¿Se puede hablar de santidad y santos sin mencionar la gracia?
Monseñor José María Arancibia, arzobispo emérito de Mendoza (Argentina), y Obispo Delegado para las Causas de los Santos, ha concedido una entrevista a InfoBae para comentar la campaña “La santidad es para todos”. En la misma, dice:
Se reconoce a una persona como santa cuando ha practicado, ejercitado, las virtudes cristianas en grado heroico, o sea con un gran esfuerzo, superando dificultades, superando el tiempo y la adversidad o los obstáculos que le ha podido traer la vida. Que ha vivido la fe, la esperanza, la caridad y también la humildad, la perseverancia, la fortaleza, la constancia, Ha vivido con intensidad y constancia y permanencia en la vida.
Le recuerdo a este arzobispo, y de paso al resto de fieles católicos, que sin la gracia de Dios no hay santidad posible. Que sin la gracia de Dios, el hombre es incapaz de librarse del pecado. Que sin Cristo, como Él mismo se encargó de recordar, no podemos nada. Y que la idea de que podemos ser santos solo por nuestro gran esfuerzo es la herejía pelagiana.
No se debe hablar de santidad sin mencionar al Autor de la misma, a Aquél que la hace posible. No se debe hablar de santidad sin hablar de la gracia de Dios.
No niego la posiblidad de que Mons. Arancibia crea que la gracia de Dios es imprescindible para ser santos. Pero de la abundancia del corazón habla la boca. Y de su boca no ha salido la palabra “gracia".
Esa campaña, por muy bien intencionada que sea, será un fracaso si no se habla a los fieles de aquello que les puede hacer santos.
Luis Fernando
Post data
Para evitar equívocos y no caer en la herejía luterana, quede claro que no propongo que no haya que esforzarse. La clave es quién produce querer esforzarse y el propio hecho de hacerlo. San Pablo une todo en dos versiculos consecutivos:
Por lo tanto, queridos hermanos, ya que siempre habéis obedecido, no solo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia, trabajad por vuestra salvación con temor y temblor, porque es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrarpara realizar su designio de amor.
Fil 2,12-14
Muy claro, ¿verdad?