(725) Iglesias descristianizadas (9) por la mala doctrina (8) de Autores neo-arrianos

I

Las herejías, sobre todo las más fuertes, no mueren del todo. Perviven a través de los siglos, al menos como ambigüedades y tendencias, por cautela, no sean reprobadas si son claramente formuladas. Pero a veces se mantienen operativas, incluso en buena parte del pueblo católico.


–Siglo IV. En el siglo IV, cuando el emperador Constantino abre el Imperio romano a la presencia libre de la Iglesia (edicto de Milán, 312), muchos paganos neo-conversos ingresaron en la Iglesia, y su absoluta impreparación hacía que ellos «necesitaran» un cristianismo «asequible», no-sobrenatural. Arrio (256-336), presbítero y teólogo alejandrino, predica entonces a Cristo como un hombre excelso, pero que no es Dios, ni es causa necesaria para la salvación. Combatido el arrianismo sobre todo por San Atanasio, fue totalmente reprobado en el concilio de Nicea (325); pero aún así perduró mucho tiempo. Y un proceso semejante se dió en cuanto a la necesidad de la gracia, por el pecado original, que hiere profundamente la naturaleza del hombre. Pelagio (335-420), monje británico observante y voluntarista, niega la necesidad de la gracia; es combatido por San Agustín y el pelagianismo es reprobado por el concilio de Cartago (418).


Siglos XX-XXI. Como ya vimos en un artículo anterior (blog 717), la eclosión de la riqueza del mundo en el siglo XX –invasora, envolvente, condicionante, fascinante, en cientos de aspectos de la vida–, trajo consigo una descristianización del Occidente más rico. Se cumple la palabra profética de Cristo: «Qué difícilmente entra un rico en el Reino de los cielos» (Mt 19,23). Ya no tiene el hombre «necesidad» de Dios, ni «tiempo» para Él. No adora a Dios, fuente continua de su vida. Da culto a las criaturas, y se olvida del Creador, lo ignora, lo menosprecia (Rm 1,21-26), lo niega.

Neoarrianos y Neopelagianos actuales
Pues bien, si a la atmósfera mundana enriquecida más y más, añadimos en contra de la fe tantas herejías y tantos ismos anticristianos acumulados en los últimos siglos –naturalismo, Ilustración, masonería, liberalismo, relativismo, socialismo, comunismo, modernismo, evolucionismo, racionalismo–, nos hallamos en una situación que en parte recuerda la que antes señalábamos en el siglo IV. Ya en el Occidente rico, sobre todo, no se ve a Cristo como Dios (arrianismo), ni se reconoce la absoluta necesidad de la gracia para alcanzar la salvación (pelagianismo).
Y por supuesto, como veremos ahora, dentro mismo de la Iglesia católica, surgen teólogos del error, prestigiosos en el mundo –ya se encarga el Diablo de conseguirlo–, que dan de Cristo una nueva versión arriana (Cristo excelente, pero no Dios) y que presentan la vida cristiana en versión pelagiana (el hombre no necesita propiamente la ayuda de la gracia). No oración de petición, no sacramentos, no Misa, no matrimonio conceptivo… Cristianos no prácticantes, o incluso apóstatas.

La declaración Mysterium Filii Dei (1972)
Las nuevas versiones del arrianismo no se fundamentan, por supuesto, en las explicaciones especulativas semiplatónicas de Arrio, aquel presbítero libio-alejandrino. Pero da lo mismo, porque llevan a la misma conclusión: Cristo es hombre, no es Dios. En la declaración Mysterium Filii Dei, de la que cité textos en el artículo anterior (724), y que ahora resumo, se describen bien los rasgos comunes a los «recientes errores acerca de la fe en el Hijo de Dios hecho hombre». Todos los errores que señala esa Declaración de 1972 van por la línea arriana, y hoy se mantienen idénticos. Y otro punto fundamental: arriano y pelagiano van siempre de la mano.
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Pues bien, entre los teólogos de los últimos decenios son numerosos los neo-arrianos, que, al decir de la Mysterium Filii Dei, «permanecen lejos de la verdadera fe en Cristo». Señalaremos solo algunos, los más señalados.

P. Edward Schillebeeckx, O. P. (1914-2009). La Congregación de la Fe, según ya vimos (724), advierte en la Carta a él dirigida en 1980 que, «a pesar de ciertas aclaraciones y rectificaciones logradas en diálogo con la Congregación, permanecían aún límites y ambigüedades en su enseñanza cristológica. Concretamente en cuanto a la concepción virginal de María, la relación entre resurrección y apariciones, el origen histórico de la fe pascual, el rechazo de la anhypostasis: con lo cual «queda el lector vacilante entre los dos sentidos: [Cristo] persona humana, no persona humana». Nunca afirma claramente el Credo de la Iglesia católica: «un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos».

P. Anthony De Mello, S. J. (Mumbai, India. 1931-1987). En un artículo de hace años (blog 47) transcribí la Notificación de la Congregación de la Fe sobre este autor (1998). Arrio se habría espantado oyendo sus afirmaciones. Me limito ahora a dar un breve resumen.

