(593) ¿Todos hermanos? ¿Todos hijos de Dios?
–¡Todos somos hijos de Dios y por eso todos somos hermanos!… Todos.
–No grite, por favor. Y examinemos esas afirmaciones con calma, verdad y precisión.
«Todos somos hermanos», «Todos somos hijos de Dios»… son frases que suenan bien, y que se repiten entre cristianos en el ambiente ideológico de una cultura igualitaria y democrática. ¿Pero son verdaderas? Sí y no, según el sentido que se les dé. Comencemos por confirmar algunas premisas fundamentales de la fe, y ellas nos llevarán a conclusiones verdaderas.
* * *
–Sólo Dios es «santo».
La sagrada Escritura afirma muchas veces que la santidad, esa perfecta condición espiritual, majestuosa y eterna, es exclusiva de Dios; tiene los rasgos ontológicos propios de la naturaleza divina. Dios es santo, sólo él es santo (Lev 11,44; 19,2; 20,26; 21,8; Is 6,3; 40,25; Sal 98).
Los hombres nacemos pecadores. «En la culpa nací, pecador me concibió mi madre» (Sal 50,7). Toda la descendencia de Adán, per generationem, nacemos pecadores, porque si nuestros primeros padres estropearon por el pecado la naturaleza humana, no pudieron ya transmitir a su descendencia una naturaleza sana y buena, como Dios la creó. El pecado original es algo que todos conocemos por experiencia ciertísima, histórica y personal (p. ej. Rm 7,13-25). Pero actualmente es un tema tabú: no se predica.
Dios Santo puede santificar al hombre, que es su imagen, haciéndole participar por gracia sobrenatural de la vida divina. No puede santificar un perro o un eucaliptus, por alto y noble que sea. Y así lo confesamos en la misa: «Santo eres, Señor, fuente de toda santidad» (Anáf.II); tú, «con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo» (III)…
Es evidente, pues, que si la santidad se da en el hombre adámico, tiene que ser sobrenatural, por don de Dios, y por tanto sobrehumana. Excede no sólo la posibilidad humana de obrar, sino la misma posibilidad de su ser. Todas las criaturas, y el hombre entre ellas, aparecen en la Biblia como lo no-santo (Job 4,17; 15,14; 25,4-6). Pero veamos cómo santifica Dios.
Jesús es el santo de Dios, el Hijo eterno solidarizado totalmente con la humanidad en la Encarnación, por la que entra en la raza humana (Lc 1,35; 4,1). El Credo lo confiesa: el Hijo divino, «un solo Señor Jesucristo, Dios de Dios, por quien todo fue hecho, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre». El es el «santo siervo de Dios» (Hch 3,14s; 4,27.30).
Y Cristo santifica a los hombres. «Su nombre es Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21). Nos salva por el Evangelio, por su pasión y resurrección, por su ascensión y por la comunicación del Espíritu Santo (Jn 17,19).
–Hombres «santos»
Ahora los cristianos somos «santos» porque hemos recibido «la unción del Santo» (1Jn 2,20; +Lc 3,16; Hch 1,5; 1Cor 1,2; 6,19). Al comienzo de la Iglesia se llamaba «santos» a los cristianos de Jerusalén (Hch 9,13; 1 Cor 16,1) o de Roma: «A todos los amados de Dios, llamados santos, que estáis en Roma» (Rm 1,7). Pero pronto santos fue el nombre de todos los cristianos (Rm 16,2; 1Cor 1,1; 13,12; 2Cor 1,1; 7,1; Flp 1,1).
Se trata ante todo, por supuesto, de una santificación ontológica, la que, sanando y elevando la naturaleza humana, afecta a su ser. Pero es ésta transformación ontológica la que hace posible y exige una santificación moral, la que afecta al obrar: «Sed santos, porque yo soy santo» (Lev 19,3; 1Pe 1,16; +1Jn 3,3). El nuevo ser pide un nuevo obrar (operari sequitur esse). «Esta es la voluntad de Dios, que seais santos» (1Tes 4,3; +Ap 22,11).
–Criatura re-creada
«Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la muerte –San Gregorio de Nisa (+394)–. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de aquellos que “no han nacido de la sangre, ni del amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios son nacidos”» (Serm. 1, resurrección de Cto.).
La santificación obrada por Cristo no va a ser solamente un nuevo camino moral al que se invita a un hombre que seguirá siendo meramente un hombre. Es mucho más. La santificación instaurada por la fe en Cristo consiste primariamente en una elevación ontológica: los cristianos somos realmente «nuevas criaturas», «hombres nuevos» (2Cor 5,17; Ef 2,15), «hombres celestiales» (1Cor 15,45-46), que han vuelto a nacer, «nacidos de Dios», «nacidos de lo alto», «nacidos del Espíritu» (Jn 1,13; 3,3-8). Hemos vuelto a nacer, como Jesús le dice a Nicodemo: «Quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de los cielos. Lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu es espíritu. Es necesario nacer de arriba» (Jn 3, 5-7).
Es el nacimiento (natus) lo que da la naturaleza (natura). Y nosotros, que nacimos una vez de otros hombres, y de ellos recibimos la naturaleza humana, después en Cristo y en la Iglesia, por el agua y el Espíritu, hemos «vuelto a nacer», esta vez del Padre divino, y de él recibimos una participación en la naturaleza divina (1Pe 1,4). La santificación obrada por la gracia de Cristo no produce, pues, en el hombre uncambio accidental (como el hombre que por un golpe de fortuna se enriquece, pero sigue siendo el mismo), no es algo que afecte solamente al obrar (como un bebedor que se hace sobrio), sino que es ante todo un cambio substancial, una transformación ontológica, que afecta al mismo ser del hombre, a su naturaleza.
Sobre la razón, nos ha sido dada una nueva facultad de conocimiento: la fe, que sana e ilumina la razón. Sobre el amor natural humano, nos ha sido dada una nueva facultad de amar: la caridad, que purifica, fortalece y eleva el amor natural. Ahora el cristiano, la nueva criatura, vive de «la fe operante por la caridad» (Gal 5,6).
«Nuevas criaturas»… Esta fe está hoy dormida o muerta en la mayoría de los cristianos, incluso de los practicantes, porque lo está en la mayoría de los predicadores, que no la predican casi nunca. Sólo se predica aquello que se cree firmemente: «Creí y por eso hablé» (2Cor 4,13).
–El hombre «nuevo»
El hombre viejo, adámico, el que fracasó por el pecado, así fue creado al comienzo del mundo: «Formó Yavé Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue el hombre ser animado» (Gén 2,7). Y el hombre nuevo, el cristiano, en la plenitud de los tiempos, fue formado por Jesucristo, el segundo Adán, de un modo semejante: «Sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”» (Jn 20,22).
«El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán [Cristo], espíritu vivificante. El primer hombre fue de la tierra, terreno; el segundo hombre fue del cielo. Cual es el terreno, tales son los terrenos; cual es el celestial, tales son los celestiales» (1Cor 15,45. 47-48; +Heb 3,1; Jn 6,33.38; 8,23).
Ningún humanismo autónomo puede producir realmente un «hombre nuevo». Como el mundo está harto de «lo viejo», es decir, de sí mismo (hombres viejos, planteamientos, problemas, conductas, leyes y vicios viejos, Ef 4,22), prodiga la fascinante terminología de «lo nuevo» (nuevo modelo, nuevo régimen, nueva línea, nuevos filósofos, hombre nuevo, nuevo paradigma, nueva sociedad, etc.) En realidad, si no es superado el humanismo autonomo, se trata siempre de variaciones sobre el mismo tema: son «los mismos perros con distintos collares». No hay nada nuevo (Ecl 1,9-10).
En la historia de la humanidad la única novedad, la única Buena Nueva, es Jesucristo, nacido de Dios y de María. Y el Espíritu Santo, que él comunica desde el Padre, es el único que de verdad «renueva la faz de la tierra»: crea un hombre realmente nuevo, que con la asistencia divina vive modos nuevos de pensar (fe) y de obrar (caridad), nuevos caminos, nuevas formas e instituciones.
