien el Señor ha mostrado, precisamente, la necesidad de tener paciencia con aquellos que llevan una vida entera hundidos en el fango del pecado. Si Dios nos da tiempo a nosotros, que ya estamos más o menos ejercitados en vivir por gracia, ¿cómo no se lo va a dar a quienes se acercan por primera vez al trono de la gracia, al encuentro personal con Cristo, a la fe, al Credo, a la Iglesia y a Aquella que hizo del «fiat voluntas tua» el motor de su vida?

Tener paciencia con el pecador no significa ocultar la verdad, ni rebajar las exigencias, ni permitir que se use la gracia como ocasión para pecar. El llamado a la santidad —sin la cual nadie verá a Dios— es para todos. No hay cristianos de primera, de segunda y de tercera. No a todos se nos concede la gracia de la santidad en grado sumo, pero sí la suficiente como para alejarnos del pecado y alcanzar la salvación. Es un asesino de almas quien dice «Dios te ama tal como eres» como si no necesitaras cambiar lo que eres. La conversión no es una opción: es el único camino seguro hacia la vida eterna. El adúltero tiene que dejar de serlo. El corrupto tiene que dejar de serlo. Quien usa la lengua —o un teclado— como si fuera un arma de destrucción masiva contra los sentimientos ajenos, tiene que dejar de usarla. Y si no lo hacen, se condenan.

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