(338) Pecado –9. Consecuencias terribles del pecado

Taller de grupo

–«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

–Ése es, según el P. Amorth, el octavo sacramento para la salvación.

Si pensamos que «en Dios vivimos, nos movemos y somos» (Hch 17,28), y que es Él quien «actúa en nosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13), pareciera que resistir en nosotros la acción de Aquel  que nos está dando el ser y el obrar, rechazarle, ofenderle, preferir nuestra voluntad a la suya, es decir, pecar, podría producir en nosotros el aniquilamiento de nuestro ser, una recaída en la nada. Sin embargo, no es así, sino que durante la vida presente, tiempo de gracia y de conversión, la misericordia de Dios aguanta nuestra miseria, ofreciéndonos siempre a quienes rechazamos su don por el pecado la gracia de la conversión y del per-don.

Ya en el párrafo anterior se expresa por qué y cómo el pecado causa efectos pésimos. Pero si describimos estos efectos, eso nos ayudará a entender la condición horrible del pecado. Es como si una persona nos explicara la fuerza destructora de una bomba. Lo entenderíamos más o menos. Pero si nos llevara a un lugar donde esa bomba, no más grande que una botella, redujo a escombros un edificio de veinte pisos, será entonces, viendo las ruinas, cuando acabemos de enterarnos del poder destructor de la bomba.

Consideremos, pues, las consecuencias del pecado, que siempre son terribles en sí mismas.

* * *

–El pecado original produjo en el hombre y en el mundo tremendas consecuencias, efectos que se ven actualizados en cierta medida por todos los pecados personales posteriores. El pecado, enseña Trento, dejó al hombre bajo el influjo del Demonio y enemigo de Dios; y «toda la persona de Adán fue mudada en peor, según cuerpo y alma» (Dz 1511; cf. Orange II: Dz 371, 400). Deterioró, pues, profundamente toda la naturaleza humana, despojándola de la santidad e integridad en la que había sido creada, inclinándola al mal, ofuscando la razón, debilitando la voluntad, trastornando gravemente las sensaciones, pasiones y sentimientos. Hizo del hombre un mortal, un viviente deudor de la muerte. Al mismo tiempo, la creación entera se hizo hostil al hombre, por cuyo pecado fue «maldita la tierra» (Gén 3,17), quedando sujeta a «la servidumbre de la corrupción» (Rm 8,21).

Por tanto, el pecado está siempre en el origen de los innumerable sufrimientos y maldades de la humanidad, y de cada hombre, a lo largo de los siglos. Y estará hasta que vuelva el Cristo glorioso y sujete todas las cosas «a quien a Él todo se lo sometió, y Dios sea todo en todas las cosas» (1Cor 15,28).

–El pecado mortal separa al hombre de Dios, y lo deja, si es cristiano, como un miembro muerto del Cuerpo místico de Cristo, como un sarmiento de la santa Vid que está muerto, sin vida y sin fruto; lo desnuda del hábito resplandecien­te de la gracia, y profana el Templo vivo de Dios. Por él se pierden todos los méritos adquiridos por las buenas obras –aunque la vuelta a la gracia puede hacerlos revivir (STh 111,89,5)–. El pecador, sujeto a Satanás, se hace por el pecado mortal merecedor de la condenación eterna. «Cayó la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que pecamos!» (Lam 5,16)…

El pecado aniquila de algún modo la persona humana, al separarla de Dios, al desfigurar en ella la imagen de Dios. Los hombres por el pecado «sirvieron a las criaturas en lugar de al Creador, que es bendito por los siglos» (Rm 1,25), y de ahí vinieron sobre él todos los males que les aplastan (1,25-33). El pecador, por su pecado, dice San Agustín, «se aparta de Dios, que es la luz verdadera, y se vuelve ciego. Todavía no siente la pena, pero ya la lleva consigo» (Sermón 117,5). «¿Te parece pequeña esta pena? ¿Es cosa baladí el endurecimiento del corazón y la ceguera del entendimiento?» (In Psalmos 57,18). «Como el cuerpo muere cuando le falta el alma, así el alma muere cuando pierde a Dios. Y hay una diferencia: la muerte del cuerpo sucede necesariamente; pero la del alma es voluntaria» (In Ioannis 41,9-12; cf. Rm 7,24-25).