Al margen del cristianismo, todo es en «el mundo» tremendamente viejo y caduco. Y si el mundo no se derrumba del todo, es por la Iglesia de Cristo. «Lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo… Los cristianos están presos en el mundo, como en una cárcel; pero son ellos los que mantienen la trabazón del mundo» (Cta.a Diogneto VI, hacia el a.200, cuando los cristianos eran «cuatro gatos» fuera de la ley: asi pensaban de sí mismos).
Clemente de Alejandría (aprox. 150-215), en su gran obra El pedagogo (Sources Chrètiens 70, París 1960, vols. I-III), ve los cristianos como «jóvenes» (néoi), los ve como la juventud permanente de la humanidad (I,15,2), como un pueblo joven (laòs néos: I,14,5; 19,4), contraponiéndolo con «la antigua locura» (I,20,2), la del paganismo, siempre viejo, cautivo en el error, el pecado y la muerte, siempre el mismo. El nuevo Adán, Jesucristo, con su Iglesia, renueva al hombre y al mundo.
–Hombre «deificado»
Jesucristo santifica al hombre deificándole verdaderamente por la comunicación del Espíritu Santo, el Espíritu de filiación, que lo renueva profundamente por su gracia. Nosotros somos hijos de Dios porque en Cristo hemos renacido verdaderamente «del agua y del Espíritu» (Jn 3,5; +6).
Sólo Dios puede deificar al hombre, sólo el Santo puede santificar. Es Cristo quien nos hizo «participantes de la divina naturaleza» (2Pe 1,4). Así dice Santo Tomás: «Es necesario que sólo Dios deifique, comunicando el consorcio en la naturaleza divina por cierta participación de semejanza» (STh I-II,112,1).
Los Santos Padres predican mucho la deificación del hombre, relacionándola siempre con la encarnación del Hijo divino. San Agustín dice que Cristo «se hizo Hijo del hombre por nosotros, y nosotros somos hijos de Dios por él» (ML Sup.2,495). «El descendió para que nosotros ascendiéramos. Permaneciendo en su naturaleza, se hizo participante de la nuestra, para que nosotros, permaneciendo en nuestra naturaleza, fuéramos hechos participantes de la naturaleza suya» divina (ML 33,542).
San Juan Crisóstomo: Cristo «nació según la carne para que tú nacieras en espíritu; él nació de mujer para que tú dejases de ser hijo de mujer» y vinieras a ser hijo de Dios (MG 57,26). San Agustín: «Dios manda esto: que no seamos hombres. A no ser [meramente] hombre te llamó el que se hizo hombre por ti. Dios quiere hacerte dios» (ML 38,908-909). Entiéndase bien el «no ser hombre». Si el hombre es creado como «imagen de Dios», falsificando su naturaleza por el pecado, se hace una caricatura de hombre. Es el cristiano, configurado a Jesucristo, el nuevo Adán, el que de verdad llega a ser hombre (Col 1,15; Vat. II, GS 22b; 41a). En este sentido es en el que San Ignacio de Antioquía, refiriéndose a la perfecta unión con Cristo en el cielo, dice: «Llegado allí, seré de verdad hombre» (Romanos 6,2).
También los místicos experimentan y expresan con fuerza la divinización del hombre. Así San Juan de la Cruz: «Lo que pretende Dios es hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza; como el fuego convierte todas las cosas en fuego» (Dichos 106; +2 Noche 10,1). En la unión transformante, el alma perfectamente unida a Dios «queda esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión, que todas las cosas de Dios y el alma son unas en transformación participante; y el alma más parece Dios que alma, y aun es Dios por participación» (2Subida 5,7; +Cántico 39,4).
–«Hijos» de Dios
Dios ha querido en Cristo Salvador hacerse «Padre» nuestro y hacernos «hijos» suyos. Y por eso, enseñados por Cristo, «nos atrevemos a decir: Padre nuestro»… Ha habido santos que con dificultad rezaban el Padrenuestro entero, pues ya, nombrando Padre a Dios, quedaban espiritualmente saciados: ¿Qué más que eso puede decir un cristiano a Dios?… Santa Teresa escribe comentando el Padrenuestro:
«“Padre nuestro, que estás en los cielos”… ¡Oh, Señor, cómo parecéis Padre de tal Hijo, y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre, jamás!… En comenzando [la oración] nos henchís las manos y hacéis tan gran merced, que sería harto bien henchirse el entendimiento para ocupar de tal manera la voluntad que no pudiera hablar palabra» (Camino perf. 44,1).
La realidad inefable de la filiación divina que el cristiano recibe del Padre y del Hijo por obra del Espíritu Santo es una de las revelaciones principales del Nuevo Testamento. «Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gal 3,26). Repito: hijos de Dios son aquellos que tienen fe en Cristo. El misterio de esa filiación magnífica se trata en los Evangelios con suprema veneración, como lo hace San Juan en el prólogo del suyo:
Jesucristo «vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron les dio poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre; que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad del varón, sino de Dios son nacidos» (Jn 1,11-13).
«El Padre nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó [como hijos] al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención y la remisión de los pecados» (Col 1,13-14). «Los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios… Habéis recibido el Espíritu de adopción, por el que clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos, herederos de Dios, coherederos de Cristo» (Rm 8,14-17).
–«Hermanos» en Cristo
Somos verdaderamente hermanos, en cuanto verdaderamente hijos del Padre celestial, y hermanos del Primogénito, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Los primeros cristianos entendieron a fondo esta auténtica fraternidad, porque creyeron firmemente en la filiación divina que habían recibido de Cristo. Y de ahí vino con toda naturalidad el considerarse y llamarse entre sí «hermanos», como nombre era propio de los que habían re-nacido de nuevo en Cristo, el nuevo Adán, como «nuevas criaturas», como «hijos de Dios».
Es usual que los Apóstoles den el nombre de «hermanos» a los cristianos destinatarios de sus cartas. «Hermanos míos» (Stgo 1,2). San Pablo lo hace habitualmente. A los gálatas: «Hermanos, si alguno» (Gal 6,1). A los Corintios: «Os ruego, hermanos»… «Yo, hermanos, llegué a vosotros», «Yo, hermanos, no pude», etc. (1Cor 1,10; 2,1; 3,1). «Os escribí en carta que no os mezclarais con los fornicarios… Lo que ahora os escribo es que no os mezcléis con ninguno que, llevando el nombre de hermano, sea fornicario, avaro, idólatra… Con éstos, ni comer… Dios juzgará a los de fuera; vosotros extirpad el mal de entre vosotros mismos» (1Cor 5,9-12). Los hermanos son los cristianos, que han recibido, como hijos, el Espíritu de filiación divina. Los de fuera, por el contrario, no son hermanos, no han sido introducidos como hijos en la familia de Dios.
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–¿Todos somos hermanos?
«Pablo… a los santos y fieles, hermanos en Cristo» (Col 1,1). El uso frecuente y profundo del término «hermanos» en los textos del Nuevo Testamento se mantiene en los Santos Padres y en toda la historia de la Iglesia, como se comprueba en la liturgia, concretamente en la Eucaristía: «Orad, hermanos»… San Agustín (+430) nos explica la razón de ser de ese lenguaje.
«“Sois hermanos nuestros”. Atended a quiénes se refieren al decir esto. ¿Por ventura a los paganos? No, porque, según el modo de hablar de las Escrituras y de la Iglesia, no los llamamos hermanos. ¿Por ventura a los judíos, que no creyeron en Cristo?… Leed los escritos del Apóstol, y veréis que, cuando dice “hermanos” sin más, se refiere únicamente a los cristianos». Reconocemos, eso sí, como hermanos nuestros a quienes se han separado de la Iglesia Católica; son hermanos separados. «Si reconocemos al mismo Cristo, debemos estar unidos [con ellos] en un mismo cuerpo y una misma cabeza… Son hermanos nuestros, pues celebran los mismos sacramentos que nosotros, aunque no con nosotros; responden un mismo Amén [al término de la plegaria eucarística] que nosotros, aunque no con nosotros. Prodigad ante Dios por ellos lo más entrañable de vuestra caridad» (Comentario Salmos 32,29: CCL 38,272-273).
