(14) De primicias y anticipaciones en contemplación

El niño ha escuchado que la Fuente existe, y que mana sin detenerse. Y la Fuente misma le llama y él acude por su sed, para que su inocencia mane también sin detenerse.

Y la Fuente misma le llama y le atrae, y él acude a holgarse en ella.

“Introducidme en el santuario de vuestro amor. Os pido esta gracia, busco este favor, llamo a la puerta de este santuario para que me abráis. Vos que me hacéis pedir esta gracia, haced también que la reciba” (San Anselmo de Aosta, Meditación XI,  sobre la redención).

El alma, como un niño, anhela traspasar la puerta bendecida, hacia el santuario del amor de Dios, donde nos es anticipada su Morada.

Porque el Hijo del Hombre excava tanto con sus Manos, que alcanza el corazón de la naturaleza humana, y allí hace brotar el Agua viva, que anhela la Creación.

Romanos 8 :18 Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros.

19 En efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios.

20 Ella quedó sujeta a la vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza.

21 Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

22 Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto.

23 Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la plena filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo.

Gozo y alegría, en Este Lado de la Ciudad Celeste, son anticipo gratuito del Otro Lado, primicia de la Tierra Nueva, sed que anhela ser saciada.

Una melancolía incontenible nos inunda en esta parte. Una sensación de exilio incontrolable. Y quisiéramos pasar al Otro Lado como atravesando muros de romero azul, y sólo por amor permanecemos a gusto en Este, una jornada más, tras el Esplendoroso.

21 Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.

22 Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir.

23 Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor,

24 pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.

25 Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe. (Filipenses 1)

El niño camina junto al olivo blanco. Sabe que la Fuente está cerca. Y cuando palpa los frutos el camino se le abre y resplandece el Monte de la Gracia.

Junto al brocal del pozo azul, dan fruto los olivos y las hierbas de perfume. Donde el Maestro pide agua, y Él mismo es el pozo.

Y alrededor las vides y el trigo del Monte Esplendoroso cantan la gloria del Viviente

Los olivos transfigurados, para el Sacramento, son elevados hacia su propio Aceite.

Del Cuerpo del Transfigurado mana el agua de la belleza y la sangre de todos los bienes, y refulgen con el blancor nunca visto del Verdadero, del Bello, del Viviente.

Aceite de olivos imperecederos, bajo apariencia de simple aceite verde.

 Olivos de la ladera del Monte Transfigurado, redivivos en árboles presentes.

“Vos que hacéis buscar, hacedme también encontrar. Vos que enseñáis a llamar, abridme.  ¿A quién daréis sino a quien pide? ¿Quién encontrará sino el que busca? ¿A quién se le abre sino al que llama?” “ Sois vos quien me lo hacéis desear, y vos seréis también quién escuchará mi deseo. Oh alma mía únete a Dios, únete a Él obstinadamente. ¡Oh buen Señor, oh buen Jesús, no la rechacéis ¡Tiene sed de vuestro amor: reconfortadla. Que vuestro amor la sacie, la robustezca, la llene por completo; que me arrebate todo entero y me posea totalmente, porque vos sois, con el Padre y el Espíritu Santo, un solo Dios bendito por los siglos de los siglos, Amen” (San Anselmo, Meditación XI)

El alma tiene sed,  pide el agua que la sacie  totalmente, y cuando bebe y se complace en la Fuente, la Fuente brota en Él, y Cristo le ama y es todo agua en él. La Jeresulén Celeste refulge en la sed saciada. 

Apocalispsis 21

1 Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.

2 Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.

3 Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo  estará con ellos y será su Dios.

4 Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó».

5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas». Y agregó: «Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito.

6 ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

El Paráclito fecunda la Tierra Caída con la Sangre del Cordero , y todo se llena de inflorescencias de anticipación, estambres de primicia, germinaciones de delicia ya tan pronto en flor… y la futura plenitud se entreabre en nuestros corazones, como una Nueva Tierra y un Nuevo Cielo que han venido de lo alto, y se han posado sobre las tinieblas

CATECISMO VI. La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva

1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado:

La Iglesia […] «sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo […] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo» 

1043 La sagrada Escritura llama “cielos nuevos y tierra nueva” a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1, 10).

1044 En este “universo nuevo” (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. “Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap 21, 4; cf. 21, 27).

1045 Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era “como el sacramento” (LG 1). Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21, 2), “la Esposa del Cordero” (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, las manchas (cf. Ap 21, 27), el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.


2 comentarios

  
María Arratíbel
¿Por qué a tantos católicos no les gusta hablar del fin de los tiempos? ¿Por qué a muchos otros ni siquiera de la muerte? ¡Pidamos más fe! ¡Él nos dará desear la bienaventuranza eterna, la inquebrantable felicidad! ¿Y si mueren los nuestros? ¿Y si fueran mis hijos? ¡Señor, dame más fe! Fe para soportar la momentánea separación en espera de lo eterno juntos. Oremos sin cesar. En todo momento. Y pidamos sin límite. Pidamos que nos dé amor para amarle, para desear la eternidad en Su abrazo.
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A.G.- Es cierto, María, lo que dices. A muchos no les gusta hablar del fin de los tiempos,o de la muerte. Falta fe. También he notado cuán pocos son los que conocen la promesa de la Tierra Nueva y el Cielo Nuevo, en que nuestro universo deformado recuperará con creces su figura primigenia, y mostrará plenamente a Cristo.

Gracias por el comentario.
22/08/14 11:11 PM
  
Javier Sánchez Martínez
Me emociona profundamente el planteamiento y la belleza al describirlo.
No menos aún, dado el tema de mis estudios en liturgia, la alusión a esos olivos que crecen y rezuman Aceite eterno.
Es una creación expectante, en tensión, hacia la Novedad eterna que es Jesucristo, Señor de todo. En esa tensión, todo se pone a su servicio, para el orden de la redención: el agua, el aceite, la luz, el trigo y el vino...
¡Qué bella ha de ser la Nueva y definitiva Creación si estos elementos de la primera creación son así, esplenderosos, elocuentes, significativos!
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A.G.- Qué bien lo ha expresado! Sé que es tema muy querido para usted.

Creo que sus palabras "En esa tensión, todo se pone a su servicio, para el orden de la redención: el agua, el aceite, la luz, el trigo y el vino..." servirían para prologar perfectamente la intención de mi post. Todo un lujo.

Muchas gracias por el bello comentario, en su línea de siempre, vía pulchritudinis.
23/08/14 2:09 PM

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