El Señor le dice a Santa Catalina de Siena: «El que está en el amor propio de sí mismo, está solo, ya que está separado de mi gracia y de la caridad de su prójimo. Estando privado de mí por su pecado, se convierte en nada, porque sólo yo soy el que soy» (Diálogo II,4,3). Y la misma santa escribe: «La criatura se convierte en lo que ama: si yo amo el pecado, el pecado es nada, y he aquí que me convierto en nada» (Lettere, Florencia, Giunti 1940, I,105-106).

El pecado, con inexorabilidad ontológica, aplasta al hombre, lo atormenta, enferma y mata, al separarle de Dios, que es su vida. Con razón llora el salmista: «No tienen descanso mis huesos, a causa de mis pecados; mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas; mis llagas están podridas y supuran por causa de mi insensatez; voy encorvado y encogido, todo el día camino sombrío, tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne, estoy agotado, deshecho del todo» (Sal 37,4-9).

La condición monstruosa del pecador ha sido vista por los santos con gran lucidez. Santa Teresa escribe: «No hay tinieblas más tenebrosas ni cosa tan oscura y negra, que [el pecador] no lo esté mucho más… Si lo entendiesen, no sería posible a ninguno pecar». Todo el hombre se ve profundamente trastornado: «¡Qué turbados quedan los sentidos! Y las potencias [razón, memoria, voluntad] ¡con qué ceguera, con qué mal gobierno!… Oí una vez a un hombre espiritual que no se extrañaba de las cosas que hiciese uno que está en pecado mortal, sino de lo que no hacía» (1 Morada 2,1-5).

–El pecado venial no mata al hombre, pero le debilita y enferma; le aleja un tanto de Dios, aunque no llega a separarle de él. Las funestas consecuencias de los pecados veniales podrían resumirse en estas cuatro 1.–Refuerzan la inclinación al mal, dificultando así el ejercicio de aquellas virtudes que, con los actos buenos e intensos, debieran haberse acrecentado. 2.–Predisponen al pecado mortal, como la enfermedad a la muerte, pues «el que en lo poco es infiel, también es infiel en lo mucho» (Lc 16,10). 3.–Nos privan de muchas gracias actuales que hubiéramos recibido en conexión con aquellas gracias actuales que por el pecado venial rechazamos. Uno, por ejemplo, rechazando por pereza la gracia de asistir a un retiro espiritual, se ve privado quizá de unas  luces o de un encuentro personal que hubieran sido decisivos para su vida. Los pecados veniales no hacen perder la gracia de Dios, pero desbaratan muchas gracias actuales de gran valor. 4.–Impiden así que las virtudes se vean perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo. Es decir, nos frenan decisivamente en nuestro caminar hacia la perfección evangélica, es decir, hacia la santidad. Sobre todo, claro está, cuando son plenamente deliberados y más si son habituales o frecuentes. Insistiré en esto:

* * *

Los pecados, aunque sean chicos, sobre todo si son habituales, frenan el crecimiento espiritual, y no dejan alcanzar la santidad. Dios nos ha manifestado muy claramente que quiere que seamos plenamente santos; que crezcamos día a día en la vida de su gracia. Lo dice Yahvé en el AT: «sed santos para mí, porque yo, el Señor, soy santo» (Lev 20,26). Lo dice en el NT nuestro Señor y Salvador: «sed perfectos, como vuestro Padres celestial es perfecto» (Mt 5,48). Lo dice igualmente el Apóstol: «ésta es la voluntad de Dios, que seáis santos» (1Tes 4,3). ¿Por qué, entonces, son numerosos los cristianos que dejaron de ser malos, y son no pocos los que perseveran habitualmente en la vida de la gracia y son buenos, pero son tan pocos los que van más adelante hasta ser perfectos y santos? La causa próxima es evidente:

Falta la buena doctrina y faltan guías espirituales idóneos, que de verdad ayuden al cristiano para que, conociendo el pésimo efecto de los pecados, combata hasta los más chicos, comprendiendo que si no lo hace, nunca llegará a la santidad, por más que multiplique sus Misas, rosarios, oraciones, reuniones, apostolados, retiros y ejercicios espirituales, obras benéficas, etc. Cuántos cristianos hay que no conocen los caminos de la perfección evangélica, que les falta doctrina verdadera para adelantar por esos caminos, y que incluso son frenados por sus mediocres guías. Los grupos cristianos mediocres y los directores espirituales ineptos pueden ayudar a ser buenos, pero suelen frenar para ser santos. Recordemos, por ejemplo, el caso de Santa Teresa (Vida 23,6-18; 30,1-7).

