2.07.09

(10) El pudor –I

–¿Y cómo se le ocurre a usted ahora hablarnos del pudor?
–Tengo para ello varias razones, y todas válidas. En realidad, al mismo tiempo, haré el elogio del pudor, trataré del impudor generalizado hoy en el pueblo cristiano como un signo más de apostasía, que pide conversión y reforma; y señalaré el actual silenciamiento lamentable del Evangelio del pudor, silenciamiento que exige también reforma. ¿Vale?

La castidad es una virtud que, bajo la moción de la caridad, orienta y modera santamente el impulso genésico humano, tanto en sus aspectos físicos como afectivos. Implica, pues, en la persona libertad, dominio y respeto de sí misma, así como caridad y respeto hacia los otros, que no son vistos como objetos, sino como personas. Es la castidad una gran virtud, incluida en la templanza, y es por tanto en la persona una fuerza espiritual (virtus), una inclinación buena, una facilidad para el bien propio de su honestidad, y consiguientemente una repugnancia hacia el impudor y la lujuria que le son contrarios.

Leer más... »

30.06.09

(09) Salvación o condenación –y II

–Pues si no se predica el Evangelio cuando se silencia sistemáticamente el tema salvación o condenación, eso significa que hoy el Evangelio apenas se predica.
–Efectivamente, apenas se predica en nuestras parroquias, catequesis y misiones. Bueno, ya se entiende que estas afirmaciones requieren muchos matices: en ciertas Iglesia locales, etc. Digamos que se predica, pero muy deficientemente, con muy poca fuerza para suscitar en los hombres de hoy la fe y para motivarles a conversión.

Los pecadores, la descendencia de Adán, están en un error mortal: piensan que pueden hacer de su vida lo que les dé la gana, sin que pase nada, es decir, sin sufrir castigos en ésta y en la otra vida. Con una ceguera espiritual insolente, llena de soberbia, creen los pecadores que, impunemente, pueden gobernarse por sí mismos, sin sujeción alguna al Señor Creador. Piensan que ellos mismos son dioses, capaces de decidir qué es bueno o malo (Gén 3,5), y que por tanto pueden renunciar al pensamiento racional, autorizándose al absurdo y abandonándose a las pensaciones. Estiman que pueden legalizar el aborto, los matrimonios homosexuales y lo que les venga en gana. Creen igualmente que pueden autorizarse a vivir en el lujo, matando a otros hombres que, sin su ayuda, mueren de hambre y enfermedad. Piensan que en esta vida es perfectamente lícito no dedicarse a «hacer el bien», sino a «pasarlo bien». No temen, en fin, que su conducta les acarree penalidades tremendas en este mundo y eternas en el otro.

Leer más... »

27.06.09

(08) Salvación o condenación –I

–¿Y usted cree que hoy es posible predicar a los hombres hablándoles de una salvación o condenación eterna después de la muerte?
–Yo creo que sí. Más aún, es de fe que el Evangelio puede y debe ser predicado a toda criatura hasta que Cristo vuelva. Por eso aún he de decirle más: falsifican completamente el Evangelio quienes evitan sistemáticamente esa dimensión soteriológica.

Jesús es el Salvador de los hombres-pecadores. Los hombres necesitamos un Salvador divino, porque somos pecadores de nacimiento: «pecador me concibió mi madre» (Sal 50,7). Y en la plenitud de los tiempos, el Hijo divino eterno «por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo y se hizo hombre» (Credo). Los ángeles anuncian a los pastores el nacimiento de «el Salvador» (Lc 2,11). Él se dice enviado para «llamar a conversión a los pecadores» (Lc 5,32), comienza su predicación llamando al arrepentimiento (Mc 1,15), y termina su misión salvadora ofreciendo su vida en el sacrificio de la cruz «para el perdón de los pecados» (Mt 26,28). Ascendido Cristo al Padre, recibimos el Espíritu Santo, que hace nacer la Iglesia como «sacramento universal de salvación» (Vaticano II, LG 48, AG 1).

Leer más... »

26.06.09

(07) Los laicos y las reformas en la Iglesia

–¿Y qué podemos hacer nosotros, los laicos, sin autoridad alguna en la Iglesia, para colaborar en las reformas que necesita, tanto en lo doctrinal como en lo disciplinar? Nada. Nada de nada.
–Está usted muy equivocado.

Los buenos laicos cristianos colaboran de mil modos a las reformas de la Iglesia. Es cierto que son los Pastores sagrados quienes encabezan las acciones más específicamente orientadas a las reformas necesarias. Pero es muy importante que en esa tarea sobre-humana se vean ayudados por todo el pueblo cristiano: en primer lugar por las personas especialmente consagradas, sacerdotes y religiosos, pero también por los padres de familia, profesores, artistas, escritores, administrativos, empresarios y obreros, sanos y enfermos, cultos e ignorantes, trabajadores y jubilados.

Leer más... »

23.06.09

(06) Decálogo para las reformas de la Iglesia -y II

–¡Increíble!… Aplicando el Decálogo 1-6, se ha enderezado la imagen de la Iglesia.
–No, señor. Aplicando el Decálogo 1-10.

7.– El ejercicio de la Autoridad apostólica es condición imprescindible para las reformas de la Iglesia. Y ese ejercicio se realiza de dos modos:

1.– Por el ejercicio de la autoridad personal de los Pastores apostólicos. Fácilmente se comprende, pues, que si se debilita el ejercicio de la Autoridad apostólica, por influjos culturales de origen protestante y liberal –y por temor a la Cruz–, se multiplican indefinidamente en la Iglesia los errores doctrinales y los abusos morales, litúrgicos y disciplinares. «Herido el pastor», o al menos debilitado, «se dispersan las ovejas del rebaño» (Zac 13,7; Mt 26, 31). Las reformas necesarias de la Iglesia requieren hoy sin duda una gran parresía en los Pastores sagrados que las pretendan; una fuerza apostólica como aquella de San Pablo:

Leer más... »