Argentina caínica. Sobre héroes y prisioneros de guerra

ARGENTINA  CAÍNICA

Por Ricardo Tabossi

 

Cuenta Víctor Haya de la Torre, pensador y político peruano, que en un encuentro en la Biblioteca Nacional de Berlín con un notable hombre de ciencia, que había vivido algunos años en la Argentina y otros países americanos, al pedirle sus impresiones sobre nuestros pueblos, dijo que éramos “crueles”: “Crueles en el sentido de falta de generosidad, de falta de respeto entre los unos y los otros. No con el extranjero, al que le brindan excesivo sometimiento. Crueles entre Uds. mismos.

El sabio alemán, especialista en Antropología Social, cuyo nombre no fue dado al público, por temor a la “crueldad latinoamericana”, marcaba una gran diferencia entre crueldad y severidad. Para él no somos severos, porque somos injustos. Siendo nuestros pueblos débiles –decía- tienen que ser excesivamente crueles: “Día vendrá en que la fortaleza los haga generosos y respetuosos unos con otros.

Ese día, el día de la generosidad y del respeto mutuo, el día de la reconciliación nacional, el final del tiempo en que brindábamos al anglosajón excesivo sometimiento para que nos sometiera mejor, llegó con el amanecer del 2 de abril, meridiano de la patria.

SINDROME DE LA VIOLENCIA

También dijo el profesor alemán que éramos una sociedad de una “crueldad cínica y cobarde.

La crueldad ejercida contra el adversario político no es reciente, se inicia con la Revolución de Mayo, cuando Mariano Moreno –ejemplo del individuo extremista y radicalizado, exaltado y sanguinario, y hostil hacia el pasado- fusila a Liniers, líder del triunfo argentino sobre el Imperio Británico en 1806-1807, “en nombre de los sagrados derechos del Rey y de la patria.” La inopinada catástrofe de Liniers (perteneciente desde los 12 años a la Orden de San Juan de Jerusalén), el asesinato múltiple de Cabeza de Tigre (fueron cinco los fusilados), era justificado como delito de lesa majestad, como un delito de orden público. Moreno, victimario, fusila en defensa del Rey. Liniers, la víctima, muere en defensa del Rey. ¿Cómo se entiende? El contrasentido se entiende cuando nos enteramos que quien firmó la sentencia de muerte de Liniers es el mismo que escribió, sin ponerle firma, que debía protegerse al comercio inglés, “aunque suframos algunas extorsiones” y que debía entregársele a Inglaterra la isla Martín García para que la “poblase con una colonia y puerto franco a su comercio.”

Quizás este “excesivo sometimiento al extranjero”, como señaló el alemán, al que Scalabrini Ortiz le puso nombre, cuando dijo que el verdadero imperio lo constituía Gran Bretaña, y que los hilos de su siniestra diplomacia continuaban gobernando la política argentina, sea la causa, razón y fundamento del cainismo argentino.

LA PERPLEJIDAD DE CLOSTERMANN

Ante las noticias llegadas a Francia, de que el Comandante de la Fuerza Aérea Argentina, Brig. Lami Dozo había sido llevado a un Tribunal, Pierre Clostermann, militar y político francés, escribió: “No llego a creer que el gobierno argentino, que el pueblo argentino mismo puedan aceptar llevar a juicio a un hombre que ha representado a la Aviación Argentina en la guerra de Malvinas. Todo lo que podría opacar, directa o indirectamente la gloria de los pilotos argentinos, es un crimen contra la historia de la Argentina. La demagogia o la necesidad política no deben poner en dudas el patrimonio histórico nacional. La razón suprema del Estado, es decir el honor de las armas de la Argentina, debería evitar infligir tal afrenta.

Ninguno tuvo tentaciones políticas. Todos combatieron por una idea de patria. Algunos de ellos tenían escrito en sus libretas personales: “No sé rendirme, después de muerto hablaremos.” Debiendo sus nombres andar en boca de la fama y sus grandes hechos escritos en bronces duros, la demagogia o la necesidad política les quitó la honra.

