¿Pertenencia y comunión o falta de memoria?, por Monseñor Algora Hernando

Buscando cartas de obispos en las webs -penosas más de la mitad- de las diócesis españolas, me encontré con la que leerán los católicos de Ciudad Real el próximo domingo. No sé si las cartas de Monseñor Antonio Ángel Algora Hernando son siempre tan reflexivas, pero esta desde luego lo es. Espero que sirva para que aquellos lectores que están pensando en mudanzas innecesarias, se lo piensen dos veces.

¿PERTENENCIA Y COMUNIÓN O FALTA DE MEMORIA?

18/02/2007

Vengo dando vueltas a la cabeza, tratando de hallar por qué se producen con demasiada frecuencia cambios bruscos de dirección en la vida de las personas… casadas o solteras, seglares o sacerdotes, jóvenes o viejos. De repente, alguien rompe con sus compromisos anteriores y se lanza a aventuras que, la mayor parte de las veces, sólo traen disgustos, y comportamientos sucesivos que se repiten y se repiten esos cambios imprevistos. A veces, la cosa es tan trágica que, en la aventura, va la muerte incluida.

Aventuro esta afirmación: Esa situación tiene el denominador común de la pérdida de memoria. No me refiero a los recuerdos que, a veces, vemos arrastrar amargándole la vida a quien ha sido víctima de estas situaciones, no. Es algo mucho más duro: la positiva voluntad de no contar con la memoria, con esa facultad humana que da peso a nuestras actuaciones y que se ha de tener presente antes de tomar una decisión.

La memoria se debilita cuando se pierden las referencias grandes o pequeñas, aquellas que me han hecho posible la vida y que me han permitido llegar hasta hoy con un mínimo de sentido de la orientación, "de lo que hay que hacer" porque soy el mismo dondequiera que esté.

No tengo memoria cuando vivo como si Dios no existiera, porque la ausencia de esta referencia definitiva me deja sin saber de dónde vengo ni adónde voy.

No tengo memoria cuando siento que no le debo nada nadie, aun de tejas para abajo. Se diluye la "terra patrium", la tierra de los padres… Y me quedo sin tierra debajo de los pies, sin raíces, sin referencias históricas. El que carece de esta facultad, está inerme ante cualquiera que quiera manipular la historia. Y, si no, ¿cómo se explica la credulidad ante las solemnes mentiras históricas, imposibles de demostrar con una mínima documentación, de la novela "El Código Da Vinci"? Sin aportar documento alguno, ha logrado hacer vacilar en sus convicciones a más de uno.

El que carece de la facultad de la memoria o la tiene muy debilitada, entra en ese mundo de la sospecha que tanto explotan algunos grandes medios de comunicación, para que sólo se compre ese periódico, se oiga esa radio o se vea esa TV. El clima de sospecha devora a esos mismos medios que crean esa situación. La Iglesia es sospechosa, la familia es sospechosa, la escuela no sirve, y la empresa en que se trabaja… no digamos. Si son los servicios sociales, Seguridad Social, partido político o sindicato… ya, ni hablar. Se puede argumentar: ¿Pero quién ha sostenido tu infancia y tu adolescencia, quién te ha mantenido en su propio seno durante la juventud? ¿Quién te ofrece las mejores posibilidades para construir la existencia?

Adquirido como real, ese estado de cosas que provoca la sospecha, engendra en el individuo y en la conciencia colectiva una agresividad y una inestabilidad intelectual, afectiva y emocional que lanza a la persona y a los grupos a la búsqueda de seguridades que caen una y otra vez con demasiada frecuencia.

Los católicos sí tenemos memoria. Hasta la celebramos: "Haced esto es conmemoración mía". Jesucristo, el Hombre, es la referencia definitiva, de ayer de hoy y de siempre. Esta "eficaz memoria" nos hace a los cristianos gozar de la facultad de unificar nuestra vida, de ser los mismos en la calle que en el trabajo, en la familia que en la vecindad, en la Iglesia que en el sindicato, en el grupo de los amigos que en el partido político.

Así lo hemos entendido al proponer en el Plan Diocesano de Pastoral: "Fortalecer el sentido de pertenencia y comunión eclesiales en todos los bautizados, especialmente en aquellos que asumen responsabilidades en algún campo de la acción pastoral". (2º objetivo). La pertenencia y la comunión aseguran la memoria y exigen de nosotros "una mayor responsabilidad y participación … en los cauces de comunión eclesial… así como una mayor comunión efectiva con otras Iglesias…" (Propuesta 7ª)

Vuestro obispo + Antonio

2 comentarios

  
sofía
Dudo mucho de que se trate de un problema de memoria. En todo caso, cada día deberíamos poner nuestra memoria en las manos de Dios, para que elimine algunos recuerdos que sería mejor que no estuvieran allí y nos recuerde lo que no debemos olvidar.
Los cambios a veces son provocados por la última gota que colma el vaso repleto de memorias. Y a veces, muchas veces, son cambios para bien.
14/02/07 6:35 PM
  
juvenal
Iesu dulcis memoria dans vera cordis gaudia....
Es un problema de memoria.
14/02/07 8:56 PM

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