(628) Vacunas derivadas de abortos – para el Covid-19. ¿Y para los niños, para ciertos viajeros y otros, qué? (III)

–Perdone, pero no sé si se está repitiendo demasiado.

–Ya puede ser. Cuando uno escribe sobre temas que ha tratado con frecuencia, puede hacerlo con ordenada brevedad. Y no es éste el caso. Pero recuerde que repetitio est mater studiorum: la repetición es la madre de los estudios.

* * *

La discusión sobre la licitud moral de aplicar y recibir vacunas elaboradas con células de abortados se ha encendido actualmente con ocasión del Coronavid-19. Pero otras vacunas del mismo origen fueron y son aplicadas y recibidas desde hace ya decenios sin problemas de conciencia, por ejemplo, en la vacunación de los niños, o como condición exigida para ciertos viajes y en otras circunstancias. 

* * *

(I)     EL MISTERIO DE LAS VACUNAS

 

–Historia de las vacunas

El uso popular de las vacunas se inició en la segunda mitad del siglo XIX. Y su eficacia para vencer enfermedades infecciosas se manifestó sobre todo en la espectacular reducción de la mortalidad infantil. Aunque lógicamente se mostró en todas las edades. Según informa el Ministerio de Sanidad español  en 2020: [[ N.B.—Si en vez de clicar en el enlace, escribe usted en la búsqueda de Google razones importantes para vacunar a los niños. Ministerio  tendrá muchas más probabilidades de llegar al documento pretendido ]].

   “La poliomielitis en 1959 causó en España 2.132 casos de parálisis permanente, y 208 muertos en 1960; y la Organización Mundial de la Salud declaró en 2002 la Región Europea como área libre de poliomielitis… La viruela, que producía en el mundo 5 millones de muertos cada año, llegó a vencerse en 1978, y su vacuna se suspendió en España en 1980. La misma OMS declaró en 2002 a la Región de las Américas libre del sarampión, 12 años después del rebrote que en 1990 causó  250.000 casos y más de 10.000 muertos”. El cuadro siguiente procede también del informe del Ministerio citado:

–La gran mortalidad infantil fue vencida

Las vacunas han disminuido o erradicado las principales enfermedades infecciosas que causaban durante siglos una enorme matanza de niños. No es fácil conocer en esta cuestión estadísticas fiables hasta fines del siglo XIX, tiempo en que se va generalizando la vacunación infantil. En España, concretamente, se creó el Instituto Nacional de Vacunación en 1871, y el Instituto de Sueroterapia, Vacunación y Bacteriología en 1899.

Hasta entonces la mortalidad infantil era tremendamente numerosa, especialmente durante «el primer año de vida», la que en términos demográficos estrictos se conoce como «mortalidad infantil», aunque suele usarse el término también para referirse a la muerte de niños en los cinco primeros años o incluso en la adolescencia. Si buscamos, por ejemplo, «cuántos supervivientes quedaban tras el primer año de vida» en 1856-1860,  comprobamos que «casi 250 de cada mil nacidos (uno de cada cuatro) había fallecido ya» (dato de Julio Pérez Díaz, del CSIC –Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid–, en su artículo La mortalidad infantil, pg. 3/8). Y otros habrían muerto también después del primer año, aumentando así notablemente la «mortalidad infantil».   

Pues bien, la mortalidad infantil ha disminuido tanto debido, por supuesto, a numerosas causas: aumento del nivel de vida, mejoras en la alimentación, en los hábitos de higiene personal y ambiental, etc. Pero es indudable la fuerza decisiva de las vacunas para frenar o vencer totalmente en los niños ciertas enfermedades infecciosas. Las familias cristianas, en su gran mayoría, aceptaron desde el principio la conveniencia de la vacunación de los niños y la pusieron en práctica. Bien es cierto que hasta hace poco tiempo la gran mayoría de las familias ignoraban que buena parte de esas vacunas estaban elaboradas a partir de células de abortos procurados. De hecho, su utilización vino a hacerse sistemática en el ejercicio de la pediatría.

 * * *

 (II) ENSEÑANZA DE LA IGLESIA SOBRE LAS VACUNAS DERIVADAS DE FETOS ABORTADOS

En la historia de las vacunaciones se comienza a cuestionar su uso, al menos en algunos grupos cristianos minoritarios, cuando se llega a saber que 

–Muchas vacunas proceden de células de fetos abortados

En la revista científica Cuadernos de Bioética (XIX, 2008/2ª, pg. 321), el doctor José Luis Redondo Calderón, en su artículo «Vacunas, biotecnología y su relación con el aborto provocado», informa:  

«Las vacunas de células diploides humanas tienen un origen éticamente objetable, dado que dichas células proceden de abortos procurados. Entre ellas destacan las vacunas empleadas contra rubéola, sarampión, parotiditis, rabia, poliomielitis, viruela, hepatitis A, varicela y herpes zóster. Actualmente se encuentran en desarrollo otras vacunas cultivadas [también] en células… procedentes de abortos». Y enumera una quincena; entre ellas: gripe, ébola, encefalitis, tuberculosis, tétanos, paludismo, etc. Sin embargo, añade, actualmente «existe la tecnología necesaria para producir todo lo descrito sin recurrir a abortos provocados».

