InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: 2017

6.04.17

¿Por quién te tienes tú?

Evangelio del jueves de la quinta Semana de Cuaresma:

En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra jamás verá la muerte.
Los judíos le dijeron: -Ahora sabemos que estás endemoniado. Abrahán murió y también los profetas, y tú dices: «Si alguno guarda mi palabra, jamás experimentará la muerte». ¿Es que tú eres más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes tú?
Jesús respondió: -Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada vale. Mi Padre es el que me glorifica, el que decís que es vuestro Dios, y no le conocéis; yo, sin embargo, le conozco. Y si dijera que no le conozco mentiría como vosotros, pero le conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, se llenó de alegría porque iba a ver mi día; lo vio y se alegró.
Los judíos le dijeron: -¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?
Jesús les dijo: -En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán naciese, yo soy.
Entonces recogieron piedras para tirárselas; pero Jesús se escondió y salió del Templo.
Jn 8,51-59

Nueva declaración de Cristo sobre su divinidad. “…antes de que naciera Abrahán, Yo soy". Jesús es el Yo soy que sacó a Israel de la esclavitud en Egipto y quien les llevó a la tierra prometida. Así lo explica también san Pablo:

Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo.
1ª Cor 10,1-4

Dado que Cristo les estaba diciendo en la cara que era Dios, solo cabían dos actitudes: o que creyeran en Él o que le intentaran lapidar. Optaron por esto último pero no había llegado todavía la hora del sacrificio expiatorio de nuestro Señor.

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5.04.17

Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos

Evangelio del miércoles de la quinta Semana de Cuaresma:

Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió»
Jn 8,31-42

De poco vale creer en Cristo si no se permanece en su palabra. De poco vale ser liberados del pecado si luego dejamos a un lado al Salvador para regresar a la esclavitud de una vida alejada de los mandamientos de Dios.

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4.04.17

Si no creéis que "Yo soy", moriréis en vuestros pecados

Evangelio del martes de la quinta Semana de Cuaresma:

De nuevo les dijo: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que “Yo soy” ° , moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían: «¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó: «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en Él.
Jn 8,21-30

Cuando Moisés preguntó a Dios cómo debía presentarse ante el pueblo de Israel, esta fue la respuesta:

Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?». Dios dijo a Moisés: «“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros»
Ex 3,13-14

Por tanto, cuando Cristo dice “si no creéis que “Yo soy", moriréis en vuestros pecados", está haciendo una declaración de su plena divinidad. Cristo es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios del Antiguo Testamento. Y quien no cree en Dios, ¿cómo va a ser salvado por Dios?

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3.04.17

Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más

Evangelio del lunes de la quinta Semana de Cuaresma:

Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó: «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Jn 8,1-11

Veamos cómo explica San Agustín este pasaje del evangelio. Ante la trampa que escribas y fariseos querían tender al Señor, así actuó él:

¿Qué, pues, respondió el Señor Jesús? ¿Qué respondió la Verdad (Jn 14,6)? ¿Qué respondió la Sabiduría (1Co 1,24)? ¿Qué respondió la Justicia misma, contra la que se preparaba la intriga? Para no parecer que hablaba contra la Ley, no dijo: «No sea apedreada». Por otra parte, ni hablar de decir «Sea apedreada», pues vino no a perder lo que había encontrado, sino a «buscar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). ¿Qué respondió, pues? ¡Ved qué respuesta tan llena de justicia, tan llena de mansedumbre y verdad! El que de vosotros está sin pecado, afirma, contra ella tire el primero una piedra. 

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2.04.17

Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios

Segunda lectura del domingo de la quinta Semana de Cuaresma

Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Ahora bien, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de él.
Pero si Cristo está en vosotros, ciertamente el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu tiene vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida también a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en vosotros.
Rom 8,8-11

No nos engañemos. Si vivimos igual que aquellos que están sin Dios, es que no somos de Dios. O nuestras obras corresponden a lo que profesan nuestros labios, o estamos jugando un farsa, un juego muy peligroso que puede acabar con nuestra condenación eterna.

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