23.02.10

(66) Gracia y libertad –I. luteranismo y quietismo

–Éstos me parece que nos quedan un poco más lejos. A los católicos. Digo.
–Coincidimos. Pero ojo.

El luteranismo es Lutero. Es una herejía muy personal, aunque todas lo son, por supuesto. Consideremos la experiencia fundamental del hombre sobre su vida moral. Todos tenemos conciencia de que somos libres, de que «podemos» elegir. Y si obramos mal, sentimos el peso de nuestra culpa. Pero también es cierto que todos tenemos conciencia de que no somos libres, de que nuestra libertad está enferma, atada, impotente para hacer el bien que quiere y evitar el mal que aborrece (Rm 7,15). Pues bien, en Pelagio prevaleció el primer convencimiento –somos libres: podemos–, hasta oscurecer la necesidad de la gracia. Y en Lutero, después de luchas morales angustiosas, predominó el segundo, hasta negar la necesidad de obrar el bien –no somos libres: no podemos–; no podemos ni siquiera con la ayuda de la gracia.

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20.02.10

(65) Voluntarismo semipelagiano –V. aún más síntomas. y 4

–¿Más síntomas todavía?
–En una casa edificada sobre un fundamento torcido, todo está mal: puertas y ventanas no se abren y cierran bien, el suelo es cuesta arriba o cuesta abajo, y las personas se tambalean al andar, etc. Un horror. Es lo que sucede en la casa espiritual semipelagiana. Todo en ella está más o menos torcido y malentendido. Por eso sería una tarea de nunca acabar ir señalando las innumerables consecuencias negativas que causa en la vida cristiana. Así que voy a terminar ya el tema con este artículo, aunque resulte un poquito largo.

Dios no te puede pedir. Allí donde se generalice un tanto en la cultura cristiana el Dios te pide, no tendrá nada de raro que, con un poco más, se dé el paso al Dios no te puede pedir. Cualquier contradicción en el pensamiento cristiano puede esperarse en cuanto se aleja de la verdad católica. Las dos actitudes, que son ciertamente contradictorias, coinciden en que centran la vida cristiana en la voluntad, la parte humana. Por el contrario, los católicos reconocemos la iniciativa absoluta de la gracia de Dios, a la que el hombre debe una docilidad incondicional, que no resiste ni pone nunca límites a lo que Dios quiera darle en su infinita misericordia.

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16.02.10

(64) Voluntarismo semipelagiano –IV. más síntomas. 3

–Vengan más síntomas. ¡Yo los tengo todos!
–Y Cristo le va a sanar de todos con la gracia de su verdad. Va a quedar usted nuevo.

El voluntarismo semipelagiano, como todas las enfermedades, tiene muchos síntomas. Y conviene que quienes lo padecen sean sanados por Cristo, que les da su gracia para conocerlos y vencerlos.

La vocación. Comienzo por aquí, porque en la vocación está el principio de todo. Dios, en el orden natural, llama al ser a cada criatura, y la mantiene en la existencia. Dios, en el orden sobrenatural, llama a la gracia al hombre caído: «le llama de las tinieblas a su luz admirable» (1Pe 2,9). Dios es «el que llama» (Gál 5,8: kalon) y los cristianos somos «los llamados» (Rm 8,30: keklemenoi).

La llamada de Dios es absolutamente gratuita. Y por parte Suya, «los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (Rom 11,29: karismata kai e klesis). Todo en la vocación es amor gratuito de Dios, que sólo en Él tiene su causa. Él elige desde la eternidad, llama con una vocación dada en el tiempo –la llamada al pueblo de Israel, a ser cristiano, al apostolado, al matrimonio, al camino concreto personal–, consagra a los llamados –bautismo, orden, matrimonio, profesión religiosa–, y envía en la misión propia de cada vocación. Dios elige-llama-consagra-envía.

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13.02.10

(63) Voluntarismo semipelagiano –III. síntomas. 2

–Eso de síntomas suena a enfermedad.
–Y eso es precisamente el voluntarismo entre los cristianos fieles, una enfermedad espiritual, cuyos síntomas deben ser conocidos, para lograr la sanación con la luz de la verdad y la fuerza de la gracia divina.

Semipelagianismo. Ya vimos sus tesis principales (61). Gracia y libertad, la parte de Dios y la parte del hombre, concurren, como causas co-ordinadas, para realizar el bien. Es la acción del hombre, co-operando con la gracia divina, la que hace eficaz a ésta. Dios ama a todos por igual, y la mayor santidad se determina fundamentalmente por la mayor generosidad del esfuerzo humano. La iniciativa de la vida espiritual la lleva, de hecho, el hombre. Etc. De esta enfermedad espiritual, que en los buenos cristianos podríamos llamar simplemente voluntarismo, se siguen efectos pésimos, que son síntomas propios de una enfermedad grave.

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9.02.10

(62) Voluntarismo semipelagiano –II. versiones actuales. 1

–A estos voluntaristas también deles duro, que me caen muy mal.
–Pues yo tengo gran estima por muchos de ellos, y me da pena que hayan tenido deficiencias en su buena formación.

La doctrina de la Biblia y del Magisterio apostólico es muy clara: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). «Es Dios el que obra en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13). «Cuantas veces obramos bien, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros» (Orange II, c. 9)… Cuando se leen estas frases tan claras, parece que la realidad que afirman –otra cosa será la explicación teológica que de ella se dé– es evidente: la gracia mueve la libertad del hombre para que pueda hacer el bien, un bien que no podría hacer ella sola sin la ayuda sobrenatural de Dios.

Sin embargo, son muchos los cristianos que ignoran esta verdad tan absolutamente fundamental, y que incluso se extrañan y eventualmente se escandalizan cuando se afirma de modo explícito. Más adelante, con el favor de Dios, he de exponer con cierta amplitud la doctrina católica. Pero contrapongo ahora, en forma muy abreviada, la fe católica en la primacía y eficacia de la gracia, y el modo semipelagiano de entender estas cuestiones.

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