«La filiación divina de Jesús se diluye en la filiación divina de los hombres… Jesús es mencionado como un maestro entre tantos… ¿Es Jesús mi salvador o me remite a una realidad misteriosa que le ha salvado a él?… Jesús se encontraba a gusto con los pecadores, porque entendía que no era en nada mejor que ellos»…

Contra esta Notificación protestaron los Provinciales jesuitas de la India, apoyados por los Superiores Mayores de la Iglesia en Asia Meridional. Y la editorial española de la Compañía de Jesús publicó en 2003 las Obras Completas de De Mello en dos elegantes tomos.

P. Roger Haigth, S. J. (1936-), estadouniense. La Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal Ratzinger, habiendo examinado el libro Jesus Symbol of God (Maryknoll, Orbis Books 1999; Jesús, símbolo de Dios, Ed. Trotta 2007, 592 pgs.), dirigió al P. Haight una Notificación (13-XII-2004) en la que afirmaba que la obra «contiene afirmaciones contrarias a las verdades de fe divina y católica referentes a la preexistencia del Verbo, la divinidad de Jesús, la Trinidad, el valor salvífico de la muerte de Jesús, la unicidad y universalidad de la mediación salvífica de Jesús y de la Iglesia, y la resurrección de Jesús».

«El Autor propone “una cristología de la encarnación, en la que el ser humano creado o la persona de Jesús de Nazaret es el símbolo concreto que expresa la presencia en la historia de Dios como Logos”» (439). Jesús, por tanto, sería «una persona finita» (205), «una persona humana» (296), «un ser humano y una criatura finita» (262). El término «“verdadero Dios” significaría que el hombre Jesús, en calidad de símbolo concreto, sería y mediaría la presencia salvífica de Dios en la historia» (262; 295). «Afirma también que no sería necesario “que Jesús se haya considerado a sí mismo como un salvador universal”» (211), y «que la idea de la muerte de Jesús como “una muerte sacrificial, expiatoria y redentora” sería solo el resultado de una interpretación gradual de sus seguidores a la luz del Antiguo Testamento» (85). Por otra parte, «afirma que “solo Dios obra la salvación, y la mediación universal de Jesús no es necesaria”» (405). «Según él, además, “es imposible en la cultura postmoderna pensar que… una religión pueda pretender ser el centro, al cual todas las otras han de ser reconducidas”» (333). La Congregación se ve obligada a «declarar que estas afirmaciones contenidas en el libro Jesus Symbol of God del Padre Roger Haight S. J. han de calificarse como graves errores doctrinales contra la fe divina y católica de la Iglesia. En consecuencia, se prohibe al Autor enseñar teología católica en tanto no rectifique sus posiciones en plena conformidad con la doctrina de la Iglesia».

El profesor Haight S.J, no era en la Iglesia un teólogo insignificante, pues fue presidente de la Catholic Theological Society of America. Después de la Notificación, la revista jesuita America le apoyó. La Catholic Press Association premió en 1999 su libro Jesús, símbolo de Dios, y en 2005, su obra El futuro de la cristología. Y la revista Commonweal publicó una gran defensa del autor en 2007.

Tras la dura Notificación romana (2004), pasó a enseñar teología en la Union Theological Seminary de Nueva York, un centro no católico, y siguió publicando libros en los que persiste en sus doctrinas. Por eso en enero de 2009 la misma Congregación estima necesario prohibirle dar clases en cualquier institución académica, católica o no, y publicar escritos sobre temas religiosos, aunque no traten de cristología.

P. Jon Sobrino, S. J. (Barcelona 1938-) nace en una familia vasca, ingresa en la Compañía de Jesús a los 18 años, y vive en El Salvador desde 1957. La Notificación de la Congregación de la Fe (26-XI-2006), después de examinar sus libros La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas (1999) y Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret (2001), concluye que «las mencionadas obras presentan, en algunos puntos, notables discrepancias con la fe de la Iglesia».

«Diversas afirmaciones del Autor tienden a disminuir el alcance del Nuevo Testamento que afirman que Jesús es Dios» (4)… «En este pasaje el Autor establece una distinción entre el Hijo y Jesús, que sugiere al lector la presencia de dos sujetos en Cristo» (5)… «La comprensión de la communicatio idiomatum que el Autor presenta revela una concepción errónea del misterio de la encarnación y de la unidad de la persona de Jesucristo» (6)… «El P. Sobrino afirma, citando a Boff, que “Jesús fue un extraordinario creyente y tuvo fe. La fe fue el modo de existir de Jesús”… La relación filial de Jesús con el Padre, en su singularidad irrepetible, no aparece con claridad en los pasajes citados [por el Autor]; más aún, estas afirmaciones llevan más bien a excluirla» (8)… Afirma el P. Sobrino: «Digamos desde el principio que el Jesús histórico no interpretó su muerte de manera salvífica, según los modelos soteriológicos que, después, elaboró el Nuevo Testamento: sacrificio expiatorio, satisfacción vicaria» (9)… «Esta eficacia salvífica… no se trata pues de causalidad eficiente, sino de causalidad ejemplar» (10). Da en el puro pelagianismo, que el arrianismo exige.

