InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: Agosto 2017

6.08.17

(202) Diez distintivos de ser católico tradicional

1.- Ser tradicional es creer en la verdad, no poner en un segundo plano la doctrina, en pos de la experiencia; ni reducir la fe a un “encuentro personal". El relativismo fiducial no es católico.

 

2.- Ser tradicional es ser objetivo, ni sobreoptimista ni superpesimista. Mirar cara a cara a la realidad, y defender ante el mundo la razón. El irracionalismo subjetivista no es católico.

 

3.-Ser tradicional es defender la palabra Transubstanciación y todo lo que conceptualmente implica. Minusvalorarla no es católico, porque el valor de esta palabra es crucial.

 

4.- Ser tradicional es defender con la vida la ley moral. La Teología de la Anomia no es católica.

 

5.- Ser tradicional es llamar al pan pan y al vino vino. El eufemismo no es católico.

 

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6.- Ser tradicional es no firmar la paz con los cuatro enemigos: demonio, mundo, carne y modernismo. El pacifismo no es católico.

 

7.- Ser tradicional es predicar contra la apostasía de la anticoncepción. La demagogia situacionista no es católica.

 

8.- Ser tradicional es clamar contra el pecado, atricionando almas para Cristo, y hablar del cielo y del infierno, del purgatorio y del juicio, particular y final. La inmanencia humanista no es católica.

 
9- Ser tradicional es combatir el adulterio y no trapichearlo con el mundo. El situacionismo, aquí de nuevo, no es católico.
 
y 10.- Ser tradicional, si se es obispo, es usar la propia autoridad para condenar el error, sancionar obstinados, prohibir panfletos, reprimir heteropraxis, remover cátedras, poner a los buenos y no a los malos en puestos de responsabilidad. La desistencia no es católica.
 
 

4.08.17

(201) Lo que pretende el situacionismo, II: difundir la ética de Judas

1.- Toda crisis de fe, en general, no es más que un abandono de la fe católica —a hechura de Judas, el protoapóstata. Porque la fe es la fe de la Iglesia, y la apostasía es rechazo de la fe de la Iglesia.

 

2.- Arrecia la necesidad de martirio, y se incrementa la infidelidad. Porque la apostasía, a estilo del Iscariote, es rechazo del martirio. 

 

3.- El situacionismo no es más que una evitación del martirio, una enajenación en la propia circunstancia; una autojustificación radical, que evita el testimonio, obviando la ley moral. Es la ética de Judas: un estado de pecado mortal habitual convertido en valor.

 

4.- Siendo la apostasía el más grave de todos los pecados, la moral de situación, en cuanto que la implica, es una de las más graves heterodoxias en teología moral.

 

5.- La justificación situacionista del uso de anticonceptivos no es más que la difusión de la infidelidad. La introducción en el matrimonio del horror al martirio.

 

6.- Trento, citando a San Agustín, enseña que «Dios, a los que una vez justificó por su gracia, no los abandona, si antes no es por ellos abandonado» (Dz 1537). Substituir la ley moral —que es la sabiduría misma de Dios— por los valores subjetivos de la propia circunstancia. He aquí el disparate sumo, la suprema desconfianza: es la sospecha de la gracia y el abandono de Dios.

 

7.- El ejemplo más elocuente: la apostasía masiva de bautizados, debida al uso de anticonceptivos, justificado con argumentos situacionistas. Es el beso de Judas de la Nueva Moral. El absolutismo de la propia situación.

 
 

2.08.17

(200) Memoria cristiana, I: calle Hospitalito, donde el obispado de Cádiz

DEL GRECO EN EL HOSPITALITO

En el Hospitalito hay un cuadro del Greco. A mi madre no le gustaba, más bien le daba coraje:

—¿Qué le pasa a este santo, que está tan delgao?

Le enternecía el chapurreo del órgano de aquel hombre mayó, que a veces tocaba, y toda la gloria polícroma del templo.

A menudo al salir de esa Misa, muchos años después, nos íbamos a tomar algo al bar Carrusel.

—Yo quiero un montaíto de melva y un café— decía ella. —Yo me pedía del tirón una cerveza.— ¿Qué te pareció la homilía, hijo? —me preguntaba, a ver qué decía.

Y luego me contaba cosas de la abuela Juana, del tiempo de la guerra, o cuando estaba enferma y escuchaba campanadas del Hospitalito, llamando a Misa.

—La abuela Juana guardaba caramelos de piñones junto a la cama —decía— y os daba en las manos, de chicos, si le sigilábais alguno.

 

VÁMONOS, QUE HAY QUE LLEGAR TEMPRANO A MISA

Muchos años antes, tras el romero azul del Parque Genovés, donde el muro de la fuente, estaba El Otro Lado. De niño lo sondeaba, le lanzaba aviones de plástico y plomo, que nunca regresaban. De pronto surgía un lagarto verde, se asustaban palomas, comenzaba a llover. Y alcanzaba a ver tan sólo un cuernecillo de columna, un canto viejo de ladrillo, una grieta del muro más antiguo que el mundo.

—Vamos ya, que hay que llegar temprano a Misa— decía mi madre.

Y recopilaba naves y aviadores despintados del Otro Lado del muro, tras el romero azul.

—Vámonos ya, David, que hay que confesarse— apuraba. 

Y marchaba del Genovés abandonando a algunos navegantes; pues, ¿quién sería capaz de cruzar el misterio, para rescatarlos?

Y tras la Misa, regresábamos todos juntos, mi madre, mis hermanos y yo, a casa por el Hospitalito, atravesando Cádiz, y el tiempo mismo.

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