(06) Decálogo para las reformas de la Iglesia -y II
–¡Increíble!… Aplicando el Decálogo 1-6, se ha enderezado la imagen de la Iglesia.
–No, señor. Aplicando el Decálogo 1-10.
7.– El ejercicio de la Autoridad apostólica es condición imprescindible para las reformas de la Iglesia. Y ese ejercicio se realiza de dos modos:
1.– Por el ejercicio de la autoridad personal de los Pastores apostólicos. Fácilmente se comprende, pues, que si se debilita el ejercicio de la Autoridad apostólica, por influjos culturales de origen protestante y liberal –y por temor a la Cruz–, se multiplican indefinidamente en la Iglesia los errores doctrinales y los abusos morales, litúrgicos y disciplinares. «Herido el pastor», o al menos debilitado, «se dispersan las ovejas del rebaño» (Zac 13,7; Mt 26, 31). Las reformas necesarias de la Iglesia requieren hoy sin duda una gran parresía en los Pastores sagrados que las pretendan; una fuerza apostólica como aquella de San Pablo:

–¿Y usted cree que una Iglesia que en su conjunto se ha torcido a un lado, supongamos, al lado izquierdo, podrá recuperar la verticalidad de la verdad católica?
–«Pero, vamos a ver ¿y usted quién es para decir, y para decir públicamente, qué es lo que ha de reformarse hoy en la Iglesia?». –Primero de todo, tranquilícese el objetante, y en seguida atienda a razones.
Herejía, apostasía y cisma. Dice el Código de Derecho Canónico que «se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (c. 751). Según esto, pudiera pensarse que en no pocas Iglesias descristianizadas la mayoría de los bautizados son herejes o apóstatas o cismáticos o las tres cosas a la vez. Pero vayamos por partes y precisando más.

