InfoCatólica / Que no te la cuenten / Categoría: La Iglesia y la Historia

16.07.16

Los religiosos palotinos “mártires” en la Argentina de los ‘70: una ayuda memoria

El 18 de junio de 1976, luego del golpe cívico-militar ocurrido en la Argentina, una joven militante de la agrupación armada Montoneros, Ana María González[1], de apenas dieciocho años, colocó una bomba de 700 gramos de trotyl debajo de la cama del entonces Jefe de la Policía Federal de la Argentina, el Gral. Cesáreo Cardozo, acabando con su vida. Era el segundo jefe policial asesinado por la guerrilla en aquella época. González, luego del atentado, se habría refugiado –según las fuentes policiales– en la Parroquia “San Patricio”, del barrio de Belgrano, en Buenos Aires.

Dos semanas después del atentado, el 2 de julio de 1976, la misma agrupación terrorista haría estallar una bomba en un comedor de la Policía Federal en Buenos Aires, acabando con la vida de 23 personas y dejando un saldo de 60 heridos graves.

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13.07.16

Las banderas de Belgrano (a propósito de los colores de la insignia argentina)

Hace algunos días, aquí y aquí, publicamos unas entradas referidas a los orígenes de la bandera nacional argentina. A raíz de los comentarios y preguntas surgidas, damos a conocer ahora un artículo enviado por su autor, perteneciente a un libro de reciente aparición titulado Luces y sombras de Mayo, que puede enriquecer el planteo.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


Las banderas de Belgrano

por Prudencio Bustos Argañarás*

               Los ejércitos enviados por la Junta porteña constituida en 1810 para someter a los pueblos del virreinato en nombre de Fernando VII, enarbolaban la misma bandera que las tropas a las que se enfrentaban, es decir, la española. Ello era así por cuanto la contienda que se estaba librando era una guerra civil entre súbditos del mismo rey, lo que creaba grandes problemas para identificar en la batalla a propios y ajenos.[1]

               Advertido de ello, el 27 de febrero de 1812 Manuel Belgrano escribió al Triunvirato desde las cercanías de Rosario, informándole que “siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional”.[2]

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10.07.16

Un secreto de la Virgen de Luján para la Argentina

Estando hace pocos días, en la capital de la Fe que es la Basílica de Luján, en Argentina, un anciano sacristán se me acercó y, luego de un buen rato de conversación, me confesó un secreto guardado desde hacía varias generaciones en su familia; el hombre no parecía normal pues en él existía esa serena vehemencia de los santos. Me tomó del brazo y, descendiendo lentamente a la cripta, nos encontramos enseguida ante un viejo arcón. El rechinar de las bisagras mostró enseguida el óxido de los años; lo abrió, tomó un pergamino curtido y comenzó a leer: “Para ser abierto y publicado en el año del Bicentenario: Carta de la Virgen de Luján a la Argentina”. ¿Qué decía el texto? Pues acá va:

 

“Querida Argentina: pasados ya 200 años de tu autonomía e independencia como Nación en la que supiste defender los valores de la Fe y de la madre patria, quería aprovechar esta fecha en la que algunos aún me honran como su Madre para decirte esas cosas que, sólo quien engendró hijos puede narrar…

Habrá cosas que quizás no hubieses querido escuchar jamás y otras que te llenarán de emoción; pero créeme que en todo he buscado siempre tu bien. Déjame decirte primero lo que me duele y luego lo que me alegra de ti como hija.

En primer lugar me duele…

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2.07.16

Los templarios: ¿duendes o gigantes de la Edad Media? (y 2)

El sermón de San Bernardo sobre la Milicia Templaria

Hablar de los templarios es hablar de aquél que, tomándose la vida religiosa como una milicia, no cejó en la defensa y expansión de la Cristiandad. San Bernardo era tan popular por su estilo de vida y sus sermones que por todos era buscado para predicar, exhortar, amonestar y corregir las costumbres. Tanto predicaba contra los cátaros como entusiasmaba para las Cruzadas, atrayendo a multitudes a una vida de mayor intimidad con Cristo; de allí que las mujeres, temerosas de que sus esposos o hijos se les fueran a Tierra Santa o al claustro, pedían a llantos que no fuesen a escuchar sus sermones.

Fue a pedido de su tío y del maestre Hugo de Payns, que compondría esta pieza de homilética para los del Temple. En ella si se la lee a la luz de la historia, se encuentra la postura de la Iglesia en una época floreciente para: «una, y dos, y hasta tres veces, si mal no recuerdo, me has pedido, Hugo amadísimo, que escriba para ti y para tus compañeros un sermón exhortatorio. Como no puedo enristrar mi lanza contra la soberbia del enemigo, deseas que al menos haga blandir mi pluma».

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29.06.16

Los templarios: ¿duendes o gigantes de la Edad Media? (parte 1)

Marchad, pues, soldados, seguros al combate (…). ¡Con cuánta gloria vuelven los que han vencido en una batalla! ¡Qué felices mueren los mártires en el combate!

(San Bernardo de Claraval)

Desde que el mundo es mundo, pero especialmente en los últimos tiempos, el hombre ha amado la literatura fantástica: la imaginación, utilizada noble y francamente, ha dado origen, no sólo a las novelas de Edgar A. Poe, Verne o Tolkien, sino a un sinfín de autores que han sabido entretenernos sana y sabiamente en los ratos de ocio que permite nuestra existencia. Sin embargo, como los actos humanos pueden tener más de un fin, no pocas veces se ha utilizado este género para imponer las ideas de la época o bien para hacer pasar por verdad una simple mentira.

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