(36) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –IV el relativismo liberal vigente

–Lo reconozco, aunque me cuesta mucho: el tipo este, Pie, era un fenómeno, un tipo formidable.
–Ya se lo decía yo. «El tipo este», como usted dice, el Obispo de Poitiers, fue un gran Obispo católico, uno de los mayores de su tiempo.

El liberalismo, a partir del siglo XIX, impone el naturalismo en todos los ámbitos, en la política y las leyes, en la cultura y la educación, en la pedagogía y el arte, en todo. Su definición es muy sencilla. El liberalismo es la afirmación absoluta de la libertad del hombre por sí misma; es la afirmación soberana de su voluntad al margen de la voluntad de Dios o incluso contra ella. Es, pues, un rechazo de la soberanía de Dios, que viene a ser sustituida por la de los hombres, es decir, en términos políticos, por una presunta soberanía del pueblo, normalmente manipulada por una minoría política, bancaria y mediática. Históricamente, el liberalismo es, pues, un modo de naturalismo militante, un ateísmo práctico, una rebelión contra Dios. Así lo describió ya muy claramente León XIII en su encíclica Libertas, de 1888. Tanto Pie como León XIII distinguen grados muy diversos en el liberalismo, que algunos cristianos, por ejemplo, profesan solamente en referencia a la vida social y política. Pero también muestran cómo la substancia del liberalismo viene a darse en todas sus muy diversas modalidades.

Por otra parte, es muy importante señalar que el liberalismo es el padre del socialismo y del comunismo. Ellos son sus hijos naturales, como Pío XI lo explica claramente en la Divini Redemptoris, de 1937. Son todos de la misma sangre: «seréis como Dios, conocedores del bien y del mal» (Gén 3,5); «no queremos que Él reine sobre nosotros» (Lc 19,14). El Estado liberal, socialista o comunista, como forma política y cultural impuesta al pueblo de modo suave y sutil o vilento y revolucionario, pero en todo caso diabólico, se constituye como una contra-Iglesia, apropiándose de todas las funciones del reinado de Cristo sobre la sociedad. Históricamente no surge así un Estado pagano, sino un Estado apóstata, pues nace en pueblos de secular filiación cristiana. Y no es, por tanto, un Estado neutral y simplemente laico, sino anti-cristiano, antiCristo.

Un mundo sinDios y contraDios se hace necesariamente anti-humano. Mons. Pie, en medio de un ambiente liberal tan generalizado, que afectaba a no pocos obispos, sacerdotes e intelectuales católicos, entendió perfectamente la condición tiránica congénita al naturalismo liberal, y lo que es más, se atrevió a denunciarla con toda fuerza. Vino a ser de este modo una luz en las tinieblas, y su enseñanza, lúcida y valiente, apoyó y preparó las preciosas encíclicas antiliberales de los Papas, afirmándose en su tiempo con muy pocos apoyos –uno de los principales fue el de Dom Guéranger, gran liturgista, pero también gran apologista: tanto que algunos le llamaban Dom Guerrier (Dom Guerrero)–.

Mons. Pie denuncia a un mundo moderno que quiere construirse sinDios, y por tanto contraDios, como un mundo anti-humano. «So pretexto de escapar a la teocracia imaginaria de la Iglesia, hay que aclamar otra teocracia tan absoluta como ilegítima, la teocracia del César, jefe y árbitro de la religión, oráculo supremo de la doctrina y del derecho; teocracia renovada de los paganos, y más o menos realizada ya en el cisma y la herejía, en espera de que tenga su pleno advenimiento en el reino del pueblo sumo-sacerdote y del Estado-Dios, con que sueña la lógica implacable del socialismo. Es decir, a fin de cuentas, que la filosofía sin fe y sin ley ha pasado en adelante de las especulaciones al orden práctico, se ha constituido en reina del mundo, y ha dado a luz la política sin Dios.

«La política así secularizada, tiene un nombre en el Evangelio: allí se la llama “el príncipe de este mundo”, el príncipe de este siglo (Jn 12,31; 1Cor 2,6-8), o bien asimismo “el poder del mal, el poder de la Bestia” (Ap 11,7; 13,4). Y este poder (…) con una rapidez de conquista que ni siquiera conoció el islamismo, este poder emancipado de Dios y de su Cristo, ha subyugado casi todo a su imperio, los hombres y las cosas, los tronos y las leyes, los príncipes y los pueblos» (III,515-516).