–Ecumenismo y Unidad universal
El ecumenismo verdadero pretende «la reintegración en la unidad» de todos los cristianos (Vat. II, decr. Unitatis redintegratio). Si no lo pretende, no es verdadero. Y es falso también el «ecumenismo» que se extiende a las religiones paganas, que no creen en Cristo. A ellas la Iglesia debe dirigirse por el gran ministerio de la evangelización, propio de las misiones católicas. Dice Cristo: «Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn 14,6). Dice Pedro del nombre de Jesús: «En ningún otro hay salvación» (Hch 4,12). Dice Pablo: «No os unzéis en yugo desigual con los infieles:… ¿qué relación hay entre la luz y las tinieblas?» (1Cor 6,14-16)…
No es realista ver principalmente «las religiones paganas» como prólogos del Logos evangélico, como caminos espirituales que convergen todos en «Dios». En muchos casos, como en el Islam, son las religiones no-cristianas los obstáculos principales para que sus fieles –cientos de millones– puedan llegar a la fe en nuestro Señor Jesucristo, único «Salvador del mundo» (1Jn 4,14). Un cierto buenismo mira hoy las religiosidades paganas con una benignidad estéril, olvidando deliberadamente las palabras de Cristo: «No penséis que he venido a poner paz en la tierra: no vine a traer paz, sino espada» (Mt 10,36). «Yo he venido a echar fuego en la tierra, ¿y qué he de querer sino que arda?» (Lc 12,49). Habla del fuego del Espíritu Santo, que purifica quemando y que ilumina y calienta.
Estas afirmaciones, hoy habitualmente silenciadas, fueron enseñadas por el sagrado Concilio Vaticano II: «Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como un combate, y por cierto dramático, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (GS 13).«A través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final» (ib 37). En el cántico de Zacarías, padre de San Juan Bautista, el Benedictus, se anuncia a Jesús como «una luz que nos visitará de lo alto, para iluminar a los que yacen en las tinieblas y sombra de muerte, por el camino de la paz» (Lc 1,28-29).
–En conclusión
¿Todos somos hermanos? ¿Todos somos hijos de Dios? –Por la Creación primera, todos somos criaturas (hijos) del Creador, y todos somos hijos del Adán primero. Por tanto, «todos somos hermanos». Este primer nacimiento nos comunicó la condición de pecadores y nos llevó al pecado, a la dispersión de Babel y a la muerte. –En la segunda Creación, por Cristo, nuevo Adán, pasamos de Babel a Pentecostés, de la división separadora a la congregación en la unidad (Ecclesia), y todos los que «por el agua y Espíritu» hemos renacido de Dios, «somos hijos de Dios y hermanos en Cristo».
«Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gal 3,26). «Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados “hijos de Dios”, y lo seamos» (1Jn 3,1). Y por eso somos «hermanos en Cristo» (Col 1,2).
La Unidad universal que es pretendida sin Cristo o contra Cristo por la Revolución Francesa (liberté, égalité et fraternité), por la Masonería, por el vano positivismo religioso de Augusto Comte, por el criminal Marxismo, por la Etica Mundial de Hans Küng, por el prepotente Nuevo Orden Mundial o por tantos otros ideales y poderes mundanos, es meramente verbal, es imposible. Lo que sí consiguen esas entelequias mundanas es frenar y despreciar a la Iglesia Católica. Y hay más: si el mundo se aparta de Cristo Rey, sólo la Bestia del Anticristo puede alcanzar esa falsa Unidad universal –aunque por muy poco tiempo–.
«Vi cómo salía del mar una Bestia… Toda la tierra seguía maravillada a la Bestia. Adoraron al Dragón [infernal], porque había dado el poder a la Bestia, y adoraron a la Bestia, diciendo: “¿Quién como la Bestia?… La adoraron todos los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado” (Apoc 13,1.3-4.8). «Y vi a la Bestia… Fue aprisionada la Bestia y con ella el falso Profeta que hacía señales delante de ella, con las que extraviaba a los que habían recibido [en la frente y en la mano] el signo de la Bestia y a los que adoraban su imagen. Fueron arrojados ambos vivos en el lago de azufre ardiendo» (19,19-20).
La Unidad universal en Cristo ha sido, es y será siempre la misión propia de la Iglesia Católica (=universal), cuerpo del Rey del universo, porque «todo ha sido creado por Él y para Él, Él es anterior a todo, y todo subsiste en Él» (Col 1,16-17). Y es una Unidad que, iniciada ampliamente en el tiempo, se cumplirá infaliblemente al final del tiempo, en la Parusía: «Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor» (Sal 86,9). «Es preciso que Él reine… Cuando [Dios] le haya sometido todo, también entonces el Hijo se someterá al que todo se lo había sometido. Y así Dios será todo en todos» (1Cor 15,25-28).
«Yo, Jesús, soy la raiz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida… Dice el que testifica estas cosas: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén» (Apoc 22,16-21).
José María Iraburu, sacerdote
44 comentarios
2. En el orden de la naturaleza herida por el pecado original dejamos de ser hijos de Dios.
3. En la Nueva Creación somos hijos de Dios por adopción de la Gracia, mediante el nuevo Adán. Gracia que es para todo el género humano desde Adán y Eva hasta el último.
4. ¿Todos somos hermanos? Pues o somos hermanos en Adán o hermanos en Cristo, por lo que no existe la fraternidad universal.
5. Así pues, es falso afirmar que al ser todos hijos de Dios seamos todos hermanos.
6. Hermanos en la materia sí, no en el Espíritu de Dios.
7. Si es cierto que todos somos hermanos, entonces no hay necesidad de distinguir un Cielo de un infierno. No hay necesidad de que la Segunda Persona de la Stma. Trinidad misione para la Misericordia, Justicia, Amor y Redención, sino que solo se encarne para mostrarnos la Bondad y el Amor. La Cruz sea un fracaso y un accidente. Y el precio de la Sangre no sea la hermandad en Cristo purificadora y vivificadora para la salvación eterna, ser otro Cristo en Su Cuerpo y Su Cabeza. Si todos somos hermanos, todos somos verdaderos hombres y no hay pecado original. O somos 100% tierra y/o 100% santos. El hermanamiento Eucarístico es mayor que el biológico. Y sólo los que perseveren hasta el final en los brazos de la Voluntad, Palabra y Espíritu de Dios obtendrán la herencia de Jesús, verdadero Dios y hombre, único Mediador y Garante de la Alianza Nueva y eterna: ser hijos de Dios presentados por el Primogénito ante el Padre y Dios nuestro.
Y desde un punto de vista ontológico, ¿Puede entonces decirse que si la aceptación de Dios como Padre conlleva inevitablemente un cambio en la naturaleza del hombre, solo podrán ser verdaderos hermanos (como hijos de un mismo padre) aquellos que compartan entre ellos una misma (nueva) naturaleza similar a la del Padre?
Un saludo.
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JMI.-No entiendo del todo lo que dice. Pero, en principio, parece que están bien los dos párrafos.
Con mis saludos y un grato recuerdo. Ramón
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JMI.-Gracias, Ramón. A veces recordar las verdades más obvias de la fe sorprende gratamente a los lectores, y les sorprende porque apenas nunca las han oído en la predicación. Y verdades fundamentales de S. Escritura, SS. Padres, grandes Doctores y Maestros espirituales, Magisterio apostólico, les parecen muy "originales". Los especialistas en Patrología tenéis mucha experiencia de esto. Unidos en Cristo Jesús, Señor y Salvador nuestro
+ JMI
Aprovecho para disculparme por si algún comentario hecho otro día pudo molestarle. A veces ejercer la crítica, sin conocer en profundidad las circunstancias puede ser un acto imprudente y, lo que es peor, puede ser injusto. Que el Señor le bendiga.
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JMI.-No recuerdo nada suyo que requiera disculpas. Gracias por sus buenas palabras. Como ve, solamente reafirmo verdades que son muy centrales en la fe, pero poco predicadas. Cordial saludo en Cristo y bendición +
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JMI.-Autoproclamados: sí, haberlos haylos. Lefebvristas, filolefebvristas y afines, creo yo, en estos últimos años, han visto que no pocos católicos ortodoxos participan de sus actitudes contra el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II. Es una pena.
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JMI.-Lo dirá en el sentido verdadero, criaturas del Creador.
No hay nada peor que morir en el error, engañado. Tremendo post...