Ella cuenta que durante diecisiete años (¡17 años!, ya en el convento), «gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados… Lo que era pecado venial decíanme que no era ninguno; lo que era gravísimo mortal, que era venial» (5,3). «Los confesores me ayudaban poco» (6,4). Parecerá que, al menos las verdades más fundamentales, cualquier confesor o director las sabrá; «y es engaño. A mí me acaeció tratar con uno cosas de conciencia, que había oído todo el curso de teología, y me hizo harto daño en cosas que me decía no eran nada. Y sé que no pretendía engañarme, sino que no supo más; y con otros dos o tres, sin éste, me acaeció» (Camino Perf. 5,3). Mucho le duelen a ella aquellos años de andar extraviada: «Si hubiera quien me sacara a volar…; mas hay –por nuestros pecados– tan pocos [directores idóneos], que creo es harta causa para que los que comienzan no vayan más presto a gran perfección» (Vida 13,6; lo mismo dice San Juan de la Cruz, Subida prólogo 3; 2 Subida 18,5; Llama 3,29-31).

Ya se ve que si el paso de ser malo a ser bueno exige milagros de la gracia de Dios, conversiones admirables que con relativa frecuencia conocemos, el paso de ser bueno a ser santo requiere milagros aún mucho mayores, sin comparación menos frecuentes, pues los santos canonizables son muy pocos.

* * *

No se conoce el gran daño que los pecados pequeños causan en la vida espiritual. Se piensa que como son pecados chicos, causan perjuicio chicos. Y eso es falso, como bien lo explica el P. Lallement, S. J. (+1635):

Rembrandt - Hijo pródigo«Es extraño ver a tantos religiosos» que no llegan a la perfección evangélica «después de haber permanecido en estado de gracia cuarenta o cincuenta años», con misa y oración diarias, ejercicios piadosos, obediencia, pobreza y castidad, etc. «No hay por qué extrañarse, pues los pecados veniales que continuamente cometen tienen como atados los dones del Espíritu Santo; de modo que no es raro que se vean en ellos sus efectos… Si estos religiosos se dedicasen a purificar su corazón [de tantos pecados veniales], el fervor de la caridad crecería en ellos cada vez más, y los dones del Espíritu Santo resplandecerían en toda su conducta; pero jamás se los verá manifestarse mucho en ellos, viviendo como viven, sin recogimiento y sin atención al interior, dejándose llevar por sus inclinaciones, descuidando las cosas pequeñas y evitando únicamente los pecados más graves» (Doctrina espiritual 4 pº,3,2).

Tengamos también conciencia de que nuestros pecados, aunque sean chicos, hacen mucho daño a los demás: a la comunión de los santos, debilitando su vitalidad y fuerza, y concretamente a nuestros hermanos más próximos. ¿Nos damos cuenta del daño que los mismos pecados veniales hacen a nuestros prójimos, tanto en lo espiritual como en lo material? Pondré algunos ejemplos.

Un cristiano practicante, de vida espiritual mediocre, con muchas concesiones al mundo, causa gran daño espiritual en los suyos. Un hombre, con su frivolidad, y a causa de ciertas ligerezas, puede perjudicar mucho a una muchacha, causándole graves daños. Una mujer, con su desorden, su impuntualidad o su charlatanería, un día y otro día, puede llevar a su marido al borde de la desesperación. Un jefe de taller o de oficina, que se deja llevar por sus manías, puede hacer que el trabajo sea diariamente para sus subordinados un verdadero purgatorio. Un negocio, levantado con grandes sacrificios familiares, puede ser arruinado por las pequeñas negligencias de un tarambana que lo dirige, o por su orgullo personal, que le impide consultar lo debido. El mal genio ocasional de un cura confesor puede alejar de la confesión e incluso de  la Iglesia a una persona de poca fe. Un joven, que por vanidad, conduce su moto con imprudencia, puede matar a un niño…

Las culpas pueden ser leves, pero los males por ellos causados pueden ser muy grandes. Es decir, la gravedad de los pequeños pecados puede ser apreciada por la importancia de los males que a veces producen. Y aún son mucho más terribles, por supuesto, los daños causados por los pecados mortales.