La prepotencia de la política sinDios no tiene límites. Y los católicos liberales, por oportunismo cómplice o por convicción errónea, se pliegan a ella, la aceptan y colaboran con ella, y por tanto unen sus fuerzas con la de los agnósticos y ateos para rechazar en los Estados modernos –liberales, socialistas, comunistas, dictatoriales– todo vestigio de la Autoridad divina y de la realeza de Cristo. Sin ellos hubiera sido imposible una descristianización del Occidente tan rápida, extensa y profunda. Y es así como nace el Leviatán moderno, la Bestia política de poder absoluto:

«Nada admite que pueda sustraerse a su tiránica dictadura. Su proyecto consiste en el sometimiento de la tierra entera a su imperio: “dixit [Nabucodonosor] cogitationem suam in eo esse, ut omnem terram suo subjugaret imperio” (Jdt 2,3)». De modo semejante, la Bestia política moderna «absorbió todo en su autocracia: religión, propiedad, autoridad paterna, corporaciones, leyes, costumbres, libertades, nada ha respetado… No deja en pie a ningún otro ídolo que a sí misma. Toda voz debe ponerse al unísono con su voz. Todo dogma, aun sobrenatural y revelado, acaba por ser un programa sedicioso si está en desacuerdo con sus teorías. Toda conciencia, aun la formada según la ley divina, debe dejarse remodelar y modificar por la conciencia y la ley de los tiempos modernos» (V,404-405).

En el mundo de la política, concretamente, el nombre de Dios se hace impronunciable –los mismos políticos «católicos» lo silencian sistemáticamente–. La Educación para la Ciudadanía será el catecismo obligatorio. Quien no reconozca, por ejemplo, que todas las variantes de la sexualidad son igualmente naturales será expulsado de la vida política –a no ser que guarde cautelosamente su convicción en un silencio absoluto–, podrá ser privado de su profesión docente e incluso penado como un delincuente. No se reconoce la posibilidad de la objeción de conciencia a un médico o a una enfermera que se nieguen a practicar un aborto. Y así sucede en tantas cuestiones. Sencillamente, es imposible que los derechos del hombre sean respetados cuando no se reconocen y respetan los derechos de Dios, en los que aquéllos hallan su defensa y fundamento.

El hombre moderno queda así despojado y embrutecido. «El orgullo humano había proclamado solemnemente la decadencia de la religión cristiana, y señalado el término próximo de su muerte. La filosofía suplantaría al Evangelio; el Estado dispensador de toda instrucción, sustituiría a la Iglesia; y el sacerdocio laico cumpliría por su parte el ministerio espiritual de las almas en lugar del viejo sacerdocio al que Cristo había dicho: “id y enseñad”» (II,117-118). Dios ha muerto (Hegel, Nietzsche, Marx, etc.).

Los resultados históricos de estas enormes mentiras son, sin embargo, para la humanidad trágicos, brutales, degradantes, y confirman que el diablo es «mentiroso, es el padre de la mentira, y homicida desde el principio» (Jn 8,44). No se conocen en la historia siglos tan turbulentos y homicidas como los siglos XIX y XX. Millones y millones de homicidios en guerras y abortos… El hombre, rechazando la elevación deificante que le ofrece el Hijo de Dios hecho hombre, se hunde en abismos de imbecilidad y división, de fealdad, crueldad, mentira y muerte.

«Cuando la presencia de Cristo, que habitando en nosotros por la fe nos eleva a una altura divina, se debilita en nuestras almas, con ella se opaca necesariamente el rayo de luz eterna que constituye el principio de nuestra naturaleza inteligente y moral, de tal suerte que, por una correspondencia tan rigurosa como es real en Jesucristo la unión hipostática del hombre con el Verbo, allí donde el cristiano se eleva, el hombre se eleva con el cristiano, y allí donde el cristiano desciende, el hombre desciende con el cristiano. Si, pues, una sociedad dejase de ser cristiana, se vería cómo la humanidad declina, se desploma, se atrofia cada día más» (III, 635-636).