Bendito y alabado sea mi Jesús Sacramentado.
Te doy grscias por darnos al Padre Iraburu, guia de los tiempos...para nosotros.
Cuidece Padre Iraburu...salidos
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JMI.-Ya me cuido, sí. Y todos me cuidan, especialmente mi enfermera principal, la Virgen María, salus infirmorum.
Bendición +
Meditando el tema, distingo seis tipos de filiación divina:
1. Dios solo tiene un Hijo. El único Hijo de Dios es Jesucristo, segunda persona de la Santísima Trinidad. Toda otra filiación divina en la creación es subordinada a ésta.
Habiendo hecho esta importante distinción procedo ahora en forma ascendente.
2. Toda la creación, toda creatura, es en cierto modo "hija de Dios ", pues de Dios procede. Así pudo decir San Francisco de Asís: "hermano sol, hermana agua".
3. El ser humano, al ser creado a "imagen y semejanza" de Dios, le corresponde la filiación por esa "naturaleza", que conlleva la dignidad de ser racional con un alma inmortal, amado personalmente por Dios. Ahora con su naturaleza caída por el pecado. En el sentido "natural" todos los hombres somos "hermanos".
4. Un salto gigantesco le corresponde al "renacido" por el bautismo, pues su filiación no es por la naturaleza, sino por la gracia. Es, efectivamente, una nueva creatura. Sin embargo, mientras se está en el mundo lleva ese tesoro en "vasos de barro" y lo puede perder si peca y recuperar si se convierte y se confiesa.
5. Las ánimas purgantes, que no pueden pecar y que están en proceso de configurarse con Cristo. Están salvadas, por lo que su "filiación divina" es más perfecta que la nuestra, que es insegura.
6. Los redimidos en el cielo (la Iglesia triunfante) que, al gozar de la visión beatífica, han llegado a ser plenamente "hijos en el Hijo".
Es un resumen, lo que cabe en un comentario.
Gracias, Padre, por su artículo tan claro.
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JMI.-Oremos, oremos, oremos. Para que sobre estas grandiosas verdades de la fe se predique más, y sean más los cristianos que se hayan enterado de quiénes son.
San Juan lo dice en su Evangelio : " Los cuáles no han sido engendrados por voluntad de la carne , ni por voluntad de varón ; sino de Dios ". ( Éstos son los " hijos de Dios ). El
"Rebaño Pequeño " ; Jesucristo y sus
" hermanos " ; los herederos del Reino o Gobierno de Dios . Sí ; el Reino de Dios es un Gobierno real y Teocrático formado por Tres Personas.
En todo reino hay dos clases de personas ; los gobernantes y los gobernados. En el Reino de Dios ; también . Hay una inmensa muchedumbre de cristianos de toda raza , lengua , pueblo , tribu y nación ; que son también parte del Reino de Dios ; son los gobernados por Cristo y sus " hermanos " ; por Cristo y los " hijos adoptivos de Dios ". También engendrados o ungidos por el Espíritu Santo de Dios.
Un saludo a todos.
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JMI.-Así es. Bendición +
Por otro lado, en nombre del consejo superior de la fraternidad humana. ? Quienes son? Que autoridad tienen? Por orden de quienes estamos rezando si no los conocemos? Son católicos? Son de Dios? Son del diablo?. Perdón que sea tan dramático pero para reconocer una autoridad tiene que tenerla primero.
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JMI.-No, católicos no son. Católicos solamente somos los católicos.
Adán y Eva eran criaturas de Dios, que, en cuanto creadas a su imagen y semejanza, eran también por naturaleza -en un sentido distinto al del Verbo, Hijo unigénito-, hijos de Dios.
Tras el pecado original originante, nuestros "primeros padres" perdieron su "semejanza" con Dios, provocaron, con el pecado original originado, la pérdida de los bienes sobrenaturales y preternaturales que Dios había querido otorgar graciosamente a los hombres, y causaron un daño indeleble a la naturaleza humana que transmitieron a sus "hijos".
La naturaleza recibida de nuestro primeros padres es una naturaleza caída, consecuencia del pecado original originado, que nos hace ¿hijos de la ira? (= ¿no de Dios?).
Es el Hijo el que, con su pasión, muerte y resurrección, nos permite llegar a ser hijos de Dios en el Hijo: o sea, auténticos hijos de Dios, por la gracia.
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JMI.-Así es. Por la gracia, que es sobrenatural, don de Dios.
Bendición +
La clave de ser Hijo de Dios es la Parábola del Hijo Pródigo.
Con el pecado somos hijos pródigos y recorriendo el Camino del Amor y la Sabiduría podremos llegar, mediante la Gracia de Dios, a ser Verdaderos Hijos de Dios si nuestra conciencia se aproxima (hasta donde Dios-Padre disponga) a la de Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero.
Nuestra alma es creada a imagen y semejanza de Dios y Esa Semilla tiene que "germinar". Mediante el S. del Bautismo somos hijos adoptivos de Dios en Jesucristo y el "terreno" es muy apropiado si tanto nuestros padrinos y sobre todo nuestros padres hacen que mediante su esfuerzo y ejemplo (y la Gracia de Dios) ese "terreno" sea fértil.
De repente vamos creciendo y entrando en uso de razón y con 6, 7, 8, 9 o más años recibimos el S. de la Eucaristía (la Primera Comunión) y Esa Semilla puede empezar a germinar o más tarde con el S. de la Confirmación….o Dios sabe cuando. Pues el pecado impide que germine o que crezca. Pero mediante el S. de la Confesión (Penitencia-Reconciliación) volvemos a reanudar el proceso.
¿Somos afortunados los que hemos recibido 4 o 5 Sacramentos y seguimos recibiendo 2?
Seguramente muy afortunados. Y…¿Cuál es el misterio de Dios en las, aproximadamente 500 confesiones, también, cristianas puesto que también siguen a Jesucristo como Camino, Verdad y Vida? Y ….¿En las religiones como la judía en la que tienen mucho en común y en la musulmana en la que también tienen algo en común o en la hinduista en la que también aceptan a Jesucristo?
¿Son menos afortunados, pero Esa Semilla, aunque en terreno menos fértil, puede germinar? ¿Puede crecer en Sabiduría y Amor?
Una persona que no sea católica pero sí cristiana que Ame a Dios sobre todas las cosas y al Prójimo como a sí mismo. Una persona que no por mérito propio sino por Esa Semilla, en su entorno familiar y social sea un ejemplo viviente de honradez, honestidad, devoción, amor , sabiduría, ¿puede germinar Esa Semilla, puede crecer y dar frutos?
¿Puede acrecentar la fe en las personas que le rodean, puede transmitirles la paz?. ¿Cuál es el misterio de Dios?
Lo que percibo, en primera persona, cuando considero que estoy en gracia de Dios y en completa armonía y comunión con Dios es que sí, que sí puede germinar, que si crece y da frutos, con la "desventaja" de no ser católica que en ese "supuesto" mayor mérito tendría y una morada "mejor".
Desde muy pequeño que mi alma ha vivido con esa inquietud interior y aunque sea "un loco", lo he hablado mucho con Dios y aunque sea "un loco" he percibido lo que honestamente he escrito.
Es decir: lo importante es que crezcamos y lleguemos a transformar nuestra conciencia en una Conciencia muy próxima a la de Jesús y así seremos Verdaderos Hijos de Dios.
Y que siempre tengamos presente que la última PALABRA siempre la tiene DIOS-PADRE.
Un abrazo en Cristo.
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JMI.-Son temas interesantes y numerosos los que toca. Algunos imposible de contestar adecuadamente en las pocas líneas posibles en el marco en que estamos. Creo que en el decreto Dominus Iesus, del Card. Ratzinger como prefecto de la Congregación de la Fe, aprobado por San Juan Pablo II, se iluminan con la luz potente del Magisterio apostólico varios de los temas que le interesan.
Cordial saludo en Cristo. Con escribir el título, y quizá añadirle Vatican.va, halla el documento en seguida.
Es verdad que el Aquinate algo dice en la STh. en tal sentido, como legitimando esa afirmación. Pero, en rigor, sin el bautismo, somos hijos de Adán, y por el pecado original de nuestros primeros padres, hijos de la ira. Tras el bautismo (de agua, de sangre, de deseo...), somos hechos VERDADERAMENTE hijos de Dios en el Hijo.
