(695) Aceptación del impudor entre católicos
–¿Y cómo se les ocurre, siendo católicos, poner eso en un escenario católico?
–Me extraña que se extrañe. Peor es el bikini, y al menos en muchas Iglesias locales descristianizadas lo aceptan sin problema. La causa próxima es evidente: el silenciamiento de la predicación del pudor y la castidad dura ya más de medio siglo en gran parte de la Iglesia. Pero el justo vive de la fe, y la fe es por la predicación (cf. Rm 1,17; 10,17). Pues bien, «de la abundacia del corazón habla la boca» (Lc 6,45). Por eso lo que no se vive suficientemente, no se predica. Y lo que no se predica, no se vive… Por el contrario: «Teniendo el mismo espíritu de fe, según está escrito, “creí y por eso hablé"; y también nosotros creemos, y por eso hablamos» (2Cor 4,13).
Importancia del tema
La relación del hombre con el pudor y la castidad, cuando eran objeto de predicación cristiana, solían tratarse en clave moral, que sin duda la tienen. Pero antes y más es una cuestión metafísica y teológica. Como advirtió Ortega y Gasset:
«Las modas en los asuntos de menor calibre aparente –trajes, usos sociales, etc.– tienen siempre un sentido mucho más hondo y serio del que ligeramente se les atribuye, y en consecuencia, tacharlas de superficialidad, como es sólito, equivale a confesar la propia y nada más» (Para la historia del amor: Rev. Occidente, 1950-52, 439-440).
Puede parecer que impudor y lujuria sean causas mínimas de la ruina de tantas Iglesias locales de Occidente, al menos en comparación de otros factores destructivos que muestran una gran potencia. El Nuevo Orden Mundial, que pretende eliminar hasta las menores huellas del Cristianismo, ya actúa desde los documentos publicados por la ONU en los años 60, y con fuerza siempre creciente, a través de grandes conferencias y asambleas internacionales (Dacca 1964, Río de Janeiro 1992, Bucarest 1974, Carta de la Tierra 1993, El Cairo 1994, Pekín 1995 y tantas otras más), que van todas a dar en la anticoncepción y el aborto, el divorcio y la ideología de género. Han ido constituyéndose unos pretendidos “derechos reproductivos y sexuales”, “derecho a la igualdad de género” y “derecho a la diversidad de modelos de familias”, también recogidos en la Agenda 2030, siempre a la contra del Orden natural y cristiano creado por Dios. Combatir el impudor y sus anexos para defender en el mundo la Ciudad de Dios será considerado por algunos como combatir un bombardeo atómico disparando con tirachinas.
Pudor y castidad
Al comenzar InfoCatólica, uno de los primeros artículos de mi blog (El pudor–1: 02.07. 2009), trataba de esta santa y necesaria virtud, hoy tan silenciada. Entonces me hice el propósito de escribir sobre el tema de vez en cuando –«una voz que clama en el desierto» (Mc 1,3)–. Y como al fin del artículo presente puede comprobarse, cumplí mi intento. He recordado en varios artículos la doctrina cristiana sobre la virtud del pudor y de la castidad.
El último del conjunto es de 2015… Ahora prosigo mi intento, viendo que el impudor reinante en el mundo ha penetrado también en un grado o en otro en el mismo interior de la Iglesia, incluso en personas y ambientes verdaderamente católicos: familias y grupos laicales, colegios y universidades, editoriales y medios de comunicación, etc.
No es infrecuente encontrar en ellos una tolerancia, aceptación o incluso promoción de formas mundanas de hablar o vestir, de libros o películas, diversiones o estilos de vida, muy alejados del pudor y la modestia cristiana. Entre jóvenes y entre mayores. Suele incluso justificarse esta tolerancia por motivos de «caridad»:
−Son demasiado jóvenes para entenderlo; −han sido educados en ciertas indecencias desde niños: es lo que han visto siempre en su familia; −ya les exigimos mucho [¿?] en cosas fundamentales (sacramentos, estudios, formación) como para presionarles en la modestia; −sin esa tolerancia no podrían tener amigos; –llegan así mejor a evangelizar a familiares o ambientes alejados; −demasiado se centró antes la vida cristiana en el sexto mandamiento (este “argumento” es frecuente)… Y no pocas de estas actitudes son inculcadas por algunos sacerdotes «especializados en jóvenes»… Un verdadera pena.