«Solo la verdad es amiga de los hombres y de las cosas. El error, como la maldad, mintiéndose primero a sí mismo, miente luego a los que seduce. Rechazando al Cristo que vino que los hombres tengan vida y la tengan con gran abundancia, toda herejía, y con mayor razón toda doctrina incrédula e impía, es ese “ladrón que no viene sino para robar, matar y destruir” (cf. Jn 10,10). (VII,216). «La maldad da muerte al malvado» (Sal 33,22).

«Bien dijo el Sabio: “vanos son por naturaleza aquellos hombres que carecen del conocimiento de Dios” (Sab 13,1)… No son verdaderamente hombres, sino sombras y fantasmas de hombres, de hombres que no se mantienen ya de pie, de hombres inconscientes, fugaces, incapaces ya de captar ni retener nada; generación condenada a la desgracia, que se limita a buscar sus salvadores entre los muertos, como si los muertos pudiesen ofrecer una esperanza de salvación. Si este pueblo es llevado cautivo, si es desmembrado, si es entregado a merced de todos los enemigos de fuera y de dentro, es porque su casa perdió la llave de toda sabiduría y el principio de toda fuerza, al perder el conocimiento de Dios» (VII,207-208).

El mundo sin Cristo se hunde en la miseria. Con admirable lucidez, el Obispo de Poitiers describe las miserias de una sociedad naturalista, liberal, laicista, relativista, «sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2,12). Y en varias ocasiones lo hace tomando del Evangelio como analogías fundamentales,

el hijo pródigo (Lc 14,11-32; V,92), alejado del padre, caído en la miseria moral, hambriento, reducido al servicio de los cerdos, y sin que nadie mire por su bien;

los ciegos y sordomudos sanados por Cristo, que no ven ni entienden la realidad, no oyen a Dios, han perdido el habla, la capacidad de comunicarse con Dios y con los hombres (VI,234-235);

la mujer encorvada, incapaz de mirar hacia arriba, con su rostro hacia la tierra, como un animal, sujeta así por Satanás dieciocho años (Lc 13,10-17; VI,138-141);

aquel muchacho endemoniado, que se tira al fuego y al agua, atormentándose a sí mismo (Mt 17,14-18; VIII,18). En este caso último, los apóstoles, por su poca fe, no han podido librarle de su cautividad diabólica. Es preciso que el padre del joven, y también los apóstoles, acudan a Cristo, el Señor, el único que tiene poder para sanar a los pecadores, ciegos, sordos, mudos y endemoniados de nuestro tiempo y de todos los tiempos.

Cuando un pueblo no da a Dios lo que le debe, es obligado a darlo todo al César, sea éste un rey o un emperador absoluto, un partido único comunista, nazi o fascista, una dictadura, o una democracia socialista o liberal, que todo lo invade, domina y regula. En el fondo, viene a ser lo mismo. Cuando un pueblo rechaza la soberanía del Señor y sacude su yugo, cuando el nombre mismo de Dios queda eliminado de la vida política y social, ciertamente cae bajo el dominio de la Bestia estatal apocalíptica. Y entonces, aquellos cristianos que acepten el sello de la Bestia en la frente y en la mano serán respetados y apreciados, vendrán a ser mundanos, es decir, apóstatas. Y aquellos otros que, con Cristo Rey, se empeñen en combatirla con la oración, la cruz y los medios que tengan a su alcance, serán perseguidos a muerte.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

9 comentarios

  
Ricardo de Argentina
Padre, por favor permítame que hiera su modestia...¡Usted ha estado genial!!

Sí, ya lo vemos, no hay diferencias esenciales entre comunistas, nazis, socialistas y demócratas. Todos tienen una raíz naturalista y homicida!

Días pasados en una Audiencia, el Papa señalaba que este olvido de Dios -que está ya a las puertas de la Estatolatría- se comenzó a notar tan lejos como en el Renacimiento. Yo entiendo que esto se fue agravando hasta eclosionar políticamente con al Rev. Francesa, llegándose - en ocasión de las Guerras Mundiales- , al exterminio definitivo de las estructuras políticas gestadas en la Cristiandad (el "Antiguo Régimen" de los Revolucionarios).