Esta última condición, luego del bautismo, ya no la perderíamos, ni siquiera por nuestros pecados personales, porque el bautismo imprime carácter. Seguiríamos siendo ontológicamente hijos de Dios, aunque no viviésemos existencialmente como hijos de Dios. Si bien, en esa situación, es decir, empecatados, seríamos hijos de Dios “pródigos”.
¿Es así?
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JMI.-Es claro que son hijos de Dios, nacen de nuevo, los que reciben a Cristo por la fe, «todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gal 3,26), y también es cierto que, si es infiel a la gracia, puede ser un gran pecador: "el justo vive de la fe" (Rom 1). El hijo pródigo, cuando estaba malviviendo lejos de su padre, seguía siendo su hijo.
Pero, si yo no estoy en el error, entonces sí que lo está quien afirma lo contrario: que "todos", o al menos los budistas, los judíos, los musulmanes y los católicos, "somos hijos de Dios".
Esto lo ha dicho Francisco: www.youtube.com/watch?v=XkWZc48prSY
¿Cómo se explica esto?
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JMI.-En mi artículo se traen docenas de textos del Nuevo Testamento en los que se asegura que muchos no recibieron a Cristo (no creyeron en El), y que a los que sí le recibieron (y creyeron en El) les fue dado nacer de nuevo como "hijos de Dios" (Jn 1): con los términos del prólogo del Evangelio de San Juan o con otros equivalentes. Por tanto, eS una verdad de fe formalmente revelada que "todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gal 3,26).
Y no podemos dudar de la fe del Papa en lo que claramente está revelado en la Escritura y ha sido enseñado por la Iglesia siempre y en todas partes. Por tanto, en este sentido plenamente cristiano y teológico, si budistas, judíos y musulmanes no creen en Cristo, no puede decirse que "son hijos de Dios". Por eso, si queremos entender esa frase del Papa en sentido ortodoxo (y debemos quererlo), es necesario entenderla en el sentido creacional: son como criaturas hijos de Dios Creador, y han sido creados a su imagen y semejanza.
Porque ese ser "hijo de Dios" solo será pleno en el cielo. Mientras tanto, como viatores, en nuestra se mezclan las luces y las sombras, lo que Dios espera de nosotros (esa plena respuesta filial) y nuestra respuesta nunca plena.
Tiene su sentido pedagógico hablar de hijos de Dios y de hijos de la ira, pero sin olvidar que mientras vivamos seremos una cierta combinación de ambas cosas.
Por esto, la afirmación citada me parece válida como simplificación de otra más absoluta e indiscutible: "todos estamos llamados a ser hijos de Dios".
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JMI.-Esta última frase sí es verdadera.
Por eso Cristo manda predicar el Evangelio a todas las naciones, hasta el último confín de la tierra: porque "Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tim 2,4).
Pero quede claro que los cristianos somos por la fe en Cristo y el bautismo consiguiente "hijos de Dios", y que seguimos siéndolo cuando pecamos. No perdemos por el pecado la filiación divina. Seguimos siendo hijos, eso sí, malos hijos, que si no se arrepienten y reciben el perdón de Dios, volviendo a la Casa del Padre, conocerán la perdición eterna.
Cordial saludo en Cristo, Señor nuestro y único Salvador del mundo. El es la verdad, el camino y la vida. Y nadie llega al Padre sino es por El.
Porque, tal como lo plantean algunos, pareciera que el no bautizado andase, no huérfano sino literalmente despadrado,; valga decir, sin vínculo filiar responsabilidad moral ni facultad espiritual respecto de nada, sino hasta que por su voluntad decida asumir a Dios como su padre. Avizorándose de esta forma, tal como lo plantea Savater a Amador, un Dios y una moral moldeados por la conveniencia y la oportunidad; un Dios que se toma o se deja, sin mayor consecuencia ni trascendencia de la de cualquier acto de voluntad...
Al contrario. Para el Dios eterno e infinito, todos, absolutamente todos los hombres son sus hijos y están tocados por su gracia; de otra forma sería un Dios padre condicionado a una "inquisición de paternidad" eventual.
Siendo en su existencialidad temporal donde el hombre, extraviado de su origen, olvidado de su padre, renegado de su gracia original por el pecado y movido por ese apetito e imperativo existencial hacia la plenitud de su ser, reencuentra , reafirma y se entrega a la causa y fin de su existir: su padre, Dios creador.
Es lo que hace el Cristo, venir Dios al tiempo a salvar a su hijos, a todos su hijos, por sus propios actos, en la temporalidad que los define y los posibilita desde un libre albedrío cuyos linderos y razón le desvela.
Ello explica porqué un bandido desconocido con la sola aceptación y entrega alcanzase el reino de Dios. No pudo aceptar aquel sujeto, tan profundamente y con tanta convicción, algo que no estuviese dentro de sí como una verdad de su existir. En ello radica el carácter grandioso, sublime y universal de la buena nueva: el deber ontológico, moral y espiritual del reencuentro, reafirmación, asunción del Dios Padre, hacia la vivencialidad de la inmortalidad, que no es de "esperar" sino de asumir...
De allí también la paradoja del ateo, quien renegando de Dios, lo afirma con su solo ser. Por eso su aceptación será siempre un reconocimiento, y su filiación y su gracia, un reconocimiento de Dios y la recuperación del bien perdido, concretados en la temporalidad del hombre...
En fin, las aclaratorias evitan la "sectorización" de la IC, y el consecuente menoscabo de su universalidad, el consecuente extravío de la sustanciación original de su espiritualidad y el inevitable falaz "descarte" de tantas ovejas que formando rebaño aparte, terminen en lío filiatorio respecto del pastor que las ama a todas y las reconoce y toma en su rebaño, en tanto y cuanto unas y otras, vallan a él, que amoroso las espera. Es decir, no todos los hijos pueden estar con el Padre ni merecen ser reconocidos por él, ni todos los justos habrán de salvarse ni los pecadores de condenarse, si no media un auténtico reencuentro, afirmación y vivencia con el Dios padre; y en ello la el deber y responsabilidad de la IC es fundamental.
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JMI.-Sus planteamientos no son conciliables con la Revelación divina, tal como desde Cristo nos llega por Escritura, Tradición y Magisterio (Vat. II, Dei Verbum 10).
Usted dice:
"Por eso, si queremos entender esa frase del Papa en sentido ortodoxo (y debemos quererlo), es necesario entenderla en el sentido creacional: son como criaturas hijos de Dios Creador, y han sido creados a su imagen y semejanza."
Lo que pasa es que, como ha quedado dicho antes, no se puede entender esa frase en sentido creacional, porque ese sentido no existe en el catolicismo (que hay que suponer -esto sí, siempre- que es como hay que entender lo que afirma un papa: que políticos, ignorantes e indigentes mentales ya tenemos para dar y vender).
Nuestro primeros padres fueron hijos de Dios. Los demás somos hijos de nuestros primeros padres: budistas, judíos musulmanes e incluso católicos, de quien no hemos recibido -hasta el bautismo...- otra condición que la de hijos de la ira. Hijos de Dios en el Hijo, solo los bautizados.
No hay forma de entender lo que dice Francisco. O sí que la hay, pero "no parece" que sea la que usted propone (con su mejor intención).
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JMI.-La primera frase del comentario ha de entenderse:
"No estoy de acuerdo. Insisto más".
La buena voluntad del comentarista Flavius le lleva a esa benévola trampita verbal. Dios lo bendiga.
Procuraré expresarme mejor la próxima vez (aunque lejos de mi intención ¡ hacer una "benévola trampita verbal").
Sobre todo, gracias por su bendición.
CIC 1995 El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al “hombre interior” (Rm 7, 22 ; Ef 3, 16), la justificación implica la santificación de todo el ser:
«Si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad […] al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna» (Rm 6, 19. 22).
Le debemos un sometimiento absoluto:
CIC 2097 Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo.
Amigos e vasallos de Dios omnipotente, como escribió un monje.
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JMI.-Amén.
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JMI.- Dice Cristo: "Vosotros sois mis amigos. si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, ... os digo amigos" (Jn 15,14-15).
