InfoCatólica / Que no te la cuenten / Archivos para: 2018

2.11.18

Se casó con una estación de tren y asegura tener “sexo mental” con ella

Antes les ponían un chaleco de fuerza y les daban medicamento. Ahora, como parte del plan sistemático para desenganchar la sexualidad de la biología y convertirla en expresión arbitraria de la libertad, le hacen un artículo en el diario.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Fuente: Diario Clarín


Se casó con una estación de tren y asegura tener “sexo mental” con ella

Carol contó que su relación con el edificio comenzó en 2011 y cuatro años después se casó con ella

 

Carol, una mujer de 45 años de San Diego, confesó estar profundamente enamorada de la estación de tren de Santa Fe, de California. Su amor hacia la estructura comenzó cuando tenía nueve años y según cuenta su vínculo se fue afianzando a lo largo del tiempo.

Su relación comenzó en  2011 y cuatro años después se casó con ella, contó a Metro, pero su amor va más allá. Carol asegura que tiene “sexo mental" con la construcción. "No tengo sexo físico con la estación en público porque quiero ser respetuosa. Tengo sexo en mi mente con Draida cuando estoy allí", aseguró la mujer, que hasta le pudo nombre al edificio.

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Sermões de São Vicente Ferrer: O Anticristo e o juízo final

Para los lectores de habla portuguesa

(La versión original en castellano puede adquirirse aquí)

Presentación versión portuguesa.

Nestes sermões trata de muitas calamidades e misérias que hão de vir, e que passarão. Por fim fala dos dois Anticristos, um misto (ou misturado), e o outro público: o qual, ao chegar, em poucos dias será o fim do mundo, segundo este santo e exímio Doutor.
É somente Deus quem pode determinar a certeza do aqui declarado; e calará toda má língua ao ouvir a doutrina do amigo de Nosso Senhor Jesus Cristo, São Vicente Ferrer, por cujo intermédio nos faça ganhar as cadeiras do paraíso. Amém.

São Vicente Ferrer pregou diversos sermões sobre o juízo onde destacava três coisas principais.
1) A primeira: a destruição e a perda da vida espiritual.
2) A segunda: a perda e declínio da dignidade eclesiástica.
3) A terceira: a perda da fé católica.

Encargos en Brasil (preço promocional até 11/11/2018):  http://loja.cursoscatolicos.com.br/saovicenteferrer


 

Presentación

 Hace varios años, con la idea de leer lo que los santos habían dicho acerca del fin de los tiempos, comenzamos a buscar, por referencias, la obra de San Vicente Ferrer, “el ángel del Apocalipsis”. Por entonces, nuestras indagaciones fueron inútiles.

Sólo con el tiempo llegó hasta nuestras manos este manuscrito (aún nunca publicado en castellano actual), en el cual, con prolija letra gótica y en un castellano abreviado del siglo XVI, pudimos leer con gran fruición las predicaciones ad populum que el santo valenciano prodigaba a principios del siglo XV.

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1.11.18

Leído para Ud.: La Misteriosa Aparición de los Más Aptos. Reseña a un libro de D. Axe

Reseña de la obra de Douglas Axe, Undeniable: How Biology Confirms Our Intuition That Life Is Designed, New York: HarperOne, 2016, 304 pages,

Por Enrique de Zwart

 

Desde la más tierna niñez todos colijan que la vida ha sido planeada por alguien ‒hasta que son convencidos de lo contrario por una cultura saturada de materialismo. El biólogo molecular Douglas Axe nos muestra porque esa intuición inicial nunca estuvo equivocada.

El fuerte del Dr. Axe es plegamiento de proteínas y teoría de probabilidades. Y con estas dos herramientas como base Axe le da al lector de a pie una guía de uso de su propia capacidad para detectar cuando algo ha sido planeado, o sea cuando algo no pudo haber ocurrido por azar, sin dejarse encandilar por cual sea la moda naturalista en boga.

Esa sana intuición que todos tenemos que nos dice que algo increíblemente complejo no es y nunca puede ser resultado de procesos aleatorios. Nadie acepta esto último en el día a día cotidiano, pero años de propaganda, y de veto a la competencia, han hecho su efecto y muchos han aceptado por defecto lo que no tiene sentido. Pero para su desgracia, los guardianes del discurso darwinista convencional están defendiendo un gigante con pies de barro.

