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1.11.19

(388) Injerto y mutación

28.- El injerto.— La escuela personalista pretende la introducción del concepto moderno de persona en el pensamiento católico. Y dado que la esencia de la Modernidad es el subjetivismo, con el concepto inserido se inserta su tuétano. Es imposible, tras el injerto, que la nueva médula no ingiera su caldo.

Los personalistas no lo quieren directamente, sino sazonado de catolicismo. La idea es injertarlo en el cuerpo conceptual católico para que, cual fragmento de tejido vivo, repare la supuesta lesión causada por el mundo moderno y protestante. Y a esta reparación estética denominar actualización.

 

29.- La metamorfosis.— La introducción es ideológica y por tanto sus resultados también. La fe será sometida a opinión, degenerando en fiducia. En esta clave hay que entender la empatización eclesial actual con el protestantismo.

Las nuevas nociones y principios envolverán la doctrina tradicional en una crisálida fenomenológica, en una pupa axiológica, en una suspensión teleológica, como diría Kierkegaard, de la que emergerá un nuevo logos  humanista católico.

Una nueva mente que se pretende mejor que el numen moderno, que no es católico; y mejor que el numen católico tradicional, que no es moderno. Será un tercer grado medio de catolicismo, como diagnosticarán cabalmente Julio Meinvielle, Rafael Gambra y Leopoldo Eulogio Palacios, un camino de medias tintas a hechura del liberalismo de tercer grado.

 

30.- ¿Catolicismo mutante?— La transformación conceptual requiere dejar en suspenso lo inmóvil, lo inmutable, el orden de la estabilidad, con su certeza firmísima. La puesta entre paréntesis del viejo acervo sumergirá la mente católica en puro movimiento, la trastornará con su espíritu de injerto y mutación. Pero como todo cambio doctrinal es prueba de error, habrá negar que exista cambio y afirmar que no hay error, sino pluralidad y misterio

La verdad es sinfónica, dirá Hans Urs Von Balthasar, no hay que preocuparse, pues siendo incognoscible el Misterio, no son disonantes las contradicciones, se dice, no son cacofónicas las divergencias doctrinales, todo cabe ante lo informulable. Se abre la caja de Pandora. Los vientos de doctrina procedentes del Maelstrom sacuden la Casa del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad (1 Tim 3, 15).

La mente católica comenzará a sufrir mutaciones, y a pedir a gritos, por pura supervivencia, el reposo de la verdad, la restauración de lo tradicional, la perspectiva clásica inmutable, perfecta y quieta, que aporta la Cruz.

 
David González Alonso Gracián