Cuando un mal social se multiplica hasta generalizarse –como el impudor o la anticoncepción– acaba por ser considerado un bien o como una deficiencia tolerable por cristianos que están débiles en la fe y la caridad. Y este siniestro proceso, cuando la predicación contraria a ese mal está casi totalmente silenciada, se da con casi total seguridad. .
Revelación del pudor
Israel fue educado por Dios desde el principo en el pudor y la castidad (Eclo 9,7-8; Job 31,1). Y Jesucristo, con su Iglesia, es en la historia de la humanidad la más potente fuerza espiritual para difundir en las naciones el pudor y la castidad. Los Apóstoles, rodeados por tantas persecuciones del mundo, no dejan sin embargo por eso de difundir el pudor y la castidad (1Pe 3,3-5; 1Tim 2,9).
Y lo mismo hacen los Santos Padres, que con frecuencia, siendo tan fuertes y numerosas las herejías en su tiempo, tampoco dejan por eso de predicar esas virtudes con frecuencia, y de combatir cuanto a ellas se oponen –luchas en el circo, termas, lujos, abusos, costumbres, teatros indecentes, etc.–.
Sabemos por datos históricos fidedignos que una buena parte de las conversiones de paganos a Cristo en esos siglos se vieron estimulados por la «revelación» del pudor y de la modestia de las mujeres cristianas. Comparadas con las mujeres «mundanas», ellas se mostraban humildemente como «mujeres celestiales» (cf. 1Cor 15,45-46). Su vista no era tentación, sino llamada a la vida santa en Cristo.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que «La pureza exige el pudor, que es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas» (2521). Por eso mismo, «inspira la elección de la vestimenta» (2522). «Este pudor rechaza los exhibicionismos del cuerpo humano… Inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda» (2523). «Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra. Sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia del hombre. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana» (2524). Y la obediencia a Dios, que «los vistió» en su origen.
Reforma o apostasía
En contraste con una tradición de la Iglesia tan continua y arraigada, la actual eliminación frecuente del Evangelio del pudor y de la castidad –en predicación y catequesis, en modas, costumbres y espectáculos–, ha hecho de las antiguas naciones cristianas vanguardias mundiales del impudor y la lujuria, de la pornografía y prostitución (corruptio optimi pessima). Son innumerables los cristianos que merecen hoy el diagnóstico de San Pablo sobre los cristianos de Corinto: «es ya público que reina entre vosotros la fornicación, y tal fornicación que no se da ni entre los gentiles» (1Cor 5,1).
Nota importante. Con el auxilio de la gracia, pudor y castidad crecen por actos intensos, como todas las virtudes. Esto nos enseña que la situación actual del mundo hace de él un gran gimnasio espiritual para crecer en ésas y en todas las virtudes.
El gran silencio actual
«El justo vive de la fe», que se enciende «por la predicación» apostólica, y ésta halla en «la palabra de Cristo» su luz y su fuerza(Rm 1,17; 10,17). Por eso el gran silencio sobre la virtud del pudor y la castidad, que dura ya más de 50 años, es la causa principal del crecimiento presente entre los cristianos del impudor y la lujuria, que hallan un eficacísimo aliado en el consumo muy frecuente –es a veces una adicción– de galerías gráficas, música y videos, películas, lecturas, teatro, contrarias al pudor y promotoras de la lujuria en todas sus formas.
En consecuencia, la lujuria ha invadido el mundo, ha creado un ambiente perverso tan generalizado en las costumbres, que los cristianos hoy, al menos los más débiles en la fe y los sacramentos, pierden o se debilitan en la castidad, sin mayores problemas de conciencia. Es significativo que los pecados de esa clase no suelen ser acusados en el sacramento de la penitencia por los pocos que lo practican. Se ignora que la pérdida de la castidad en personas y sociedades es una de las realidades malignas que más justifican el diagnóstico gravísimo del apóstol San Juan: «el mundo entero yace bajo el poder del Maligno» (1Jn 5,19).
