El feminismo, o la mutación alienígena de la femineidad
A las feministas españolas la Iglesia les molesta, les irrita, les resulta peligrosa para sus planes de “liberación de la mujer". Una liberación que, a día de hoy, consiste básicamente en que se les dé vía libre para abortar. La moral católica provoca en ellas una reacción similar a la que un crucifijo causa en un endemoniado. Salvo milagro, es más previsible que Drácula se cuelgue una ristra de ajos en el cuello que ellas lleven un rosario en sus manos.
Y como saben que en la ONU son bien recibidas, pues aprovechan la ocasión para pedir que el Vaticano sea apartado de la organización de las naciones unidas. Lo cual no deja de ser curioso. Uno esperaría que unas feministas “fetén” pedirían antes la salida de la ONU de aquellos países donde todavía se lapida a las adúlteras. O aquellos donde se da de latigazos a las mujeres que osan tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Es más, a pesar de que el aborto les parece algo fenomenal, sería bueno que exigieran a China que pusiera fin a la nefasta política que obliga a cada matrimonio a tener un solo hijo, siquiera sea porque eso provoca que las familias opten por deshacerse de los fetos de sexo femenino o incluso de las niñas una vez nacidas. Ya puestos, podrían promover que en África se ponga más énfasis en acabar con la ablación del clítoris de las mujeres que en llenar sus bolsillos de condones que luego sus “hombres” no usan. Es más, a esas feministas no las he visto defender a esa mujer musulmana que ha tenido que ser protegida por la justicia de un imán y otros musulmanes que la querían “crujir” por llevar un estilo de vida como el de la mayoría de las españolas.