* * *

–Consecuencias del pecado en la vida presente. Son muy grandes. Por eso todos ellos, grandes o chicos, deben ser evitados como la peste. Y por eso es muy grande la importancia del examen de conciencia, del arrepentimiento intenso y de las obras penitenciales, pues cuanto más profunda es la conciencia del propio pecado, la contrición por el mismo y las penitencias realizadas para satisfacer por las culpas, más concede Dios la reducción o incluso la anulación de la pena temporal contraída por los pecados. La contrición, sobre todo, con la gracia de Dios, puede y debe aniquilar (conterere, triturar, despedazar) en el corazón la culpa, la pena eterna, y también la pena temporal. Por eso la compunción, es decir, la actualización frecuente del arrepentimiento, y la reiteración del sacramento de la penitencia tienen tanta importancia para el crecimiento espiritual.

–Consecuencias del pecado en el purgatorio, aunque la misericordia de Dios nos libre del infierno. Recordemos que en el purgatorio (purificatorio) han de expiarse todas las penas temporales no redimidas en esta vida, sean debidas a pecados mortales ya perdonados, o derivadas de pecados veniales, perdonados o no antes de la muerte, por muy leves que éstos fueren.

Enseña el Catecismo: «Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo» (1030); es decir, para poder llegar a la visión beatífica de Dios. «Los limpios de corazón verán a Dios» (Mt 5,8). Recordaré un caso:

Sta. Margarita María de Alacoque (+1690), muy devota de las benditas almas del Purgatorio, cuenta en su Autobiografía:  «Estando en presencia del Santísimo Sacramento el día de su fiesta, se presentó repentinamente delante de mí una persona, hecha toda fuego, cuyos ardores tan vivamente me penetraron, que me parecía abrasarme con ella. El deplorable estado en que me dio a conocer se hallaba en el Purgatorio, me hizo derramar abundantes lágrimas.

«Me dijo que era el religioso benedictino que me había confesado una vez y me había mandado recibir la comunión, en premio de lo cual Dios le había permitido dirigirse a mí para obtener de mí algún alivio en sus penas. Me pidió que ofreciese por él todo cuanto pudiera hacer y sufrir durante tres meses, y habiéndoselo prometido, después de haber obtenido para esto el permiso de mi Superiora, me dijo que la causa de sus grandes sufrimientos era, ante todo, porque había preferido el interés propio a la gloria divina, por demasiado apego a su reputación; lo segundo, por la falta de caridad con sus hermanos, y lo tercero, por el exceso del afecto natural que había tenido a las criaturas y de las pruebas que de él les había dado en las conferencias espirituales, lo cual desagradaba mucho al Señor».

Durante esos tres meses la Santa, ella misma lo cuenta, sufrió mucho, «obligada a gemir y llorar casi continuamente […] Al fin de los tres meses le vi de bien diferente manera: colmado de gozo y gloria, iba a gozar de su eterna dicha, y dándome las gracias, me dijo que me protegería en la presencia de Dios. Había caído enferma; pero, cesando con el suyo mi sufrimiento, sané al punto» (98). Ahí tienes ustedes las consecuencias de pecados a los que tantas veces apenas damos importancia.

–Consecuencias del pecado en el infierno. Recordaré escuetamente lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia:

«Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados se designa con la palabra infierno» (1033). 