En LifeSiteNews (19-12-2020) escribe Dorothy Cummings McLean: «La línea celular HEK293 (“riñón embrionario humano 293”) [human embryonic kidney: una de las más frecuentes en la producción de vacunas, entre ellas varias de las anti-Covid19] se produjo por primera vez en 1973 en los Países Bajos a partir de las células renales de una niña abortada. Según el Dr. Alex van der Eb, que participó en el desarrollo de la línea celular, el feto estaba completamente sano antes de su muerte» (Dorotty Cummings, en LifeSiteNews 19-12-2020). 

 

–Enseñanza moral de la Iglesia sobre el uso de las vacunas derivadas de aborto

+2005+

El documento de la Iglesia (5-VI-2005) sobre el uso de las vacunas originadas en el aborto es, que yo sepa, el primero de la Iglesia que enfrenta esta cuestión moral. Fue firmado por Mons. Elio Sgreccia, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, con la aprobación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, siendo el papa Benedicto XVI, en respuesta pública a una consulta privada, con ocasión de la epidemia de rubéola. Transcribo rel documento algunos fragmentos:

+«La rubéola y su vacuna

«La cuestión examinada se refiere a la licitud de la producción, de la difusión y del uso de algunas vacunas, cuya producción está vinculada estrechamente a acciones de aborto procurado. Se trata de vacunas con virus vivos que han sido preparados a partir de líneas humanas de origen fetal, utilizando como fuentes de tales células tejidos de fetos humanos abortados. La más conocida e importante de estas vacunas, a causa de su amplia difusión y de su uso casi universal, es la vacuna contra la rubéola».

Y sigue diciendo: «La rubéola es una infección común en la infancia… que se autocontrola y habitualmente benigna. Sin embargo, el virus de la rubéola es uno de los agentes de infecciones más patógenos para el embrión y el feto… Por ejemplo, la severa epidemia de rubéola que golpeó a una amplia parte de los Estados Unidos en 1964 provocó 20.000 casos de rubéola congénita, causando 11.250 abortos (espontáneos o quirúrgicos), 2.100 muertes neonatales, 11.600 casos de sordera, 3.580 casos de ceguera, 1.800 casos de retraso mental. Es esta epidemia la que ha impulsado el desarrollo y la comercialización de una vacuna eficaz contra la rubéola»…

«La vacunación universal [de los niños] ha provocado una fuerte disminución de la incidencia de la rubéola congénita, con una incidencia general reducida a menos de 5 casos por cada 100.000 nacimientos de niños vivos».  Se han producido, sin embargo, por ejemplo, en Estados Unidos algunos rebrotes de la epidemia en 1991, 1997 y 2000, como también en otros países. «Es por eso que se considera una prioridad de salud pública la reducción de la rubéola congénita, hasta su total eliminación».

+Vacunas producidas mediante líneas celulares de abortados

Seguidamente el documento describe con precisión científica las vacunas contra la rubéola, el sarampión, la parotiditis, a veces combinadas para neutralizar las tres con una sola vacuna. Y también señala otras existentes, con origen semejante el aborto, contra varicela, poliomielitis, rabia, la hepatitis A y la viruela. Aprecia la eficacia de estas vacunas «en la lucha contra estas infecciones hasta su erradicación» como un hito histórico «en la lucha secular del hombre contra las enfermedades infecciosas y contagiosas».

+Discernimiento moral de la Iglesia

Estas vacunas «ya que son preparadas a partir de virus recogidos en tejidos de fetos abortados voluntariamente… no dejan de plantear importantes problemas éticos»… «¿No se trataría de una verdadera (e ilícita) cooperación con el mal, aunque este mal [el aborto] se haya efectuado cuarenta años atrás?»

Distingue el documento, por supuesto, entre los diferentes grados de responsabilidad de –quienes cometen «el crimen abominable» del aborto; –la de quienes producen esas vacunas con ilicitud cierta, – la de quienes las comercializan, –la de quienes las imponen, al menos prácticamente, con su autoridad civil sanitaria, así como  –la de quienes las utilizan para combatir, y en lo posible, erradicar una grave agresión pandémica contra la salud de los niños, de las familias y de la entera sociedad..

