InfoCatólica / Reforma o apostasía / Archivos para: Mayo 2011

31.05.11

(138) La Cruz gloriosa –II. Por qué Dios quiso la Cruz

–Nos signamos y nos per-signamos con la señal de la Cruz.

–Exactamente. Nos gloriamos en la Cruz de Cristo. Como San Pablo.

El Señor quiso salvar al mundo por la cruz de Cristo (137). ¿Pero por qué quiso Dios elegir en su providencia ese plan de salvación, al parecer tan cruel y absurdo, prefiriéndolo a otros modos posibles? Es un gran mysterium fidei, pero la misma Revelación da a la Iglesia en las sagradas Escrituras respuestas luminosas a esta cuestión máxima.

1.–Para revelar el Amor divino. La Trinidad divina quiso la Cruz porque en ella expresa a la humanidad la declaración más plena de su amor. «Dios es caridad… Y a Dios nunca lo vio nadie» (1Jn 4,8.12). La primera declaración de Su amor la realiza en la creación, y sobre todo en la creación del hombre. Pero oscurecida la mente de éste por el pecado, esa revelación natural no basta. Se amplía, pues, en la Antigua Alianza de Israel. Y en la plenitud de los tiempos revela Dios su amor en la encarnación del Verbo, en toda la vida y el ministerio profético de Cristo, pero sobre todo en la cruz, donde el el Hijo divino encarnado «nos amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Por eso quiso Dios la cruz de Cristo.

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24.05.11

(137) La Cruz gloriosa –I. El Señor quiso la Cruz

–Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
–Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Después de considerar los males del mundo y la universalidad de la Providencia divina, venimos al tema principal. ¿Quiso Dios realmente la muerte de Jesús o ésta debe ser atribuida a la cobardía de Pilatos, a la ceguera del Sanedrín y del pueblo judío? La fe católica da una respuesta cierta:

—Dios quiso que Cristo muriese en la Cruz. Ofreciendo en ella el sacrificio de su vida, el Hijo divino encarnado expía los pecados de la humanidad y la reconcilia con Dios, dándole la filiación divina. En la carta apostólica Salvifici doloris (11-II-1984) enseña el beato Juan Pablo II que «muchos discursos durante la predicación pública de Cristo atestiguan cómo Él acepta ya desde el inicio este sufrimiento, que es la voluntad del Padre para la salvación del mundo» (18).

Las Escrituras antiguas y nuevas «dicen» clara y frecuentemente que Jesús se acerca a la Cruz «para que se cumplan» en todo las Escrituras, es decir, los planes eternos de Dios (Lc 24,25-27; 45-46). Desde el principio mismo de la Iglesia confiesa Simón Pedro esta fe predicando a los judíos: Cristo «fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios» (Hch 2,23); «vosotros pedisteis la muerte para el Autor de la vida… Y Dios ha dado así cumplimiento a lo que había anunciado por boca de todos los profetas, la pasión de su Cristo. Arrepentíos, pues, y convertíos» (3,15-19).

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17.05.11

(136) Providencia divina –y II. El Señor es justo y misericordioso

–No sé si yo voy a entender eso…
–Es probable que no. Pero yo espero que la mayoría sí que lo va a entender.

Ya vimos que la Providencia divina lo gobierna todo con sabiduría, amor y potencia, tanto lo grande como lo pequeño, obrando en las criaturas necesarias y en las libres según la naturaleza de cada una de ellas. Y nada sucede en la vida del hombre o de las naciones sin que Dios lo haya querido o permitido. Continúa nuestra meditación.

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10.05.11

(135) Providencia divina –I. Dios nuestro Señor gobierna el mundo

–No olvide usted decir que Dios es omnipotente.
–De acuerdo. Cuente con ello.

En los dos artículos anteriores, Cristo vence los males del mundo (133-134), he respondido a los incrédulos y a los cristianos de poca fe que se escandalizan neciamente de Dios a causa de los males del mundo. Pero una respuesta más a fondo nos exige exponer la fe católica en la Providencia divina. Hago notar desde el principio que Dios entrega a Cristo resucitado el gobierno providente del mundo, dándole «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Pero de este aspecto trataré más a fondo al hablar del misterio de la Cruz gloriosa.

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2.05.11

(134) Cristo vence los males del mundo –y II

–Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos…
–Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Seguimos meditando en los males del mundo a la luz del Evangelio.

Al comienzo mismo de la historia humana de pecado, inicia ya el Señor la historia de la gracia y la esperanza. No hubiera permitido Dios el horror del pecado en la humanidad, si no hubiera decretado eternamente la salvación, que en la plenitud de los tiempos ha de manifestarse mucho mayor que la perdición. La historia, pues, de la humanidad y de la creación entera está orientada hacia una infinita esperanza.

Como enseña el Catecismo, «tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Gén 3,9.15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado “Protoevangelio”, por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta» [410]. La Iglesia siempre ha reconocido en ese relato profético a la Virgen María, la Nueva Eva, y a su hijo Jesús, el Salvador del mundo [411].

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