(469) Iglesias locales sin pulso

1

La Beata Ana Catalina Emmerick, en julio de 1821, hablaba del Iluminismo que contamina la mente de muchos estudiantes —vale también decir seminaristas—, con esas tóxicas ideas que son como «manojos de serpientes en las manos»; ideas ilustradas que «les entraban por la boca y les sorbían los sesos»; y que no son sino «serpientes filosóficas”»[1]. Sí, esas serpientes que, desde hace tiempo, están de moda en tantos púlpitos y centros docentes eclesiásticos.

Más adelante continúa:

«me vi con espanto en una tabla medio podrida y tuve que pedir a mi guía [su Ángel Custodio] que me socorriera. Mi guía me tranquilizó y me puso en lugar seguro. Habiéndole yo preguntado qué significaba aquella cajita negra [que poseían los discutidores y polémicos maestros de los que había hablado antes] me respondió: “Es la presunción y la sofistería; y aquella mujer [que dominaba aquel lugar de discusión y polémica] es la filosofía, o, como dice, LA RAZÓN PURA, que todo lo quiere según su forma. A ella se atienen estos maestros; no a la verdad de oro de la tradición pura”»[2].

 

2

La Iglesia no podrá combatir estas serpientes filosóficas de la razón pura, (esto es, de Kant, Hegel, etc., y sus herederos católicos, neoteólogos y personalistas), si renuncia a su auctoritas, o si la ejerce al modo liberal, ni si sucumbe a la presión de las oligarquías intelectuales. No podrá configurarse como una emboscadura —que diría Ernst Jünger— en medio del mundo moderno; no podrá conformarse como sobrenatural refugio y roca de verdad si no se opone a los venenosos principios esenciales del siglo. Si la Iglesia piensa con la razón pura en lugar de con la tradición pura, ¿cómo salvará al mundo del veneno anfisbeno de la Modernidad? Porque, como bien dice Dalmacio Negro:

«la Iglesia —las iglesias—, sumida también en el proceso de decadencia, no es hoy un contramundo en el mundo, pues, más o menos enfeudada a los gobiernos temporales, ha renunciado a ejercer su auctoritas»[3].

No creemos que haya renunciado de modo absoluto, porque entonces dejaría de ser la Iglesia; pero sí de manera generalizada; y alarmante, sin duda, en numerosas iglesias locales descristianizadas.

3

La Modernidad es la Era del Estado, no tanto el tiempo del estatismo, como diría Hoppe[4], sino ante todo la Era del subjetivismo institucional, cuyo ego absoluto se llama Estado.  En la Era del subjetivismo institucional, aquellas iglesias locales institucionalmente subjetivistas, copiando el estatismo hodierno, sucumbirán al ego absoluto del Estado y sufrirán un daño irreparable, se descristianizarán. Porque una diócesis subjetivizada no es otra cosa que una diócesis descatolizada, una comunidad con serpientes en las manos.

 

4

Siempre hay una oligarquía detrás de las formas contemporáneas de gobierno. «Al ser la oligarquía inmanente a cualquier forma de gobierno, Gonzalo Fernández de la Mora decía que las trasciende a todas»[5]. La oligarquía teológica, en la Iglesia, son los neoteólogos y los docentes personalistas, sobre todo parte del clero, también seglares comprometidos con la neoteología. Conforman una especie de élite ideológica que “trasciende” al gobierno de las Iglesias locales descristianizadas, cuando éste es ejercido al modo liberal, esto es, dejando gobernar, en realidad, a los especialistas que engañan al pueblo, pretendiendo ser voceros de su sensus fidei.

 

5

La regeneración que necesita la Iglesia es comparable, aunque a un nivel obviamente superior, a la que necesita la propia sociedad. Si buceamos en nuestro pasado, durante los años de construcción dramática del Estado liberal, encontramos enseñanzas sustanciosas. Muchos, desde filas conservadoras, miraron el problema, y en ocasiones vieron el hueso interno de sus males; pero ni el conservadurismo es la tradición, ni tiene los medios necesarios para iluminar los males, porque al fin y al cabo comparte el numen moderno.

Por ejemplo, César Silió entendía nuestro desastre patrio como un hito que «separa el período del españolismo creciente y arrojado del período en que el españolismo hizo crisis, reflejada en la masa popular por la atonía y la desesperanza»[6]. Atonía que Francisco Silvela, aun faltándole mente tradicional, y formando parte del sistema, tan bien describió en su famoso artículo Sin pulso. Vieron un poco de luz en la idea maurrasiana de regenerar desde arriba; pero fue luz insuficiente, porque faltaba tradición pura, como diría la Beata Catalina Emmerich.

Muchas de nuestras Iglesias locales necesitan regeneración. Ciertamente, de arriba a abajo, pero desde la tradición, no desde el conservadurismo, no echando tres llaves al sepulcro del Cid, sino abriéndolo de par en par. Silvela decía bien que, para regenerarse, hay que «dejar la mentira y desposarse con la verdad»[7].

 

6

Silvela en Sin Pulso, agosto de 1898:

«Los doctores de la política y los facultativos de cabecera estudiarán, sin duda, el mal: discurrirán sobre sus orígenes, su clasificación y sus remedios; pero el más ajeno a la ciencia que preste alguna atención a asuntos públicos observa este singular estado de España: dondequiera que se ponga el tacto, no se encuentra el pulso.