Dios, que es muy buen pagador, lo recompensará con creces, por todo el bien que nos hace para nuestro crecimiento espiritual. Que la Santísima Virgen de Fátima y San José lo protejan siempre. Y tiene toda la razón de contar Usted e InfoCatólica con mi permanente oración.
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JMI.- Sí, somos bien consciente de tu gran ayuda transoceánica.
Gracias a Dios y gracias a ti. Bendición +
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JMI.-La Iglesia Católica (=la Iglesia) aprecia tanto el sacramento del Bautismo que reserva habitualmente su administración a hombres especialmente consagrados por el Sacramento del Orden: obispos, presbíteros y diáconos.
Pero tanto lo aprecia, que autoriza a los laicos a que bauticen si hay peligro de muerte.
Los protestante en esta cuestión, como en tantísimas otras, difieren de la Iglesia.
He visto ese video de Francisco, hablando con representantes de otras religiones, budismo, judaísmo, islamismo etc., y habla muy claro. No hay la menor duda de que las distintas religiones conducen al mismo Dios. Ni la menor sombra de duda. Duda, para Francisco, digo. Para mí, no la ha hay tampoco.
Saludos.
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JMI.- Qué pena. Lo que le he puesto en cursiva es una herejía, el indiferentismo. Ya en Israel, en la Antigua Alianza, por el ministerio de patriarcas y profetas, los judíos habían recibido por Revelación divina una fe ciertísima en "un solo Dios verdadero". No hay más Dios verdadero que el Dios de Abraham.
Y en la plenitud de los tiempos, Dios uno y trino se revela gloriosamente en Jesucristo: no hay más Dios que el de Jesucristo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los católicos profesamos esta fe muy claramente en el Credo de los apóstoles, que rezamos todos los domingos en la Misa. En el decreto "Dominus Iesus" (año 2000) se trata ampliamente de esta cuestión fundamental.
Decir que todas las religiones "conducen al mismo Dios" no solamente es una herejía: es simplemente un absurdo, pues hay "dioses" de religiones no-cristianas que por sus profetas echan pestes contra el Dios verdadero, el único Dios. ¿Cómo van a "conducir todas al mismo Dios"? CREDO CATÓLICO: "Creo en un solo Dios"...
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JMI.- Ya se dice en el art. que el "Espíritu de adopción" nos hace participar de la naturaleza divina. La filiación de Cristo es por naturaleza, divina y eterna. Los cristianos participamos de la naturaleza divina por la filiación adoptiva.
«Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados “hijos de Dios”, y lo seamos» (1Jn 3,1). Y por eso somos «hermanos en Cristo» (Col 1,2).
Unámonos todos los católicos del mundo con más fuerza, pues estará habiendo miles y miles, si no millones, de personas alabando y ofreciéndose a otros dioses.
Recemos en desagravio por tanta falsa adoración, tambien por el fin de la pandemia, sin ofender a Nuestro único Dios.
A Dios porJesús, y a Jesús por Maria.
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JMI.-Amén.
Bendición +
Estoy imprimiendo y leyendo con atención la DECLARACIÓN
DOMINUS IESUS
SOBRE LA UNICIDAD Y LA UNIVERSALIDAD SALVÍFICA
DE JESUCRISTO Y DE LA IGLESIA
SJPII es santo de mi devoción me enseñó que el perdón junto con el amor forman el eje principal de la plenitud de la vida (mi padre también con su ejemplo me lo enseñó).
El Papa emérito BXVI para mí es uno de los teólogos más importantes de la ICAR y en la CARTA ENCÍCLICA
SPE SALVI es muy significativo el que en pocas palabras viene a decir que la inmensa mayoría iremos al Purgatorio.
En el misterio del Purgatorio queda mucho trabajo que realizar y aunque el concepto queda claro en la Escritura, Tradición y Magisterio se tendrá que profundizar más y ahí se tendrán que plantear si hay algún destello de la Verdad (como se expresa en el CVII de otras religiones) y si hay algún tipo de revelación a considerar o no. Puesto que se llega a un punto en que el Magisterio de la ICAR sí es consciente y actúa con sabiduría y un ejemplo de ello es el Catecismo en el punto 1261 ".....nos permiten confiar en que haya un camino de salvación......"Es decir: Por Revelación divina (Escritura, Tradición y Magisterio) se llega hasta donde se puede y la cuestión es:
¿se puede tener en cuenta algo más ....." algún destello de la Verdad".....? O por decirlo de una forma simple: Hasta aquí y ya está y no hay más. ¡Sí vale! pero: ¿Habrá más en un futuro, se puede plantear, no se puede plantear? ¿Cuál es le misterio para que un hijo de Dios, un hijo de la SICAR pueda o no plantear lo que le inquieta en su alma?
Un cordial saludo.
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JMI.-Purgatorio, salvación de los no-cristianos... En todos esos temas sabemos con seguridad sólo hasta donde nos lo haya enseñado la Revelación divina y nos lo enseñe la Iglesia. A veces sabemos muy POCO, pero lo que sabemos (del purgatorio, p.ej.) vale MUCHO.
Yo también creo que los más tendremos que pasar por el purgatorio, donde seguirá actuando en nosotros el amor de Dios para acabar de purificarnos de nuestros pecados: purificatorio. San Juan de la Cruz se estaba muriendo, y la comunidad rodeaba su cama con sus oraciones. Sonó la campana de Vísperas, y les dijo que fueran a rezarlas. Y añadió: "Yo las rezaré ya en el cielo". (Algo así). Se ve que tenía conciencia, con luz de Dios, de que ya en él no había nada para purificar en el purgatorio (=purificatorio), y que iba directo al cielo. Pero no hace falta mucha humildad para reconocer que nos falta MUCHO para estar en la pureza-fe-caridad-abnegación en la que estaba el Santo a la hora de morir.
Lo que se nos pueda ocurrir a nosotros, si no tiene apoyo en la Revelación, no vale nada: son ocurrencias, cada uno la suya, según temperamento, modo de ser.
(Anécdota: en Tudela a las piernas se les dice familiarmente "garricas". Pues bien, había un cojo que en ratos perdidos escribía poesías, y alguien le ayudó a editarlas en pequeña tirada. El título no lo recuerdo, pero sí el subtítulo: "Versos que yo he discurrido con mi garrica torcida"... Pues eso. Ocurrencias).
De la salvación de los paganos decía ya San Pedro: "Reconozco que no hay en Dios acepción de personas, sino que en toda nación el que teme a Dios (cree en Dios, a la luz, claro, de lo que de Dios se sabe en su pueblo) y el que practica la justicia (según las normas de su cultura propia, más o menos religiosa) le es acepto (le es grato = se salva)" (Hch 10,34-35; ver también Rm 2,14). Y se salva sin haber conocido a Cristo. Pero todo el que se salva se salva "por Cristo y por la Iglesia", que actúan siempre juntos la salvación: unas veces por contacto (los cristianos), otras veces a distancia (los no-cristianos). Como Cristo hacía a milagro por contacto y a veces a distancia. Se salva "por los caminos que solo Dios sabe" (Dominus Iesus).
Decir todas las religiones son lo mismo es igual a decir que no creo en ninguna, o que me da lo mismo. Es pensar que Dios es algo impersonal y subjetivo, y no alguien objetivo, que tiene su propia personalidad, su manera de ser y actuar; que en Cristo habló de si mismo de como era y de que quería de nosotros, para que no andemos haciendo Dioses a nuestra imagen y semejanza, en propia opinión. Es como si nos dijese, no inventeis más Dioses falsos; Ya os estoy yo hablando de Mi. "Yo soy el que soy"
Y no el que tu inventas.
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JMI.-El que me ve a mí, ve al Padre (=ve a Dios).
El que me oye, está oyendo al Padre, porque yo hablo lo que le oigo a El. (=Yo soy la palabra del Padre, encarnado: visible y audible en vuestro lenguaje".
Que el Amor siempre esté presente en nuestros corazones y que seamos capaces de despertar el Amor en todos los corazones.
Un abrazo en Cristo.
Que Dios le bendiga.
