Tenía diez u once años

Sí, tenía diez u once años cuando unos seminaristas escolapios que estaban a punto de ordenarse llegaron a Getafe. Uno de los padres que nos daba clase nos dijo que si queríamos charlar con esos jóvenes, podíamos quedarnos un rato con ellos después de clase. Muy pocos chavales, cinco o seis, aceptamos la invitación. Me acuerdo de que durante dos o tres días fuimos a la capilla pequeña que estaba en el piso superior del edificio principal y allá disfrutamos del testimonio de esos hombres que en su juventud habían decidido entregar su vida al Señor.

Nos lo debieron contar muy bien porque lo cierto es que la tarde en que acabábamos nuestro encuentro con ellos, al regresar a casa, caminando por el parquecillo que había justo antes de cruzar el paso a nivel por encima de la vía del tren, yo le dije a Dios que quería ser sacerdote. Me acuerdo perfectamente. Iba mirando al suelo, andando despacio, dando patadas a las hojas caídas de los árboles … y hablando con Dios. Y recuerdo como si fuera ahora esa extraña sensación que se apoderó de mi corazón. Algo casí palpable, un calor que no quemaba, reposado y a la vez real como el aire que respiraba. Ahora que lo pienso, los quince minutos que tardé en llegar a casa fueron quizás los más felices de toda mi infancia. Supongo que si alguien se cruzó en mi camino debió preguntarse en qué estaría pensando ese crío con cara ausente. Algo debieron notar en casa cuando llegué porque mi madrina y mi abuelo, que estaban pasando unas semanas con nosotros, me preguntaron qué me pasaba. Les respondí que había decidido ser cura y lo debí decir con tal aplomo y con tal seguridad que a mi abuelo paterno le dio un ataque de tos. Sé que luego lo hablé con mi madre, la cual se limitó a sonreir.

Creo que aquel ¿deseo? me duró un par de semanas. Poco a poco se fue apagando porque ni yo sabía cómo alimentarlo ni creo que nadie se lo tomara realmente en serio. Lo cierto es que hoy, casi treinta años más tarde, daría lo que fuera por volver a hacer aquel recorrido de la puerta del colegio a la puerta de mi casa. No porque quiera ser sacerdote -puedo servir al Señor perfectamente desde mi condición de laico-, sino porque quiero que aquel fuego que no quemaba, caliente de nuevo un corazón que a veces parece que ha envejecido demasiado, que en ocasiones se encuentra enfermo y tiritando de frío.

Sólo una cosa más. Estemos pendientes para que si un niño nos viene contando que quiere consagrarse a Dios, no lo dejemos pasar pensando que es algo pasajero. Quizás lo sea, sí. Pero puede que estemos malogrando una posible vocación. Si vemos que hay semilla, abonémosla, reguémosla, cuidémosla. Que es mucha la mies y pocos los obreros.

Luis Fernando Pérez Bustamante

11 comentarios

  
José Luis
Es una reflexión muy interesante, Luis Fernando.

Es una historia que se repite con frecuencia, en la vocación de las personas para la vida sacerdotal o para la vida religiosa, no siempre acertamos a encontrar con un alma que esté dispuesta a ayudar en ese camino vocacional. La mayoría de las veces no creen que tenga una vocación, y aún más, en nuestro camino podemos encontrarnos con personas que intentan poner fin a esa vocación que Dios ha puesto en tu corazón.

Si Dios que te ha concedido ya desde tu infancia, una vocación para consagrarte a Dios, esa ilusión que no debe apagarse, en nuestra vida podíamos padecer crisis, pero siempre el Señor nos anima a seguir adelante, superando crisis y adversidades.
19/10/06 1:40 PM
  
José Luis
En nuestro corazón podríamos imaginar por ejemplo que Dios nos llama al sacerdocio, San Francisco de Asís tras una revelación de un ángel, no se consideraba digno de ser sacerdote, y sin embargo es uno de los santos más importantes que tiene la Iglesia Católica.
Los santos no siempre permanecieron en una primera vocación, la auténtica vocación de San Antonio de Papua no era Agustino, sino franciscano, y la Iglesia le dio el título de Doctor. Así mismo San Antonio María Claret, que pensó en la Cartuja, como San Juan de la Cruz, y su vocación era otras.
Luis Fernando, ¿has pensado pertenecer a la Tercera Orden de San Francisco de Asís?
De todas formas, también hay determinados testimonios, de cristianos casados, tras quedarse viudos y con hijos, continuaron su vida como sacerdote. Pero en tu caso, y que tu mujer viva muchos años, podéis inscribiros para ser franciscanos de la Tercera Orden.
19/10/06 1:43 PM
  
José Luis
Luego, en la vocación de un niño, nunca jamás se piense que es pasajero, porque Dios da y no quita la vocación. Si la vocación. Cuando Dios llama, llama para siempre. Solamente nuestro pecado, nuestros apegos a lo terreno y al propio yo, nos impide comprender la vocación que Dios nos da.