Es el caso, por ejemplo, de los cristianos que no se hacen ningún problema de conciencia ante un congreso, viaje o comida “de trabajo” que incluye con inexcusable asistencia alguna diversión nada modesta: aumentan así la posibilidad de adquirir amistades, de ascender en el trabajo… y de pasar unos ratos divertidos. O el caso de los padres de familia que envían a sus hijos a estudiar en ciertas universidades «corintias» donde «es ya público que reina la fornicación» (1Cor 5,1): supone un riesgo, sin duda, pero aprender cierto idioma es fundamental para que triunfen en el mundo. O quienes celebran la primera comunión de sus hijos regalándoles un móvil conectado sin límites a la web: con ello, aunque no lo pretendan, hacen probable que su prole, siendo todavía niños, conozcan y se aficionen a juegos y películas violentos, eróticos y hasta pornográficos, que posiblemente lleguen a ver como algo natural.
Suele distinguirse entre la sensualidad y el erotismo artístico (música, imágenes, películas, publicidad) y la pornografía
También se habla a veces de pornografía suave y dura. Hay cristianos que se privan de la pornografía dura (hard porn), pero que estiman que la suave (soft porn) es relativamente tolerable. Sin embargo, la pornografía suave sigue siendo pornográfica… Vivir rodeados de pornografía suave es sin duda vivir en ocasiones próximas de pecado, y favorecer la tentación de la lujuria. Para un cristiano es un deber procurar un ambiente de vida que favorezca la vida de la gracia, la virtud, y no el pecado y el vicio.
«El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel. Y el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto» (Lc 16,10).
Hay en internet páginas-web católicas, firmes en la fe y valientes, que admiten sin embargo publicidades indecentes
Ésta es una realidad muy lamentable. Hay páginas-web católicas admirables, centradas en noticias y asuntos religiosos, espirituales, socio-políticos, históricos, que sorprendentemente aceptan difundir un cierto número de publicidades indecentes. A veces, la primera presentación es inocente; pero si entramos en ella, clic, nos lleva derechamente a esas imágenes malas. Otras veces la indecencia entra directamente sin llamarla. ¿Cómo se entiende esta contrariedad tan lamentable?
Un entendido del mundo digital me explicó que hay sitios-web buenos, pero económicamente débiles. Por eso, para financiarse y promocionarse en las grandes plataformas de internet (como Google), contratan ciertos banners publicitarios con ésas u otras grandes compañías (como Amazon o Alibaba).
La explicación parece ser clara y realista. Pero la moralidad de tal operación resulta oscura e inadmisible. Bien está que una web católica pretenda situarse y tener una amplia y segura difusión. Pero esto no justifica la aceptación de publicidades indecentes. «El fin no justifica los medios». «No hagamos el mal para obtener un bien» (cf. Rom 3,8).
Un caso semejante se indica en la imagen que, por excepción, puse en la cabecera. Valga su presencia para mostrar la gravedad de un mal que toda manifestación católica debe evitar.
Lo hasta aquí expuesto es el mensaje propio del presente post, que aquí podría terminar. Pero le añado, por si ayuda a algunos, una síntesis de la doctrina de la fe sobre la virtud de la castidad y del pudor. Mayores desarrollos pueden verse entrando en los enlaces que indico al final.
Doctrina fundamental sobre pudor y castidad
La castidad es una virtud, incluida en la de la templanza, que, bajo la moción de la caridad, orienta y modera santamente el impulso genésico humano, tanto en sus aspectos físicos como afectivos. Implica en la persona fidelidad a la gracia, libertad, dominio y respeto de sí misma, así como caridad y respeto hacia los otros. Infunde lógicamente una repugnancia hacia el impudor y la lujuria que le son contrarios.
El pudor es un aspecto de la castidad. Mientras la castidad modera el mismo impulso genésico, el pudor ordena más bien las miradas, los gestos, los vestidos, las conversaciones, los espectáculos y medios de comunicación, es decir, todo un conjunto de circunstancias que se relacionan más o menos con aquel impulso sexual.
Por eso dice Santo Tomás que «el pudor se ordena a la castidad, pero no como una virtud distinta de ella, sino como una circunstancia especial. De hecho, en el lenguaje ordinario, se toma indistintamente una por otra» (STh II-II, 151,4). Y Pío XII enseña que el sentido del pudor consiste «en la innata y más o menos consciente tendencia de cada uno a defender de la indiscriminada concupiscencia de los demás un bien físico propio, a fin de reservarlo, con prudente selección de circunstancias, a los sabios fines del Creador, por Él mismo puestos bajo el escudo de la castidad y de la modestia» (Discurso 8-XI-1957).
