18.02.19

Caso McCarrick, ¿quién se cree qué?

El 11 de febrero de 2019, la Congregación para la Doctrina de la Fe impuso la pena de dimisión del estado clerical al ex-cardenal Theodore McCarrick. Cinco días después la sentencia se hizo pública. No cabe recurso del condenado. Sus delitos son «insinuaciones en la confesión y violación del Sexto Mandamiento del Decálogo con menores y adultos, con el agravante de abuso de poder».

El señor McCarrick tiene 88 años, lo cual hace pensar que no le queda mucho tiempo antes de presentarse ante el Señor para rendir cuentas. Según la fe católica, si se arrepiente verdaderamente y se confiesa de sus pecados, podrá salvarse. Es más, si cumple los requisitos requeridos, puede alcanzar la indulgencia plenaria, que supone la remisión de la pena temporal por sus pecados.

Eso me lleva a hacer las primeras preguntas: Si D. Theodore McCarrick, además de confesarse con cualquier sacerdote, hace una confesión pública de sus pecados y pide perdón por ellos, ¿qué razón habría para mantenerle la pena? ¿acaso no se perdona y se hace regresar a la comunión eclesial a los herejes y cismáticos que se arrepienten de sus errores? 

Dicho eso, vamos a ser claros. ¿Alguien puede creerse de verdad que las andanzas de McCarrick no eran conocidas desde hace mucho tiempo tanto en la Iglesia en Estados Unidos como en Roma? O sea, como planteó Shawn McKnight, obispo de Jefferson City (Missouri, EE.UU), en agosto del año pasado:

¿Cómo pudo un hermano obispo faltar el respeto con tal insensibilidad a la dignidad de jóvenes, seminaristas y sacerdotes durante décadas sin que nadie le pusiera en su sitio? Es inexplicable para mí.

Esa pregunta nos la hacemos muchos sin necesidad de leer las famosas cartas de Mons. Viganò, ex-Nuncio en los EE.UU. De hecho, sabemos que a Roma llegaron denuncias sobre MCarrick antes (año 2000) de que el papa Juan Pablo II le creara cardenal (año 2001). Aun más, el cardenal Cacciavillan reconoció que ya en el año 1994 había oído sobre las inmoralidades del sujeto. El P. Boniface Ramsey aseguró que todo el mundo sabía lo que pasaba. Por tanto, nadie puede alegar que no se sabía lo que hacía el ex-cardenal. Es más, así lo aseguró Mons. Steven Lopes, obispo del ordinariato anglocatólico en EE.UU, a finales del pasado mes de agosto:

“Le diré cuál creo que no es una respuesta suficientemente buena. Se trata del desfile de cardenales y obispos que han corrido hacia las cámaras de televisión y mientras sujetan sus cruces pectorales dicen “No sabía nada". No lo creo, y soy uno de ellos. No lo creo".

Y no parece que convenza a muchos el argumento del cardenal Maradiaga, quien aseguró que las inmoralidades de McCarrick eran un asunto privado.

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12.01.19

Reconozcamos los derechos de la regia potestad de Cristo

Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Ps 71)

Cuando la Cristiandad es vista como una era tenebrosa. Cuando muchos desdeñan el reinado social de Cristo en las naciones cristianas. Cuando, por ingorancia inducida de multitud de fieles, la Solemnidad de Cristo Rey del Universo ha perdido el sentido originario con el que fue instituida. Cuando se celebran sacrificios constantes a los Baales y los Molocs de sistemas políticos contrarios a la realeza de nuestro Señor, toca escuchar la voz profética de uno de sus Vicarios:

Ahora bien, el nefasto esfuerzo con que no pocos pretenden arrojar a Cristo de su reino, niegan la ley de la verdad por Él revelada y rechazan el precepto de aquella caridad que abriga y corrobora su imperio como con un vivificante y divino soplo, es la raíz de los males que precipitan a nuestra época por un camino resbaladizo hacia la indigencia espiritual y la carencia de virtudes en las almas. Por lo cual, la reverencia a la realeza de Cristo, el reconocimiento de los derechos de su regia potestad y el procurar la vuelta de los particulares y de toda la sociedad humana a la ley de su verdad y de su amor, son los únicos medios que pueden hacer volver a los hombres al camino de la salvación.
Encíclica Summi Pontificatus, 13, Pío XII

No nos engañemos. O Cristo reina en todo, o estaremos bajo la autoridad del príncipe de este mundo, quien ya fue derrotado en la Cruz, pero sigue luchando contra la Iglesia para derribarla del lugar que le corresponde.

O de Cristo y con Cristo, o del mundo y con Satanás.

¡Viva Cristo Rey!

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pérez Bustamante

5.01.19

Caso Zanchetta, trabajo para Tornielli

En el último mes han cambiado muchas cosas en el área de la comunicación vaticana. Al nombramiento del vaticanista Andrea Tornielli como director del Dicasterio para la Comunicación y la salida de Giovanni Maria Vian de la dirección de L´Osservatore Romano se le unió la ¿sorprendente? dimisión de Geg Burke y Paloma García Ovejero como portavoz y viceportavoz de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la cual, de forma provisional, ha quedado a cargo de Alessandro Gisotti. No hace falta ser un experto en el negociado de la información religiosa para entender que se ha puesto en marcha una maquinaria destinada a tener un control mucho más exhaustivo e ideologizado de lo que sale o deja de salir, a nivel informativo, de la Santa Sede. De Burke y García Ovejero se podía decir lo que se quisiera, pero no que fueran “creadores” de opinión, cosa que no ocurre con Tornielli ni creo que vaya a ocurrir con el futuro portavoz.