Los ganadores de esas contiendas bélicas mundiales fueron los comunistas y los demócratas liberales (sólidamenmte emparentados entre sí, no lo olvidemos), que destruyeron a los otros pretendientes, los nazi-facsistas, y que ahora custodian celosamente el Orden Anticristiano que consiguieron imponer al altísimo costo de decenas de millones de vidas.
25/10/09 3:56 PM
  
Miguel Serrano Cabeza
Gracias por su serie sobre el card. Pie, r. Iraburu. Pone muchas cosas en su sitio.

Cuando se habla del "sano laicismo" que dió lugar a la Constitución de los Estados Unidos de América no siempre se suele tener en cuenta la Fe de sus fundadores.

Hablando de esa fe en Cristo, en la tapa trasera de su libro, el rev. Benjamin Franklin Morris (1810-1867): "The Christian Life and Character of the Civil Institutions of the United States", American Vision, 2007 (1853), 1060pp, ISBN:978-09-1581-570-8 afirma:

"Pertenecemos a una nación noble que rebosa evidencias sobre la presencia moldeadora de la verdad Cristiana y la capacidad y bondad de la sabiduría Divina para crear una república Cristiana para siempre. Ése fue el espíritu y el propósito de los padres fundadores de nuestras instituciones, tal y como dan fe los hechos [expuestos] en este libro."

Gary North, uno de los colaboradores de American Vision (calvinistas), tiene una página con recursos libres.

http://www.garynorth.com/freebooks/sidefrm1.htm

En esa página hay citas de los padres fundadores. Incluyo dos como ejemplo:

"Es imposible gobernar adecuadamente el mundo sin Dios y la Biblia" George Washington (1732-1799), primer presidente.

"La religión (Cristiana) y la virtud son las únicas bases no sólo de toda república y de todo gobierno libre sino de la felicidad de todos los individuos bajo cualquier gobierno en cualquier sociedad" John Adams (1735-1826), segundo presidente.

Parece ser que George Washington era algo más que un deísta, tal y como ahora se nos pretende hacer creer.

cfr.
Michel Novak & Jana Novak: "Washington's God: Religion, Liberty, and the Father of Our Country", Basic Books, 2007, 304pp, ISBN: 978-0465051274

Robert W. Pelton: "George Washington: God's Chosen Leader?", Infinity Publishing, 2008, 317pp, ISBN: 978-0741437280

Peter A. Lillback: "George Washington's Sacred Fire", Providence Forum Press, 2006, 1208pp, ISBN: 978-0978605261

Michael Novak: "On Two Wings: Humble Faith and Common Sense at the American Founding", Encounter Books, 2001, 235pp, ISBN: 978-1893554344

Newt Gingrich: "Rediscovering God in America: Reflections on the Role of Faith in Our Nation's History", Thomas Nelson, 2006, 160pp, ISBN: 1591454824

Aún es más, de hecho parece que Washington no estaba a favor de la separación Iglesia/Estado, llegando a enfrentarse por este asunto con Thomas Jefferson (1743-1826).

Tara Ross & Joseph C. Smith, Jr.: "Under God: George Washington and the Question of Church and State", Spence Pub, 2008, 317pp, ISBN: 978-1890626730

Los anglicanos de las Trece Colonias como James Madison, intentando apartarse del poder de la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, el Rey de Inglaterra, empezaron a elegir sus obispos de forma asamblearia. Y, de la misma forma que empezaron a elegir a sus obispos, empezaron a elegir a sus representantes políticos. Sólo a partir del s. XIX se les empezó a conocer como "episcopalianos".

Sabedores del peso del Pecado Original en el individuo, los futuros episcopalianos decidieron evitar su concentración tanto como fuera posible.

Esa fue la lucha entre bastidores de James Madison (1751-1836) contra Alexander Hamilton (1755-1804).

Madison quería un gobierno federal que garantizara la libertad y los derechos de los ciudadanos procedentes de Dios, mientras que Hamilton -de tendencia filomasónica- prefería un gobierno muy centralizado y fuerte que fuera quien otorgara la libertad y los derechos a "sus" ciudadanos.

Madison había sido educado en la fe de la Iglesia de Inglaterra, y fue una persona muy religiosa a lo largo de toda su vida.

cfr.
Garrett Ward Sheldon: "The Political Philosophy of James Madison", The Johns Hopkins University Press, 2003, 978-0801871061, 160pp.