Son leyes de Dios
Pudor y castidad son una virtud inculcada por el mismo Dios en el hombre caído por el pecado. No son meras normas sociales de orden cultural. Y ni se aplicaron al hombre en un principio, en el Edén, ni tendrán vigencia en la resurrección. Pero sí la tienen después de haber caído Adán y Eva en el pecado. Fue entonces cuando conocieron que estaban «desnudos», y se improvisaron con vegetales unos vestidos (Gen 3,7). «Y Yave Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió», estableciendo así el pudor como norma para hombres y mujeres (3,10-11; 3,21).
Jesús enseñó en la plenitud de la revelación: «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28). El impudor suscita el pecado. La extraña doctrina del pudor, apenas conocida y apreciada en el mundo pagano, llega al conocimiento de los pueblos por la Revelación bíblica, en relación con el pecado original. Y la Iglesia difunde en todas las naciones las normas propias de esta virtud. Las Iglesias locales que silencian sistemáticamente la predicación del pudor y la castidad, ocultan un importante mandato de Dios, y caminan hacia la apostasía.
Escándalo
La mayoría de los cristianos, al menos de los practicantes, tienen, probablemente, una cierta idea de la castidad. Pero quizá muchos de ellos apenas han recibido nunca el Evangelio del pudor. Viven en Babilonia, o si se prefiere, en Corinto, y no se dan cuenta a veces de las enormes dosis de impudor que han ido asumiendo sin mayores problemas de conciencia. Y esto, lo reconozczn o no, lo crean o no, lo quieran o no, trae para ellos y para otros pésimas consecuencias.
La Biblia, en efecto, presenta la vergüenza de la propia desnudez como un sentimiento originario de Adán y Eva después del pecado original, es decir, como una actitud espiritual cuya bondad viene confirmada por Dios, que «los vistió» (Gén 3,7.21). Ésta ha sido la fe constante de Israel y de la Iglesia de Cristo. Ciertas modas y modos impúdicos, generalizados en el mundo, son inaceptables para los cristianos, que solamente los aceptan cuando se avergüenzan de su fe y caen en una apostasía explícita o implícita. Contrarían la voluntad de Dios, y no traen con su rebelión contra «el que los vistió» ningún progreso. Siempre la Iglesia ha combatido las costumbres contrarias al pudor, sea en la familia, la conducta, el vestir, el lenguaje, el teatro, los baños o donde fuere.
Ocasión próxima de pecado
Es prácticamente imposible que alguien asuma, en sí mismo o en la contemplación de los otros, un alto grado de impudor 1) sin pecado de impureza, o al menos sin peligro próximo, propio o ajeno, de incurrir en él, según aquello de Cristo: «todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5,28), y 2) sin pecado de vanidad positiva, orgullo de la belleza propia, o negativa, pena por la propia fealdad, lo que viene a ser lo mismo.
Por otra parte, aunque una persona impúdica se viera exenta de las tentaciones aludidas –cosa difícil de creer, al menos si su constitución psico-somática es normal–, causará un daño al bien común espiritual, apoyando con su conducta una costumbre mala, que para la mayoría de los prójimos es ciertamente una ocasión próxima de pecado. El impudor, la lujuria y la pornografía, dando culto al cuerpo propio y ajeno, lo devalúan, lo desacralizan, lo profanan. ensuciando la bondad y belleza de la criatura suscitada por el amor de Dios.
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Enlaces
> Artículos míos en este blog.
(10) El pudor –I (2-7-2009)
(11) El pudor –II (5-7-2009)
(12) El pudor –y III (8-7-2009)
(180-2) Elogio del pudor- (30-05-2012).
(180-3) Elogio del pudor. Comentarios (6-06-2012).
(334) «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio» (16-08-2015).
> En Fundación GRATIS DATE,
Pudor y castidad (Pamplona 2015, 108 pgs., papel o formatos digitales)
José María Iraburu, sacerdote
Post post.– Si Dios me da vida, no será para mí una sorpresa que otra vez, antes o después, me conceda predicar en elogio del pudor y de la castidad. Hacerlo para vencer al silencio sistemático sobre esta virtud no es una obstinación personal, sino una obligación apostólica: «Ay de mí, si no evangelizara» (1Cor 9,16).
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