Precisamente ha sido Gisotti quien, en plena interinidad, ha tenido que salir al paso del posible escándalo revelado por la prensa argentina sobre el obispo Zanchetta. El obispo emérito de Orán presentó sorpresivamente su renuncia alegando motivos de salud. La misma fue aceptada en un abrir y cerrar de ojos -lo cual es “significativo"- y desapareció de Argentina. A los pocos meses el Papa le dio un “carguito” en el Vaticano, sin responsabilidades ejecutivas pero suficiente como para que residiera en Roma.

El problema es que la prensa del país sudamericano ha revelado que Mons.Zanchetta fue acusado de abusos sexuales y de poder (*). Las víctimas de los abusos sexuales habrían sido tres seminaristas. Las de poder -sea lo que sea eso-, diez seminaristas. Es más, fue la Nunciatura en Buenos Aires quien recibió las denuncias, con lo cual es evidente que el caso llegó a Roma, a menos que pensemos que Mons. Emil Paul Tscherrig, Nuncio en Argentina cuando ocurrió todo, decidió ocultar los hechos a la Santa Sede.

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26.12.18

La humanidad está dividida en dos

En el evangelio de ayer, escuchamos:

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Jn 1,9-13

La humanidad está radicalmente dividida en dos: aquellos que creen en Cristo y han sido bautizados y aquellos que no. Unos son hijos de Dios -en el sentido de filiación sobrenatural-, otros no. Los que no creen en Cristo son solo hijos del primer Adán. Los que creen son hijos de Dios en el segundo Adán, que es Cristo (1 Cor 15,45) (*). De ahí la absoluta necesidad de predicar el evangelio a todos los hombres. 

Entre los hijos de Dios también se puede establecer una división. Los que viven en pecado y los que viven en gracia. Se entiende que vivir en pecado no es pecar ocasionalmente, cosa que todos hacemos, sino pecar gravemente a conciencia -pecado mortal- y sin intención de arrepentirse y cambiar de vida. Si mueren en ese estado, aun siendo hijos de Dios su condenación es segura e incluso se puede decir que su situación será peor que la de aquellos que nunca creyeron porque nadie les predicó el evangelio.

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4.12.18

Los consejos del P. Fortea para las homilías

La buena gente de ACI Prensa ha tenido la feliz idea de recuperar para este Adviento un artículo del P. José Antonio Fortea, escrito en noviembre del 2017. Este famoso sacerdote español tuvo a bien dar unas pautas para predicar buenas homilías. Aunque no existe el peligro de que yo predique homilía alguna en lo que me queda de vida, sí que soy y seré testigo de muchas de ellas, con lo cual el tema me interesa.

Antes de analizar lo indicado por el sacerdote oscense -aunque incardinado en Alcalá de Henares- creo importante señalar el hecho de que multitud de fieles solo reciben cierta formación espiritural, doctrinal y moral a través precisamente de las homilías. No abundan los que se leen documentos magisteriales, ni los que leen habitualmente la Biblia, escritos de los santos, etc. Tampoco hay multitudes de fieles en las escasas parroquias que tienen un catecumenado para adultos. 

Dicho eso, vamos con el “decálogo” para una buena homilía de D. José Antonio:

-Predicar lo más posible acerca de Dios.

Elemental, querido Watson, que diría Sherlock Holmes. Pero por muy elemental que parezca, hoy parece estar de moda hablar de la solidaridad, de los pobres, del cambio climático, de los que mueren intentando buscar una mejor vida… sin mencionar a Dios para nada. El segundo mandamiento “amarás al prójimo como a ti mismo” está a la orden del día, pero el primero brilla por su ausencia. Como si todo el mal que existe en el mundo se pudiera arreglar sin nombrar al Creador. Hace bien el P. Fortea en dar ese consejo.

-Fijarse siempre en lo positivo. Exponer la belleza del Bien en todas sus formas.

Dependiendo de las lecturas del día o de las situaciones particulares o generales que el sacerdote quiera mencionar, no es fácil seguir siempre ese consejo. Pero sí, es cosa recomendable que todo sermón deje lugar a la esperanza cristiana, a la belleza del mensaje de salvación, a la seguridad de que "todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, de los que son llamados según su designio” (Rom 8,28).

-Evitar hablar del pecado, del castigo, del mal.

Reconozco que me he quedajo ojiplático al leer ese consejo. “No, no puede ser", me he dicho. Pero es. No dice algo tipo “no hable constantemente del pecado, del castigo, del mal", sino “evitar” hablar de esas cosas. Y digo yo, ¿cómo va nadie a plantearse dejar de vivir en pecado, abandonar el mal que le aleja de Dios, si no se le predica al respecto? Es más, ¿qué fue lo que dijo Cristo que haría el Espíritu Santo cuando viniera tras su partida?:

Y cuando venga Él, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
Jn 16,8

¿Es consciente el P. Fortea que lo que propone es exactamente llevar la contraria, ni más ni menos que en la tarea homilética, a la labor del Espíritu Santo?

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