El autor no cree en la evolución neo-darwinista moderna, ya que esta “no puede ser defendida tan clara y convincentemente como puede ser refutada”. El gran defecto del evolucionismo es que

 “asigna poder inventivo solo a la selección natural. Pero la selección puede solamente hacer una diferencia en la aptitud de una invención luego de que dicha invención exista, no puede realmente inventar.” [97]

Y de ahí el sarcasmo en el título de este artículo. Desde el momento en que la selección natural comienza a favorecer una invención, algo que no es la selección es responsable de la invención. Nada evoluciona a menos que ya exista, y la vida existente no pudo meramente evolucionar de lo que no es vivo. [86]

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30.10.18

Comportamientos homo-sexuales y pureza del sacerdote. Otro caso

Soy un enamorado de San Juan Bosco; desde hace años.

Quizás porque la Providencia me llevó a trabajar con jóvenes y niños desde mis épocas de seminarista, con todo el peligro que hoy esto conlleva.

Desde hace una década comencé a leer sus escritos, a meditarlo, a gozar de sus virtudes y intentar ver lo que había en el corazón de ese gigante.

Leí varios tomos –debo continuarlos– de las “Memorias biográficas” de Don Jean Baptiste Lemoyne: unos diecinueve volúmenes que el metódico secretario del fundador de los salesianos escribió durante décadas.

            - “No permitir siquiera que se dude de la “bella virtù” (la virtud de la pureza) en el sacerdote.

            - “No tener ni apariencia de predilección por ningún joven o niño”.

            - “Ser extremadamente cuidadoso en el trato con ellos, sin ser parco pero tampoco meloso”.

            Y más consejos del gran Don Bosco; porque incluso en su época podían existir casos escandalosos.

            Asimismo, era tremendamente severo con la virtud de la pureza para los futuros candidatos al sacerdocio (no sólo para los salesianos), al punto que, si un seminarista no lograba la virtud de la continencia durante un buen tiempo, desaconsejaba completamente que recibiera las órdenes.

Así le escribía a un seminarista, por ejemplo, allá por 1855, ante la inminente recepción del orden sagrado:

“Queridísimo hijo:

No nos hagamos ilusiones: si no consigue triunfar contra ese inconveniente (actos solitarios contra la pureza) no siga adelante, ni se arriesgue a recibir las Ordenes Sagradas a no ser después de un año, al menos, sin recaídas. Oración, fuga del ocio y de las ocasiones, frecuencia de los santos sacramentos, devoción a María Santísima, (una medalla al cuello), lectura de buenos libros y mucho valor. Omnia possum in eo qui me confortat (Todo lo puedo en aquel que me conforta), dice San Pablo (…). Créame suyo. Turín, 7 diciembre de 1855. Afmo. JUAN BOSCO, Pbro.”

 

Con quienes debían recibir las órdenes menores era más benévolo, por ser menor el tiempo que llevaban fuera del mundo:

Muy apreciado en el Señor: Para responder directamente a su muy estimada carta necesitaría saber desde cuándo no ha habido más recaídas. Mi parecer coram Domino (ante el Señor) sería que no se recibieran las órdenes, si no es pasados seis meses, al menos, de prueba victoriosa. Con esto no entiendo prohibirle que siga el parecer de aquellas personas que le han animado a continuar adelante. Dios le ayude; ruegue por mí y yo rogaré por usted, mientras con afecto paterno me profeso. Turín, 28 de abril de 1857. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro.”.

 

*          *          *

 

            No significa con ello que, al ingresar al seminario (o al convento, por extensión) se deba estar confirmado en gracia o ser la Inmaculada Concepción. No. Pero quien no pudo en un ambiente de oración, silencio, trabajo, penitencia, adquirir la continencia y la castidad necesarias, difícilmente pueda adquirirla luego.

            ¿Y a qué viene todo esto? A que hoy me levanto y veo en los diarios de mi país (Argentina) un nuevo caso de un sacerdote sodomita (ya hablamos AQUÍ del tema) que, por haber sido descubierto en propuestas indecentes a un joven (esta vez, gracias a Dios no menor de edad), termina renunciando a su cargo con un nuevo escándalo.