Consecuencias del pecado en el cielo. Los efectos negativos del pecado llegan incluso al cielo, donde tienen una consecuencia eterna, aunque sólo sea en forma negativa. La glorificación de Dios, la bienaventuranza del justo y su poder de intercesión en favor de los hombres, tendrán un grado correspondiente al grado de crecimiento en la gracia alcanzado en este vida. En este sentido los pecados, también los veniales, que impidieron una mayor crecimiento en la santidad, aunque estén perdonados y purificados, pueden dar al bienaventurado un grado de felicidad eterna que, siendo plena en todos ellos, será menor que el de lo más santos… Apenas tenemos palabras para tratar de estos temas, pero aunque sea veladamente, estas verdades y realidades nos han sido reveladas:

Hablando San Pablo del «esplendor de los cuerpos celestiales» dice que «uno es el resplandor del sol, otro el de la luna y otro el de las estrellas, y una estrella se diferencia de la otra en el resplandor» (1Cor 15,40-41).

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

20 comentarios

  
Horacio Castro
Sí, por sus consecuencias asombra la insistencia en el pecado. Y también la maldad extrema de algunos pecados.
14/09/15 11:48 AM
  
José Luis
• «El hombre no habría, en efecto, perecido de no haberse ensoberbecido; porque, como dice la Escritura, la soberbia es principio de todo pecado; y al principio de todo pecado fue necesidad oponer el principio de toda justicia. Siendo, por tanto, la soberbia principio de todo pecado, ¿qué medicina podría sanar la hinchazón del orgullo, si Dios no se hubiera dignado hacerse humilde? » (Obras completas de San Agustín, XXIII, Evangelio de San Juan, Hechos de los Apóstoles y Cartas. Sermón 123, 1)

Ahora, gracias a Dios, el hombre ya sabe lo que debe hacer, porque la Iglesia Católica, que es obra de Dios, nos enseña a evitar el pecado. El Papa Francisco con bastante frecuencia exhorta la peligrosidad que es el pecado. Y sus palabras llegan tanto a creyentes como a no creyentes. Así, cuando una persona, después de haber conocido palabras de conversión, y continúa en pecado, ya sabe lo que hace, el mal que hace. Recordando aquello que Abraham dijo al rico que no socorrió al pobre Lázaro, "que escuchen a los profetas", En este caso, "Que escuche, y ponga en práctica las enseñanzas del Papa, de los obispos, de toda la Iglesia", por lo que cada uno de nosotros, si obramos mal, es culpa personal, el no haber escuchado desde el corazón, porque la costumbre del pecado es un rechazo a la misericordia que Dios nos ofrece y la Iglesia la va cumpliendo, La Iglesia siempre se ha mostrado misericordiosa. No así algunos desobedientes a la Iglesia, y el mal que hacen es porque quieren.

Hemos de temer mucho, incluso al pecado venial, como un escorpión que se nos podría colar en casa, y así, la curiosidad no nos lleva a la temeridad de caer en el daño.
14/09/15 12:17 PM
  
susi
Padre Iraburu: muchas gracias por recordarnos todo esto.
!Qué pena que tan poca gente nos lo diga una y otra vez!
Qué importancia tiene encontrar un buen sacerdote para confesarse y dirigir nuestra alma.
14/09/15 4:56 PM
  
Luis López
La verdad es que leyendo estos luminosos textos, uno lee su propio corazón, y comprende qué mediocre es su vida espiritual por continuar un día tras otro con esos pecados veniales arraigados que retrasan continuamente el camino a la perfección cristiana.

Qué verdad tan grande esa de que "Los pecados, aunque sean chicos, sobre todo si son habituales, frenan el crecimiento espiritual, y no dejan alcanzar la santidad".

Y qué necio y sí, qué soberbio soy también porque sabiendo esto continúo en mi mediocre vida cristiana, orgulloso porque no cometo graves pecados, condenando los graves que hacen los demás y viviendo encerrado en una autocomplacencia que recuerda peligrosamente al fariseo de la parábola que fustigaba al arrepentido.

