Reflexiones personales sobre el evangelio de San Juan

De vez en cuando hago un repaso de cosas que he escrito años atrás. Hacía tiempo que no encontraba unas reflexiones que hice tomando como referencia el primer capítulo del evangelio de San Juan. Pues ahí estaban, perdidas en una carpeta olvidada. Esto lo escribí en verano del 2002:

Ciertamente los primeros versículos del evangelio de San Juan son una especie de Biblia resumida en pocas líneas: Cristo, el Logos divino, Creador de todo lo existente, luz que alumbra a todo hombre, hecho carne y que nos da a conocer a su Padre, a nuestro Padre.

Hay muchos detalles en los primeros 18 versículos del capítulo de Juan que en ocasiones nos pasan desapercibidos. Hace no mucho caí en la cuenta de uno de esos detalles. Es en referencia al versículo 16:
Pues de su PLENITUD recibimos todos gracia sobre gracia.

Bien, yo hace tiempo que tengo memorizado Efesios 1,23:
la cual (su Iglesia) es su cuerpo, la PLENITUD de Aquel que todo lo llena en todo

Si de la plenitud de Cristo (Juan 1,8) recibimos gracia sobre gracia y la Iglesia es precisamente esa plenitud…. la cosa está clara, ¿verdad?
De la Iglesia de Cristo recibimos todos gracia sobre gracia. Y, permítaseme añadir que en la Madre de nuestro Señor, esa plenitud de gracia se manifestó de forma asombrosa para poder ser el instrumento escogido por Dios para concebir al Logos que se hacía carne en su seno.

En María, por tanto, la Iglesia ya era la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo y no en vano, si observamos que en Efesios 6,31-32 se enseña que la Iglesia y Cristo son una sola carne, entenderemos que nada hay más real que Cristo encarnado en María para darnos cuenta de lo real que esa unión fue, es y será.

Sin duda, la Palabra de Dios es una caja de sorpresas agradables para todos aquellos que meditan en Ella y se alimentan de sus frutos.

Más reflexiones personales sobre los primeros versículos del evangelio de San Juan:

Jn 1,4
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

y 9
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

Realmente no creo que en la naturaleza que nos rodea se dé una batalla real entre la luz y las tinieblas. La oscuridad no puede oponerse a la luz. Allá donde hay una habitación a oscuras, el más mínimo rayo de luz rasga victorioso toda tiniebla. Si acaso, podemos hablar de una excepción (que confirmaría la regla) con los agujeros negros en el espacio sideral, donde la gravedad es tan intensa que ni siquiera la luz puede vencerla. ¡Quién sabe si el versículo de Judas 6 no está haciendo referencia precisamente a esos agujeros negros!:

Jud 6: "Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día" (ver también 2ª Pe 2,4)

Pero, excepciones aparte, lo cierto es que la luz siempre vence a las tinieblas. Era pues de todo punto imposible que el reino de las tinieblas, gobernado por Satanás, venciera a Aquél que es la Luz verdadera, la vida eterna, que alumbra a todo hombre. La sola aparición de Cristo en nuestro mundo fue el signo inequívoco de la victoria de la verdad contra la mentira, del amor contra el odio, del poder de Dios contra las maquinaciones de Satanás. Nunca como antes se puede decir que la expresión "dar a luz" fue tan real y apropiada como cuando María dio a luz a Cristo, la Luz verdadera. María dio a luz a la Luz. Ciertamente María, y con ella la Iglesia, es descrita en Apocalipsis 12,1 como una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de estrellas. Vestida del Sol de Justicia que es Cristo (Malaquías 4,2), en sus pies la luna que refleja la luz de ese sol y alumbra en la noche de este mundo, y coronada por las estrellas de las doce tribus de Israel, de los doce apóstoles. Preciosa imagen bíblica que ha de conmover los corazones del resto de la descendencia de ella (Ap 12,17).

Luminosa fue también la gloria angélica que anunció a los pastores la llegada al mundo de nuestro Salvador, así como la estrella que guió a los magos al portal. Cristo, luz del mundo, dice algo muy importante a su Iglesia:

Mt 5,14-16
Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Hemos sido arrebatados del reino de las tinieblas para ser luminarias que reflejan la luz admirable de Dios:

1ª P 2,9
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable

Vemos pues, la relación íntima entre la misión redentora de Cristo y la de su Iglesia. Si Cristo es la Luz del mundo, su Iglesia también lo es. Si Cristo venció a las tinieblas, también su Iglesia lo hará y, como Él anunció "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella."

Vamos entendiendo la profundidad de la revelación acerca de la naturaleza de la Iglesia, como plenitud de Cristo, como fuente de toda gracia que nace de la naturaleza divina de nuestro Señor, como luz de Luz. Por eso la Biblia afirma que Ella es la columna y baluarte de la verdad (1ª Tim 3,15), la que da a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades en los lugares celestiales (Ef 3,10)
Por eso, a pesar de todos los ataques que el reino de las tinieblas ha lanzado contra la Iglesia de Cristo, sea a través del pecado de algunos de sus miembros, sea por persecuciones sangrientas contra Ella, podemos proclamar a los cuatro vientos que si creemos en Cristo y su victoria en la cruz, hemos de creer también que existe una Iglesia, santa, católica y apostólica, y que alcanzará la victoria final el día en que el Amado regrese a por nosotros.

En verdad se nos dice que las tinieblas no prevalecen contra la luz, ni las puertas del Hades prevalecen contra la Iglesia, porque la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, verdadera Luz, a quien está íntimamente unida, es también luz.

Dios nos bendiga y nos dé su sabiduría

Luis Fernando Pérez Bustamante

1 comentario

  
Wilburg
El Evangelio de Juan es el libro más espiritual de la historia de la humanidad.

En él nos habla de algo que es lo más espiritual de Dios, y que sin embargo, su sentido lo han mal traducido, primero, al latín, y después a las lenguas actuales.

Cuando ya Jesucristo ha recorrido todo el camino y está a punto de acabarlo, reuniendo a los discípulos les dice
-hasta hoy os he hablado como siervos, pero os voy a decir ahora todo, como al amigo: un nuevo mandamiento os doy, no hay mayor amor que éste, que uno ponga su ALMA (en el griego, psique), por su amigo. Jn. 15 y epístolas.

Poner su alma por su amigo: ofrecer el alma propia en el altar de Dios (nuevo sacerdocio -de ofrecer-) para que Él visite con su Alma a mi amigo: dé su Presencia. Esto no es ya una doctrina, sino una acción, que convierte el Evangelio que era de esperanza, en presencia de Dios, y ésta, a voluntad de uno, es decir, tantas veces como uno ofrezca su alma por aquel a quien ama,...
18/12/06 1:43 PM

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