La guerra contra el aborto se puede ganar
A lo largo de la historia de la Humanidad no hay ninguna guerra de cuyo resultado dependa la suerte de tantos millones de víctimas inocentes como es el caso de la guerra contra el aborto legal. El campo de batalla es un lugar por el que hemos pasado todos los seres humanos: el seno materno. Allá donde todos empezamos a existir, allá donde recibimos los primeros cuidados maternos, se ha convertido, por voluntad humana, en la cámara de ejecución para millones de no nacidos.
La ciencia es instrumento tanto para la “mejora” en los sistemas de eliminación de los seres humanos no nacidos como para alcanzar una mayor comprensión de la brutalidad de dicho acto. En ese sentido, las ecografías en 3D de embriones y fetos nos ayudan a comprender la condición humana del ser que se desarrolla dentro de su madre. No en vano, los abortistas denostan el uso de imágenes en los debates sobre el aborto. Saben bien que una imagen vale más que mil palabras.

Hay que empezar por reconocer las cosas. Como ya nos adelantó Cristo (Jn 15,18-19), la Iglesia no suele llevarse bien con el mundo. Ciertamente es apreciada su labor asistencial, sobre todo en países donde el hambre y los conflictos bélicos oprimen a la población tiempos de crisis, pero también en las naciones del “primer mundo” cuando pasan por crisis económicas. En España son centenares de miles las personas ayudadas por Cáritas.
Una nación en la que se han matado antes de nacer a más de un millón y medio de seres humanos en el último cuarto de siglo, difícilmente puede tener un futuro que no sea el más profundo de los abismos. Una nación en la que la tasa de natalidad está muy lejos del nivel de reemplazo generacional, no puede tener otro futuro que no sea su envejecimiento y empobrecimiento a todos los niveles. Una clase política que alienta, promueve y legisla de cara a que se den ambas circunstancias no puede recibir otro calificativo que el de necia e irresponsable. Pero su necedad e irresponsabilidad está refrendada en las urnas por la gran mayoría de la población.
Sin lugar a dudas (*), la participación del primer ministro húngaro ha sido lo mejor del XIV Congreso de Católicos y Vida Pública celebrado este fin de semana en Madrid. Viktor Orban no se anduvo por la ramas al hablar de la situación en Europa:








