InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Anti-magisterio

27.06.08

Esto no es el acabose, sino el continuose del empezose

Cuando el 30 de marzo del 2006 la Conferencia Episcopal Española publicó el documento Teología y secularización, algunos pensamos - y escribimos - que aquel era un paso que marcaba un antes y un después en la historia de la Iglesia en España. Uno de los capítulos de dicho texto –el 3,d- abordaba la cuestión del “Magisterio de la Iglesia y el fenómeno del disenso”. Así, podíamos leer que “…una expresión de los errores eclesiológicos señalados es la existencia de grupos que propagan y divulgan sistemáticamente enseñanzas contrarias al Magisterio de la Iglesia en cuestiones de fe y moral. Aprovechan la facilidad con que determinados medios de comunicación social prestan atención a estos grupos, y multiplican las comparecencias, manifestaciones y comunicados de colectivos e intervenciones personales que disienten abiertamente de la enseñanza del Papa y de los obispos. Al mismo tiempo reclaman para sí la condición de cristianos y católicos…”.

El documento añadía que “…es necesario recordar, además, que existe un disenso silencioso que propugna y difunde la desafección hacia la Iglesia, presentada como legítima actitud crítica respecto a la jerarquía y su Magisterio, justificando el disenso en el interior de la misma Iglesia, como si un cristiano no pudiera ser adulto sin tomar una cierta distancia de las enseñanzas magisteriales…” se aseguraba que “…esta actitud encuentra apoyo en miembros de Centros académicos de la Iglesia, y en algunas editoriales y librerías gestionadas por Instituciones católicas..” y como consecuencia “…es muy grande la desorientación que entre los fieles causa este modo de proceder”.

Viene todo esto a cuento de lo que con casi total seguridad va a pasar tras la publicación de la Nota de la Conferencia Episcopal Española sobre el libro “Jesús. Aproximación histórica” del teólogo vasco José Antonio Pagola. Si ya cuando el obispo de Tarazona, monseñor Demetrio Fernández, tuvo la osadía de escribir una carta pastoral a sus fieles advirtiéndoles de los errores de dicho libro, se montó un cirio mediático-eclesial de considerables dimensiones, y si ya cuando Monseñor Martínez Camino anunció la publicación de esta Nota algunos se lanzaron a denunciar oscuros y ladinos intereses, eclesiales y económicos, como razones para condenar el libro, ¡qué no cabe esperar ahora que ya tenemos la condena!.

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21.06.08

El objetivo no es Pagola.

Desde el primer momento en que el “caso Pagola” apareció en los medios de información y opinión religiosa, se ha querido presentar el mismo como el resultado de una especie de vendetta personal de unos cuantos contra el teólogo vasco. El objeto de la mayor parte de las críticas ha sido el obispo de Tarazona, monseñor Demetrio Fernández, sobre el que se han lanzado toda clase de epítetos descalificatorios y de desprecio, no sólo hacia él sino hacia su diócesis, considerada como menor. Ciertamente Tarazona no es Zaragoza, Barcelona, Madrid ni Milán, pero tan católicos son sus diocesanos como los de cualquier otra diócesis del mundo. Y tan sucesor de los apóstoles es monseñor Demetrio como Benedicto XVI, siendo claro que éste es el “protos” entre todos ellos.

Don Demetrio ha hecho lo que otros no se han atrevido a hacer. Dar un paso adelante y advertir a sus fieles de los peligros que para su fe tiene un libro escrito por un teólogo importante, que ha alcanzado una difusión inusual. Si el libro lo hubiera escrito yo y se hubieran distribuido cien copias, el obispo de Tarazona no habría dedicado un minuto de su tiempo a esa cuestión. Pero Pagola no es un cualquiera. Y las decenas de miles de copias de su libro dan idea de la cantidad de gente que ya lo ha leído.

La pregunta que todo aquel que se precie de ser católico fiel a la Iglesia no es porqué don Demetrio decidió actuar como pastor. La pregunta no puede ser otra que la que reza así: ¿Es o no es el “Jesús” de Pagola el Jesús de la Iglesia? Si la respuesta es sí, monseñor Demetrio ha metido la pata. Si la respuesta es no, monseñor Demetrio ha demostrado ser un buen pastor preocupado por la salud espiritual de sus fieles. Y de paso, por la de los fieles del resto del mundo, cosa que todo obispo puede y debe tener en cuenta, siempre en comunión con el Obispo de Roma.

