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29.06.13

El Concilio Vaticano II y el diálogo ecuménico: ¿renovación o ruptura? –2

6. Una grave denuncia desatendida

En 1966, cuando aún no había transcurrido un año desde la clausura del Concilio, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe elaboró una Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales sobre los abusos en la interpretación de los decretos del Concilio Vaticano II. Este documento lanzó una seria señal de alerta contra las interpretaciones erróneas del Concilio. En su momento fue enviado en secreto a todos los Obispos del mundo. Fue publicado en el sitio web de la Santa Sede recién en 2012.

El documento, firmado por el Cardenal Alfredo Ottaviani, dice que: “hay que lamentar que de diversas partes han llegado noticias desagradables acerca de abusos cometidos en la interpretación de la doctrina del Concilio, así como de opiniones extrañas y atrevidas, que aparecen aquí y allá y que perturban no poco el espíritu de muchos fieles. (…) a partir de documentos examinados por esta Sagrada Congregación, consta que en no pocas sentencias parece que se han traspasado los límites de una simple opinión o hipótesis y en cierto modo ha quedado afectado el dogma y los fundamentos de la fe.”

El documento señala a modo de ejemplo diez errores doctrinales más o menos frecuentes en el por entonces creciente sector “progresista” de la Iglesia. Los primeros cuatro errores denunciados conforman la base principal de las desviaciones liberales o modernistas en ese sector:

“1. Ante todo está la misma Revelación sagrada: hay algunos que recurren a la Escritura dejando de lado voluntariamente la Tradición, y además reducen el ámbito y la fuerza de la inspiración y la inerrancia, y no piensan de manera correcta acerca del valor histórico de los textos.

2. Por lo que se refiere a la doctrina de la fe, se dice que las fórmulas dogmáticas están sometidas a una evolución histórica, hasta el punto de que el sentido objetivo de las mismas sufre un cambio.

3. El Magisterio ordinario de la Iglesia, sobre todo el del Romano Pontífice, a veces hasta tal punto se olvida y desprecia, que prácticamente se relega al ámbito de lo opinable.

4. Algunos casi no reconocen la verdad objetiva, absoluta, firme e inmutable, y someten todo a cierto relativismo, y esto conforme a esa razón entenebrecida según la cual la verdad sigue necesariamente el ritmo de la evolución de la conciencia y de la historia.”

El décimo y último error señalado se refiere al ecumenismo: “La Sede Apostólica (…) lamenta que algunos (…) se empeñen en una acción ecuménica que, opuesta a la verdad de la fe y a la unidad de la Iglesia, favorece un peligroso irenismo e indiferentismo, que es completamente ajeno a la mente del Concilio.” (5)

A juzgar por los hechos posteriores, parecería que en líneas generales no se prestó suficiente atención a la situación denunciada por este documento. Las doctrinas teológicas heterodoxas siguieron floreciendo y desarrollándose dentro de la Iglesia Católica hasta alcanzar la gran difusión de la que hoy gozan. “Aquellos polvos trajeron estos lodos”…

Uno de los mayores desarrollos doctrinales del Concilio Vaticano II fue su doctrina de la colegialidad episcopal. Pues bien, la colegialidad episcopal, entre otras cosas, implica que los propios Obispos, dentro de sus respectivos territorios, deben no sólo velar por la sana doctrina, sino también condenar los errores doctrinales graves y sancionar a los culpables de difundirlos, sin dejar esas dos tareas poco agradables casi exclusivamente a Roma.

7. La crisis de la Iglesia en el post-concilio

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