11.07.16

¿A quién instruye la CEE?

La semana pasada se publicó la Instrucción «Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo», aprobado en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española de abril. El texto entero se puede encontrar aquí (pdf) y aquí (Word).

Lo primero que llama la atención es la fecha elegida para presentar un documento de esa “magnitud”. En plena canícula veraniega, cuando el personal está pensando más en irse a la playa, la piscina o la montaña que en meterse al cuerpo 50 páginas de texto doctrinal. Si lo que querían es que la instrucción pasara sin pena ni gloria mediática, lo han conseguido. Aun así, tampoco es claro que elegir una fecha mejor pueda cambiar las cosas. La pura realidad es que los documentos de la CEE, tanto si son buenos como si no, no los lee casi nadie. Puede que la mayoría de los curas lo hagan y quizás un sector de los seglares con cierto interés en formarse. O sea… casi nadie.

Uno de los primeros párrafos que se encuentran en la instrucción empieza así:

La Iglesia en España, en el seno de la comunión de la Iglesia universal, de la cual forma parte bajo la guía del sucesor de Pedro, ha llevado a cabo a lo largo de estas cinco décadas transcurridas una profunda renovación de mente y acción evangelizadora y pastoral. 

Hechos:

1- Hace 50 años España era profundamente católica. Hoy no lo es.

2- Hace 50 años nuestros seminarios estaban repletos. Hoy solo unos pocos tienen un nivel de asistencia aceptable.

3- Hace 50 años la legislación española era, según palabras de San Juan XXIII, “católica”. Hoy no hay ley de ingeniería social perversa que no se haya aprobado o se piense aprobar. Hace 50 años era impensable un gobierno con ministros de misa diaria que admitiera el aborto y el “gaymonio". Hoy no hay un solo partido político con representación parlamentaria que pueda votar un católico sin taparse la nariz.

4- Hace 50 años la escuela católica era digna de ese nombre. Hoy, la secularización interna de gran parte de las órdenes y congregaciones religiosas provoca que millones de niños pasen por las escuelas católicas sin que se le quede impregnado nada de la fe.

Ese es el resultado de la “profunda renovación de mente y acción evangelizadora y pastoral". Si la Iglesia fuera una empresa, habría que poner de patitas en la calle a prácticamente toda la directiva. Y lo peor de todo es que no se atisba ni el más mínimo indicio de autocrítica. De esto ya escribió Bruno Moreno allá por el mes de marzo. Nuestros pastores parecen encantados de haberse conocido a pesar de que el enfermo se les está muriendo agonizado entre estertores. Ha dado igual que estuvieran unos u otros al frente de la CEE. Como conjunto, el resultado es lamentable. Y estamos hablando del negociado de las almas, que es el más importante de todos.

¿Y qué tiene todo esto que ver con una instrucción cristológica? Pues todo. Dice el punto 12 del texto:

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29.06.16

No hay acuerdo real católico-luterano sobre la justificación

En la rueda de prensa que el papa Francisco dio en el avión de vuelta a Roma desde Armenia, el Santo Padre habló sobre muchos temas. Quiero fijarme especialmente en sus palabras sobre Martín Lutero. Reproduzco la transcripción que ha hecho el diario argentino La Nación:

Las intuiciones de Martin Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quiza algunos métodos no eran los justos pero en aquel tiempo, si leemos la historia de Pastor, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo a imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, apego al dinero, al poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, ha dado un paso adelante justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado. El dio una medicina a la Iglesia pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos quienes estaban? Los príncipes. Cuius regio, cuius religio. Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender.

Es cierto que en la Iglesia, en tiempos de Lutero, había mundanidad, apego al dinero, al poder. También había una falta de formación tremenda entre los sacerdotes, de tal manera que algunos ni siquiera sabían bien el latín y es dudoso que pudieran celebrar misas válidas. El nepotismo estaba a la orden del día. Y el papado no pasaba, precisamente, por sus mejores momentos. Pero Lutero no «protestó» tanto contra la corrupción moral, sino contra los que él consideraba como errores doctrinales de la Iglesia católica. Él mismo lo dice: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías». Y años después: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. Efectivamente, «bellum est Luthero cum prava doctrina, cum impiis dogmatis» (Melanchton).

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28.06.16

La justificación en Trento para catecúmenos (I)

- ¿Por qué se empeña usted en apelar al concilio de Trento, y especialmente a su decreto sobre la justificación, cuando es un concilio de un pasado y un contexto histórico muy diferente del actual?

- Por dos razones:

  • Porque la fe de Trento es la fe del bienaventurado san Pedro, y de los Apóstoles; es la fe de los Padres; es la fe de los católicos.
  • Porque tengo el convencimiento de que esa fe corre hoy el grave peligro de ser abandonada, de ser manipulada, de ser objeto de una mutación mortal para las almas de los fieles.