            Y me resisto a pensar que fue la única vez o que ya antes poseía la virtud probada y que fue un caso aislado. No. Esto venía de antes.

Y son estos los episodios que hacen que, luego, se pida sofísticamente “la abolición del celibato sacerdotal” para “evitar abusos” (supongo que en estos casos deberían pedir el “matrimonio homosexual”), colocándonos a todos los curas como constantes pedófilos en potencia.

            Señores obispos, sacerdotes, seminaristas y laicos: cuidemos el sacerdocio. Más vale no tener seminarios a educar futuros sacerdotes apóstatas o promotores de escándalos. Más vale marcar los pecados del sacerdote cuando los veamos fallar que callar. Todo un ejército de bautizados que intentamos vivir la pureza en tiempos de Sodoma y Gomorra los imploramos.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

 


 

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29.10.18

La música en la Iglesia. Sermón

Para oír el sermón, hacer clic AQUÍ

El canto es expresión de alma, pero del alma humana…; es cierto que algunos animales cantan: el zorzal nos embelesa con sus notas y el canario nos atrae con su trinar, sin embargo nunca un conjunto de animales podrá emitir “notas”; ellos emitirán “sonidos” que, aunque tengan sentido y quieran expresar un movimiento de sus almas sensitivas, jamás lograrán una armonía original, repitiendo siempre el mismo “tema” musical.

Es el hombre el que está hecho para cantar, o mejor dicho, es el canto que está hecho para el hombre.

Canta el hombre porque tiene voz, canta porque desea expresar sus sentimientos del alma; canta porque quiere comunicar algo. Es por esto que, cuando estamos tristes cantamos tendemos a cantar cosas tristes y, cuando alegres, alegres; o al revés, a veces, para motivarnos, enseñaba Martín Fierro:

 

Aquí me pongo a cantar,

al compás de la vigüela,

que al hombre que lo desvela una pena extraordinaria,

como el ave solitaria, con el cantar se consuela…”

 

1. Cristo Cantó

Luego de la Última Cena, momento culmen de la Encarnación, Cristo cantó, como dicen los Evangelios:

 

Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos” (Mt 26,30).

 

En la vida de Nuestro Señor, por ejemplo, no se nos dicen muchas cosas que hizo; porque serían obvias; no se nos dice que rió, no se nos dice cómo trabajó en Nazaret durante 30 años, o cómo escribió, pero sí se nos dice que “cantó”; y cuanto se dejó escrito en el Evangelio fue especialmente para imitación de los fieles cristianos, es decir, para que sigamos su ejemplo, como dice el mismo Señor (Juan 13,15): “os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho”.

2. La Iglesia cantó

 

Pero también su Esposa, la Santa Madre Iglesia, siguiendo su ejemplo, cantó: 

Después de haberles dado muchos azotes (a Pablo y Silas), los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado. Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo. Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban” (Hech 16,23-25).

 “Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente (I Cor 14,15).

Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5, 19).

(Col 3, 16) “La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad  agradecidos, himnos y cánticos inspirados”.

(Santiago 5, 13) “¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. ¿Está alguno alegre? Que cante salmos”.

La Iglesia cantó…

Y cantó desde sus orígenes, de aquí que la oración “oficial” de la Iglesia hayan sido los salmos, ese modo de cantar al estilo monacal que sigue resonando en los monasterios tradicionales y donde el canto sube por los aires como incienso hasta la casa de Dios…

Y tal es el regocijo que causa en las almas el canto litúrgico, cuando es bueno, que incluso cuando por momentos en la antigüedad se quería penar a algún convento o monasterio se les prohibía el cantar los salmos, imponiéndoles que sólo los recitaran, como le sucedió a la santa y vidente alemana, Santa Hildegarda de Bingen.

Es tan hermoso el canto que los primeros Santos Padres de la Iglesia lo comparaban con el murmullo del mar, como decía San Ambrosio: “sus salmodias rivalizan con el murmullo de las olas que chapotean levemente… ¿qué es el canto del mar sino un eco de los cantos de la asamblea cristiana?”[1]

Porque, según la famosa frase de San Agustín, “el que canta bien… ora dos veces”[2]. Ojo: el que canta bien…

 

3. ¿Cómo debe ser el canto sagrado? 