Pedro Giachino, el primer muerto de Malvinas, ametrallado cuando intentó ingresar a la casa del gobernador inglés, demostró con esa acción tener la fortaleza de los héroes más valientes y temerarios de nuestra historia. No se conocen antecedentes de ningún conflicto armado en que un soldado arriesgue su vida para recuperar lo propio sin ocasionar daños ni muertes del enemigo. ¿Reconocido por la sociedad argentina? ¡Condenado en efigie! Veinte años después, el Concejo Deliberante de Mar del Plata (ciudad donde está enterrado el héroe) ordenó retirar su retrato del recinto por pedido de los organismos de Derechos Humanos.

Parecía un sueño que un Jefe argentino le dijera al gobernador inglés de Malvinas: “Desembarcamos en la misma forma en que Uds. lo hicieron en 1833, y mis órdenes son restituir el territorio a la soberanía argentina”, y que se pusiera fin a 150 años de ominoso coloniaje. Carlos Büsser se lo dijo desarmado al gobernador, que tenía su guarnición prácticamente dentro de la casa, mientras afuera expiraba Giachino. Carlos Büsser, autor del plan de reconquista, fue detenido y arrestado ya anciano, con 85 años de edad, por presunta participación contra los Derechos Humanos. Murió sin condena el 29 de septiembre de 2012. Cuatro días después murió su esposa.

Y la lista sigue: marinos, soldados, gendarmes.

ALACRÁN

Cuarenta gendarmes criollos, herederos de Güemes, llegaron a Malvinas en las postrimerías de la guerra, con la misión de intervenir en operaciones de comando. ¿Sus nombres? Escuadrón Alacrán.

Apenas desembarcados, una patrulla de diecisiete hombres es enviada al Monte Kent, vital elevación en poder de los ingleses que dominaba las avenidas de aproximación al cordón defensivo de Puerto Argentino, con el objetivo de atacarlos por atrás. El traslado fue en helicóptero. Ansiedad, entusiasmo, silencio, conciencia de que podría ser la primera y última misión, y muchos explosivos y municiones a bordo.

El día era soleado. De pronto, el helicóptero es impactado por un misil inglés en la cola. La habilidad del piloto logró retardar la caída, que de todos modos fue estrepitosa.

Entre el incendio y el humo denso y negro, uno de los alacranes logró salir  por el techo de la cabina. Estaba a salvo. Pero adentro del helicóptero habían quedado compañeros heridos, atontados, atrapados. Volvió sobre sus pasos y ve a uno boca abajo, con las piernas destrozadas, como si se las hubieran cortado con un machete. Tomándolo del cinto, y con ayuda, lo saca con cuidado de entre las llamas y lo arrastra unos 25 metros. Intenta volver por otros sobrevivientes, pero el helicóptero explota. Murieron seis gendarmes.

Su segunda intervención en la guerra, fue un intento de emboscada al enemigo en Monte Dos Hermanas, donde también fueron sorprendidos por los ingleses. Allí murió el “Perro” Cisnero, de Ejército.

Había salvado una vida. Algo similar ocurrió en 1991 cuando formaba parte de una fuerza de paz de las Naciones Unidas en Angola, donde había dos facciones armadas enfrentadas. Su intervención logró salvar de un pelotón de fusilamiento a cuatro personas.

El valeroso soldado, llamado Miguel Víctor Pepe, máximo condecorado por Gendarmería, recibió del Congreso la Medalla “La Nación Argentina al Valor en Combate”.

Treinta y seis años después, un Juez Federal acusa y detiene a Pepe por violación de los Derechos Humanos.

¿Es la Argentina el único país del mundo que condena a sus soldados? Peor. Es la Argentina caínica que devora a sus héroes de Malvinas, como el dios griego Cronos a sus hijos varones.

Es la Argentina de la “democracia recuperada” que aprisiona a sus condecorados de la guerra, como Urano aprisionaba y echaba al oscuro Tártaro a sus engendrados cíclopes.    

 

Ricardo Tabossi