Monárquicos, republicanos, conservadores, liberales, todos los que tengan algún interés en que este cuerpo nacional viva, es fuerza se alarmen y preocupen con tal suceso. Las turbulencias se encauzan; las rebeldías se reprimen; hasta las locuras se reducen a la razón por la pena o por el acertado régimen: pero el corazón que cesa de latir y va dejando frías e insensibles todas las regiones del cuerpo, anuncia la descomposición y la muerte al más lego»[8].

En un plano más crucial y transcendente, también la Iglesia necesita una regeneración desde arriba, porque parece que está sin pulso. En cuanto Iglesia docente, sobre todo. Abandonar teologías importadas del contexto kantiano francoalemán. Rechazar explícitamente los iluminismos ilustrados que estropean textos docentes, pastorales, buenas intenciones. Repugnar de ajenos liberalismos que nunca podrán cuajar en la mente católica, y lanzarse a la luz de la verdad católica tradicional, sin contaminación neomodernista. ¡Que el pensamiento antimoderno vuelva a tener pulso! Es vital para regenerarnos. 

No puede hacerse la señal de la cruz con serpientes filosóficas en las manos. Tal vez, por eso, la cruz es tantas veces silenciada, o se la quiere sin pulso.

 



[1] Ana Catalina EMMERICK, Visiones y Revelaciones completas, Volumen II, Ciudadela Libros, Madrid, 2012, págs. 16-17.

[2] Ibid., pág. 17.

[3] Dalmacio NEGRO PAVÓN, Pueblo, soberanía y partidos, Verbo, núm. 549-550 (2016), 749-787, pág. 749.

[4] Cf. Dalmacio NEGRO PAVÓN, La democracia partidocrática: ideologías e instituciones, Verbo, núm. 517-518 (2013), 603-621, pág. 603.

[5] Ibid., pág. 606.

[6] Cf. Artículo original de Silió en Ricardo DE LA CIERVA, La regencia y el desastre del 98, ARC editores, Madrid, 1997, pág. 179.

[7] Francisco SILVELA, Sin pulso, Diario El Tiempo, Madrid, El 16 de agosto de 1898.

[8] Ibid. Ricardo de la Cierva reproduce el celebérrimo artículo en Op. cit., págs. 173-178.

3 comentarios

  
JSP
1. En otras palabras, haciendo síntesis, los nicolaítas están presidiendo las Iglesias locales sin pulso del Sagrado Corazón de Jesús, tanto a nivel pastoral como teológico.
2. Mucha parte de culpa es el haber aceptado la Iglesia local la subvención del Estado, la casilla del IRPF, rebajando, relajando y haciendo descuentos en el anuncio y predicación del Evangelio de la Salvación.
3. ¿Puede sobrevivir hoy día la Iglesia Católica, ante tan gigantesco Estado que penetra y no tiene límites en la esfera pública y privada, renunciando al sueldo del mundo? ¿O puede obedecer el mandato de Nuestro Señor Jesucristo a la hora de ser pastor suyo: un bástón, una túnica y sandalias? ¿No es responsabilidad del rebaño el sustentar al pastor que cuida celosamente de la oveja que lo reconoce? La Iglesia Católica, Apostólica y Romana debe poner en el centro a Cristo no solamente en la esfera privada, sino también en la pública con fe y razón en la tradición de los Apóstoles dando testimonio de la Verdad y el Camino y la Vida.
27/04/21 10:03 PM
  
Hispanicus
Que Dios le bendiga y le guarde, Don Alonso, para que siga instruyéndonos con estas perlas para ejercitar la auténtica reflexión.
Volvamos a la Filosofía Escolástica aristotélico-tomista;
abandonemos la pseudofilosofía nominalista, empirista, idealista, racionalista, kantiana, nietzscheana,
hegeliana, existencialista, fenomenológica, y alguna que otra que dejo en el tintero.
¡Tradición y Filosofía Perenne Tomista!.
28/04/21 2:58 PM
  
José Díaz
Dice vd.: "la Iglesia no podrá combatir estas serpientes filosóficas de la razón pura...si renuncia a su auctoritas, o si la ejerce al modo liberal".

Creo que la Iglesia, para ejercer debidamente su auctoritas, puede y debe manifestar los contenidos del 'depositum fidei' sin recortes. Pero también deberá expulsar a los mercaderes del templo y alzar su voz contra los errores, señalando como tiniebla lo que es tiniebla y como luz lo que es luz. Por eso me entristecen estas conocidas palabras pronunciadas con ocasión de la apertura de todo un concilio ecuménico:

"en nuestro tiempo... la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas".

Oponer misericordia a corregir errores, a señalarlos, a condenarlos y a expulsar a los lobos para proteger las ovejas del aprisco casa mal con la auctoritas. Dejar de condenar el error es proceder al modo liberal.

Necesitamos la Tradición. La Iglesia necesita la tradición. Las naciones católicas necesitan la Tradición y su Tradición. Estos días estoy leyendo "La sociedad tradicional y sus enemigos" del profesor Gambra. Sin Tradición no tenemos futuro.

Un saludo y que el Señor y la Virgen Inmaculada le bendigan
29/04/21 11:49 PM

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