SAN BENITO, intercede por Europa

  Hoy, 11 de Julio, la Iglesia universal celebra a San Benito Abad, Patrono de Europa. Es, por tanto, un día muy propicio para orar con fe por la conversión de Europa y de todo Occidente.

   San Benito nació en Nursia hacia el año 480. Joven aún, abandonó el mundo y los estudios y vivió durante algunos años como eremita en Subiaco. La fama de su santidad llevó junto a él numerosos discípulos para los cuales edificó varios Monasterios. En el de Montecasino, donde vivió sus últimos años, escribió una Regla, más tarde universalmente adoptada por los monjes de Occidente. Célebre por sus milagros, por el don de profecía y por una admirable sabiduría se durmió en el Señor en 547. Su vida fue escrita por San Gregorio Magno.

 A continuación ofrecemos a nuestros lectores algunos fragmentos acerca de nuestro Bienaventurado Padre, escogidos del Año Litúrgico de Dom Próspero Guéranger, Abad de Solesmes (+1875):

 «EL SANTO. ¡Con qué veneración debemos acercarnos hoy a este hombre, de quien San Gregorio Magno escribió que “estuvo lleno del espíritu de todos los justos!” Si consideramos sus virtudes, veremos que igualan a todo lo que los anales de la Iglesia nos dicen de los demás santos. La caridad de Dios y del prójimo, la humildad, el don de oración, el imperio sobre todas las pasiones, hacen de él una obra maestra de la gracia del Espíritu Santo. Obras milagrosas llenan toda su vida: curación de enfermedades humanas, poder sobre las fuerzas de la naturaleza, imperio sobre los demonios y hasta poder de resucitar a los muertos. El espíritu de profecía le descubre el porvenir y hasta los pensamientos más íntimos no escapan a los ojos de su espíritu. Estos rasgos sobrenaturales se encuentran realzados por dulce majestad, por grave severidad y misericordiosa caridad, que brillan en cada una de las páginas de su biografía, escrita por uno de sus discípulos, el Papa San Gregorio Magno, quien se encargó de transmitir a la posteridad todo lo que Dios se había dignado realizar en su siervo Benito».

 «PADRE DE EUROPA. La posteridad, en efecto, tenía derecho a conocer la historia y las virtudes de un hombre cuya acción sobre la Iglesia y la sociedad han sido tan saludables a través de los siglos. Para conocer la influencia de Benito, sería necesario recorrer los anales de todos los pueblos de Occidente, desde el siglo VII hasta nuestros días. Benito es el padre de Europa; es quien, por medio de sus hijos, numerosos como las estrellas del cielo y las arenas del mar, levantó las ruinas de la sociedad romana, aplastada por los bárbaros; quien presidió al establecimiento del derecho público y privado de las naciones que surgieron después de la conquista; quien llevó el Evangelio y la civilización a Inglaterra y a Alemania, a los países del Norte y hasta los pueblos eslavos; quien enseñó la agricultura y destruyó la esclavitud; quien salvó, en fin, el tesoro de las letras y de las artes del naufragio que iba a devorarlos para siempre y dejar a la raza humana sumida en las tinieblas».

 «Su REGLA. Todas estas maravillas las obró San Benito por su Regla. Este código admirable de perfección cristiana y de discreción, disciplinó las legiones de monjes por medio de las cuales el Santo Patriarca, realizó los prodigios que hemos enumerado. Hasta la promulgación de este libro, el elemento monástico, en Occidente, sólo ayudaba a la santificación de algunas almas; pero nada hacía suponer que este libro sería el instrumento principal de la regeneración cristiana y de la civilización de tantos pueblos. Promulgada esta Regla, todas las demás desaparecieron sucesivamente ante ella, como las estrellas se apagan en el cielo cuando el sol comienza a elevarse. Occidente se cubre de Monasterios, desde donde se extienden por Europa entera todos los socorros que hicieron de ella la porción privilegiada del globo».

 «Su POSTERIDAD. Un número inmenso de Santos y Santas que reconocen a Benito por Padre depura y santifica la sociedad todavía medio salvaje. Una larga serie de Sumos Pontífices, formados en el claustro benedictino, preside los destinos de este mundo nuevo y crea para él esas instituciones fundadas únicamente en la ley moral y destinadas a neutralizar la fuerza bruta que sin ella hubiera prevalecido. Innumerables Obispos salidos de la escuela de Benito, aplican a las provincias y a las ciudades estas saludables prescripciones. Los apóstoles de veinte naciones bárbaras hacen frente a esas razas feroces e incultas, llevando en una mano el Evangelio y en la otra la Regla de su padre. Durante largos siglos los sabios, los doctores, los educadores de la infancia pertenecen casi exclusivamente a la familia del gran Patriarca, que por ellos derrama luz clarísima a todas las generaciones. ¡Qué cortejo alrededor de un sólo hombre, formado por este ejército de héroes de todas las virtudes, de Pontífices, de Apóstoles, de Doctores, que se proclaman sus discípulos y que hoy se unen a la Iglesia entera, para glorificar al soberano Señor cuya santidad y poderío se han manifestado con semejante brillo en la vida y en las obras de Benito!»

 «PLEGARIA POR EUROPA. ¡Oh Padre de tantos pueblos!, pon los ojos en tu herencia y bendice una vez más a esta Europa ingrata, que te lo debe todo y casi ha olvidado tu nombre. La luz que tus hijos le llevaron, se ha eclipsado; el calor con que vivificaron las sociedades fundadas y civilizadas por la Cruz, se ha enfriado; las espinas han cubierto gran parte del suelo en el que sembraron la semilla de la salvación. Ven en socorro de tu obra y por tus preces sostén la vida que amenaza extinguirse. Consolida lo que está vacilante y una nueva Europa católica surja pronto en lugar de la que la herejía y todos los falsos sectarismos nos han creado».