2.09.16

¿Por qué la Iglesia debe volver a los clásicos? (1-2)

Una de las actividades –quizás la principal– que me ha tocado desempeñar en el ministerio sacerdotal es la de profesor; y no justamente la de profesor de catecismo (tarea hermosa si las hay) sino más bien de humanidades. Sin duda que el oficio del catequista es hermoso y muy loable, sin embargo, considero que, muchas veces, se puede enseñar más y mejor catecismo leyendo a Homero, a Cicerón o Aristóteles que recitando varios de los catecismos progres que hoy existen.

- “¿Qué? ¿Se ha vuelto loco usté’?

Para nada; es una convicción que tengo desde hace años y esto no sólo a raíz del paupérrimo estado intelectual en que nos encontramos, sino por lo que el estudio de los clásicos engendra per se.

De hecho, es lo que la Iglesia hizo durante décadas si le creemos a Régine Pernoud o a John Senior, o a San Basilio, o a San Clemente…, etc.

Además, es lo que uno mismo ha vivido con la formación que Octavio Sequeiros nos brindara y a quien tanto le debemos. Es decir, se puede enseñar a ser católico y se puede enseñar desde la cátedra sin necesariamente ser catequista. El p. Alfredo Sáenz nos lo ha repetido hasta el cansancio y hasta lo ha publicado como un testamento intelectual, no sólo en su célebre trabajito acerca de “Cómo evangelizar desde la cátedra” (en video, aquí) sino en “La misión del intelectual católico”.

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30.08.16

Carta en apoyo de Mons. Aguer

A veces los pastores dejan solos a sus ovejas y a veces las ovejas dejan solos a sus pastores.

Hace unos días Mons. Aguer, arzobispo de La Plata (Argentina) publicó un valiente artículo sobre “la fornicación” que ha causado revuelo tanto en propios como en ajenos, aunque no decía ni más ni menos que lo que el Catecismo dice.

Ayer, unos laicos deseosos de hacerle llegar su cercanía y agradecimiento, han escrito esta carta abierta que ahora reproduzco para, 

que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 

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28.08.16

De torturas y torturadores: las monjas carmelitas

Hace unos días un fiscal argentino, limpiándose el trasero con la Constitución Nacional y los concordatos entre la Santa Sede y la Argentina, allanó sin más el convento de carmelitas de Nogoya, Entre Ríos, donde, luego de una “exhaustiva investigación” se encontraron diversos elementos de tortura como cilicios, disciplinas y demás yerbas que las féminas enclaustradas, por propia voluntad, tenian purgar pecados propios y ajenos.

La hipocresía periodística, paradójicamente, luego de publicar la noticia de las “fanáticas torturadoras", daba nota de la sonrisa de otra carmelita recientemente fallecida y de la beatificación de la “Madre Antula” (María Antonia de Paz y Figueroa), una especie de laica-jesuita-consagrada (San Ignacio tuvo la genialidad de no fundar monjas, jé!), que tenía por costumbre no sólo caminar descalza y ayunar largamente, sino también promover tandas gigantescas de Ejercicios Espirituales según el método del gran reformador vasco. Lo gracioso de todo es que, durante los Ejercicios, para quien alguna vez haya tenido la gracia de hacerlos, se dice:

 

Sobre la penitencia externa (del libro de los Ejercicios Espirituales ignacianos)

 

[83] 1ª manera. La 1ª es cerca del comer, es a saber, quando quitamos lo superfluo, no es penitencia, mas temperancia; penitencia es, quando quitamos de lo conveniente, y quanto más y más, mayor y mejor, sólo que no se corrompa el subiecto, ni se siga enfermedad notable.

[84] 2ª manera. La 2ª: cerca del modo del dormir; y asimismo no es penitencia quitar lo superfluo de cosas delicadas o moles, mas es penitencia, quando en el modo se quita de lo conveniente, y quanto más y más, mejor, sólo que no se corrompa el subiecto, ni se siga enfermedad notable, ni tampoco se quite del sueño conveniente, si forsan no tiene hábito vicioso de dormir demasiado, para venir al medio.

