El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí

Evangelio del jueves de la cuarta semana de Pascua:

En verdad, en verdad os digo: “el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado". Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado“.
Jn 13-16-20

Cristo, camino hacia el Padre porque el Padre le envía, convierte en camino a quienes Él envía. De manera que quien recibe a los enviados por Cristo, le recibe a Él y al Padre.

Es por ello que la Iglesia, cuerpo de Cristo, es llamada la “plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efe 1,23). Es por ello que la Iglesia, enviada por Cristo, es la encargada de “dar a conocer ahora a los principados y a las potestades en los cielos las múltiples formas de la sabiduría de Dios” (Efe 3,10).

Mas la Iglesia no es más que quien le envía. Ella está obligada a ser fiel testigo de su Señor. No tiene autoridad para cambiar sus palabras. No tiene autoridad para manipular sus enseñanzas. Quien así lo crea y, sobre todo, quien así lo intente de forma pertinaz, debe ser arrojado fuera.

El Señor, además, insiste en una de sus máximas. No basta saber lo que dice. Hay que ponerlo en práctica. No basta creer, hay que obrar. Y creemos y obramos porque la gracia nos lo concede.

Señor, concédenos saber y obrar. Saber lo que nos mandas y ponerlo en práctica.

Luis Fernando