Y eso que el Señor me recuerda también, día tras día, que el justificado fue aquel mísero pecador y no aquel "justo" fariseo.
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JMI.-El Señor no se cansa de perdonarnos y darnos más y más gracias.
14/09/15 9:12 PM
  
amicus
Para los que no creen en Dios y piensan que todo es relativo y eso del pecado es un invento para controlar a la gente y que yo puedo hacer lo que quiera sin fastidiar a los demás,.........., el punto 1849 del Catecismo de la Iglesia Católica, donde se define el pecado, dice que el pecado, entre otras cosas, va contra la razón, la verdad y atenta la solidaridad. 1849: "El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna". Por desgracia, hay sacerdotes que no se atreven a decir el "Acto penitencial" en la Santa Misa ni en la homilía a pronunciar la palabra "pecado", y dicen algo etéreo de pedir perdón por nuestros faltas,fallos, olvidos, etc. Y luego en la consagración tienen la OBLIGACION de decir: "..... que sera derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los PECADOS". ¿Se dan cuenta que están al pie de la cruz, que la sangre que sale por todas las heridas del Señor, es por nuestros PECADOS y para nuestra salvación, que esta presente la Santísima Trinidad, los ángeles, los santos y la Virgen"?
14/09/15 10:44 PM
  
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Padre José María: Como siempre, muchísimas gracias. Dios le va a recompensar todo el bien que nos hace. En lo personal, me ha hecho tomar conciencia de las veces que no procuro evitar pecados veniales que me van quitando la fuerza para avanzar en la virtud.

Que Dios lo bendiga y la Santísima Virgen María y San José lo protejan siempre.
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JMI.-Ore por mí.
Bendición +
14/09/15 11:03 PM
  
AC
Si usted supieran Padre Iraburu, cuanto bien le hace a mi alma y a la de tantos, con sus escritos y reflexiones. Mil gracias a usted y a la Providencia de Dios. Pdta: No deje nunca de escribir.

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JMI.-Mientras Dios me dé luz y fuerza.
Bendición +
15/09/15 7:38 PM
  
Luis J
La verdad es que este asunto nunca me lo han explicado. Sé cuáles son los pecados mortales, pero no los veniales. ¿Hay un decálogo o algo parecido?
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JMI.-Si sabe cuáles son los pecados mortales, ya sabe cuáles son los veniales: lo otros, los que no son mortales.
16/09/15 12:51 AM
  
Yuri Haraguchi
Padre Iraburu, he pedido al Señor que en esta última etapa de mi vida me ayude a tener más íntimidad con El y así estar mejor preparada para el encuentro definitivo. He aquí lo que me impide, el pecado venial. Ahora sé que debo trabajar sin tregua firmemente para erradicarlos uno tras otro.
"Pues los pecados veniales cometidos continuamente tienen como atados los dones de Espíritu Santo".
Que Dios lo bendiga Padre.
16/09/15 2:25 AM
  
Cary Samayoa
El monje benedictino estaba allí por " imperfecciones ", no había algo de estupor....y esa gente con sus oraciones, pobreza material, donación de su vida al servicio de Dios va a parar al purgatorio......es de temblar nosotros los laicos por nuestro destino eterno.
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JMI.-A quien más se le dio, más se le exigirá.
16/09/15 6:23 AM
  
Luis J
Pues vaya respuesta. Según su artículo que una mujer sea pesada comete pecado venial, pero yo no sabía que la pesadez era pecado. Entre los sacerdotes que cercenan la Doctrina y los que se la saben, pero son unos desabridos arrogantes, estamos apañados.
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JMI.-"Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres habrán de dar cuenta el día del juicio" (Mt 12,36). Hablar demasiado, hasta la pesadez, es un pecado venial.
No lo será si la persona no es consciente de su exceso. Pero conviene leer la Escritura y libros buenos espirituales para ir dándose cuenta de qué cosas estamos haciendo mal y qué obras buenas estamos omitiendo.
16/09/15 9:06 AM
  
Luis J
Yo entiendo la pesadez como algo malo cuando es invasiva y, por tanto, no es que sea la palabrería la que hace daño, sino la intención de dominar al otro. Dar la tabarra con la palabra sería el medio.

Pero ya que cita esas palabras del Evangelio, padre, me gustaría saber qué es palabra ociosa. ¿Estar de cañas con unos amigos hablando de fútbol en el descanso del trabajo es pecado venial? ¿O hablar de fútbol a la vez que se trabaja, como se hace en tantas oficinas con tareas mecánicas? ¿Cuántas palabras ociosas gastan ciertas webs y blogs católicos todos los días, soltando más y más palabrería, a veces incluso provocando sin necesidad ásperas discusiones entre cristianos?

