Ya está aquí la nueva ley del aborto
Se ve que Zapatero y sus ministras tienen prisa para aprobar la nueva ley del aborto. Deben creer, y no sin razón, que dada su manifiesta incapacidad para gestionar la crisis económica, la única forma de atar el voto de izquierdas en este país es la de adelantar el reloj de la ingeniería social. Y tenemos unas elecciones europeas a la vuelta de la esquina.
La ley actual permite en la práctica el aborto libre, como lo demuestran los más de 100.000 abortos al año, así que la reforma del texto legal sólo sirve para dar más garantías jurídicas a esa panda de matarifes que pueblan las clínicas abortivas. Al socialismo no le apetece que personajes de la calaña del doctor Morín vayan a la cárcel.
Lo verdaderamente trágico es que en el parlamento español, cuando se debata la ley, no habrá una sola voz que denuncie la condición de asesinato de TODOS los abortos provocados. El Partido Popular, que seguramente vote en contra de la reforma, se pondrá de perfil y no entrará a la raíz del problema. Al fin y al cabo, durante sus ocho años de gobierno ni siquiera pestañeó para al menos obligar a que la actual ley se cumpliera de forma estricta. Eso habría impedido que el aborto libre fuera una realidad. Pero de un gobierno y un partido que aprueba la píldora abortiva no cabe esperar que defienda la vida. Como ya he dicho en otras ocasiones, el Partido Popular es igual de cómplice que el PSOE en todo lo relacionado con la cultura de la muerte. Los socialistas avanzan terreno y el PP, cuando llega al poder, consolida esos avances al no dar un paso atrás.
Siendo esa la realidad política de nuestro país, yo pediría a los obispos españoles que fueran algo más beligerantes a la hora de aconsejar el voto de los cristianos. Es obvio que no van a dar siglas a las cuales votar, porque no es esa su misión, pero sí que podrían ser más contundentes a la hora de decir a quién no se puede entregar el voto. En Estados Unidos son muchos los obispos que no se cortan un pelo a la hora de decir a sus fieles a quién no deben votar. Luego cada cual es muy libre de seguir esos consejos o ignorarlos. Y ocurre algo parecido en el resto de países del continente americano. Da la impresión de que los obispos del “otro lado del charco” están más activos a la hora de plantar cara a esa gran lacra de la era moderna. No digo que nuestros prelados se conformen con cubrir el expediente, pero sí que me gustaría que se les viera más en esa batalla contra la cultura de la muerte. Por ejemplo, sería un detallazo que algunos señalaran la complicidad con el aborto de la derecha parlamentaria.
Luis Fernando Pérez Bustamante