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JMI.-Abrazo en Cristo (espiritual, porque hay que guardar las distancias, y con mascarilla) y bendición +
El artículo sigue necesitando ser rehecho. La participación en la adopción NO ES LA MISMA en un católico que en los restantes cristianos heresiarcas y cismáticos. Y entre ellos, los ortodoxos y ortodoxos orientales (cismas de 1054 y 451) son a su vez diferentes entre sí y con el resto de protestantes y anglicanos. Falta especificar más, sobre todo en el caso de católicos excomulgados. El tema no es sencillo, necesita ser más detallado, si no se incurre en el error de todos somos iguales.
Y sabernos que Su Madre recibió de Cristo al pie de la Cruz la Misión de ser MADRE DE TODOS LOS HOMBRES.
Esta verdad abre de par en par las puertas al mandato del Señor: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mat 28, 19-20). Hoy, ante la situación deplorable del mundo en el orden de la inteligencia y en el de la voluntad, ante la oscuridad causada por el error y el pecado, que lo precipita hacia su auto-destrucción por el aborto, el divorcio, la homosexualidad, la droga, la violencia, la apostasía, la cultura de la muerte, el virus, o las armas nucleares, nuestra responsabilidad de evangelizar se vuelve extrema. Sólo la CONVERSIÓN de la humanidad puede detener que se precipite en su auto-destrucción. La misma gravedad de su extravío despierta nuestra conciencia de acudir en su ayuda mediante la Verdad del Evangelio. Sobran los MEDIOS, lo que falta es la CONVICCIÓN para obrar.
Todos hemos caído en el sopor del pesimismo, en los reduccionismos frutos de la falta de FE, ESPERANZA Y CARIDAD. Incapaces de creer que las tinieblas pueden y deben ser vencidas. Pero, es cierto, si medimos nuestras fuerzas humanas frente al poder material gigantesco de los enemigos, es para intimidarnos y desistir de todo intento. ¿No viene la Iglesia desde algunos siglos hace, luchando contra viento y marea por revertir la pandemia del error y del mal? ¿No ha habido sabios y meritorios Pontífices, teólogos eminentes, la proclamación de dos dogmas: la Inmaculada Concepción y la Asunción, evangelizadores, santos y mártires, y dos santos y sabios Concilios, V.I y V.II ? Comprobamos no obstante que el mal ha avanzado.
Pero. si los hombres podemos desesperar, Dios es Omnipotente y Misericordioso para ofrecer solución a nuestros males. Envía a SU MADRE a fin de ofrecernos por su mediación, la ayuda que necesitamos. La fuerza de combate que nuestra Madre nos ofrece es la misma fuerza de Cristo. Nada nos impide trabajar por la EVANGELIZACIÓN del mundo. Los recursos humanos para lograr un trabajo efectivo nos son dados por la Providencia, que alumbra nuestra inteligencia, fortalece nuestra voluntad, enciende nuestra caridad, con todas las virtudes que la acompañan.
Nuestra consigna debe ser: reconocer que los más de SIETE MIL MILLONES DE HERMANOS son un BIEN inmenso que debemos procurar incorporar a la Iglesia, mediante su CONVERSIÓN. Entonces habremos escrito una página importante del la historia del REINO DE DIOS ENTRE NOSOTROS, habremos ayudado al triunfo del CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA EN EL MUNDO.
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JMI.-Muy de acuerdo, hermano. Con meros "hermanamientos" con otras religiones no conseguimos nada. Con los abrazos a los altos jefes del Islam tampoco. No nos evitan que donde viven los 1.000 millones (o los que sean) de discípulos de Mahoma es IMPOSIBLE predicar el Evangelio, porque le llevan al predicador a la cárcel o lo expulsan de inmediato si es extranjero. A lo más en esos lugares toleran presencias cristianas que se dediquen a la beneficencia o a la vida contemplativa clausurada. Mientras, por el contrario, los países occidentales permiten la inmigración de islámicos, la construcción de mezquitas, y las exigencias a los gobiernos civiles: tienen que darnos ustedes trabajo, casa, formación profesional, educación, asistencia sanitaria, etc.
La Iglesia ha de fortalecerse con la gracia en la fe de sí misma. Crecer en natalidad, condenar mucho más la anticoncepción sistemática, valorar mucho más el orden sacerdotal y la virtualidad santificante de la vida religiosa (y habrá vocaciones), y potenciar al máximo su misión evangelizadora hasta los últimos confines de la tierra. Casi ha cesado la missio ad gentes, que está en la misma razón de ser de la Iglesia: difundir el Reino, hacer presente a Cristo en todas las naciones. Falta la convicción de fe sobre la necesidad del Evangelio para la salvación temporal y eterna de los hombres. Cristo es el único con potencia para salvar al mundo de sus enormes males temporales y eternos.
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JMI.-Así ha sido siempre, así es, así será siempre. Jesús vino, viene y vendrá a los hombres por María Virgen y Madre.
Bendición +
In Domino
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JMI.-Y tantas otras... No acabaríamos de enumerarlas.
Bendición +
1 – Lo primero que cabe afirmar es, que es propio de nuestra misión de cristianos, evangelizar hasta los últimos confines de la tierra, sin preguntarnos por quién es quién. TODOS hemos sido creados por DIOS PADRE, CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA, por medio del Verbo, Su Hijo, que Encarnó de María Virgen. TODOS hemos pecado en Adán, por eso, “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
o se salve por él” (Jn 3, 16-17). Cristo cumplió de modo absoluto la Misión que el Padre le encomendó, y asignó a la Iglesia la tarea de continuarla hasta que Él vuelva. De modo tal, nosotros, miembros de la Iglesia, debemos completar la obra de Salvación de Cristo, procurando llevar a Cristo a TODOS NUESTROS HERMANOS mediante la CONVERSIÓN y el BAUTISMO.Que el demonio, príncipe de este mundo resistirá nuestros esfuerzos, es cosa sabida, así como la astucia y poder con que cuenta. Pero, resulta cuestión secundaria, sólo para tenerla presente . El demonio odia la obra de la creación del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Tal imagen y semejanza son un Misterio de tal magnitud que si pudiéramos contemplar la realidad de cualquier hombre quedaríamos deslumbrados. Baste decir que Cristo OFRECIÓ SU VIDA AL PADRE POR TODOS Y CADA UNO DE LOS HOMBRES, pero no lo hubiera hecho por todo el universo material. Cualquier hombre vale para Dios, MAS QUE TODAS LAS GALAXIAS JUNTAS. Y si a las galaxias llegamos por los telescopios, a los hombres llegamos por la CARIDAD, que llega más allá de los confines del universo.
2 - Al amor por nuestros hermanos no lo detienen fronteras, ni credos, ni poderes económicos, ni medios de comunicación, ni las logias, ni los puñales, ni las armas nucleares, porque “todo es vuestro: ya el mundo, ya la vida, ya la muerte, el presente o el futuro. Todo es vuestro, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios.” (Cor. 3, 21-23). Esta es la OMNIPOTENCIA que Cristo nos participa para evangelizar el mundo, desde nuestra casa, desde la biblioteca, o desde la cocina. Lo fundamental es la eficacia de sabiduría y poder con que Cristo ha dotado a su Iglesia, a la cual ha dado por Madre y Reina a SU PROPIA MADRE. El campo inmenso de la tierra se abre pródigo ante el sembradío de SU REINO, HECHO POR CRISTO entre nosotros; el trigo ha venido creciendo bajo la cizaña, debemos cuidarlo y cultivarlo, que NO LO SEMBRAMOS NOSOTROS, SINO CRISTO; ni tampoco lo cosecharemos nosotros, sino los ángeles del Señor que lo pondrán en sus graneros. Y, como Cristo hace las obras perfectas de SU PADRE, constituyó a SU MADRE, HEREDERA PRIMERA DE LA OBRA DE LA REDENCIÓN, confiando a sus maternos cuidados de MADRE DE TODOS LOS HOMBRES, la humanidad, a fin de que siendo evangelizada, la condujera al Reino de Dios. La misión eminente de la IGLESIA cuenta con María para llevarla a cabo, es a Ella a quien debe confiar sus trabajos, consultar su Sabiduría y solicitar su Poder. Porque Cristo ha puesto toda su HACIENDA EN MANOS DE SU TESORERA CELESTIAL, quien dispone y distribuye las gracias a la Iglesia. María es EL MAYOR DE LOS MISTERIO entre los misterios creados. . Elevada a TRONO DE LA SANTISIMA TRINIDAD, resplandece colmada por la Luz de la Gloria de Cristo. INVENCIBLE ante los demonios, le ha sido confiada la Misión de derrotar al anti-cristo, pisando la cabeza del dragón.