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20.06.08

El caso Pagola puede ser ya el caso Uriarte

Grande fue mi sorpresa cuando el miércoles por la tarde Vida Nueva y Religión Digital publicaron la carta que, con fecha del lunes, Monseñor Uriarte había escrito a sus diocesanos en la que afirmaba haber dado el “nihil obstat” y el “imprimatur” a una nueva redacción del libro “Jesús. Aproximación histórica” de Pagola. Por supuesto, él está en su derecho de publicar lo que crea conveniente y de dar todos los imprimatur que se le tercien. Cada obispo es soberano en su diócesis y no tiene que pedir permiso ni a la CEE ni incluso a Roma para hacer lo que ha hecho el todavía pastor de la iglesia guipuzcoana.

Ahora bien, como quiera que he tenido detallado conocimiento de todo lo que ha rodeado al “caso Pagola” desde sus inicios, lo que menos me podía esperar era que el obispo de San Sebastián se saltara la hoja de ruta que se supone que había acordado tanto con la CEE como con Roma. Y eso es lo primero que hay que dejar bien clarito. Monseñor Uriarte, no la comisión para la doctrina de la fe, no la Permanente, es el responsable de todo lo que pueda pasar a partir de ahora.

Uriarte ha puesto a los pies de los caballos tanto a la Permanente como a la comisión para la doctrina de la fe. La publicación de su carta se produce justo después de que en Añastro se votara casi unánimemente a favor de la publicación de la nota aclaratoria sobre el libro de Pagola. Dadas las características de esa comisión, cuya actuación siempre tiene repercusiones pastorales de gran calado, sus notas han de ser aprobadas primero por el Ejecutivo de la CEE y luego por la Permanente.

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27.05.08

Protesto

Jaime Vázquez Allegue, que ha sido mercedario, doctor en teología, Vicedecano y profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, sostiene lo siguiente:

Jesús debe ser tratado de una perspectiva interdisciplinar, desde la arqueología, la historia, la exégesis, la filología, la psicología, la sociología y todas las ciencias que puedan aportar un grano de luz sobre su figura. Después es cuando interviene la fe. Lo que cada uno quiera creer o dejar de creer.

Y

Lo relatos evangélicos forman parte de un libro de fe que anuncia una buena noticia (euangelia), pero nada más. Necesitamos acercarnos a otras disciplinas empíricas y científicas que demuestren lo que la narrativa bíblica cuenta. Es como si de una novela tuviéramos que separar los elementos reales de los imaginativos que se ocurrieron a su autor a la hora de escribir el texto.

Y

Mi intención es que cada uno tenga los elementos necesarios para saber distinguir lo que hay de histórico de lo que forma parte de la ficción de los evangelistas y de la tradición de la Iglesia. Quiero llegar a las bases sobre las que se asienta el cristianismo para descubrir lo que pueda haber de verdad y los añadidos que se han ido incorporando a lo largo de la historia. Intentaré dar respuesta a preguntas que todos nos hacemos y muchas veces no sabemos responder.

Y

Mis preguntas son más racionalistas: ¿existió el Jesús de Nazaret que nos describen los evangelistas?; ¿qué dicen los apócrifos de su figura?; ¿hay testimonios fuera de la Biblia que nos hablen de él?; ¿podemos encontrar una explicación científica a los milagros que se describen en el Nuevo Testamento?; ¿es realmente el hijo de Dios?; romanos o judíos ¿quién mató a Jesús?; ¿fue el Mesías esperado?; ¿se puede demostrar su resurrección?; ¿quién fundó la Iglesia?; ¿cuál fue el verdadero anuncio de Jesús de Nazaret?; ¿es posible hacer una reconstrucción de su rostro?

Y

Hoy, en medio de una sociedad que se enorgullece de laica, tenemos que preguntarnos por lo que hay de verdad, para saber distinguir entre lo histórico y lo legendario, lo que sucedió y lo que la tradición se ha encargado de transmitirnos.

Parece clara la diferenciación que hace Vázquez Allegue entre el Jesús de “su” historia y el Jesús de la fe. Parece claro que este doctor en teología que ha formado a sacerdotes y futuros teólogos niega el carácter histórico de los evangelios, aunque conceda que contienen algunos datos que sí lo son. Sin embargo, leemos lo siguiente en el documento “Teología y secularización”, publicado por la Conferencia Episcopal Española hace unos años:

