Juliano el Apóstata gobierna hoy Barcelona
Como en muchas otras ciudades importantes del mundo, Barcelona tiene su “cuota” de pobres que viven tirados por la calle. Se trata de personas que han llegado a ese estado por diversas circunstancias. De hecho, siempre están allí tanto si hay crisis económica como si no, aunque es evidente que en tiempos de crisis aparecen más. En no pocas ocasiones, son hombres y mujeres que padecen algún trastorno de personalidad o que han abandonado todo interés en vivir una vida “normal”. Unos van de acá para allá por todo el país y otros deciden instalarse en una localidad concreta. Yo conocí a unos cuantos el mes que estuve trabajando para Cáritas diocesana de Huesca atendiendo a los conocidos como “carrileros".
La Asociación de Jóvenes San José entiende que el ser católico consiste no solo en ir a Misa los domingos y fiestas de guardar y en dar un donativo de vez en cuando a Cáritas. Esos muchachos se toman muy en serio lo de dar de comer al hambriento y de beber al sediento. Y por ello llevan años saliendo a las calles de Barcelona para dirigirse a esas personas que viven en estado de exclusión social. No solo les dan alimentos. Les dan, sobre todo, calor humano. Algo que JAMÁS de los JAMASES puede hacer un ayuntamiento. Desde las administraciones públicas se puede impedir que alguien se muera de hambre, pero difícilmente se puede cubrir la carencia afectiva de los que viven así.