(20) La victoria final de Cristo: esperanza –I
–Bueno, parece que esto se anima un poco.
–Todo lo que voy tratando, sea lo que sea, es siempre «causa nostræ letitiæ» porque se funda en la palabra de Dios. Por tanto, alegráos, alegráos siempre en el Señor. Servid al Señor con alegría. Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Enséñame a cumplir tu voluntad, y a guardarla de todo corazón. Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo.
«Mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». Así rezamos cada día en la Misa. Están perdidos aquellos que viven «sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2,12). Por el contrario, Simeón era un anciano «justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25), y también Nicodemo era un hombre de fe, que «esperaba el reino de Dios» (Mc 15,43). Ahora los cristianos, en la plenitud de los tiempos, vivimos «esperando la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». Y ésa es la fe y la esperanza que nos identifican. La frase viene de San Pablo, cuando contrapone a los que «son enemigos de la cruz de Cristo, tienen por dios su propio vientre y ponen su corazón en las cosas terrenas», con los cristianos, que somos «ciudadanos del cielo, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo» (Flp 3,19-21).