Seamos el vino bueno de Caná
"Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora."
Cuando el Señor hace un milagro, no hace cualquier milagro. No convierte el agua en vino corriente, sino en el mejor de los vinos. No convierte los corazones de piedra en corazones de carne muerta, sino en corazones de carne viva, que laten con fuerza extendiendo la sangre salvífica por todo el cuerpo de la Iglesia.
La vida del cristiano fiel a Dios es un constante milagro, pues la naturaleza humana no tiende por sí misma hacia la santidad, hacia el bien. Como dice la Escritura, no hay quien busque a Dios (Romanos 3,11). Y si alguno le busca y le ama, no es fruto de su bondad intrínseca sino de que previamente Dios le amó y le buscó. Como dice el apóstol San Juan, Dios nos amó primero (1ª Jn 4,10). A ese amor respondemos por gracia y nos convertimos en agentes del amor de Dios para los demás.