El cardenal Arinze dice verdades como templos

Yo creo que todos deberíamos de saberlo, pero no está de más que un cardenal de la Iglesia nos recuerde que “la gente va a Misa no para entretenerse sino para adorar a Dios, para alabarle y darle gracias, para pedir el perdón por sus pecados y cualquier otra necesidad espiritual o material“. Y eso es lo que monseñor Arinze les ha recordado este fin de semana en Manila a los obispos asiáticos. Les ha pedido algo que no debería ser necesario que se pida a un obispo. A saber, que haga que se respeten las normas litúrgicas en su diócesis. Es como si a un conductor de autobuses urbanos hubiera que decirle que tiene que respetar las señales de tráfico, los semáforos y que debe de abstenerse de beber alcohol antes de ponerse al volante.

Algo no anda bien en la Iglesia cuando se tiene que repetir lo obvio. Y no creo que el cardenal Arinze haya dicho lo que ha dicho en Filipinas si no tuviera la certeza de que las cosas no se hacen como debieran. Me ha parecido especialmente aguda su descripción del “cura ingenioso” al que se le ocurre una genialidad el sábado por la noche, y el pueblo tiene que sufrirla en la misa del domingo por la mañana. Una cosa es que la liturgia se adapte a ciertas particularidades de cada nación, como de hecho acaba de ocurrir con la promulgación de la nueva edición del misal romano para los países del Cono Sur de Hispanoamérica, y otra que los sacerdotes o los fieles se inventen “misas” en las que el canon es pateado con fruición.

Lo que dice el prelado africano sobre la danza es muy apropiado. Además, creo que tendría una solución fácil. Sacarla de la celebración litúrgica y llevarla a cabo después de la misma o en reuniones aparte. Así, los fieles que quieran un poco de pan y circo pueden quedarse. Muy bueno también el consejo de que los católicos asiáticos no imiten a las iglesias locales que, como la nuestra, se han desecho de reclinatorios para poder arrodillarse a la hora de la consagración o de la comunión. De hecho, el cardenal insiste en que la adoración debe ir acompañada de gestos que indican exteriormente la actitud interna del fiel. Arrodillarse no es pecado, señores. Es un deber cuando nos encontramos ante Cristo Sacramentado. A menos que haya impedimentos físicos -yo mismamente no puedo permanecer de rodillas mucho tiempo-, no hay razón alguna para que el personal se quede de pie cuando debe de arrodillarse durante la misa.

La inculturación, asegura monseñor Arinze, no puede ser la excusa para ir en contra de las disposiciones litúrgicas de la Iglesia, nada caprichosa en esta materia. Cuando se es descuidado y displicente en los detalles menores, se acaba haciendo lo mismo en los más importantes. Y es que, como dijo San Pablo al organizar el marasmo de las reuniones “carismáticas” de los corintios, todo ha de llevarse a cabo “decentemente y con orden". Si eso vale para el siglo I, vale también para el XXI. En Asia y en cualquier otro continente.

Luis Fernando Pérez Bustamante