+Diversos modos de cooperación con el mal

El documento centra su atención en la responsabilidad de los que reciben y usan de esas vacunas de origen culpable. Para ello expone con clara precisión la doctrina católica sobre los diversos modos, unos ilícitos y otros lícitos, de cooperar con el mal: cooperación formal (siempre moralmente ilícita) y cooperación material, que a sus vez se diversifica en inmediata o mediata, próxima o remota, activa (positiva) o pasiva (negativa). No me alargo en la exposición detallada de los argumentos. Y me limito a dar el dictamen sobre la responsabilidad de los usuarios de esas vacunas de mal origen.

+Es, pues, lícito

«Respecto a quien tiene la necesidad de utilizar tales vacunas por razones de salud, se precisa que, excluida toda cooperación formal, generalmente los médicos o los padres que recurren al uso de tales vacunas para sus hijos, a pesar de conocer el origen (el aborto voluntario), realizan una forma de cooperación material mediata muy remota (y en consecuencia muy débil) en lo que se refiere a la producción del aborto, una cooperación material mediata en lo que se refiere a la comercialización de células procedentes de abortos, e inmediata en lo que se refiere a la comercialización de las vacunas producidas con tales células…

« Respecto a las enfermedades contra las cuales no hay todavía vacunas alternativas, disponibles [o accesibles en la práctica] y éticamente aceptables, es obligatorio abstenerse de usar estas vacunas sólo si se puede hacer sin que los niños –e indirectamente la población en general– corran riesgos de salud significativos. Pero si los niños [y la población en general] estuviesen expuestos a peligros de salud notables, pueden ser usadas provisoriamente también las vacunas cuyo uso plantea problemas morales. La razón moral es que el deber de evitar la cooperación material pasiva no obliga si se plantea un inconveniente grave* Más aún, en tal caso contamos con una razón adecuada para aceptar el uso de estas vacunas, al poner en peligro de favorecer la difusión del agente patológico, a causa de la ausencia de vacunaciones de los niños». Hasta aquí el documento de 2005.

*Ese «inconveniente grave» al que alude el documento se refiere al cum grave incommodo objetivo de la teología moral clásica, que exime de culpa a quien coopera en modo material y pasivo con un mal. Es principio integrado por el Derecho Canónico:

«No queda sujeto a ninguna pena quien, cuando infringió una ley o precepto… actuó coaccionado… por necesidad o por evitar un grave perjuicio, a no ser que el acto fuera intrínsecamente malo o redundase en daño de las almas» (Código de Derecho Canónico, can. 1323, 4º). Este último supuesto no se da, según el discernimiento expresado por la Iglesia en los documentos que ya expuse en mi anterior articulo.

 

Sed contra

Los documentos de la Santa Sede, citados en mi anterior artículo, (2005, 2008, 2017, Dignitas personæ, 2020), así como casi todos los Obispos y Conferencias episcopales que se han manifestado sobre el consumo de vacunas derivadas de células de un aborto, no ven en ello una acción intrínsecamente mala, sino una cooperación material pasiva y remota, que las Autoridades Sanitarias ofrecen, sin obligar, a los ciudadanos por la necesidad de vencer una grave pandemia. Estiman, pues, que es lícito y aun recomendable recibir tal vacuna, para defender la propia vida y la vida de la familia y de la sociedad.

No faltan, sin embargo, algunos Obispos que afirman que, si esos Obispos «no ven en ello una acción intrínsecamente mala», que ningún fin o necesidad pueda justificar, hay que considerar que, «en este caso, están simplemente ciegos. No ven»… Aunque algunos «sí ven», pero «no dicen» nada. De tal modo que toda la inmensidad de los aludidos, permitiendo el consumo de esas vacunas de mal origen, quedan, al menos «en este caso», incluidos en un gremio lamentable de Pastores que o son ciegos, que no ven,o son mudos, que no hablan.

No me lo creo.

+2020+

Con ocasión de la actual pandemia de Codvid-19, días antes de iniciarse las vacunaciones masivas, la Congregación para la Doctrina de la Fe, en «Nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la Covid-19» (21-12-2020), de acuerdo con las enseñanzas anteriores de la Iglesia, ya referidas en mi artículo anterior, declara que

«… cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a emplear [en sus Centros de Salud], es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción.

«La razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas está en que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota. El deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un peligro, como la propagación… de un agente patógeno grave», como es el caso del Covid-19.

«Al mismo tiempo, es evidente para la razón práctica que la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, la vacunación debe ser voluntaria. En cualquier caso, desde un punto de vista ético, la moralidad de la vacunación depende no sólo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de procurar el bien común. Bien que, a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los niños débiles y más expuestos”.

 

Posible objeción de conciencia

Al párrafo anterior de la Nota sigue este otro de no pequeña importancia. «Sin embargo, quienes por razones de conciencia rechazan las vacunas producidas a partir de líneas celulares procedentes de fetos abortados, deben tomar otros medios profilácticos y con un comportamiento adecuado, para evitar que se conviertan en vehículos de transmisión del agente infeccioso”. 