Sin esos cimientos enraizados en la fe en Cristo Jesús, no se hubiera podido crear una nación en la que el Estado no otorga derechos a los ciudadanos, sino que los ciudadanos, en aras al bien común, los ceden temporal y condicionadamente al Estado.

Si el Estado no cumple con sus deberes, esos derechos revierten directamente a los ciudadanos, que son el fundamento de toda organización política en cuanto que hijos de Dios.

Es una lástima que, hoy por hoy, todo esto parezcan tenerlo más claro nuestros "hermanos separados".

ADVENIAT REGNVM TVVM
25/10/09 8:16 PM
  
Ricardo de Argentina
El mundo sin Cristo se hunde en la miseria.
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En otro post de su blog, Padre, Ud. menciona al optimismo compulsivo como el hábito (o vicio) predilecto de esta sociedad liberal para ocultar a propios y extraños esta verdad incontrastable que Ud. menciona : que en medio de un pandemonium de artefactos y tecnologías, la sociedad se hunde víctima de sus propias miserias. Y no hay artefacto que las arregle, por más tecnología de punta que se aplique.

Así, cualquier atisbo de mencionar esta decadencia de la actual sociedad informática, es anatemizado como "pesimismo", horrible herejía que debe castigarse inmediatamente con el rechazo social más absoluto.

"No hay peor sordo que el que no quiere oir"
28/10/09 6:22 PM
  
Virginia
"La PREPOTENCIA de la política sin Dios no tiene límites. Y los católicos liberales (...) se pliegan a ella, la aceptan y COLABORAN con ella, y por tanto unen sus fuerzas con la de los agnósticos y ateos para rechazar en los Estados modernos todo vestigio de la Autoridad divina. Sin ellos hubiera sido imposible una descristianización del Occidente tan rápida, extensa y profunda..."
Pienso que en comprender esta frase en toda su hondura y longitud, está el saber "dónde estamos parados" hoy. Pues creo que la división qu Cristo anticipa de cuando "se levantará hijo contra padre, nuera contra suegra, etc..." en el seno de las mismas familias, en el centro de las mismas CONCIENCIAS de los católicos, es el NUCLEO de todo el derrumbe que sufrimos. Y es que muchos católicos de buena conciencia se declaran firmemente contrarios al marxismo, a la masonería incluso, y tal vez al liberalismo como teoría...pero cuando se trata de la vida diaria, de las costumbres, de las prácticas cotidianas,del modo de hablar mismo, "muestran la hilacha" de su médula liberal, y se convierten en los mayores ENEMIGOS de los que propugnan una reforma en la Iglesia..Y mayores incluso (y por eso más dolorosos) que los enemigos convencionales. El espíritu acomodaticio que sobre todas las cosas busca "no molestar" al mundo, es vergonzante. Me recuerda hace años, el comentario de unos jóvenes de Pastoral Universitaria en la Universidad de Bs.As., que me decían que no era complicado hacer apostolado allí, porque "mientras nosotros respetemos el pensamiento de los marxistas imperante, y no querramos hacer política (¿?), ellos nos respetan un poco, y nos permiten poner afiches..." Y todos contentos: avisar en un afichito de una Misa anual, mientras miran con una sonrisa ridícula a los que pegan cientos de afiches insultando a la Iglesia y bregando por el aborto...¡Y viva Babel!
Uno no sabe si darles un beso en la frente o darles una bofetada por necios...
Ciertamente, la apostasía es el pan nuestro de cada día en estas circunstancias, y así andamos... Por eso creo que cada día debemos insistir más en profundizar las voces de Reforma. ¡¡Bendito sea, padre, por la luz y energía que nos da!!
28/10/09 6:48 PM
  
Jeronimomoulia
Saludos padre, leo sus libros, o mejor dicho los escucho, pues tengo un programa que me lee textos electrónicos, y como no tengo mucho tiempo así me instruyo mientras mis manos están ocupadas en labores domésticas como cocinar o limpiar.

Quiero decir que no me entra en la cabeza cómo puede ser malo el liberalismo político, cuando no trae sino ventajas para la Iglesia: los cristianos pueden vivir tranquilamente, y la Iglesia puede ejercer su ministerio sin coacción; quien quiera escuchar la Verdad que la escuche, y si no quiere ¿a mi qué?