Analicemos cuidadosamente la enseñanza del concilio tridentino sobre la justificación. Empezamos por el decreto:

Habiéndose difundido en estos tiempos, no sin pérdida de muchas almas, y grave detrimento de la unidad de la Iglesia, ciertas doctrinas erróneas sobre la Justificación; el sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento, congregado legítimamente en el Espíritu Santo, y presidido a nombre de nuestro santísimo Padre y señor en Cristo, Paulo por la divina providencia Papa III de este nombre, por los reverendísimos señores Juan María de Monte, Obispo de Palestina, y Marcelo, Presbítero del título de santa Cruz en Jerusalén, Cardenales de la santa Iglesia Romana, y Legados Apostólicos a latere, se propone declarar a todos los fieles cristianos, a honra y gloria de Dios omnipotente, tranquilidad de la Iglesia, y salvación de las almas, la verdadera y sana doctrina de la Justificación, que el sol de justicia Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe enseñó, comunicaron sus Apóstoles, y perpetuamente ha retenido la Iglesia católica inspirada por el Espíritu Santo; prohibiendo con el mayor rigor, que ninguno en adelante se atreva a creer, predicar o enseñar de otro modo que el que se establece y declara en el presente decreto.

Es papel fundamental e irrenunciable de la Iglesia defender la sana doctrina que nos puede hacer salvos (1ª Tim 4,16). Los apóstoles exhortaron a combatir el error y a desechar a quienes lo sostienen y difunden entre los fieles. En pleno auge de las herejías protestantes, la Iglesia Católica se propuso, y logró, expresar la verdad sobre una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana: la justificación.

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27.06.16

Os envié profetas y no obedecisteis

Publicado el 21 de junio del 2014. Republicado el 27 de junio del 2016.

Dios sabe hacerse oír. Cuando quiere que su pueblo no siga por el camino de perdición, envía profetas que advierten de las consecuencias. Pero el pueblo no siempre escucha, o lo hace pero no obedece. Esto dijo a través del profeta Jeremías:

Así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: Ve y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? Oráculo de Yahvé. Las palabras de Jonadab, hijo de Recab, son obedecidas: mandó a sus hijos no beber vino, y no lo han bebido hasta hoy, cumpliendo el mandato de su padre, y yo os he hablado tantas y tantas veces, y no me habéis obedecido.
Os he enviado una y otra vez a mis siervos los profetas para deciros: Convertios de vuestros malos caminos, enmendad vuestras obras y no os vayáis tras de los dioses ajenos para darles culto, y habitaréis la tierra que os he dado a vosotros y a vuestros padres; pero no me habéis dado oídos, no me habéis obedecido.

(Jer 35,13-14)

Eso mismo hizo Dios a través de varios Papas de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Ejemplos:

… desgraciadamente, y con gran daño para la religión, se ha introducido un sistema que se adorna con el nombre respetable de «alta crítica», y según el cual el origen, la integridad y la autoridad de todo libro deben ser establecidos solamente atendiendo a lo que ellos llaman razones internas. Por el contrario, es evidente que, cuando se trata de una cuestión histórica, como es el origen y conservación de una obra cualquiera, los testimonios históricos tienen más valor que todos los demás y deben ser buscados y examinados con el máximo interés; las razones internas, por el contrario, la mayoría de las veces no merecen la pena de ser invocadas sino, a lo más, como confirmación. De otro modo, surgirán graves inconvenientes: los enemigos de la religión atacarán la autenticidad de los libros sagrados con más confianza de abrir brecha; este género de «alta crítica» que preconizan conducirá en definitiva a que cada uno en la interpretación se atenga a sus gustos y a sus prejuicios; de este modo, la luz que se busca en las Escrituras no se hará, y ninguna ventaja reportará la ciencia; antes bien se pondrá de manifiesto esa nota característica del error que consiste en la diversidad y disentimiento de las opiniones, como lo están demostrando los corifeos de esta nueva ciencia; y como la mayor parte están imbuidos en las máximas de una vana filosofía y del racionalismo, no temerán descartar de los sagrados libros las profecías, los milagros y todos los demás hechos que traspasen el orden natural.
(Encíclica Providentíssimus Deus 40, León XIII)

No se le hizo, o más bien no se le hace, apenas caso. Y se ha cumplido lo que profetizó. Literalmente.

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26.06.16

Monofisismo, nestorianismo y cerulialismo... pelillos a la mar

- Oiga, para seguir en plan cenizo, mejor acelere su marcha.

- Las cosas ocurren cuando Dios quiere, si Dios quiere y como Dios quiere. O al menos, permite.

Parto del hecho de que la unión de los cristianos es algo querido por Cristo, quien pidió al Padre que todos fuéramos uno. Por tanto, buscar la unidad no puede ser considerado como algo malo o herético. También parto del hecho de que la Iglesia de Cristo “subsiste en” la Iglesia Católica. Antes del CVII se decía “es", en vez de subsiste. Veremos, permítaseme la ironía, si más adelante no nos toca decir que “sobrevive en".

Ni que decir tiene que la Iglesia Católica ha cambiado radicalmente su actitud ante el ecumenismo en el último medio siglo. Sí, ciertamente se publicó el documento Dominus Iesu (DI), que intentaba poner freno a determinados excesos, pero como ocurre con gran parte del Magisterio escrito en estas décadas, ni es conocido por la mayoría de los fieles ni está claro que sirva para otra cosa que para que algún día, Dios así lo quiera, se pueda llevar a cabo una reforma que suponga un regreso a la esencia del catolicismo, hoy tan diluida entre kasperitas, tibios e ignorantes. Incluso ese documento ratifica un claro cambio de la actitud ante los no católicos por parte del catolicismo. Por ejemplo, el Catecismo de San Pío X (uno de esos profetas a los que no se hace ni caso), decía lo siguiente del protestantismo:

129. El Protestantismo o religión reformadacomo orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas.

Ahora a los protestantes se les llama comunidades eclesiales separadas que aunque “tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia” (DI, 17).

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