28.09.14

(285) Liturgia –21. La adoración eucarística, 2. Historia (a)

–Esta vez nos cuenta cosas que yo no conocía.

–Le hará mucho bien conocerlas.

Centralidad de la Eucaristía

Desde el principio del cristianismo, a la luz de la fe, se entiende la Eucaristía como la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Iglesia: como el memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como el sacrificio de la Nueva Alianza, como la cena que anticipa y prepara el banquete celestial, como el signo y la causa de la unidad de la Iglesia, como la actualización perenne del Misterio pascual, como el Pan de vida eterna y el Cáliz de salvación. Normalmente, la Misa al principio se celebra sólo el domingo, pero ya en los siglos III y IV se generaliza la Misa diaria.

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22.09.14

(284) Liturgia –20. La adoración eucarística, 1. Presencia real de Cristo en la Eucaristía

–Mi abuelo era de la Adoración Nocturna.

–Gran obra de Dios. Y hoy, por designio de la Providencia, se van multiplicando las capillas de Adoración Perpetua.

En los anteriores artículos fui explicando los diferentes momentos de la Misa, el Mysterium fidei por excelencia. Y al tratar de la consagración, del acto máximo de la Eucaristía (275), no me detuve en considerar con amplitud el misterio de la transubstanciación, para contemplarlo ahora más detenidamente, pues él es el fundamento de la adoración eucarística.

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15.09.14

7.09.14

(282) Liturgia –18. Eucaristía, 13. La comunión (y d) y la santidad

–«Tomad y comed: esto es mi cuerpo».

–Cristo, al mismo tiempo, nos dice una verdad inefable y nos da un mandato.

Comunión y santidad

«Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día» (Jn 6,53-54). La enseñanza de Jesús es muy clara: la santificación cristiana tiene forma eucarística. Es así, al menos ordinariamente, como ha querido Dios santificarnos. Y nosotros no podemos santificar-nos según nuestros gustos o inclinaciones –es absurdo–, sino según el Señor ha dispuesto hacerlo, y según nos lo ha dicho. Sólo él es «Santo y fuente de toda santidad» (Pleg. eucarística II).

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29.08.14

(281) Liturgia –17. Eucaristía, 12. La comunión (c), frecuencia conveniente y efectos

–Este tema es sin duda más gordo que los otros que ha tratado sobre la comunión.

–Bueno, casi mejor digamos que es más importante, más grave y transcendente.

–La frecuencia de la comunión, actitudes diversas durante siglos

En la antigüedad cristiana, sobre todo en los siglos III y IV, hay numerosas huellas documentales que hacen pensar en la normalidad de la comunión diaria. Los fieles cristianos más piadosos, respondiendo sencillamente a la voluntad expresada por Cristo, «tomad y comed, tomad y bebed», veían en la comunión sacramental el modo normal de consumar su participación en el sacrificio eucarístico. Sólo los catecúmenos o los pecadores sujetos a disciplina penitencial se veían privados de ella. Pronto, sin embargo, incluso en el monacato naciente, este criterio tradicional se debilita en la práctica o se pone en duda por diversas causas. La doctrina de San Agustín y de Santo Tomás podrán mostrarnos autorizadamente esta diversidad de prácticas.

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