Y por último, ¿es el rigorismo un pecado venial?
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JMI.-Sus preguntas son demasiado generales. El sentido común, la conciencia, hace ver cuando las palabras son vanas-ociosas o convenientes en la amistad. El rigorismo es pecado venial o mortal según en qué cuestiones u modos se ejercite.
No le doy respuestas que usted no conozca ya.
16/09/15 12:44 PM
  
Luis J
Corríjame si me equivoco, padre, pero me informa un amigo de que la palabra 'ociosa' en el original griego de la Escritura sería "αργον", cuya traducción más fiel significaría "argón", es decir, 'inerte', 'vacía' o 'muerta'. El matiz sería importante porque apuntaría no tanto a palabras frívolas u ociosas, sino más bien a no transmitir con las palabras el fuego interior de la Fe, es decir, a no transmitir de palabra la Vida.

Un saludo.
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JMI.-No sé decirle.
Tengo a mano una docena de Biblias en español y los traductores en general van por el sentido de palabra ociosa, vana, innecesaria. Y aunque no lo he estudiado puntualmente, ése es el sentido que estimo más frecuente en los SS Padres.
18/09/15 12:27 PM
  
perallis
En la Misa de ayer, jueves 17de Septiembre se presenta la invitación del fariseo a comer a Jesús a su casa ( San Lucas 7 36-50). Una mujer pecadora pública, en evidente pecado mortal obtiene el perdón del Señor. El fariseo, con mucha menor evidencia de pecado, no.
La conclusión es que el amor cubre multitud de pecados y que hay mucho más Amor en la pecadora publica que en el fariseo.
No nos salvamos por cumplir preceptos o evitar pecados, porque ahí estamos bajo el Imperio de la Ley, que nadie cumple, ni el más santo. Nos salvamos por la fe en el sacrificio de Jesucristo que pagó por nuestros pecados y por el Amor demostrado. O no es así?.
Por otra parte, la asistencia a Misa no perro a los pecados veniales?. No es un acto de amor, el mayor, al sacrifica de Nuestro Señor?
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JMI.-"No nos salvamos por cumplir preceptos o evitar pecados"... La frase, tal cual, es inadmisible. "Si me amáis, guardaréis mis preceptos". "Si guardáis mis preceptos, permaneceréis en mi amor". No podemos contraponer cumplimiento de preceptos y fuerza de nuestro amor a Dios.

Y cumplir por amor los preceptos del Salvador que nos los dio en modo alguno nos sitúa bajo el Imperio de la Ley. Él nos mueve con su gracia a cumplir sus preceptos, y si no los cumplimos, estamos resistiendo la amorosa acción de su gracia en nosotros, estamos pecando.

La última frase debe tener algún error de redacción, pero no la entiendo.
18/09/15 1:05 PM
  
perallis
En la Misa de ayer, jueves 17de Septiembre se presenta la invitación del fariseo a comer a Jesús a su casa ( San Lucas 7 36-50). Una mujer pecadora pública, en evidente pecado mortal obtiene el perdón del Señor. El fariseo, con mucha menor evidencia de pecado, no.

Por otra parte, la asistencia a Misa no perdona los pecados veniales?. No es un acto de amor, el mayor, al sacrificio de Nuestro Señor?
Perdón.
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JMI.-No le entiendo. No veo por dónde va su pregunta.
El pecado del fariseo, rechazando la fe en Cristo, y tramando con sus cofrades la muerte de Cristo (los fariseos fueron desde el principio sus peores enemigos), es mucho más grave que los pecados que suponemos en la pecadora.

Y aún así, si arrepentido pide el perdón de Cristo, hubiera sido perdonado también.
(Y es de suponer que objetara: "¿Y quién eres tú para perdonarme los pecados?", Lc 7,49).