Estas palabras de la Nota vienen a permitir el disentimiento en conciencia –teórico y práctico–, y declaran en forma implícita que la Nota, y los documentos de la Iglesia que la preceden, no son una enseñanza infalible, que exija un asentimiento de fe. Pero no por eso autoriza ignorarla, y menos aún a rechazar en público lo que la Iglesia ha enseñado sobre las vacunas de origen ilícito en varios documentos que guardan continuidad desde 2005 al 2020, denunciándolos como “un signo de los últimos tiempos en los que incluso los buenos están confundidos (Mt 24,24)”. Están “socavando el Primer Mandamiento de Dios y la determinación máxima absoluta de la Iglesia de oponerse al mal del aborto”… “En este caso están ciegos. No ven”…

Pareciera que quienes predican en términos tan absolutos su opinión, la presentan como si fuera un juicio moral infalible, que les permite calificar de ciegos a quienes enseñan un juicio diferente, que, por cierto, son innumerables.

 

Las madres llevan a vacunar a sus niños

La eficacia de las vacunas es tan patente que en España y en otros muchos países, la vacunación de los niños ha venido a ser en la mayoría de las familias, también de las cristianas, de «cultura general». Es ya una conciencia y una práctica, a la que se incorporan también los inmigrantes que proceden de pueblos poco desarrollados. Es ya un hábito sanitario prescrito por los médicos pediatras. Y también es recomendado por la Iglesia, que viene aplicando hace años esa norma sanitaria en clínicas y hospitales católicos… En los países más desarrollados las vacunaciones infantiles son administradas gratuitamente por los Servicios Sanitarios civiles, y las madres obran lícitamente cuando hacen vacunar a sus hijos, siguiendo la orientación del pediatra y del Centro de Salud correspondiente.

 

Nadie está obligado a hacer lo que no puede

Los padres que estén afiliados a un Seguro Social privado, podrán quizá exigir el uso de vacunas irreprochables. Ya dice el documento de la Iglesia del 2005, que «existe el deber grave de usar las vacunas alternativas», sin derivación de abortos, siempre que existan y sean asequibles, ya se entiende. Pero la gran mayoría de los ciudadanos no tiene esa posibilidad.

Y ad impossibilia nemo tenetur. La gran mayoría de las madres y de los padres  tratan hoy de «conciliar» trabajo y familia, por necesidad o por ambición, lo que viene a sujetarlos, sobre todo a las madres, a un desbordamiento crónico. Que consigan llevar sus niños a vacunar en sus tiempos convenientes, ya les requiere un esfuerzo no pequeño. En todo caso, estén los padres más o menos agobiados por sus trabajos y por sus servicios familiares, es normal que no puedan conocer la marca de cada una de las vacunas empleadas, y que tampoco puedan, menos aún, investigar y llegar a conocer los modos de fabricación de cada una de ellas, que no son pocas. Tampoco pueden normalmente exigir para su niño otra marca de vacuna, distinta de la que el Servicio de Salud emplea y aplica gratuitamente. Se fían de su pediatra, y éste quizá no ignora el Calendario de Vacunaciones.

* * *

(III) EL GRAVE DEBER DE >COMBATIR LAS VACUNAS DE MAL ORIGEN Y DE >PROMOVER LAS IRREPROCHABLES

Esto se exhortó desde el principio. El documento de 2005, el más antiguo e importante de la Iglesia sobre la moralidad de las vacunas, dedica una buena parte de su texto a exhortar con gran empeño ese combate, «ejerciendo toda la presión posible sobre las autoridades políticas y sobre los sistemas sanitarios, a fin de que estén disponibles otras vacunas que no planteen problemas morales». Médicos y padres de familia, todos los fieles, «deben oponerse con todos los medios –por escrito, a través de diferentes asociaciones, por los medios masivos de comunicación, etc.– a las vacunas que no tienen todavía alternativas sin problemas morales, haciendo presión para que se preparen vacunas alternativas no vinculadas al aborto»… Y esta apremiante llamada de la Iglesia se ha reiterado en todos los documentos de la Iglesia sobre las vacunas relacionadas con el aborto.

Pero ha sido prácticamente ignorada; muy poco predicada por los sacerdotes y muy poco realizada por los fieles. La presión exhortada no ha llegado a los Gobiernos, ni tampoco a Universidades, empresas farmacéuticas, medios de comunicación, y ni siquiera al pueblo cristiano.

De esta grave cuestión trataré, Dios mediante, en el próximo artículo.

Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios.

Y que Él nos asista con su gracia en el Año que iniciamos, y nos libre de los influjos mundanos del Maligno.

 

¡Ven, Señor, venga a nosotros tu Reino, y líbranos de todo mal!

José María Iraburu, sacerdote

 

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