Una persona que intenta quitar la vocación a otra persona, no tiene auténtica vocación religiosa, según enseña San Alfonso María de Ligorio, y no lo aprueba Santo

• Santo Tomás de Aquino:
«Contra retraentes»(Lo recomiendo)
http://www.mercaba.org/DOCTORES/AQUINO/01.htm

* * *

Me he encontrado con personas que en primer lugar dice que la edad no es obstáculo para la vocación sacerdotal o para la vida religiosa, pero luego se echan atrás y no lo admiten, dicen una cosa y hacen otra.
19/10/06 1:45 PM
  
Katia
He leído con atención tu testimonio. Es sorprendente!!! Pero Dios te ha llevado de su mano hasta donde ha querido y siempre has estado haciendo Su voluntad, en un lugar o en otro. O sea que, date por satisfecho y agrádecele Su ayuda y su compañía. Da igual si no has sido Sacerdote. Has hecho y estás haciendo cosas muy importantes. Y nos estás ayudando a TODOS.
19/10/06 11:25 PM
  
Luis Fernando
Katia, yo creo que el Señor, más que guiarme siempre lo que ha hecho es evitar que me pegara el trompazo final (y a punto estuve de pegármelo en al menos 4 ocasiones). Sólo cuando decidí que ya era hora de dejarme guiar es cuando, entonces sí, empezó a llevarme donde ahora me tiene y donde sólo Él sabe que me llevará.
Lo de no haber sido presbítero no me preocupa pero sí he querido contar lo que pasó para que seamos todos conscientes de que a veces el Señor llama a sus hijos desde muy niños. El profeta Samuel es un claro ejemplo bíblico. Y de Jeremías se nos dice que le hizo profeta antes incluso de que naciera (más o menos com San Juan Bautista). Lo que ocurre es que el ambiente actual no ayuda nada a que esas vocaciones tempranas puedan madurar. Y eso tenemos que solucionarlo de alguna manera.
20/10/06 12:04 AM
  
José Luis
La vocación ha tenido sus opositores, incluso en la misma familia de la fe, pero Jesucristo deja claro a los que obran con corazones mal dispuestos, egoístas y envidiosos hacia los que buscan una mayor cercanía a Dios.
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar.» (Mt 23, 13). Pues esto se repite hoy día aunque con más gravedad que en otros tiempos.
20/10/06 9:13 AM
  
José Luis
El olvido de Dios, la vida relajada, los apegos a lo terreno, la corrupción de nuestro hombre viejo, son cosas que impide discernir cuando es vocación verdadera, por eso, San Juan nos enseña que hay que examinar si los espíritus vienen de Dios, pues no todos vienen de Dios (cf. 1Jn 4, 1); no se puede fiar de todos. No todos es llamado por Dios a una vocación determinada, que posiblemente Dios lo quiera para otro asunto pero en la vida de santidad.
«Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios… » (Hebreos 5,4). Los ha habido que muchos se han hechos sacerdotes sin haber sido llamados por Dios para esta vocación.
20/10/06 9:15 AM
  
José Luis
Sabemos que Cristo dice: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.» (Mc 10, 14). El deseo de encontrarse con Cristo ningún creyente debe convertirse en obstáculo. Sino que debe ser un medio para acercar esa alma a Dios. «El llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.» (Mt 18, 2-3), no se hace como ese niño que busca a Cristo. Porque hay que reconocer que no todos los niños por la educación y ejemplos de otros, no quieren acercarse a Cristo, sino hay que hacerse como niños que busca a Cristo. San Antonio de Padua, hacía dos cosas, oración y ayudar a su padre en el trabajo, ni siquiera le interesaba jugar con otros niños, aunque fuese juegos inocentes, había encontrado su alegría en Cristo Jesús, que hacía sus delicias.
20/10/06 9:16 AM
  
José Luis
Luis Fernando, ya te llamó el Señor cuando eras niño, para que seas un santo. Todos estamos llamados a la santidad, es la vocación común de todos los fieles a la Santísima Voluntad de Dios.

Pero cuidado, no te dé por satisfecho todavía, pues tiene mucho bien que hacer para gloria de Dios, en este mundo nunca hacemos lo suficiente, sólamente si entramos en el Reino de los cielos, es cuando el Señor ha quedado satisfecho porque le hemos sido fiel hasta el final, necesitamos perseverar hasta el final.
20/10/06 9:28 AM
  
Luis Fernando
No, no, yo tengo muy en cuenta lo que dijo San Pablo:
El que se crea firme, mire que no caiga
1ª Cor 10,12
20/10/06 10:08 AM
  
José Luis
Sucedió en Greccio (Italia), cuando los primeros franciscanos anunciaron a Cristo con sus palabras y ejemplos, hasta los niños salían a las calles para alabar al Señor, al paso que veían aquellos santos franciscanos:

• «En aquella época, los hermanos del lugar, lo mismo que los de otros muchos lugares, solían alabar al Señor al atardecer. Con frecuencia, hombres y mujeres, grandes y pequeños, salían de sus casas, y de pie en el camino, ante el castro, alternaban con los hermanos, respondiendo en alta voz: «Loado sea el Señor Dios». Hasta los niños pequeños que no sabían hablar bien, cuando veían a los hermanos, alababan al Señor a su manera» (San Francisco de Asís, Escritos-biografías-Documentos de la época, «Celano. Leyenda de Perusa, 74, pág.643. BAC. Madrid. 1980).

Los niños deben convertirse en ángeles del Señor y perseverar, que alaben y se cuiden solamente de las cosas del Señor, para un futuro mejor.
21/10/06 2:12 PM

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