Leemos en Religión Digital que Aznar y Mayor Oreja oprimieron a los terroristas
Como cada mañana, doy un repaso a las informaciones que aparecen en los medios de comunicación religiosos. Y me acabo de encontrar con una noticia peculiar en Religión Digital. Resulta que José María Aznar ha visitado Chile y, fuera de agenda, se pasó por la región de la Araucanía para brindar “todo su apoyo a las acciones que han iniciado grupos de agricultores-terratenientes que se oponen a las reivindicaciones del pueblo Mapuche“.
Tal hecho es criticado por Jaime Escobar M, editor de la revista Reflexión y Liberación, claramente orientada hacia la teología de la liberación, de la que no creo que haga falta que explique en qué consiste.
Podría entrar a analizar la cuestión del conflicto con los mapuches, sobre el que estoy informándome en las últimas semanas, pero tiempo habrá de que lo haga. Lo que me interesa ahora es un par de párrafos del texto del señor Escobar. Dice:

Tras la reciente sentencia del Tribunal Constitucional (TC) de España sobre el matrimonio homosexual, en la que apelaba a la evolución de la sociedad para aprobar algo que no aparecía en el texto de la Carta Magna, a muchos ya les quedó claro que en este país no hay ningún derecho ni ley que no pueda quedar al albur de lo que la opinión pública piense según el CIS o los estudios demoscópicos. Pero si partimos de una realidad espantosa, que consiste en que el mayor de los derechos, el de la vida, está pisoteado por la legislación, ¿qué no podremos esperar del actual sistema político?
Desde que un rey adúltero, Enrique VIII, decidió fundar en Inglaterra una “iglesia” nacional para poder adulterar a gusto, las cosas no han cambiado mucho. Hoy, como entonces, el monarca inglés (y de paso británico) es la cabeza de la llamada Iglesia de Inglaterra -en realidad no es iglesia, sino comunión eclesial-. Ciertamente los reyes ingleses llevan mucho tiempo sin meterse a fondo en asuntos eclesiásticos, que son cosa del arzobispo de Canterbury. Pero si quisieran intervenir, dudo que nadie se lo pudiera impedir.
Nadie quiere enfermar. Nadie quiere sufrir. Nadie quiere ver como sus seres queridos enferman y sufren. Pero la enfermedad es compañera de camino en nuestras vidas. Antes o después nos encontraremos con ella, tanto sufriéndola en nuestras propias carnes como en la de aquellos a los que más amamos.


