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16.07.20

(432) Modernidad mitigada

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La Nueva Teología y el Personalismo han “oficializado” en multitud de diócesis, movimientos e instituciones docentes católicas, el neomodernismo liberal católico, en sus tesis ideológicas principales. Ha divulgado las tesis que eran denunciadas con detalle y precisión por Pío XII en Humani generis, y en sus conceptos originales por San Pío X en las vigorosas letras de la Pascendi, aunque reformuladas y recontextualizadas para que parezcan tesis piadosas.

Sin duda, el prestigio y autoridad concedidos temerariamente a los autores personalistas y neoteológicos, ha producido como efecto catastrófico que sus ideas adquieran su mismo prestigio y autoridad, llegando incluso a mezclarse con la doctrina de la Iglesia en multitud de textos de la Iglesia docente. 

 

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En esta serie de artículos, que hemos reunido bajo el título de La clavadura, analizamos cómo los principios y conceptos neomodernistas han deformado profundísimamente el concepto de fe, dando lugar a un nuevo modelo, el paradigma existencialista. (Personalistas y neoteólogos prefieren el término existencial, para distinguirlo del existencialismo nihilista de un Sartre, por ejemplo; pero por mucho que intenten justificar el matiz, no se sostiene la corrección, porque los principios intelectuales son los mismos, aunque disminuidos y moderados por el deseo de permanecer católicos).

Lo hemos expuesto a lo largo de estas reflexiones. El neomodernismo personalista y neoteológico es un moderantismo, quiere la mutación pero salvando el orden interno; quiere la cosmovisión moderna pero también la católica, quiere ambas. Y así, por mantenerse en la equidistancia y en el adulterio moderado, no completo, sino parcial, de la luz con las tinieblas, quiere suavizar y asimilar en pequeñas dosis el principio revolucionario; y para ello no duda en fragmentar la inteligencia católica e introducir dos almas en el creyente. 

 

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Kant servirá a los neomodernistas para escindir individuo y persona; Heidegger para desvincular a Dios del ser. Kierkegaard para espiritualizar el individualismo y romper la relación entre la ley moral y la conciencia singular. Hegel, para entronizar el devenir y destronar el ser. Mounier, para introducir un comunitarismo izquierdoso que mitigue el individualismo liberal y sustituir la Comunión de los Santos por la “comunidad". El concepto liberal de libertad será domesticado (sin éxito) por un pietismo de inspiración luterana. La gracia será instrumentalizada y puesta al servicio del hombre, sobre todo de su corporalidad (en sintonía con la Modernidad, que sobrevalora el cuerpo); y no tanto de su alma, término que, incluso, se quiere hacer desaparecer del pensamiento católico. Etc, etc.

 

Todo este proceso de transmutación ha comenzado desfigurando el concepto de fe. No habría sido posible si, primero, no se hubiera desplazado la virtud del plano de lo teologal al plano de lo existencial. Y para esto había que echar mano del Método de Inmanencia blondeliano, tal y como de Lubac lo rehabilitó para la teología posconciliar. Para justificar una suave y democrática laicidad a la americana, nada mejor que hibridar lo natural con lo sobrenatural. Lo que se va a intentar, con aparente éxito, es que el católico crea que sólo el amor es digno de fe. De esta forma será posible minimizar el impacto de la verdad y minusvalorar la doctrina.

El neomodernismo pretende, en definitiva, mitigar la Modernidad para poder asumirla, y así no tener que renunciar a la revolución. Y para ello, lo primero que tiene que hacer es transformar el concepto de fe.

 
 
 

LA CLAVADURA, Primera Parte: Cuando la fe ya no consiste en creer.

 
FIN DE LA PRIMERA PARTE DE LA CLAVADURA