La pregunta a la que ni Aído ni ningún pro-abortista responderá
La ministra Aído ha dicho esta mañana en la Ser que un feto de 13 semanas es “un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica". Y se ha quedado tan pancha la elementa. Por supuesto ya ha habido reacciones, entre las que destaca de la de doctora y portavoz de Derecho a Vivir, Gádor Goya. La pregunta es obligada: “Si un feto no es un ser humano, será de alguna especie. ¿De cuál, Aído?”
No hay respuesta a esa pregunta, por supuesto. Los favorables a la despenalización del aborto prefieren ignorar la verdad. Tras la concepción existe ya un ser vivo que pertenece a la especie humana. Las mujeres no se quedan embarazadas de camellos ni de osos hormigueros. Tampoco de lechugas, como diría la buena de Esperanza Puente. Y hete ahí el problema ético, moral y yo diría que hasta legal: ¿Se puede pertenecer a la especie humana y no ser considerado como un ser humano? Cuando se habla de “interrupción voluntaria del embarazo", ¿qué es lo que se interrumpe? Pues ni más ni menos que el desarrollo natural de un ser humano, al que si no se le elimina, acabará siendo primero un bebé, luego un niño, más tarde un adolescente y finalmente un adulto que llegará a la ancianidad si la salud le acompaña. A nadie se le ocurre llamar al asesinato de un niño como “la interrupción voluntaria de la preadolescencia", o al de un señor de 45 años como la “interrupción voluntaria de la ancianidad". El embarazo es un proceso de la vida humana. Tiene lugar, efectivamente, en el seno materno, pero el objeto del aborto no es la madre sino el ser humano que está dentro, y que tiene tanta necesidad de ella como la que tendrá una vez haya nacido.