La mujer se reconoce pecadora, cree en Cristo, lo venera que gestos de extrema veneración, pide con ellos sin palabras el perdón de Jesús, y lo recibe. Normal.
18/09/15 1:08 PM
  
Rexjhs
Muchas gracias por enseñarnos tanto Padre Iraburu. Yo quiero ser santo, y convertirme en Aquél al que amo, si Él me da la gracia. Rece por mí, para que no le ofenda más. Dios le bendiga
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JMI.-Bendición +
18/09/15 11:39 PM
  
maria j
Padre, tengo bipolaridad tratada, pero a veces sufro mucho y en depresión y angustia , talvez cometa pecados veniales , de enojo, poco valor a la vida u otros, siempre sí, consciente, deque mi Salvador Jesús me ama .
La mayor de las veces no estoy así, y tengo por gracia de Dios mucha vida interior, que la he trabajdo a través de los ejercicios Ignacianos personalizados, lectura de la palabra , y otras acciones de mi fe, me encanta interceder y lo hago siempre aún en mis estados de tristeza y angustia. Creo que mi unión con Jesús es verdadera, pero realmente me siento pecadora y reconozco cuando lo soy.
Cree usted que aún cuando sea pecadora " pecador me concibió mi madre", y lo sepa , la misericordia de Dios igual hace que me llegue su gracia y los dones del Espiritu Santo?
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JMI.-La verdad es que todos, unos más, otros menos, estamos psicológicamente maluchos. Y a todos llega el amor, la misericordia y la gracia de Dios. Y quienes más lo necesitamos, más. Y a usted, por supuesto que sí.

El Padre celestial y María, la Madre celestial, atienden con especial solicitud a sus hijos más dolientes, para guardarlos, confortarlos y sanarlos hasta donde les convenga más en orden a la vida eterna.
Bendición +
19/09/15 3:24 PM
  
perallis
Perdone, mi pregunta era independiente del evangelio del fariseo y la pecadora. Esta en relación con el tema tratado.
He leído que con la digna asistencia a la Misa Nuestro Señor nos perdona los pecados veniales. Siendo así, no sólo debemos sentirnos impulsados a asistir lo más frecuentemente posible, sino aliviados de la preocupación de que los pecados veniales interfieran en el desarrollo de nuestra santidad, como usted indica que los pecados veniales causan dicho efecto.
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JMI.-... "aliviados de la preocupación de que los pecados veniales interfieran en el desarrollo de nuestra santidad"... La Misa los perdona.
...
Le recomiendo releer el artículo.
+"El pecado venial no mata al hombre pero"... etc.
+Vea lo que dice el P. Lallement, S.J., poniendo como ejemplo a los religiosos que, etc.
+Vea lo que cuenta Sta. Margarita Mª de aquel sacerdote benedictino que, etc.
Y piense que tanto los religiosos de Lallement como el OSB de Sta. Margarita eran cristianos de Misa diaria.
Y ya ve usted los resultados que consiguieron "aliviados de la preocupación de que los pecados veniales interfirieran en el desarrollo de su santidad".
20/09/15 7:17 AM
  
perallis
O sea que al contrario de lo que he leído sobre los beneficios de la asistencia a Misa, no se perdonan los pecados veniales. Alguien no está en lo cierto.
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JMI.-Los religiosos de que hablan Lallement y Sta. Margarita habían sido perdonados de sus pecados veniales, pero necesitaban purificarse en el purificatorio de las malas huellas causadas por ellos en esos religiosos. El pecado tiene culpa, que Dios perdona, y trae consigo pena, que no necesariamente queda eliminada-purificada en este mundo por la penitencia, y que acaba de purificarse en el purgatorio.
Corto y cierro el tema.
20/09/15 7:02 PM
  
gloria hernandez
Padre:dejeme felicitarlo por el Articulo sobre el pecado,MAGNIFICO,muy bien expuesto y muy facil de entender,ahora bien aparte de esto quiero Padre hacerle esta pregunta:porque su pagina se llama REFORMA O APOSTASIA? a que se refiere cuando dice REFORMA? Muchas Gracias
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JMI.-Gracias a lo primero. A lo segundo: mire usted el Índice de Reforma o apostasía, que aparece siempre al final de todos los arts. de mi blog. Y en los arts. (1-7) se explica el título del blog. Pinchando en el Índice, se le abre uno a uno esos artículos sobre "Reforma".
06/10/15 12:40 AM

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