«El Presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas en América, P. Ernesto Cavassa, S. J., durante la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano [en Aparecida], expresó en conferencia de prensa la esperanza de que la teología del P. Jon Sobrino se verá reinvindicada con el tiempo, y que, por tanto, la notificación de la Congregacion para la Doctrina de la Fe quedará desfasada históricamente» (Aciprensa 17-V-2007).

También se solidarizaron con el P. Sobrino los Provinciales jesuitas de Loyola, la Provincia argentina de Córdoba, los jesuitas de Barcelona en un escrito con 25 firmas de estudiosos, entre ellos el P. José Ignacio González Faus, S.J., que fue profesor en la Facultad de Teología barcelonesa. 

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El neoarrianismo actual tiene, como vemos, no pocas infiltraciones en la Iglesia
Una doctrina teológica que afirma «graves errores contra la fe divina y católica de la Iglesia», en términos del Derecho canónico, es exactamente una herejía (canon 751). Sin embargo, las herejías cristológicas de estos autores –y la de otros muchos afines a ellos– han sido enseñadas y publicadas durante decenios con la aprobación, al menos pasiva, de no pocos Superiores religiosos y Obispos diocesanos en gran número de Iglesias locales de Occidente. El neoarrianismo cristológico no ha sido, pues, una simple hipótesis atrevida, lanzada de modo aislado por teólogos progresistas –retroprogresistas que retroceden al siglo IV–, sino que han recibido importantes apoyos activos o pasivos de Obispos, consiguiendo por eso amplia difusión.
En España, concretamente, el arrianismo ha logrado una notable implantación, muy suficiente para hacer Iglesias locales descristianizadas. La Instrucción Pastoral Teología y secularización en España, importante documento publicado por la Conferencia Episcopal Española (30-III-2006), reafirma la fe católica frente a los errores que, según afirma, se han difundido en los últimos decenios en España, especialmente sobre el misterio de Cristo (pg. 22-35). En efecto, tratando de lo que se ha enseñado y se enseña en una buena parte de los Seminarios y Facultades de teología, Centros catequéticos, parroquias y editoriales de España, dicen los Obispos:

«Constatamos con dolor que en algunos escritos de cristología no se haya mostrado esa continuidad [entre la figura histórica de Cristo y la Profesión de la fe en Él], dando pie a presentaciones incompletas, cuando no deformadas, del Misterio de Cristo. En algunas cristologías se perciben los siguientes vacíos [NB de JMI: «vacíos», es decir, «herejías», para decirlo con más precisión]: 1) una incorrecta metodología teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar sus presupuestos, ni advertir sus límites; 2) sospecha de que la humanidad de Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad; 3) ruptura entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros días; 4) negación del carácter real, histórico y trascendente de la Resurrección de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles; 5) oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de la fe en el Misterio de Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación» (n. 27).

Este documento del Episcopado español hace un diagnóstico muy claro y profundo de la cristología neoarriana y de su presencia en numerosos Centros, Facultades, Parroquias, Catequesis, Editoriales, etc. Aunque amparado a veces por un lenguaje eufemístico. Pero después, en no pocos lugares, no se aplicó con la fuerza necesaria, no se libró apenas con la palabra y el ejercicio de la autoridad apostólica «el combate de la fe», capaz de frenar la descristianización producida por tantos errores graves.

El arrianismo, quizá, está hoy tan vigente como lo estuvo en el siglo IV 

Aunque en forma implícita y anónima. Son muchas sus infiltraciones en la Iglesia con formulaciones conceptuales y verbales distintas. Arrianos son no pocos de los predicadores que nunca predican la divinidad de Jesús; y muchos de quienes, aunque bautizados católicos, no son practicantes. Esta herejía es frecuente hoy sobre todo en lo países más desarrollados, los más débiles en la fe. Pero también se ha difundido más o menos en los países subdesarrollados, a través de Autores como los ya citados, y otros movimientos ideológicos, como la teología de la liberación y de ciertos indigenismos teológicos falsos.
El neo-arrianismo ofrece al hombre de hoy una versión herética de Jesucristo, que puede ser aceptada sin necesidad de profesar la fe cristiana. Ésta es hoy la más grande rebaja del Cristianismo, porque lleva consigo la negación o el silenciamiento de la divinidad de Jesucristo, de la Trinidad, de la virginidad de María, de la presencia real eucarística. de los sacramentos y de otras fundamentales verdades de la fe.
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¿Cómo ha sido posible que en muchas Iglesias locales de Occidente, herejías tan patentes  y gravísimas hayan podido difundirse, sin mayores contradicciones?… ¿Cómo esas Iglesias han permitido que durante decenios fueran siendo descristianizadas por esas cristologías tan contrarias a la fe?…

Continuará, Dios mediante.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o Apostasía

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