Ante todo, el canto debe ser expresión de lo que se celebra, es decir, debe acompañar los misterios que se están celebrando.

Nadie canta una canción de cuna en un velorio o una canción triste en una fiesta de casamiento…

La música debe acompañar lo que se contempla y es por esto la Iglesia siempre ha cuidado que la música ayude a rezar y no que disperse. 

Por ejemplo:

El ritmo: sabemos que el ritmo mueve la sensibilidad y es por esto, como queremos llegar a adorar a Dios “en espíritu y en verdad”, si le pongo un ritmo “bailable” a la música que se canta para acompañar la Misa, entonces deja de cumplir con su finalidad.

Nadie puede “bailar” la verdadera música litúrgica, porque esta música hace mover el alma, no el “esqueleto”, para no decir el trasero… 

Ejemplo:

“Si tuvieras fe, si tuvieras fe, como un granito de mostaza… eso dice el señor”.

Parece más bien una cumbia…

 

La melodía: aunque la melodía no tenga un gran ritmo pegadizo, puede llegar a mover la sensibilidad animal, como cuando las canciones son demasiado lentas, melosas… 

“Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como en la mañana se levanta el sol, tan cierto que cuando le hablo Él me puede oír”.

 

Más bien un “lento” para bailar con una chica… 

La letra: debe ser acorde a lo que se quiere expresar 

No ideologizada; ej:

“solo le pido a Dios…” (León Gieco)

Sólo le pido a Dios
que el dolor no me sea indiferente, 
que la reseca muerte no me encuentre
vacío y solo sin haber hecho lo suficiente. 

O idiota…

Zamba del grano de trigo… chabacana…

Zamba del grano de trigo

mañana yo he de ser pan;

no le tengo miedo al surco,

algún día he de brotar./ (bis)

 

Barbecho de terrón fresco

tu sangre yo he de mamar;

/tierra que serás mi madre,

un nuevo ser me has de dar./ (bis)

 

Ni mundana…, como los “genios” que le han puesto letra a la canción “Despacito”, en 2017: 

Re-su-cito, que me crucifican pues yo resucito 
Yo morí por ti y por todos tus amigos 
Y en tu vida entre mediante los cursillos 
Re-su-cito que me crucifican pues yo resucito 
Fui a Jerusalén montado en un burrito 
pero al tercer día la lié un poquito

 

Decía el gran papa Santo, San Pío X:

S. Pío X, en su Motu Proprio Tra le Sollecitudini (22 nov. 1903: AAS 36), hablando del c.l., dice que: «El oficio principal del canto sagrado es revestir de adecuadas melodías el texto litúrgico que se propone a la consideración de los fieles, y su fin consiste en añadir más eficacia al texto mismo, para que por tal medio se excite más la devoción de los fieles y se preparen mejor a recibir los frutos de la gracia, propios de la celebración de los sagrados misterios». Más adelante, después de vivos elogios al c. gregoriano, afirma: «Una composición religiosa será más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor, a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto diste más de este modelo soberano». 

¡Y ni que hablar de la lengua! Que debería también ser la lengua de la Iglesia, la bella y misteriosa lengua latina que hasta el último Concilio se encarga de ensalzar: La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas”.(Sacrosanctum Concilium). 

Conclusión

“De la abundancia del corazón, habla la boca”, es decir, uno canta lo que tiene adentro y alaba a Dios según cuál es el concepto que tenga de Dios. Es Él el centro de la liturgia y no el hombre, es Él a quien estamos cantando y la Iglesia debe hacerlo del modo más solemne y adecuado que pueda.

El canto sagrado me debe ayudarnos a unirnos con, no con las creaturas; nadie está en contra de la buena música, pero cada cosa en su lugar; la mesa para comer, el auto para andar y el perro para ladrar…

A la Virgen, compositora del Magnificat le pedimos que nos ayude a comprender estas verdades hoy bastante olvidadas.

 

P. Javier Olivera Ravasi



[1] Hexameron, III, V: PL 14, 165.

[2] Normas generales del Misal Romano nro. 19, Misal Romano, C.E.A., 1981, p. 31.


 

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