Usted señala al término de mi primer comentario:” Cristo es el único con potencia para salvar al mundo de sus enormes males temporales y eternos.” Es verdad de fe, pero también es verdad que Cristo ejerce su poder de justicia y de misericordia por MEDIACIÓN DE SU MADRE. Uno de los errores frecuentes hoy es un cristo-centrismo sin María. NO EXISTE CRISTO SIN MARÍA , NI EVANGELIO SIN MARÍA, NI IGLESIA SIN MARÍA, NI EVANGELIZACIÓN SIN MARÍA. No vendrá el Reino de Dios en plenitud sino por MEDIACIÓN DE MARÍA, cuando triunfe de modo absoluto SU CORAZÓN INMACULADO EN EL MUNDO, y aniquile el error y el pecado. Es designio del Padre que Cristo haya nacido de María, es designio de Cristo que todo lo que Él obre, lo sea MEDIANTE SU MADRE. La tiniebla que hoy oscurece a la Iglesia, ese humo de satanás del que habló S.P. VI, intenta ocultar la MISIÓN EMINENTE DE MARÍA.
3 - Mientras se escuchan quejas, objeciones y reproches en los más altos niveles de la Jerarquía, y aflicciones por la situación de la Iglesia, no se menciona el triunfo de SU CORAZÓN INMACULADO EN EL MUNDO, anunciado por Ella como un BUENA NUEVA que debiera incendiar a la Iglesia y llenarla de júbilo y aliento evangelizador. Se predica un cristo-centrismo que silencia a María, la disminuye, la elude sistemáticamente, se acallan su grandezas: “El mundo no las conoce porque es incapaz de ello, e indigno” (S. L. de Montfort, Trat.de la Verd. Dev.a la Sma. Virgen, n° 6). Así, la Iglesia languidece, fracasa y es humillada por los enemigos, que la ven morir de sed a las orillas de los ríos del PARAÍSO. Cristo no admite tal desprecio hacia Su Madre, a quien ha confiado el mundo entero, esto es, la CREACIÓN, ángeles, hombres,y cosmos, los Cielos y la tierra. Dios ha culminado la Creación en María y mediante María, su OBRA MAESTRA. Le ha participado, por su condición de Madre del Creador, ser MADRE Y REINA DE TODO LO CREADO, Lo cual implica participar en el acto creador de Cristo, Verbo del Padre, por el que conserva en el ser todas las cosas por su Sabiduría y Amor y las gobierna con su Providencia.
Me permito llamar a esta condición eminente de María:
CO-CREADORA, que culmina en su condición de CORREDENTORA. En efecto, parece evidente que quien participa en la Redención debe NECESARIAMENTE participar en el ser de lo redimido. Si María participa del ACTO de la REDENCIÓN, debe necesariamente participar del ACTO de la CREACIÓN. Debe distinguirse con absoluta precisión que una cosa es el ser creado y otra absolutamente distinta es el ACTO POR EL CUAL ES CREADO “ad extra”,esto es, como existente, fuera de Dios. Ni el Verbo se identifica con los entes creados, ni, por igual razón, se identifica María; lo cual sería panteísmo. Puede pensarse que la Virgen se asocia por su unión de orden hipostático (Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador) con la palabra o verbo creador pronunciado por Su Hijo. Como un DÚO divino en el que la Madre es el ARPA DE DIOS que da el tono querido por Él a la obra de la Creación. Misterio de los Misterios de Dios.
Bien, Padre Iraburu, CONFIO mi afirmación acerca de la Santísima Virgen, llamándola CO- CREADORA al magisterio de la Iglesia, por su benévola mediación de sacerdote.
Como dice el Padre Pedro Nuñez: .......algo en que pensar.
Entre tanto, advirtamos que no estamos solos, el Cielo nos acompaña. Porque los ángeles y los bienaventurados esperan expectantes nuestra respuesta, para entonar el Cántico nuevo (Apoc.5,9; 14,3) que las edades esperan.
El mundo duerme en su noche de extravíos, confusión y desidia. Deambulan desorientados, faltos total de inteligencia y virtud que los oriente hacia una salida. No son un espectáculo dantesco, son sombras chinescas. Ante ello, los cristianos no podemos permanecer intimidados, sólo que renunciemos a los recursos que Cristo nos envía por medio de Su Madre. Es verdad que, después de varios siglos de racionalismo, ciencias empíricas y tecnología deslumbrante, hemos perdido la conciencia de nuestra vocación y la convicción de los derechos soberanos de Cristo, hasta reducirnos a mendicantes respetuosos del mundo moderno. No experimentamos ni creemos más en la fuerza que el Reino ejerce sobre todo lo creado, hemos cedido poco a poco nuestros fueros al demonio y a sus secuaces, bajo cuya venia vivimos temerosos y vergonzantes. Ha sido necesario que sobrevenga la pandemia del virus para que abramos algo los ojos, y no consideremos al mundo de hoy como un edificio imbatible. El virus no es suficiente para que el mundo cambie de rumbo y pueda salvarse, aunque sólo fuera una gran parte: es necesario que el mundo se CONVIERTA A CRISTO.
Esta es la Misión que trae María, nuestra Madre: llamar al mundo a la CONVERSIÓN; a nosotros, sus hijos fieles, nos pide que trabajemos en su Causa (Mens. en S. Nicolás). Ella es la PRIMERA EVANGELIZADORA, lo que nos permite contar con su auxilio ante las dificultades casi insuperables para llevar adelante la evangelización en gran escala. LO QUE NOSOTROS NO PODAMOS HACER LO HARÁ ELLA SI SE LO PEDIMOS, le basta nuestra ORACIÓN. Entonces veremos cómo la humanidad escucha la voz de su Madre, por más que se empeñe el demonio en impedirlo. María cuenta con un ejército invencible de ángeles, bienaventurados e hijos fieles, con los cuales aventajará a las mayores proezas hasta hoy conocidas.
Si en la Iglesia hay Fe. que VAYA ARBITRANDO los medios para recibir la cosecha de nuevos hijos que vendrán a pedir la catequesis y los sacramentos, porque la Virgen anuncia un próximo SEGUNDO PENTECOSTÉS. “Soy el sembrador, recoged la cosecha, será grande” (Primer Mensaje de Jesús en San Nicolás, 15-nov-1983); “Días gloriosos os esperan, en Mí os regocijáis, amados hijos míos” ( Mensaje de Jesús en San Nicolás, 17-nov-1983); “Tengan atentos los oídos, oigan lo que les digo. Les he dado el campo, les he dado las semillas, de aquí en adelante será tiempo de cosecha. No la descuiden porque Yo la veré y ustedes la verán” (Mensaje de Jesús en San Nicolás, (3-jun-1984).
El 30-Dic-1989, Jesús nos dice en Su Mensaje: "Antes fue salvado el mundo por medio del arca de Noé; hoy el Arca es Mi Madre. Por medio de Ella, se salvarán las almas, porque Ella las traerá hacia Mí. Aquel que rechaza a Mi Madre, a Mi me rechaza. Muchos están dejando pasar la gracia de Dios, en estos días. Id y Evangelizad; no os fijéis dónde. En el lugar donde estéis, Evangelizad a vuestros hermanos que nada conocen de la Palabra de Dios. No lo olvidéis, Evangelizad”
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JMI.- Gracias.
Bendición +
Gracias padre José Maria.
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JMI.- Bendición +
"-¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo.
-Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre." (Mateo 12,48-50).
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JMI.-Muy bien traído.
Los que reciben al Enviado del Padre, Jesucristo, reciben al Padre que lo envió, y les es dado "venir a ser hijos de Dios" (Jn 1,12). Y así Jesús bendito viene a ser "Primogénito de muchos hermanos" (Rm 8,12).
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JMI.- Pues sí, tiene Ud. un buen criterio.
Bendición +
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