Una honda cristología mostrará la continuidad entre la figura histórica de Jesucristo, la Profesión de fe eclesial, y la comunión litúrgica y sacramental en los Misterios de Cristo. Constatamos con dolor que en algunos escritos de cristología no se haya mostrado esa continuidad, dando pie a presentaciones incompletas, cuando no deformadas, del Misterio de Cristo. En algunas cristologías se perciben los siguientes vacíos: 1) una incorrecta metodología teológica, por cuanto se pretende leer la Sagrada Escritura al margen de la Tradición eclesial y con criterios únicamente histórico-críticos, sin explicitar sus presupuestos ni advertir de sus límites; 2) sospecha de que la humanidad de Jesucristo se ve amenazada si se afirma su divinidad; 3) ruptura entre el “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, como si este último fuera el resultado de distintas experiencias de la figura de Jesús desde los Apóstoles hasta nuestros días; 4) negación del carácter real, histórico y trascendente de la Resurrección de Cristo, reduciéndola a la mera experiencia subjetiva de los apóstoles; 5) oscurecimiento de nociones fundamentales de la Profesión de fe en el Misterio de Cristo: entre otras, su preexistencia, filiación divina, conciencia de Sí, de su Muerte y misión redentora, Resurrección, Ascensión y Glorificación.

En la raíz de estas presentaciones se encuentra con frecuencia una ruptura entre la historicidad de Jesús y la Profesión de fe de la Iglesia: se consideran escasos los datos históricos de los evangelistas sobre Jesucristo. Los Evangelios son estudiados exclusivamente como testimonios de fe en Jesús, que no dirían nada o muy poco sobre Jesús mismo, y que necesitan por tanto ser reinterpretados; además, en esta interpretación se prescinde y margina la Tradición de la Iglesia. Este modo de proceder lleva a consecuencias difícilmente compatibles con la fe, como son: 1) vaciar de contenido ontológico la filiación divina de Jesús; 2) negar que en los Evangelios se afirme la preexistencia del Hijo; y, 3) considerar que Jesús no vivió su pasión y su muerte como entrega redentora, sino como fracaso. Estos errores son fuente de grave confusión, llevando a no pocos cristianos a concluir equivocadamente que las enseñanzas de la Iglesia sobre Jesucristo no se apoyan en la Sagrada Escritura o deben ser radicalmente reinterpretadas.

¿No basta con ese documento? Pues quizás sea necesario recordar lo que dijo el Concilio Vaticano II en la Dei Verbum:

19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo.

¿Y bien, señores?, ¿qué hacemos los fieles ante semejante espectáculo? Sobre todo, ¿qué hacemos con los muchachos que han sido formados para el sacerdocio por quienes sostienen algo que parece ser que la Iglesia condena en sus documentos?

Lo gracioso del caso es que para muchos, los malos de la película somos los que hacemos esas preguntas. No quienes se separan de la fe de la Iglesia o los que consienten que tal cosa pase sin apenas hacer nada para evitarlo. No, los malos somos los que no entendemos semejante contradicción. Nosotros debemos callar si un cardenal permite cosas que el sentido común dicta que no pueden permitirse. Debemos callar si vemos que los que forman a los futuros curas practican una teología que la Iglesia condena. Debemos callar para que nadie se sienta presionado por nuestras preguntas, nuestras críticas, nuestras denuncias. Pues nada, silencio… por un minuto siquiera. Uno, no más. Otros podrán callar. Yo no puedo. Yo protesto.

Luis Fernando Pérez Bustamante

18.05.08

Monseñor Rouco, sobre todo, no se altere

Usted tranquilo cardenal. No se ponga nervioso. No se altere. En realidad, nihil novum sub sole. Su sacerdote Enrique de Castro no ha dicho nada nuevo. Sigue siendo el mismo que siempre. Y como quiera que usted lleva años y años consintiendo que él siga siendo sacerdote, no vaya a mover ahora una sola ceja para reaccionar ante las nuevas declaraciones de ese insigne profeta vallecano. Usted imagínese por un momento que aquel a quien su desliz elevó a la categoría de icono progre nacional, pasa a ser icono progre mundial si vuelve a cometer el craso error de decirle algo, de pedirle algo, de recordarle algo, de intentar disciplinarle algo.

No, cardenal, no. Da igual que Castro diga que ya no hay que rendir culto a Dios sino a los hombres. Da igual que diga que Cristo acabó con el sacerdocio. Da igual que diga que le ganó a usted una copa de orujo por lo del conflicto con la parroquia San Carlos Borromeo. Da igual que él diga que le importa un pimiento que esa parroquia ahora sea un centro de atención pastoral, porque al fin y al cabo él puede seguir celebrando la misa como le da la realísima gana. Da igual que SU cura diga que le importa un carajo el futuro de la Iglesia vaticanista. Usted, cardenal, no se me altere. Siga sentado en su silla cardenalicia y arzobispal, que no está el horno para bollos.

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