Lo que me parece pésimo es que tantísimos sacerdotes no cumplan con su deber: mientras que a los médicos se les exige profesionalidad, y que curen las enfermedades, y si alguno no ejerce su función correctamente, se le expulsa del Colegio de Médicos, y lo mismo con las demás profesiones, ¿por qué los sacerdotes no se les pide igual profesionalidad?

A mí me da igual que el sacerdote, en su tiempo libre, se dedique a rezar el rosario o a satisfacer a su concubina; lo que me molesta y me inflama en cólera es ver cómo en su oficio hay tanto incompetente: ¿no se supone que se les paga para que prediquen la verdad, la fe católica? ¿entonces cómo es que hablan como si fueran adeptos al modernismo, que es el estercolero de todas las herejías? ¿hasta cuando los fieles tendremos que soportar tanta iniquidad en el lugar santo?



28/10/09 7:14 PM
  
Paloma
Querido Padre Iraburu, ?y dice que este tema aburre? Estoy leyendo la serie de artículos sobre el Obispo Piey me tiene enganchada. Es más actual que leer el periódico de mañana. Pienso en los curas laicos de los qe habla y veo a la concejala !de tolerancia! de mi ayuntamiento, pienso en la nueva teocracia del Estado y comprendo esa sensación que tengo a veces de toparme por el pasillo de mi casa a los varios presidentes o cabezas de administraciones públcas que eecaen sobre nuestras cabezas y que se empeñan en decirnos qué hacer para ser felices o buenos ciudadanos Y pienso en EpC y comprendo que lo más asfixiante de esta asignatura es que explica un código dederechos, que aun suponiendo que fueran buenos, nacen de la nada en algunos casos y en otros porque lo han decidido unos cuantos. Y yo me digo que si no está Dios detrás de esos derechos o valores, son tiranía y en lugar de hacerme libre pretenden convertirme en más siervo.
Gracias por estos articulos y Viva Cristo Rey del Universo, nuestra única Esperanza.
03/11/09 10:26 PM
  
Javier López
Gracias, don José María, por aclarar fuera de toda duda el carácter anticristiano del liberalismo. Gracias.
15/11/09 10:41 PM
  
José María Iraburu
ATENCIÓN COMENTARISTAS de
(36) Cardenal Pie, obispo de Poitiers –IV el relativismo liberal vigente
No sé por qué han llegado todos los comentarios precedentes ahora, en bloque, el domingo 15 a fin de tarde, y los he validado ahora mismo. Ya pasó lo mismo con otro post el otro día.
Duendes informáticos.
Todos son muy interesantes, especialmente, con perdón, el de Miguel Serrano Cabeza.
También muy interesante el de Jeronimomoulia, para quien "el liberalismo político no trae sino ventajas para la Iglesia". (!)
Qué cosas hay que oir.
Sería bueno que a los cientos y cientos de millones de niños abortados en Estados liberales les pidieran su opinión sobre el Estado liberal.
15/11/09 11:08 PM
  
Bernardita
Jeronimomoulia: perdón, pero no comprendo cómo no comprende ud. que sin liberalismo, no puede tampoco frorecer "a sus anchas" el modernismo. Dice ud. (y no sé si es broma..) "no se supone que se les paga para que prediquen la verdad, la fe católica?". Es que sencillamente, la función de un sacerdote católico no es ser una suerte de "guía ambulante de doctrinas" sino un guía que CAMINA delante del discípulo VIVIENDO la VERDAD que predica.. La incoherencia de vida no puede ser inocua para los fieles, como no es inocuo ningún pecado privado al resto de los miembros, hombre! ¿Tiene ud. idea de la Comunión de los Santos?...¿No cree que el reproche de "sepulcros blanqueados" en boca del mismo Señor, es bastante contundente como para no espantarnos?...Por otra parte, no se trata de que "se les pague", ya que la principal paga de un sacerdote no es la que recibe en esta tierra, por Dios! ¿Cree ud. que se trata de una mera "profesión"?..
Le ruego que busque honestamente aclarar estos conceptos, porque podríamos decir que si no se comprende el PECADO del liberalismo, no se comprende el "mal" del mismísimo Misterio de Iniquidad, y no comprendo cómo puede seguir el hilo de lo planteado en este blog.
16/11/09 7:16 AM

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