[85] 3ª manera. La 3ª: castigar la carne, es a saber: dándole dolor sensible, el qual se da trayendo cilicios o sogas o barras de hierro sobre las carnes, flagelándose, o llagándose, y otras maneras de asperezas.

[86] Lo que paresce más cómodo y más seguro de la penitencia es, que el dolor sea sensible en las carnes, y que no entre dentro en los huesos de manera que dé dolor y no enfermedad; por lo qual paresce que es más conveniente lastimarse con cuerdas delgadas, que dan dolor de fuera, que no de otra manera que cause dentro enfermedad que sea notable.

 

Pues ahí está… Meta chicote nomás y canonizado uno y beatificada la otra; la “Madre Antula” debería ser denunciada, post-mortem, por apología del delito.

Termino: habría que denunciar también a las mujeres que, auto-discriminándose y ejerciendo una violencia de auto-género ejercen todo tipos de torturas y auto-flagelaciones, como se muestra en las imágenes (y no me meto con los varones que cambian de sexo cortando por lo sano, porque con la inquisición gay nadie se mete hoy).

De torturas y torturadores, libera nos Domine!

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

27.08.16

La Santa Misa, entre el incienso de los Serafines y el humo de Satanás

Hace unos días oí en un congreso donde había más de 500 jóvenes en Argentina, esta hermosa conferencia-meditación, acerca de la Santa Misa.

Con permiso de su autor, a quien conocí allí, el P. Fray Guido Casillo, OP, la comparto con uds.

P. Javier Olivera Ravasi

La Santa Misa, entre el incienso de los Serafines y el humo de Satanás

Por Fray Guido Casillo OP 

(Sacerdote dominico de Santa Fé, Argentina)

 

 “Donde quiera que esté el cuerpo allí se reunirán las águilas” Mt 24, 28[1]

 

Introducción

Si sabemos que nada hay más grato en la tierra a Dios y a sus santos que la Santa Misa[1], deberíamos saber qué es para los demonios y sus secuaces lo más odioso y qué es lo que más buscan furiosamente profanar. Esto parece advertirnos nuestro Señor con estas enigmáticas palabras de sus enseñanzas sobre el tiempo escatológico: “Donde quiera que esté el cuerpo allí se reunirán las águilas”. Siguiendo a los Santos Padres de la Iglesia que comentan esta frase tan misteriosa de Nuestro Señor Jesucristo, la Santa Misa se nos revela como el centro de la batalla escatológica y el alcázar donde combatimos el buen combate de la fe esperando al Señor que vuelve[2]. San Ambrosio dice: “este es el Cuerpo del cual está dicho «Mi carne es verdadera comida» (Jn 6,56)”[3]. De las águilas se afirma que son tanto los santos y los ángeles que hacen del Santísimo Sacramento del Altar su vida[4], así como también que son los demonios y herejes ávidos de atacar lo más sagrado[5], además de que ya que el texto griego lo sugiere usando un vocablo que indica indistintamente águila o buitre.

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24.08.16

"A coger atléticamente": Un obispo habla claro

Publico aquí, resumidamente, el valiente artículo de Mons. Aguer, obispo de La Plata, Argentina, que seguramente le traerá algunos problemas, a Dios gracias. Pues si no somos sal de la tierra…

P. Javier Olivera Ravasi


La fornicación

Por Mons. HECTOR AGUER, (*) Arzobispo de La Plata

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas

Encabezo deliberadamente esta nota con un título chocante; lo es porque la palabra empleada ha caído en desuso y puede causar extrañeza. No cito la definición del catecismo sino la del diccionario: “tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio”. Este vicio se ha convertido en algo trivial, común, insustancial. Lo llamo vicio porque el diccionario define “fornicario: que tiene el vicio de fornicar”. Él o ella en principio, aunque hoydía la “igualdad de género” permite otras combinaciones, antinaturales.

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